La Cordillera de los sueños: un país imaginario
POR: ORIANNA PAZ
23-07-2021 17:47:50
Regresar a la tierra, a ese lugar que te vio nacer, donde diste tus primeros pasos, donde supiste por primera vez que podías ser tú mismo y descubrirla ajena, indiferente, transformada, alienada. Caminar de nuevo por esas calles, esos adoquines de tu infancia que conducían a la casa en la que naciste, esa misma casa que hoy está sumida en el más hondo abandono, de la que sólo queda una fachada descascarada y rota, metáfora de la situación actual de tu país, ése del que tuviste que huir hace 46 años cuando los militares tomaron el poder, asesinaron al presidente electo e instauraron un régimen totalitario de tortura, desaparición y muerte.
Regresar a la tierra, la que nunca salió de tu corazón, siendo un exiliado, es una conmoción, una sacudida al alma y a todos los sentidos, regresar siendo un extranjero en busca de un trozo de pasado perdido en el tiempo, es parte de lo que describe el cineasta chileno, Patricio Guzmán, en su documental, La Cordillera de los Sueños (2019), uno de sus trabajos más personales, íntimos y cercanos.
A partir de la imponente Cordillera de los Andes que surca la geografía chilena de punta a punta en casi un 80% de su territorio, con sus montañas e inmensos picos nevados, sus minerales, sus reservas acuíferas y ese viento tan particular que canta y lleva de un lado a otro el aroma de la vida, Guzmán narra en primera persona y de la mano de una bella poética visual, con tomas panorámicas y espectaculares de los Andes, su experiencia en esta vuelta a sus raíces y echa mano también de algunas de las más emblemáticas voces de la cultura chilena, como Javiera Parra, para hablar de una herida abierta que sigue latente: el Golpe de Estado de 1973.
La Cordillera ha sido para Chile una protección, una barrera, una coraza, pero también un modo de aislarse y de marginarse del resto del mundo. A lo largo de los años, ha sido testigo mudo de la historia de Santiago, sin embargo, Santiago ha permanecido ajena a ella, como ha permanecido ajeno a su propio pasado. En este documental, Guzmán cuenta un poco de su sentir como exiliado y otro poco de lo que vivieron aquellos que se quedaron bajo aquel Estado de sitio y que documentaron todos los horrores de la Dictadura, como el cineasta y camarógrafo Pablo Salas, quien tiene uno de los acervos fílmicos documentales más grandes de aquella época terrible.
Cabe señalar que Patricio Guzmán tuvo que exiliarse de su país tras realizar uno de los testimonios fílmicos más estremecedores acerca de la Dictadura chilena: La Batalla de Chile (1972-1976), a riesgo de ser detenido o desaparecido. De este modo, pudo proteger sus bovinas y mostrar al mundo lo que estaba sucediendo y a pesar del exilio, jamás olvidó sus raíces, y durante más de 20 años de carrera se dedicó a filmar historias sobre Chile.
Con nostalgia, Guzmán vuelve a sus recuerdos de un país que hoy parece imaginario, de aquel sitio en el que la gente formaba comunidad, discutía, argumentaba y buscaba un mejor porvenir, uno más justo y equitativo, un país perdido, el de su memoria y al mismo tiempo, alza la voz a través de las duras, violentas y amargas imágenes de archivo de Salas, no sólo de la aberración que fue el Golpe de Estado, si no de sus secuelas, quizás más profundas, tanto emocionales como sociales y económicas, con sistemas que privilegiaron el neoliberalismo salvaje y han sumido a Chile en una desigualdad cada vez más alarmante.
La Cordillera de los Sueños, cierra de manera contundente la trilogía que Guzmán iniciara con Nostalgia de la Luz (2010) y El botón de Nácar (2015), en buena medida gracias a la honestidad, la fuerza y la esencia que imprime en cada una de sus tomas, en cada una de sus palabras, en las que hay siempre un dejo de tristeza extrañamente bella. La película obtuvo el Ojo de Oro al Mejor Documental en el Festival de Cannes en 2019 y forma parte de la selección del 40 Foro Internacional de Cine de la Cineteca Nacional. Es una experiencia visual y emocional que hay que vivir en pantalla grande, un viaje a la memoria histórica y a quiénes somos como humanidad.
