Pequeñas horas de la noche, un desleal drama psicológico
POR: EDUARDO ARAGÓN MIJANGOS
21-07-2024 11:24:46
With heart filled with righteous indignation,
I stand at the gallows and forcefully pen this poem with blood.
I want to air my grievances for a hundred years,
unable to tell all the wrongs with blood.
When will this gallows be destroyed to bring about a new heaven?
Traducción:
Con el corazón lleno de indignación justa,
Me paro en la horca y escribo con fuerza este poema con sangre.
Quiero expresar mis quejas durante cien años,
incapaz de decir todos los errores con sangre.
¿Cuándo se destruirá esta horca para traer un nuevo cielo?
Tan Chu Boon
En 1983 en Singapur, un hombre que llevaba por nombre Tan Chu Boon fue arrestado y acusado ante los tribunales por haber grabado la lápida de su hermano Tan Chay Wa, de una manera y con unos textos que a la autoridad singapurense le pareció subversiva, ya que glorificaba la causa comunista (eso en Singapur como en Hollywood y en casi cualquier otra parte del mundo es el peor delito que se puede cometer).
Tan Chay Wa (1948-1983), el difunto hermano, fue un activista, disidente político y alto funcionario del Frente de Liberación Nacional de Malasia (FLNM), una organización del Partido Comunista de Malasia (PCM), que se formó en 1968 para apoyar el derrocamiento de los gobiernos de Singapur y Malasia. Singapur recién habían obtenido su independencia en 1965, pero los comunistas no querían su separación de Malasia.
Ta Chay Wa fue capturado en Malasia en 1979, supuestamente con una arma semiautomática cargada, a pesar de que para entonces ya trabajaba como chofer de autobús. Fue condenado por un tribunal de ese país (Malasia) a muerte y ahorcado en 1983.
Como los singapurenses no se querían quedar atrás en la lucha contra el malvado comunismo y en la realización de acciones reivindicativas justicieras anticomunistas “mccarthistas”, agarraron de su “puerquito” al hermano: Tan Chu Boon. El tribunal de Singapur basó su acusación (de la lápida propagandista) en la confiscación de un pedazo de papel que supuestamente fue entregado a Chu Boon de manos de la viuda de su hermano (el ahorcado en Malasia), donde venía el texto que posteriormente sería inscrito en la lápida y que decía, más o menos, lo siguiente (disculpen si existen errores en la traducción, pero pensé que era preferible a ponerlo en inglés que fue como lo encontré, afortunadamente, porque originalmente fue escrito en chino):
“El mártir Tan Chay Wa venía de una familia campesina pobre. En los años setenta se unió al Frente de Liberación Nacional de Malasia, una organización dirigida por el Partido Comunista de Malasia. Contribuyó con todo el dinero que había logrado ahorrar a la organización, manifestando así ampliamente la noble calidad de un guerrero revolucionario. Llevó a cabo su trabajo con total desprecio por su propia seguridad personal. El 2 de junio de 1979, fue arrestado. Mientras estaba en prisión fue cruelmente golpeado y sometido a amenazas coercitivas e inducción, pero se mantuvo decidido e inquebrantablemente inflexible. En la causa de la liberación de la madre patria, fue ahorcado en la prisión de Pudu en Kuala Lumpur el 18 de enero de 1983 y murió de muerte heroica. En el momento de su muerte solo tenía 35 años. Unos momentos antes de morir, escribió un poema heróico que decía:
Con el corazón lleno de indignación justa, me paro en la horca y escribo con fuerza este poema con sangre. Quiero expresar mis quejas durante cien años, incapaz de decir todos los errores con sangre. ¿Cuándo se destruirá esta horca para traer un nuevo cielo?
Este poema militante describe su profundo odio contra la vieja sociedad y su confianza ilimitada en la victoria de la revolución de la patria. Su gloriosa imagen vivirá para siempre en la mente de la gente.”
De esto trata, de alguna manera, porque nunca quedará del todo claro, Small hours of the night (Pequeñas horas de la noche), una película de Daniel Hui, que se estrenó en enero pasado en el Festival Internacional de cine de Rotterdam y que también fue parte de la Selección Oficial de la competencia de películas internacionales de la pasada edición del Festival Internacional de Cine de la UNAM (FICUNAM).
Pequeñas horas de la noche es un drama minimalista, psicológico, que a la vez de que denuncia el estricto y autoritario sistema legal de Singapur, trata de jugar con la mente de los espectadores, logrando muy buenos resultados, aunque el segundo objetivo me parece que lo consuetudinario con trampa.
La película se desarrolla en un cuarto de interrogatorios, se advierte al inicio que corren los años finales de la década de 1960, pero desde allí empiezan incongruencias temporales difíciles de justificar, incluso, en el modo en el que la película se plantea (atemporal). Ya explicaremos porqué, pero vamos por partes.
