Asteroid City: la última barrera de Wes Anderson
POR: JOSÉ LUIS SALAZAR
17-06-2023 13:00:26
Wes Anderson, quien ha estrenado su más reciente película Asteroid City, es un cineasta que, en su obsesión de control y sus retratos de personas igualmente deseosas de él, ha traspasado dicha preocupación a la vida real y a su espectador. Si alguien quisiera encontrar el elemento en común en todas las películas de Wes Anderson diría las paletas de colores definidas y el uso de planos simétricos han ocupado gran parte de su filmografía, sin embargo, yo me aventuro a decir, que la conexión es más temática que estilística.
Bottle Rocket, la ópera prima del director y debut de los hermanos Wilson (Luke y Owen) trataba de dos ladrones, Anthony y Dignan al que su plan de realizar una serie de robos se sale de control llevando a Dignan a prisión. Ese final con Dignan recibiendo a Anthony y a Bob en una visita a prisión mientras este bromea de cómo él ya tiene un elaborado plan para poder escapar, prácticamente resumía el interés temático de Wes Anderson: la incapacidad del control.
A lo largo de 27 años Wes Anderson ha filmado una y otra vez películas sobre individuos desesperados por el control y que difícilmente lo consiguen. Los relatos tan enredosamente construidos de Anderson exploran la necesidad muy humana de organizar, cuantificar y regir nuestras vidas frente a lo inesperado y lo incierto, sus escenarios siendo tan solo otro que abona a esa misma sensación.
Entre sus controladores personajes hay un Royal Tenenbaum que planea unir a su familia en The Royal Tenenbaums; tres hermanos que quieren encontrarse a sí mismos en The Darjeeling Limited; un pueblo que se opone al romance de dos niños en Moonrise Kingdom y el poder de la autoridad en todos los breves cuentos de The French Dispatch. Uno a uno, estos protectores del orden y la paz caen ante lo inesperado, tal como sucede en Bottle Rocket, la violencia, los desacuerdos y el conflicto rompen la estabilidad de personajes que creen tener todo bajo su control.
En Moonrise Kingdom es con un romance juvenil que no pueden impedir; en The Darjeeling Limited son las condiciones del viaje no previstas; en The Royal Tenenbaums las tensiones familiares que no se pueden superar; en The French Dispatch la inevitabilidad de la violencia, la protesta y el crimen, y finalmente en Asteroid City, lo que desmorona la quietud del pueblo es la lucha universal: el miedo a la muerte, la búsqueda de Dios y el sentimiento de vacío en un infinito cosmos.
Asteroid City, nombre que ocupa del pueblo que la protagoniza, es una pequeña ciudad en medio del desierto repleta de cafés para viajeros, moteles pequeños y remolques, y con una reducida población que está viviendo su época de esplendor gracias a la carrera espacial; aquella de la época previa a la explosión del Challenger, en donde Estados Unidos aún soñaba con la conquista espacial, y en el hombre y la ciencia como parte fundamental de ello.
Este lugar en el que alguna vez cayó un meteoro, ahora aloja una estación espacial del gobierno que atrae a cadetes, jóvenes observadores de estrellas, aficionados de la ciencia ficción, exploradores, niños superdotados que van a presentar sus inventos en los concursos que organiza las Fuerzas Armadas en colaboración con el Observatorio Espacial y un sinfín más de peculiares personajes.
Asteroid City y sus habitantes reflejan la idiosincrasia del pueblo norteamericano de la guerra fría; crédula, ensimismada y en la incertidumbre, en gran parte por la amenaza nuclear. Un padre (interpretado por Jason Schwartzman) que no sabe comunicarles a sus hijos la muerte de su madre; el padre de ésta (Tom Hanks) que se adentra al pueblo buscando darle sepultura a su hija; una actriz (Scarlett Johansson) que se prepara para un rol, y una variedad de niños dotados cuya sabiduría e inteligencia no es suficiente más que para aburrirse a ellos mismos, son quienes estelarizan una meta historia que igual que The French Dispatch, pone en el centro el dominio de la forma sobre su fondo.
En la forma hay un entramado estéticamente placentero y muy bien estructurado para que este pueblo sea solo un acto teatral de un escritor protagonizado por Adrien Brody, que es a su vez el centro de otra historia. Como en The French Dispatch lo era cada relato como parte de la columna general del periódico homónimo.
