Reflexiones sobre Tenet y su director
POR: MAURICIO HERNÁNDEZ
21-09-2020 13:01:11
¿Recuerdan la reputación de Christopher Nolan por ahí de mediados de década? El sujeto era enorme, incluso llegaba a las conversaciones de los mejores directores en activo que había. Si bien, la crítica nunca ha sido espléndida con él salvo con El caballero de la noche (2008) y El origen (2010), el público lo ha puesto como uno de sus directores eminentemente industriales favoritos.
No podríamos decir que el prestigio de este realizador ha caído estrepitosamente, pero tal vez ya no se le mira con la misma aureola de antes. Eso sí, quizá no será hasta ahora que -probablemente- conozca lo que es el fracaso comercial y con la crítica profesional en general.
La insistencia tanto de la productora como la que él mismo promovió es uno de los principales ingredientes para modificar la percepción alrededor de Tenet. No hubo ninguna discreción en decir a los cuatro vientos que sería “la película que revolucionaría el cine por los próximos 10 años”; tampoco la hubo en las invitaciones que el propio Nolan grabó para que los espectadores chinos vieran su cinta más ambiciosa hasta ahora en un complejo tradicional, en sala aun con los riesgos que ello implica.
La pandemia del coronavirus es uno de los eventos que marcará a la humanidad en este siglo y todo lo que quede en los márgenes de la emergencia sanitaria, también la caída de la exhibición cinematográfica regular es uno de esos temas aledaños y la osadía de estrenar esta película ante toda recomendación y contra todo escenario favorable que pudiera imaginarse.
El más reciente largometraje de Christopher Nolan recurre a una de sus materias usuales: las maniobras con el tiempo y la realidad. Un agente de la CIA (próxima estrella John David Washington) se involucra en una operación de rescate de una máquina con capacidades especiales. Puede “invertir la entropía” de objetos y así, hacer que viajen en el tiempo. El futuro transcurre en el presente.
Esta es una explicación somera y realmente no se necesita nada más para comprender en términos rigurosos. Sin embargo, las innecesarias y defectuosas explicaciones que se ofrecen constantemente en un diálogo tan forzado tratan de elevar la “intelectualidad” de la trama, lo que siempre ha sido el asunto con el “cine de autor” de Nolan.
Recordemos El origen, donde es un mecanismo sencillo el que mueve todas las cosas, pero el ir y venir entre sueños y demás, es lo que le da profundidad... de fondo de botella. Interestelar, donde “el amor” es una fuerza física que puede alterar las realidades y dimensiones. Es decir, no hay tal acertijo indescifrable ni en esas películas ni en Tenet, pero se quiere dibujar un laberinto cuando la salida es en línea recta.
Ahora, tampoco podría meterlo en el cajón de otros fantoches verdaderos -se me ocurre M. Night Shyamalan- porque, al menos, el británico puede ubicar a sus personajes en aventuras que detonan emociones en buena parte de la audiencia, valiéndose de efectos visuales deslumbrantes y un departamento sonoro eficiente. Hay que saber vender y, al menos con las envolturas, Nolan puede.
A mi parecer, fue el ruido lo que más daño le hizo a Tenet. En condiciones normales, esta película hubiera pasado como una superproducción más que habría juntado la millonada aunque usara los mismos recursos narrativos efectistas de siempre. Pero no estamos en circunstancias regulares y así se recordará este esfuerzo. Mucho ruido y nueces que viajan entre dimensiones con paradojas sosteniendo la lógica de un hilo, pero pocas finalmente.
¿Recuerdan la reputación de Christopher Nolan por ahí de mediados de década? El sujeto era enorme, incluso llegaba a las conversaciones de los mejores directores en activo que había. Si bien, la crítica nunca ha sido espléndida con él salvo con El caballero de la noche (2008) y El origen (2010), el público lo ha puesto como uno de sus directores eminentemente industriales favoritos.
No podríamos decir que el prestigio de este realizador ha caído estrepitosamente, pero tal vez ya no se le mira con la misma aureola de antes. Eso sí, quizá no será hasta ahora que -probablemente- conozca lo que es el fracaso comercial y con la crítica profesional en general.
La insistencia tanto de la productora como la que él mismo promovió es uno de los principales ingredientes para modificar la percepción alrededor de Tenet. No hubo ninguna discreción en decir a los cuatro vientos que sería “la película que revolucionaría el cine por los próximos 10 años”; tampoco la hubo en las invitaciones que el propio Nolan grabó para que los espectadores chinos vieran su cinta más ambiciosa hasta ahora en un complejo tradicional, en sala aun con los riesgos que ello implica.
La pandemia del coronavirus es uno de los eventos que marcará a la humanidad en este siglo y todo lo que quede en los márgenes de la emergencia sanitaria, también la caída de la exhibición cinematográfica regular es uno de esos temas aledaños y la osadía de estrenar esta película ante toda recomendación y contra todo escenario favorable que pudiera imaginarse.
El más reciente largometraje de Christopher Nolan recurre a una de sus materias usuales: las maniobras con el tiempo y la realidad. Un agente de la CIA (próxima estrella John David Washington) se involucra en una operación de rescate de una máquina con capacidades especiales. Puede “invertir la entropía” de objetos y así, hacer que viajen en el tiempo. El futuro transcurre en el presente.
Esta es una explicación somera y realmente no se necesita nada más para comprender en términos rigurosos. Sin embargo, las innecesarias y defectuosas explicaciones que se ofrecen constantemente en un diálogo tan forzado tratan de elevar la “intelectualidad” de la trama, lo que siempre ha sido el asunto con el “cine de autor” de Nolan.
Recordemos El origen, donde es un mecanismo sencillo el que mueve todas las cosas, pero el ir y venir entre sueños y demás, es lo que le da profundidad... de fondo de botella. Interestelar, donde “el amor” es una fuerza física que puede alterar las realidades y dimensiones. Es decir, no hay tal acertijo indescifrable ni en esas películas ni en Tenet, pero se quiere dibujar un laberinto cuando la salida es en línea recta.
Ahora, tampoco podría meterlo en el cajón de otros fantoches verdaderos -se me ocurre M. Night Shyamalan- porque, al menos, el británico puede ubicar a sus personajes en aventuras que detonan emociones en buena parte de la audiencia, valiéndose de efectos visuales deslumbrantes y un departamento sonoro eficiente. Hay que saber vender y, al menos con las envolturas, Nolan puede.
A mi parecer, fue el ruido lo que más daño le hizo a Tenet. En condiciones normales, esta película hubiera pasado como una superproducción más que habría juntado la millonada aunque usara los mismos recursos narrativos efectistas de siempre. Pero no estamos en circunstancias regulares y así se recordará este esfuerzo. Mucho ruido y nueces que viajan entre dimensiones con paradojas sosteniendo la lógica de un hilo, pero pocas finalmente.