Louis Riel fue un político canadiense que lideró dos movimientos de resistencia del pueblo métis, una comunidad mestiza con ascendencia indígena y europea, de la cual era miembro. Sobre este personaje gira Louis Riel o el cielo toca la tierra, de Matías Meyer, que formó parte de la Selección Ahora México (cine mexicano) de la 14 edición del Festival Internacional de Cine de la UNAM.

La verdad es que, a través de la película, se conoce muy poco de la vida de Louis Riel y casi nada de su obra, ya que se desarrolla en la última etapa de su pervivencia, donde, al parecer, a pesar de que fue un periodo productivo en el que escribió mucho, se encontraba en otra frecuencia mental y de conciencia, alejada a la frecuencia a la que estaban sintonizadas las mayorías de la época, por lo que deja muy poco para un análisis productivo desde el punto de vista histórico, político y social.

Una circunstancia importante que hay que considerar sobre la película para su correcta apreciación es que ésta se realizó con tan sólo 50,000 dólares canadienses, es decir, con muy poco dinero. Y es importante, porque dicha circunstancia determinó el rumbo que tomaría el filme.

En algún lugar leí o oí que el director mencionó que le gustaba hacer películas con presupuestos modestos, porque los grandes presupuestos determinan el contenido de las películas y a él le gusta crear en libertad. Pero la verdad es que también, un presupuesto tan escaso, muchas veces también determina el contenido de la obra.

Louis Riel o el cielo toca la tierra se reallzó en pocas locaciones muy sencillas, es, digamos, minimalista, lo cual no afecta la calidad de la producción; en blanco y negro, lo que resulta un acierto estético. El propio Meyer actúa como Louis Riel, actuación de la que considero sale bastante bien librado. Además del personaje principal, hay dos o tres personajes secundarios más, un par de periodistas, un cura, un guardia y algún otro que se me pueda ir. Hasta aquí todo marcha muy bien, de maravilla diría.

La película toma como base del guion y por lo tanto de la trama, documentos del archivo histórico y personal de Riel, que se encuentran compilados en distintas obras, como cartas, entrevistas, declaraciones, etc.

La gran virtud de la película es la fotografía, la decisión de presentarla blanco y negro parece acertada, tomando en cuenta el minimalismo de la escenificación mayoritaria, aunque quizás se desaprovechan algunos de los paisajes naturales espectaculares donde se ruedan algunas de las escenas. Sería interesante ver como quedaría una combinación entre el blanco y negro del encierro minimalista de Riel y el color refulgente de la naturaleza en otras escenas que son tomadas al aire libre. Hay muchos detalles fotográficos intencionales que destacan gratamente en la película y la hacen resplandecer.

El principal problema de la película es la trama, la historia que cuenta y el guion. En principio, es claro que esto se vio seriamente inducido por el presupuesto con el que contó Matías Meyer, quien definitivamente no podía abordar la parte más interesante de la vida de Riel, que puede ser la época de las luchas de resistencia, debido a que el rodaje sería mucho más costoso, la simple escenificación de algo más allá de una celda definitivamente iba a ser más caro, rodar una batalla ni pensarlo.

Se entiende esa parte, pero, aun así, la selección de textos del archivo histórico de Riel que Matías Meyer hace para conformar su guion no es del todo afortunada: Los documentos elegidos, que sirven de base a la trama, aportan muy poco al contexto histórico, social y político que se supone existió en la vida de Riel, tampoco dan pistas respecto del pensamiento del personaje, algo que era fundamental.

Los diálogos, basados en esta selección documental, son completamente intrascendentes, incluso para los religiosos interesados en la vida del personaje, pensando que el director se hubiese inclinado por abordar la película desde una perspectiva teológico-espiritual, más religiosa que espiritual, que parece lo mismo pero no lo es. Cartas muy personales, sin ninguna intención, llenas de alucinaciones divinizadas, diálogos basados en entrevistas, supongo reales, que tampoco dan elementos de interés público.

Sin tomar en cuenta que, a esas alturas, Riel, preocupado por la fecha de la ejecución de su sentencia, que se postergaba una y otra vez, y de su papel como enviado especial de Dios en la tierra, que estaba convencido que era, carecía de racionalidad y congruencia, de una conciencia apegada a la realidad aceptada por la mayoría, es decir, que a Riel en ese momento “le patinaba el coco en otra pista” y eso también demerita la literatura seleccionada.

Cabe la posibilidad de que Meyer no haya tenido muchas opciones de documentos de valor histórico, político, social o filosófico en el acervo que analizó, en ese caso, siempre le queda al creador la posibilidad de ficcionar la pieza cinematográfica, no faltando a la verdad histórica en cuanto a fondo y contenido, sino en cuánto a la forma, recuperando el pensamiento relevante en un guion atemporal y ficticio, verbigracia, le pudo haber inventado un interlocutor imaginario, fantasmagórico —un nativo hubiera sido fantástico—, con el que pudo haber hecho una revisión de su vida y de los momentos históricos a partir de diálogos inventados, construidos con los documentos históricos de interés social y político que se encuentren o con las varias exégesis de historiadores que deben existir.

Pudo haber cambiado los diálogos con los periodistas y hacer conversaciones más interesantes y productivas, basadas desde luego en los documentos históricos existentes. Pudo hacer un monólogo racional y consciente, inventar una plática con uno de los guardias u otro periodista ficticio, una prolongada confesión con el cura que lo frecuentaba, una carta jamás mandada a su familia. Había varias posibilidades, pero el director se restringió de manera muy cuadrada al archivo que revisó para construir el guion y los diálogos y la verdad es que vuelve la película se hace larga a pesar de que tiene una duración menor a los 90 minutos.

Una explicación a esta carencia es que la película esté dirigida a los canadienses, quienes conocen de sobra las circunstancias históricas, políticas y sociales que rodean la figura de Louis Riel, así como su pensamiento; en cuyo caso, otra película histórica del personaje no era muy atractiva, y podría resultar monótono para los canadienses, ya que hubiese sido hablar de lo mismo que ya conocen de sobra y quizás la única posibilidad de interés era acudir a estos textos escolásticos.

Louis Riel o el cielo toca la tierra termina siendo, desde una perspectiva no canadiense, una película monótona, decepcionante a razón de las expectativas que genera una película aparentemente de cariz histórico, enfocada en la vida de un personaje, al parecer, trascendente para la historia de Canadá y en general para la historia de los pueblos en resistencia.

Aun así, me parece que el esfuerzo debe valorarse con base al bajo presupuesto con el que Matías Meyer hizo la película, que creo que lo terminó obnubilado. Esa misma película, con esa fotografía, con esas actuaciones, con esas locaciones, pero con un guion generoso, pedagógico, historiográfico y ¿por qué no? reivindicativo, pudo haber sido una gran película, y Meyer estuvo a nada de conseguirlo con 50,000 dólares canadienses.

Por esa razón, por la resistencia frente a las hegemonías que a través del presupuesto y la distribución lo quieren controlar todo, porque hay cosas muy rescatables artística y estéticamente hablando de la película, no pierdan la oportunidad de ver Louis Riel o el cielo toca la tierra, si es que ésta se cruza por su camino.