Y en el fondo, apenas unos cuantos cuestionamientos alrededor de la muerte y el temor a tomar decisiones que se vislumbran entre cada chistoso sketch y el preámbulo a lo que en los años 50´s inspiró al resto del mundo a la investigación espacial hasta que la explosión del Challenger hundió y transformó en un objeto de estudio meramente para empresas privadas, como lo vemos en la actualidad con compañías como SpaceX.
Pero hay una barrera muy grande que ni el mismo Wes Anderson puede sobrepasar y de la cual ya se hizo consciente: su espectador.
El 8 de abril de este año, Ava Williams publicó en Tik Tok un video de su viaje en tren de Connecticut a Nueva York recreando el estilo de Wes Anderson e iniciando una tendencia global que incluso llegó en países de Latinoamérica a ser parte de anuncios oficiales de cuentas institucionales y funcionarios públicos como la Cámara de Comercio en Argentina, el Palacio de Gobierno en Lima, Perú, el Instituto Mexicano de Cinematografía en su Anuario Estadístico o en el feed de Arturo Zaldívar, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Obviamente llegaría a oídos de Anderson quien, tras meses de evitar declarar al respecto, finalmente comentó para un artículo de The Times: "Soy muy bueno protegiéndome de ver todas esas cosas. Si alguien me envía algo así, inmediatamente lo borro. Por favor, lo siento, no me enviéis cosas de personas que me versionan. No quiero verlo. Me hace pensar: '¿Es eso lo que hago? ¿Es eso lo que quiero decir?'. No quiero ver a alguien más pensando en lo que trato de ser porque, Dios sabe, entonces podría comenzar a hacerlo".
Esto validaba la narrativa de algunos medios que en cuanto la tendencia surgió no tardaron en tachar al usuario de TikTok de ignorante del cine o de malinterpretar a Anderson en artículos como Stop Getting Wes Anderson Wrong de Esquire o Please stop using AI to make Wes Anderson parodies de The Guardian. Como siempre bajo el elitismo y el sesgo de que no hay nadie como el autor y no deberíamos ser dignos de poder interactuar con su obra más allá de la apreciación y la admiración.
Pero esto tiene un sentido. ¿Por qué en el variado repertorio de historias que aborda Anderson, la percepción general es la de películas de tomas bonitas y colores pastel?
En noviembre de 2020 Kyle Chayks escribió un artículo para The New Yorker titulado Emily un Paris And The Rise of Ambient TV. Que, si bien no acuña el término “Ambient TV” porque le da el crédito a Brian Eno con su ambient music, sí rastrea los orígenes de él a otro fenómeno de principios de la década llamado “Slow TV”.
Básicamente el artículo explica como Netflix y otras plataformas se han acoplado a un modelo industrial de televisión en donde los programas están llenos de un lenguaje digital y estético que no requiere el mínimo esfuerzo mental ni la mirada atenta.
“El propósito de Emily in Paris es proporcionar un fondo visualmente agradable para mirar su teléfono, actualizar sus propios feeds, en los que encontrará memes de ‘Emily in Paris’, incluido todo un género de remakes de TikTok. Está bien mirar tu teléfono todo el tiempo, parece decir el programa, porque Emily también lo hace. Las tramas episódicas son demasiado simples para ser confusas; cuando vuelves a mirar la televisión, lo más probable es que encuentres tomas de seguimiento del río Sena o callejones empedrados, hermosos, pero sin sentido. Si quieres más dramatismo, puedes abrir Twitter para aumentar la experiencia. O simplemente deja el programa encendido mientras limpias los inevitables líos domésticos de la cuarentena. Eventualmente, al sentir que has visto dos episodios seguidos sin pausar ni saltar, Netflix te preguntará si todavía estás mirando. Avergonzado, darás clic en el botón “si” y Emily seguirá estando en París”. Extraído del artículo.
Así como Emily in Paris, las últimas películas de Wes Anderson se han vuelto el ruido de fondo de la sala o el comedor mientras puedes estar grabando tu versión del famoso trend del director, compartiendo memes de Asteroid City o haciendo ¨appreciation posts¨ de Maya Hawke, Timothee Chalamet o Saoirse Ronan en una de sus últimas películas. Y si en algún momento el cameo de algún famoso te hace voltear a la pantalla, el simpático sketch que estás por ver no necesita del preámbulo de toda su trama y no te disturbará pues sus preciosos encuadres y escenarios junto con su música y un elenco tan bien vestido y visualmente atractivo te permitirá volver a tu teléfono sin ningún sobresalto ni estímulo .
