Alien: Romulus, de vuelta a las raíces del terror espacial
POR: DE MONSTERMASH
15-08-2024 12:03:30
Cuando se tiene una franquicia tan importante en las manos como lo es Alien, no se deben tomar las cosas a la ligera, pues se tiene que respetar el producto original y, al mismo tiempo, expandir su mitología creando algo brutal; una idea que Alien: Romulus entendió a la perfección pues, a casi 50 años del Nostromo, nos enseña que, en el espacio, aún nadie puede escucharnos gritar.
Fede Álvarez y Rodo Sayagues nos entregan la secuela más bestial, original y aterradora desde Aliens (1986). Un producto en extremo entretenido y bien hecho. Alien: Romulus es una obra realizada con el monstruoso amor que el xenomorfo merece. Un producto que hace honor al organismo perfecto, siendo, igual que él, casi perfecta.
Un grupo de amigos se dispone a abandonar su planeta en decadencia antes de que la compañía Weyland-Yutani les exprima su última gota de vida. Para ello, abordan una nave abandonada en el espacio, donde descubrirán y serán presas de una forma de vida cuya perfección estructural sólo es igualada por su hostilidad.
Antes que nada, debemos pedirles una disculpa, pues a partir de aquí es un fan de Alien el que escribe, no alguien objetivo. Y, como amante del xenomorfo, es difícil contenerse cuando, por fin, después de tantos años, se nos entrega un filme que regresa a las raíces del horror espacial, una cinta que finalmente iguala la acción, el terror y el sci-fi que engendraron en nuestro pecho la obra de culto de 1979 y su aún mejor secuela en 1986.
Romulus es un festín de secuencias brutales entre el miedo y la adrenalina. Aquí, el xenomorfo es un viejo conocido para todos nosotros y, aun así, continúa siendo todo un misterio de la biología. Esto es porque, sí, se sigue respetando el ciclo natural y evolutivo del llamado organismo perfecto, pero, además, expande la mitología en torno a su creación, comportamiento y evolución.
Fiel a la naturaleza desconocida del extraterrestre, Álvarez y Sayagues (director y guionista, respectivamente) nos plantean más preguntas que respuestas, pero cuya respuesta no molesta no saber, pues es esa duda a lo desconocido ante lo que uno cae maravillado. Es decir, no sólo le regresan al xenomorfo su bestialidad, sino que lo vuelven a sumergir en un misterio tan oscuro como aquella sustancia extraña en Prometheus (2012).
Con esto, queremos decir que esta intercuela satisface nuestra sed de nuevo conocimiento en torno al xenomorfo, a pesar de que también nos dejan con más hambre ante tantos misterios que plantea su existencia misma. Es una película que respeta y retoma lo ya visto, mientras edifica más pilares en la mitología alienígena, demostrándonos que todavía queda mucho por explorar en el gélido espacio.
Y, por si esto fuera poco, Alien: Romulus es el perfecto lazo nostálgico y narrativo entre Prometheus-Alien-Aliens. Es un producto plagado de referencias, guiños e incluso cameos a esta trilogía.
Visualmente, se olvida de lo tecnológico y futurista planteado por Prometheus, para entregarnos otra vez esa tecnología cuasi rupestre vista en el filme de 1979. Además, mezcla perfectamente el entorno biomecanoide en ciertos escenarios, pareciendo un salto visual (¿gigeriano?) entre Ridley Scott y James Cameron.
Los más fanáticos y de sangre viscosa caerán rendidos ante la aparición de viejos rostros, algunos más hostiles e inhumanos que otros. Y todo, claro, sin olvidarse del exquisito sadismo (y hasta s3xu4lid4d) que caracteriza al xenomorfo y su raza.
En estricto sentido, el ritmo, terror, violencia y sci-fi que Romulus contiene es una perfecta hibridación entre los primeros dos filmes de la saga.
Quizá el único ‘pero’ que algunos pondrán, será lo visto en los últimos 15 minutos de metraje, pues, como hemos dicho, el dúo uruguayo agregó su propio toque (tal vez a lo EvilDead o a lo Alien: Resurrection) al final. A fin de cuentas, no está mal, pues como nos enseñó el mutágeno traído por Prometeo, la evolución es constante y no se detiene.