El filme es en blanco y negro, más negro que blanco la mayor parte, iniciando con la toma a una persona que se supone es un interrogador (Kasban Irfan). En el cuarto de interrogación solo se logra ver una mesa de madera pequeña con un teléfono, un cenicero y un reproductor de cintas de audio de la época (¿Cuál época? Cabe preguntar). La estética, aunque minimalista en todos los sentidos de la palabra, es muy buena. Daniel Hui logra un concepto visual rústico, pero atractivo. El uso del contraste y del predominio del negro es extraordinario. El manejo de la luz durante toda la película también es de destacar. La ambientación es demasiado simple, pero así lo requiere la trama y lo determina la cartera.
Otro elemento que trasciende positivamente es el diseño de sonido, todo el tiempo que dura la película, el espectador se verá sometido a diferentes ruidos bien definidos, creativamente seleccionados y desarrollados, con los decibeles precisos para mantenerse muy vigentes en la mente del espectador, pero sin llegar a molestar demasiado.
El ruido del reproductor de cintas de audio al reproducirse, donde puedes oír como las ruedas que le dan vueltas a la cinta gira una y otra vez en audio sucio, uniforme, con ruido, hasta que se llega a establecer como si fuese una música de fondo; una lluvia fuerte, constante; la alarma de incendios, las sirenas de patrullas o el incansable tic tac de un reloj que no camina pero si suena, son las formas con las que Akritchalerm Kayalanamitr, encargado del diseño sonoro y Daniel Hui juegan con las cabezas y sentimientos del público, sin que éste llegué a tomar consciencia del todo de ello. Aunque esto podría ser tortuoso en otras circunstancias, en Pequeñas horas de la noche resulta un complemento fundamental y hasta armonioso que le da personalidad y sustancia a la obra de Hui, además, de como ya se dijo, de manera hipnótica intenta meterse en la mente de la audiencia.
Las actuaciones me parece que cumplen con lo que director requiere para el desarrollo de la trama, pero esto no implica que sean del todo buenas (sin que lleguen a ser malas, ni mucho menos). Esto tiene un objetivo, la forma en que se llevan las actuaciones, también son parte de la probable trampa que, de existir, demeritaría la película por su traición al atento espectador.
Me refiero a que la ejecución de los diálogos es muy plana y uniforme, aunque no deja de transmitir las emociones necesarias, hay una condición argumentativa —que explicamos a continuación— que exigiría variaciones distintivas o referenciales en las interpretaciones, por lo menos, en la entonación de los parlamentos. Los actores hablan parejo como si fueran una misma persona, cuando representan a más de un personaje, una buena dramatización requiere, forzosamente, un cambio conceptual entre personaje y personaje, aunque la trama sea lineal e interpretada por la misma persona, es un artificio desleal para mantener a la audiencia engañada o una deficiencia en el diseño de los personajes, que insistimos, aunque una misma persona los interprete, cada personaje, como cada persona, somos distintos.
Hay, por lo tanto, y quizá es la más grave deficiencia del filme y que configura la trampa a la que nos hemos venido refiriendo, carencias notables en el diseño y desarrollo de los personajes, de hecho, no existe, no existe ni un diseño de personaje y ni mucho menos se le da a cada uno su adecuado desarrollo en la trama, de tal forma que dudo que alguien identifique, al finalizar la película, cuántos personajes hubo en la misma.
El problema y acierto -la paradoja-, me parece que está en el guion, es un acierto, porque el guion es el elemento central de la película, el único sostén que mantendrá al espectador atento a los acontecimientos, a pesar de que de repente se vuelvan un tanto monótonos, planos (por las interpretaciones) o repetitivos. Pero, es la intriga tramposa depositada en el guion, el afán de poder descubrir que es lo que está pasando, aunque nunca sabremos lo que realmente pasa, lo que hace que uno se deje envolver en la trama.
El diseño sonoro es el complemento perfecto para este guion tan peculiar, todo el tiempo hay algún sonido constante, perenne, ordinario, hipnótico, al grado que cuando podría ser molesto, como cuando una alarma de incendios no para de sonar, no resulta tan así, por el misterio del guion.
Algunos efectos de luces también van dirigidos hacía ese efecto psicológico con que el director quiere alcanzar al espectador, escenas muy oscuras, luego demasiado blancas, después una luz de una sirena que da vueltas y vueltas y vueltas, una y otra vez, en el centro del cuarto y la pantalla. Cuando al mismo tiempo se escucha ese desagradable ring, ring, ring, pausado, acompasado, infinito, que parece que nunca se va a acabar, de la alarma, pero uno está tan concentrado tratando de descifrar qué diablos está pasando que se deja llevar a pesar del dolor, porque no nos percatamos que estamos siendo torturados al mismo tiempo que Vicki (Yanxuan Vicki Yang) y sí nos damos cuenta, no importa, porque queremos saber la verdad. La eterna lucha por la búsqueda de la verdad del ser humano.
Otro punto a favor de la película es que aunque se nota que no hubo mucho dinero para realizarla, ello no fue motivo para no entregar un buen trabajo. Pero ese guion, ese guion que por un lado cumple perfectamente con la misión de mantener a la audiencia atenta a pesar de lo llano de las actuaciones, de los destellos ofensivos de la sirena y del ring interminable de la alarma, es, por el otro lado, desleal con el espectador, nos traiciona, no nos cumple lo que nos prometió.