No puedo decir que Asteroid City o en general el cine de Wes Anderson es meramente un espectáculo visual decorativo, pero si el espectador se está quedando con la idea de que sus películas son solamente encuadres bonitos y simétricos entonces tal vez darlo a entender no es tan malo porque pese a los cuestionamientos que plantea en sus películas éstos no están siendo captados por su audiencia.
Nadie quiere ver su obra reducida a postales decorativas, pero condenar a tu espectador tampoco es la solución pues puede que Anderson no esté viendo todo el panorama detrás del trend.
En la India donde, difícilmente puedes encontrar lugares simétricos o la estética blanca y europea de Anderson, los usuarios han hecho virales Tik Toks donde muestran la belleza de las mujeres y hombres de la India, cuerpos ausentes en su filmografía pese haber rodado una película en este país. O como el usuario de tiktok kalebdmitchell_ que muestra bajo el estilo de Anderson la convivencia en los barrios negros de Atlanta. Sector que también excluye.
Hay muchos diálogos que ha abierto el trend alrededor de las películas de Anderson así como también una propia crítica a que la mayoría de los usuarios que se sumen a este traten de blanquear lo más posible sus espacios dejando en claro una mecánica aspiracionista en quien consume su cine. Una búsqueda de controlar su espacio y que simulen los paisajes europeos de The French Dispatch o la artificialidad de Asteroid City, preocupaciones del director, pero en gente normal en su vida cotidiana. De nada sirven estos diálogos y críticas si a su director poco le importa lo que su cine genera en su espectador.
Asteroid City de Wes Anderson es una película que va a dialogar con muchos espectadores; con algunos a través de sus impactantes escenarios aesthetic del desierto y su séquito de actores, y para otros que verán más allá de esto a partir de algunos cuestionamientos que se cuelan en la cinta, pero para todos será la misma respuesta pues cualquier interacción nacida de esta película chocará con la pared, la que su director ha construido con su público, que quiere que lo oiga y vea sin que él tenga que hacerlo.
Wes Anderson, quien ha estrenado su más reciente película Asteroid City, es un cineasta que, en su obsesión de control y sus retratos de personas igualmente deseosas de él, ha traspasado dicha preocupación a la vida real y a su espectador. Si alguien quisiera encontrar el elemento en común en todas las películas de Wes Anderson diría las paletas de colores definidas y el uso de planos simétricos han ocupado gran parte de su filmografía, sin embargo, yo me aventuro a decir, que la conexión es más temática que estilística.
Bottle Rocket, la ópera prima del director y debut de los hermanos Wilson (Luke y Owen) trataba de dos ladrones, Anthony y Dignan al que su plan de realizar una serie de robos se sale de control llevando a Dignan a prisión. Ese final con Dignan recibiendo a Anthony y a Bob en una visita a prisión mientras este bromea de cómo él ya tiene un elaborado plan para poder escapar, prácticamente resumía el interés temático de Wes Anderson: la incapacidad del control.
A lo largo de 27 años Wes Anderson ha filmado una y otra vez películas sobre individuos desesperados por el control y que difícilmente lo consiguen. Los relatos tan enredosamente construidos de Anderson exploran la necesidad muy humana de organizar, cuantificar y regir nuestras vidas frente a lo inesperado y lo incierto, sus escenarios siendo tan solo otro que abona a esa misma sensación.
Entre sus controladores personajes hay un Royal Tenenbaum que planea unir a su familia en The Royal Tenenbaums; tres hermanos que quieren encontrarse a sí mismos en The Darjeeling Limited; un pueblo que se opone al romance de dos niños en Moonrise Kingdom y el poder de la autoridad en todos los breves cuentos de The French Dispatch. Uno a uno, estos protectores del orden y la paz caen ante lo inesperado, tal como sucede en Bottle Rocket, la violencia, los desacuerdos y el conflicto rompen la estabilidad de personajes que creen tener todo bajo su control.