Cuando se tiene una franquicia tan importante en las manos como lo es Alien, no se deben tomar las cosas a la ligera, pues se tiene que respetar el producto original y, al mismo tiempo, expandir su mitología creando algo brutal; una idea que Alien: Romulus entendió a la perfección pues, a casi 50 años del Nostromo, nos enseña que, en el espacio, aún nadie puede escucharnos gritar.
Fede Álvarez y Rodo Sayagues nos entregan la secuela más bestial, original y aterradora desde Aliens (1986). Un producto en extremo entretenido y bien hecho. Alien: Romulus es una obra realizada con el monstruoso amor que el xenomorfo merece. Un producto que hace honor al organismo perfecto, siendo, igual que él, casi perfecta.
Un grupo de amigos se dispone a abandonar su planeta en decadencia antes de que la compañía Weyland-Yutani les exprima su última gota de vida. Para ello, abordan una nave abandonada en el espacio, donde descubrirán y serán presas de una forma de vida cuya perfección estructural sólo es igualada por su hostilidad.
Antes que nada, debemos pedirles una disculpa, pues a partir de aquí es un fan de Alien el que escribe, no alguien objetivo. Y, como amante del xenomorfo, es difícil contenerse cuando, por fin, después de tantos años, se nos entrega un filme que regresa a las raíces del horror espacial, una cinta que finalmente iguala la acción, el terror y el sci-fi que engendraron en nuestro pecho la obra de culto de 1979 y su aún mejor secuela en 1986.
Romulus es un festín de secuencias brutales entre el miedo y la adrenalina. Aquí, el xenomorfo es un viejo conocido para todos nosotros y, aun así, continúa siendo todo un misterio de la biología. Esto es porque, sí, se sigue respetando el ciclo natural y evolutivo del llamado organismo perfecto, pero, además, expande la mitología en torno a su creación, comportamiento y evolución.
Fiel a la naturaleza desconocida del extraterrestre, Álvarez y Sayagues (director y guionista, respectivamente) nos plantean más preguntas que respuestas, pero cuya respuesta no molesta no saber, pues es esa duda a lo desconocido ante lo que uno cae maravillado. Es decir, no sólo le regresan al xenomorfo su bestialidad, sino que lo vuelven a sumergir en un misterio tan oscuro como aquella sustancia extraña en Prometheus (2012).
Con esto, queremos decir que esta intercuela satisface nuestra sed de nuevo conocimiento en torno al xenomorfo, a pesar de que también nos dejan con más hambre ante tantos misterios que plantea su existencia misma. Es una película que respeta y retoma lo ya visto, mientras edifica más pilares en la mitología alienígena, demostrándonos que todavía queda mucho por explorar en el gélido espacio.
Y, por si esto fuera poco, Alien: Romulus es el perfecto lazo nostálgico y narrativo entre Prometheus-Alien-Aliens. Es un producto plagado de referencias, guiños e incluso cameos a esta trilogía.
Visualmente, se olvida de lo tecnológico y futurista planteado por Prometheus, para entregarnos otra vez esa tecnología cuasi rupestre vista en el filme de 1979. Además, mezcla perfectamente el entorno biomecanoide en ciertos escenarios, pareciendo un salto visual (¿gigeriano?) entre Ridley Scott y James Cameron.
Los más fanáticos y de sangre viscosa caerán rendidos ante la aparición de viejos rostros, algunos más hostiles e inhumanos que otros. Y todo, claro, sin olvidarse del exquisito sadismo (y hasta s3xu4lid4d) que caracteriza al xenomorfo y su raza.
En estricto sentido, el ritmo, terror, violencia y sci-fi que Romulus contiene es una perfecta hibridación entre los primeros dos filmes de la saga.
Quizá el único ‘pero’ que algunos pondrán, será lo visto en los últimos 15 minutos de metraje, pues, como hemos dicho, el dúo uruguayo agregó su propio toque (tal vez a lo EvilDead o a lo Alien: Resurrection) al final. A fin de cuentas, no está mal, pues como nos enseñó el mutágeno traído por Prometeo, la evolución es constante y no se detiene.