Sueño en otro idioma: cuando el lenguaje es el amor
POR: SAÚL ARELLANO MONTORO
21-04-2018 11:03:21
Una vez más, la cinematografía nacional mantiene un alto estándar con respecto al cine internacional tanto comercial como de opción “culta” en la cartelera. Las opciones mexicanas inteligentes y de alta manufactura vienen apareciendo de forma constante y seguida de unas semanas para acá; lo cual es de agradecerse siempre para que el público mexicano sepa del otro cine; ese que no es protagonizado por elementos de televisión abierta con temáticas y “actuaciones” que no pasan de la hora estelar de la barra tanto de “comedia” como de “drama” en los canales de siempre.
Esta vez llega, luego de casi dos años de haberse producido, la película dirigida por Ernesto Contreras (Párpados Azules, 2007 y Las obscuras primaveras 2014) una película que resulta una exquisita propuesta sobre el amor y el miedo a reconocerse uno mismo: “Sueño en otro idioma”.

“EN EL ENCANTO PENSÉ EN MUCHAS COSAS...”
La película escrita por Carlos Contreras y adaptada a la pantalla por Ernesto tiene dos líneas argumentales sólidas que en la medida que avanza la historia se van desarrollando de forma fluida y natural; sin lugares comunes ni giros inesperados que busquen sacudir al espectador. No son necesarios debido a que esta tan bien realizada que la empatía con los personajes se da de manera inmediata para vivir junto con ellos cada uno de los momentos mostrados en la trama.
Uno de los caminos, el primer paso de esta entrañable historia, es el rescate de la lengua Zikril. Tema que abre el problema social cada vez más frecuente de la desaparición no solo de idiomas milenarios sino de las poblaciones que las hablaban debido a situaciones que van desde la inmigración por falta de recursos y oportunidades en los lugares de origen hasta los desplazamientos por la violencia cada vez más expandida en comunidades pequeñas en los diversos estados de la república mexicana. Este tema, por sí mismo, es abordado con elegancia y contundencia al no caer, como dije en un principio, en lugares comunes donde las soluciones y el desarrollo de los personajes se transforman en caricaturas de próceres sociales en comunidades cargadas de arquetipos. Contreras lleva con mano firme la historia que enriquece cada momento de la trama en sus diferentes ritmos y situaciones.
Por el otro lado, tenemos una historia del más puro y trágico amor donde lo imposible se refleja en la nula aceptación de uno mismo manteniendo el esquema de rechazo en todo momento; tal como es en la vida real con este tipo de historias en comunidades muy celosas de sus tradiciones, usos y costumbres. Es aquí la parte donde el corazón del espectador se estruja hasta la asfixia debido a la impotencia y la identificación con uno de los directamente involucrados en un estado de desesperación al principio y aterradora aceptación de dejar ir al amor de la vida con tal de no lastimar o ser lastimado.
Sobre todo lo segundo. En esto, Contreras hace un trabajo artesanal de dirección de actores donde permite que se desenvuelvan con una libertad interpretativa fresca, coherente, aterrizada y por supuesto dolorosa gracias al impecable oficio de los actores Juan Manuel Porcelis, Eligio Meléndez y los jóvenes Fernando Álvarez, Fátima Molina y Hoze Meléndez. Intérpretes que envuelven la historia para apropiarse de nuestras sensaciones, de los más bellos momentos en una amplia gama de situaciones que van del dolor intensamente triste a la alegría desbordada y gratificante o a la soledad desgarradora de quién ha perdido la luz del ser amado. En esto, el peso recae en los hombros de Porcelis, y los Meléndez; Eligio y Hoze respectivamente.
Simplemente los personajes de Isauro viejo y jóven así como de Evaristo no tendrían esa intimidad con el espectador si hubiesen sido interpretados por otros actores. Un reparto impecable para una película perfecta.

“Y ENTONCES PENSÉ EN TI AMIGO; MI MEJOR AMIGO...”