En Moonrise Kingdom es con un romance juvenil que no pueden impedir; en The Darjeeling Limited son las condiciones del viaje no previstas; en The Royal Tenenbaums las tensiones familiares que no se pueden superar; en The French Dispatch la inevitabilidad de la violencia, la protesta y el crimen, y finalmente en Asteroid City, lo que desmorona la quietud del pueblo es la lucha universal: el miedo a la muerte, la búsqueda de Dios y el sentimiento de vacío en un infinito cosmos.
Asteroid City, nombre que ocupa del pueblo que la protagoniza, es una pequeña ciudad en medio del desierto repleta de cafés para viajeros, moteles pequeños y remolques, y con una reducida población que está viviendo su época de esplendor gracias a la carrera espacial; aquella de la época previa a la explosión del Challenger, en donde Estados Unidos aún soñaba con la conquista espacial, y en el hombre y la ciencia como parte fundamental de ello.
Este lugar en el que alguna vez cayó un meteoro, ahora aloja una estación espacial del gobierno que atrae a cadetes, jóvenes observadores de estrellas, aficionados de la ciencia ficción, exploradores, niños superdotados que van a presentar sus inventos en los concursos que organiza las Fuerzas Armadas en colaboración con el Observatorio Espacial y un sinfín más de peculiares personajes.
Asteroid City y sus habitantes reflejan la idiosincrasia del pueblo norteamericano de la guerra fría; crédula, ensimismada y en la incertidumbre, en gran parte por la amenaza nuclear. Un padre (interpretado por Jason Schwartzman) que no sabe comunicarles a sus hijos la muerte de su madre; el padre de ésta (Tom Hanks) que se adentra al pueblo buscando darle sepultura a su hija; una actriz (Scarlett Johansson) que se prepara para un rol, y una variedad de niños dotados cuya sabiduría e inteligencia no es suficiente más que para aburrirse a ellos mismos, son quienes estelarizan una meta historia que igual que The French Dispatch, pone en el centro el dominio de la forma sobre su fondo.
En la forma hay un entramado estéticamente placentero y muy bien estructurado para que este pueblo sea solo un acto teatral de un escritor protagonizado por Adrien Brody, que es a su vez el centro de otra historia. Como en The French Dispatch lo era cada relato como parte de la columna general del periódico homónimo.
Y en el fondo, apenas unos cuantos cuestionamientos alrededor de la muerte y el temor a tomar decisiones que se vislumbran entre cada chistoso sketch y el preámbulo a lo que en los años 50´s inspiró al resto del mundo a la investigación espacial hasta que la explosión del Challenger hundió y transformó en un objeto de estudio meramente para empresas privadas, como lo vemos en la actualidad con compañías como SpaceX.
Pero hay una barrera muy grande que ni el mismo Wes Anderson puede sobrepasar y de la cual ya se hizo consciente: su espectador.
El 8 de abril de este año, Ava Williams publicó en Tik Tok un video de su viaje en tren de Connecticut a Nueva York recreando el estilo de Wes Anderson e iniciando una tendencia global que incluso llegó en países de Latinoamérica a ser parte de anuncios oficiales de cuentas institucionales y funcionarios públicos como la Cámara de Comercio en Argentina, el Palacio de Gobierno en Lima, Perú, el Instituto Mexicano de Cinematografía en su Anuario Estadístico o en el feed de Arturo Zaldívar, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Obviamente llegaría a oídos de Anderson quien, tras meses de evitar declarar al respecto, finalmente comentó para un artículo de The Times: "Soy muy bueno protegiéndome de ver todas esas cosas. Si alguien me envía algo así, inmediatamente lo borro. Por favor, lo siento, no me enviéis cosas de personas que me versionan. No quiero verlo. Me hace pensar: '¿Es eso lo que hago? ¿Es eso lo que quiero decir?'. No quiero ver a alguien más pensando en lo que trato de ser porque, Dios sabe, entonces podría comenzar a hacerlo".
Esto validaba la narrativa de algunos medios que en cuanto la tendencia surgió no tardaron en tachar al usuario de TikTok de ignorante del cine o de malinterpretar a Anderson en artículos como Stop Getting Wes Anderson Wrong de Esquire o Please stop using AI to make Wes Anderson parodies de The Guardian. Como siempre bajo el elitismo y el sesgo de que no hay nadie como el autor y no deberíamos ser dignos de poder interactuar con su obra más allá de la apreciación y la admiración.