Regresar a la tierra, a ese lugar que te vio nacer, donde diste tus primeros pasos, donde supiste por primera vez que podías ser tú mismo y descubrirla ajena, indiferente, transformada, alienada. Caminar de nuevo por esas calles, esos adoquines de tu infancia que conducían a la casa en la que naciste, esa misma casa que hoy está sumida en el más hondo abandono, de la que sólo queda una fachada descascarada y rota, metáfora de la situación actual de tu país, ése del que tuviste que huir hace 46 años cuando los militares tomaron el poder, asesinaron al presidente electo e instauraron un régimen totalitario de tortura, desaparición y muerte.
Regresar a la tierra, la que nunca salió de tu corazón, siendo un exiliado, es una conmoción, una sacudida al alma y a todos los sentidos, regresar siendo un extranjero en busca de un trozo de pasado perdido en el tiempo, es parte de lo que describe el cineasta chileno, Patricio Guzmán, en su documental, La Cordillera de los Sueños (2019), uno de sus trabajos más personales, íntimos y cercanos.
A partir de la imponente Cordillera de los Andes que surca la geografía chilena de punta a punta en casi un 80% de su territorio, con sus montañas e inmensos picos nevados, sus minerales, sus reservas acuíferas y ese viento tan particular que canta y lleva de un lado a otro el aroma de la vida, Guzmán narra en primera persona y de la mano de una bella poética visual, con tomas panorámicas y espectaculares de los Andes, su experiencia en esta vuelta a sus raíces y echa mano también de algunas de las más emblemáticas voces de la cultura chilena, como Javiera Parra, para hablar de una herida abierta que sigue latente: el Golpe de Estado de 1973.
La Cordillera ha sido para Chile una protección, una barrera, una coraza, pero también un modo de aislarse y de marginarse del resto del mundo. A lo largo de los años, ha sido testigo mudo de la historia de Santiago, sin embargo, Santiago ha permanecido ajena a ella, como ha permanecido ajeno a su propio pasado. En este documental, Guzmán cuenta un poco de su sentir como exiliado y otro poco de lo que vivieron aquellos que se quedaron bajo aquel Estado de sitio y que documentaron todos los horrores de la Dictadura, como el cineasta y camarógrafo Pablo Salas, quien tiene uno de los acervos fílmicos documentales más grandes de aquella época terrible.
Cabe señalar que Patricio Guzmán tuvo que exiliarse de su país tras realizar uno de los testimonios fílmicos más estremecedores acerca de la Dictadura chilena: La Batalla de Chile (1972-1976), a riesgo de ser detenido o desaparecido. De este modo, pudo proteger sus bovinas y mostrar al mundo lo que estaba sucediendo y a pesar del exilio, jamás olvidó sus raíces, y durante más de 20 años de carrera se dedicó a filmar historias sobre Chile.
Con nostalgia, Guzmán vuelve a sus recuerdos de un país que hoy parece imaginario, de aquel sitio en el que la gente formaba comunidad, discutía, argumentaba y buscaba un mejor porvenir, uno más justo y equitativo, un país perdido, el de su memoria y al mismo tiempo, alza la voz a través de las duras, violentas y amargas imágenes de archivo de Salas, no sólo de la aberración que fue el Golpe de Estado, si no de sus secuelas, quizás más profundas, tanto emocionales como sociales y económicas, con sistemas que privilegiaron el neoliberalismo salvaje y han sumido a Chile en una desigualdad cada vez más alarmante.
La Cordillera de los Sueños, cierra de manera contundente la trilogía que Guzmán iniciara con Nostalgia de la Luz (2010) y El botón de Nácar (2015), en buena medida gracias a la honestidad, la fuerza y la esencia que imprime en cada una de sus tomas, en cada una de sus palabras, en las que hay siempre un dejo de tristeza extrañamente bella. La película obtuvo el Ojo de Oro al Mejor Documental en el Festival de Cannes en 2019 y forma parte de la selección del 40 Foro Internacional de Cine de la Cineteca Nacional. Es una experiencia visual y emocional que hay que vivir en pantalla grande, un viaje a la memoria histórica y a quiénes somos como humanidad.