Y si esto no fuera suficiente, la película es de una realización y manifactura igualmente impecable. La fotografía de Tonatiuh Martínez es cuidada y evita caer en el oropel de los preciosismos folclóricos que, siendo filmada en hermosos escenarios naturales de San Andrés Tuxtla en el estado de Veracruz, en el ojo de otro camarógrafo hubiese sido el recurso burdo. Martínez cuida el encuadre, la luz – la natural y la falta de ella - así como los paneos y los cuadros para no encimar la imagen a la fotografía y viceversa. Es un trabajo igualmente poético de cámara como de la historia misma. La abrumadora humedad de la selva así como la secuencia del paso entre mundos y las animas que reciben al amigo son de las mejores secuencias visuales no solo de la película sino de muchas otras cintas mexicanas de todos los tiempos.
El diseño sonoro de Enrique Greiner es como un actor más de la película; no solo por la claridad auditiva en el fluir de la lengua Zikril sino en el entorno musical de los habitantes de la selva; animales, animas, arboles, agua y los sonidos propios de los personajes. Si la película en conjunto resulta una obra poética, mucho tiene que ver justamente la sonoridad de la misma que acompaña tanto a los intérpretes como a las diferentes situaciones y desde luego, lleva de la mano, o mejor dicho, del oído, al espectador.

“ADIOS AMIGO, MI MEJOR AMIGO”
Ernesto Contreras alcanzó un nivel superior al de sus otras cintas al contarnos, como narrador alrededor de la fogata en la noche, una historia de amor donde el dolor, la pasión, el rechazo, la intensidad sin decremento con el tiempo, la amistad y la pureza del amor son expresiones que no dependen de una lengua por muy musical que esta sea debido a que los sentimientos pasan por encima de las adversidades y las trabas de la falta de comprensión del idioma. El amor de dos seres luminosos en un paraíso donde el mal acecha en forma de miedo, negación e intolerancia donde ni eso ni la muerte misma puede con el corazón entregado al ser amado.
Una película que si debo etiquetarla de alguna forma sería con una sola palabra: Perfecta.
Una vez más, la cinematografía nacional mantiene un alto estándar con respecto al cine internacional tanto comercial como de opción “culta” en la cartelera. Las opciones mexicanas inteligentes y de alta manufactura vienen apareciendo de forma constante y seguida de unas semanas para acá; lo cual es de agradecerse siempre para que el público mexicano sepa del otro cine; ese que no es protagonizado por elementos de televisión abierta con temáticas y “actuaciones” que no pasan de la hora estelar de la barra tanto de “comedia” como de “drama” en los canales de siempre.
Esta vez llega, luego de casi dos años de haberse producido, la película dirigida por Ernesto Contreras (Párpados Azules, 2007 y Las obscuras primaveras 2014) una película que resulta una exquisita propuesta sobre el amor y el miedo a reconocerse uno mismo: “Sueño en otro idioma”.
“EN EL ENCANTO PENSÉ EN MUCHAS COSAS...”
La película escrita por Carlos Contreras y adaptada a la pantalla por Ernesto tiene dos líneas argumentales sólidas que en la medida que avanza la historia se van desarrollando de forma fluida y natural; sin lugares comunes ni giros inesperados que busquen sacudir al espectador. No son necesarios debido a que esta tan bien realizada que la empatía con los personajes se da de manera inmediata para vivir junto con ellos cada uno de los momentos mostrados en la trama.
Uno de los caminos, el primer paso de esta entrañable historia, es el rescate de la lengua Zikril. Tema que abre el problema social cada vez más frecuente de la desaparición no solo de idiomas milenarios sino de las poblaciones que las hablaban debido a situaciones que van desde la inmigración por falta de recursos y oportunidades en los lugares de origen hasta los desplazamientos por la violencia cada vez más expandida en comunidades pequeñas en los diversos estados de la república mexicana. Este tema, por sí mismo, es abordado con elegancia y contundencia al no caer, como dije en un principio, en lugares comunes donde las soluciones y el desarrollo de los personajes se transforman en caricaturas de próceres sociales en comunidades cargadas de arquetipos. Contreras lleva con mano firme la historia que enriquece cada momento de la trama en sus diferentes ritmos y situaciones.