Pero esto tiene un sentido. ¿Por qué en el variado repertorio de historias que aborda Anderson, la percepción general es la de películas de tomas bonitas y colores pastel?
En noviembre de 2020 Kyle Chayks escribió un artículo para The New Yorker titulado Emily un Paris And The Rise of Ambient TV. Que, si bien no acuña el término “Ambient TV” porque le da el crédito a Brian Eno con su ambient music, sí rastrea los orígenes de él a otro fenómeno de principios de la década llamado “Slow TV”.
Básicamente el artículo explica como Netflix y otras plataformas se han acoplado a un modelo industrial de televisión en donde los programas están llenos de un lenguaje digital y estético que no requiere el mínimo esfuerzo mental ni la mirada atenta.
“El propósito de Emily in Paris es proporcionar un fondo visualmente agradable para mirar su teléfono, actualizar sus propios feeds, en los que encontrará memes de ‘Emily in Paris’, incluido todo un género de remakes de TikTok. Está bien mirar tu teléfono todo el tiempo, parece decir el programa, porque Emily también lo hace. Las tramas episódicas son demasiado simples para ser confusas; cuando vuelves a mirar la televisión, lo más probable es que encuentres tomas de seguimiento del río Sena o callejones empedrados, hermosos, pero sin sentido. Si quieres más dramatismo, puedes abrir Twitter para aumentar la experiencia. O simplemente deja el programa encendido mientras limpias los inevitables líos domésticos de la cuarentena. Eventualmente, al sentir que has visto dos episodios seguidos sin pausar ni saltar, Netflix te preguntará si todavía estás mirando. Avergonzado, darás clic en el botón “si” y Emily seguirá estando en París”. Extraído del artículo.
Así como Emily in Paris, las últimas películas de Wes Anderson se han vuelto el ruido de fondo de la sala o el comedor mientras puedes estar grabando tu versión del famoso trend del director, compartiendo memes de Asteroid City o haciendo ¨appreciation posts¨ de Maya Hawke, Timothee Chalamet o Saoirse Ronan en una de sus últimas películas. Y si en algún momento el cameo de algún famoso te hace voltear a la pantalla, el simpático sketch que estás por ver no necesita del preámbulo de toda su trama y no te disturbará pues sus preciosos encuadres y escenarios junto con su música y un elenco tan bien vestido y visualmente atractivo te permitirá volver a tu teléfono sin ningún sobresalto ni estímulo .
No puedo decir que Asteroid City o en general el cine de Wes Anderson es meramente un espectáculo visual decorativo, pero si el espectador se está quedando con la idea de que sus películas son solamente encuadres bonitos y simétricos entonces tal vez darlo a entender no es tan malo porque pese a los cuestionamientos que plantea en sus películas éstos no están siendo captados por su audiencia.
Nadie quiere ver su obra reducida a postales decorativas, pero condenar a tu espectador tampoco es la solución pues puede que Anderson no esté viendo todo el panorama detrás del trend.
En la India donde, difícilmente puedes encontrar lugares simétricos o la estética blanca y europea de Anderson, los usuarios han hecho virales Tik Toks donde muestran la belleza de las mujeres y hombres de la India, cuerpos ausentes en su filmografía pese haber rodado una película en este país. O como el usuario de tiktok kalebdmitchell_ que muestra bajo el estilo de Anderson la convivencia en los barrios negros de Atlanta. Sector que también excluye.
Hay muchos diálogos que ha abierto el trend alrededor de las películas de Anderson así como también una propia crítica a que la mayoría de los usuarios que se sumen a este traten de blanquear lo más posible sus espacios dejando en claro una mecánica aspiracionista en quien consume su cine. Una búsqueda de controlar su espacio y que simulen los paisajes europeos de The French Dispatch o la artificialidad de Asteroid City, preocupaciones del director, pero en gente normal en su vida cotidiana. De nada sirven estos diálogos y críticas si a su director poco le importa lo que su cine genera en su espectador.
Asteroid City de Wes Anderson es una película que va a dialogar con muchos espectadores; con algunos a través de sus impactantes escenarios aesthetic del desierto y su séquito de actores, y para otros que verán más allá de esto a partir de algunos cuestionamientos que se cuelan en la cinta, pero para todos será la misma respuesta pues cualquier interacción nacida de esta película chocará con la pared, la que su director ha construido con su público, que quiere que lo oiga y vea sin que él tenga que hacerlo.