Por el otro lado, tenemos una historia del más puro y trágico amor donde lo imposible se refleja en la nula aceptación de uno mismo manteniendo el esquema de rechazo en todo momento; tal como es en la vida real con este tipo de historias en comunidades muy celosas de sus tradiciones, usos y costumbres. Es aquí la parte donde el corazón del espectador se estruja hasta la asfixia debido a la impotencia y la identificación con uno de los directamente involucrados en un estado de desesperación al principio y aterradora aceptación de dejar ir al amor de la vida con tal de no lastimar o ser lastimado.
Sobre todo lo segundo. En esto, Contreras hace un trabajo artesanal de dirección de actores donde permite que se desenvuelvan con una libertad interpretativa fresca, coherente, aterrizada y por supuesto dolorosa gracias al impecable oficio de los actores Juan Manuel Porcelis, Eligio Meléndez y los jóvenes Fernando Álvarez, Fátima Molina y Hoze Meléndez. Intérpretes que envuelven la historia para apropiarse de nuestras sensaciones, de los más bellos momentos en una amplia gama de situaciones que van del dolor intensamente triste a la alegría desbordada y gratificante o a la soledad desgarradora de quién ha perdido la luz del ser amado. En esto, el peso recae en los hombros de Porcelis, y los Meléndez; Eligio y Hoze respectivamente.
Simplemente los personajes de Isauro viejo y jóven así como de Evaristo no tendrían esa intimidad con el espectador si hubiesen sido interpretados por otros actores. Un reparto impecable para una película perfecta.
“Y ENTONCES PENSÉ EN TI AMIGO; MI MEJOR AMIGO...”
Y si esto no fuera suficiente, la película es de una realización y manifactura igualmente impecable. La fotografía de Tonatiuh Martínez es cuidada y evita caer en el oropel de los preciosismos folclóricos que, siendo filmada en hermosos escenarios naturales de San Andrés Tuxtla en el estado de Veracruz, en el ojo de otro camarógrafo hubiese sido el recurso burdo. Martínez cuida el encuadre, la luz – la natural y la falta de ella - así como los paneos y los cuadros para no encimar la imagen a la fotografía y viceversa. Es un trabajo igualmente poético de cámara como de la historia misma. La abrumadora humedad de la selva así como la secuencia del paso entre mundos y las animas que reciben al amigo son de las mejores secuencias visuales no solo de la película sino de muchas otras cintas mexicanas de todos los tiempos.
El diseño sonoro de Enrique Greiner es como un actor más de la película; no solo por la claridad auditiva en el fluir de la lengua Zikril sino en el entorno musical de los habitantes de la selva; animales, animas, arboles, agua y los sonidos propios de los personajes. Si la película en conjunto resulta una obra poética, mucho tiene que ver justamente la sonoridad de la misma que acompaña tanto a los intérpretes como a las diferentes situaciones y desde luego, lleva de la mano, o mejor dicho, del oído, al espectador.
“ADIOS AMIGO, MI MEJOR AMIGO”
Ernesto Contreras alcanzó un nivel superior al de sus otras cintas al contarnos, como narrador alrededor de la fogata en la noche, una historia de amor donde el dolor, la pasión, el rechazo, la intensidad sin decremento con el tiempo, la amistad y la pureza del amor son expresiones que no dependen de una lengua por muy musical que esta sea debido a que los sentimientos pasan por encima de las adversidades y las trabas de la falta de comprensión del idioma. El amor de dos seres luminosos en un paraíso donde el mal acecha en forma de miedo, negación e intolerancia donde ni eso ni la muerte misma puede con el corazón entregado al ser amado.
Una película que si debo etiquetarla de alguna forma sería con una sola palabra: Perfecta.