El guion está compuesto por una serie de diálogos, uniformes en cuanto a la forma, dispares respecto del fondo, incongruentes entre sí, pero que parece, siempre parece, siempre da la esperanza que en algún momento nos van a llevar a algún lado. Que todos los trozos que ha soltado a cuentagotas ese guion pérfido y que hemos ido tratando de recoger, a riesgo de tocar la locura, en medio de todo este caos de oscuridad y ruido, se van a unir, como un rompecabezas mental de 10,000 piezas y vamos a poder descubrir qué está pasando, la figura detrás del rompecabezas.
Pero tristemente eso nunca sucede. Nunca salimos de ese cuarto oscuro en el que se convierte la trama, cuando el cuarto cambia de negro a blanco intenso, solo es para oscurecer más la trama; y cuando por casualidad Vicki sale del cuarto, solo es para confundirnos más.
Daniel Hui hace una película atemporal, se supone que empieza a finales de los 60 y termina en 1983, o quizás 1984, cuando termina el juicio de Chu Boon, el supuesto propagandista comunista lapidario, pero nunca sabemos en qué momento estamos exactamente. Además, no tiene mucho sentido que la película empiece a finales de los 60, cuando se supone que el grueso de acontecimientos sucede en el periodo de mayo a diciembre de 1983.
La exégesis puede ser que el director trata de representar un estado permanente de las cosas, un tiempo que no cambia porque las situaciones que lo caracterizan no cambian. Desde la independencia de Singapur en 1965 hasta nuestros días, aunque nunca lo justifica narrativamente. La película se llama Pequeñas horas de la noche, porque la tesis de la que parte es que en una noche podemos revisar toda una vida o varias vidas, en retrospectiva, en pequeñas horas.
La complejidad no solo radica en la atemporalidad, sino también en la cuestión del sujeto: aunque solo veremos a dos actores en la pantalla, uno a la vez casi todo el tiempo, Vicki, la mujer que es interrogada, representa a 5 personajes, de los cuales 4 son testigos del juicio con Chu Boon; y quizá la otra, la quinta representada, personifica otros casos que justifiquen que la película empiece a finales de los 60, aunque no sé sabe a ciencia cierta. Tendría que ser así porque si no, esa temporalidad marcada al inicio de la película sería insostenible argumentativamente hablando.
La situación es que nunca hay un cambio de voz o de actitud, ya no hablemos de caracterización, vestuario o escenografía que marque una pauta de cambio del tiempo en el que se desarrolla la acción o del sujeto que la ejecuta.
Uno sabe, puede descubrir, o por lo menos intuir, que son diferentes personas por algunos diálogos en los que se manifiestan situaciones distintas, o por referencias a terceros que no pueden cuadrar a menos que vengan de personas diferentes; por ejemplo, hay un tal Kai, que no se sabe a ciencia cierta quién es, pero que a veces es el interlocutor de Vicki y a veces es un tercero distinto a los dialogantes, que es aludido, de tal forma que los dialogantes no pueden ser Kai.
Aun así, me parece que resulta imposible saber que existen 5 personas distintas representadas en la actuación de la interrogada, mucho menos de que casos hablan, el único caso claro es el de la lápida acallada, porque se menciona algunas veces de manera clara.
Tendría que ver la película otra vez, pero me parece que difícilmente se puede sostener el guion en el mundo de la lógica, no por mítico sino por incoherente y aunque esto fuese posible, justificar racionalmente el guion, éste es tramposo por todas estas cosas que menciono y siendo el guion el sostén de la película, no encontrarle la deseada coherencia que nos mantiene atentos al largometraje, termina siendo un golpe terrible a nuestra buena voluntad como espectadores, a nuestra inteligencia degradada y mancillada, una alta traición.
Independientemente de todo ello, por experiencia propia sugiero ver la película, de preferencia, con lo básico del contexto histórico que me he tomado la libertad de compartirles al principio del presente texto. Porque sí con el contexto histórico será difícil encontrarle la cuadratura a la trama, sin éste, imagínense lo que sufrimos.
Daniel Hui ha afirmado que tiene la —muy loable— misión de denunciar en lo que se convirtió Singapur a lo largo de su corta existencia: un país autoritario con duros castigos por “crímenes” menores (Vender chicle, escupir en la calle, comer en el metro, besarse más cariñosamente de lo “normal”, etc.). “Un país que asfixia las voces de la oposición y que mantiene el absurdo de una censura que no perdona a nadie, ni siquiera a los muertos”.
En conclusión y tomando en consideración -como debe de ser siempre- el dinero con el que se hizo Small hours of the night, la película es visual y estéticamente extraordinaria, el diseño sonoro maravilloso, el juego mental al que nos quiere sujetar el director se logra, pero me parece que de manera desleal, tanto por lo lineal de las actuaciones como por la casi segura falta de coherencia del guion. Y esa falta de coherencia, esa deslealtad al espectador es la que demerita el resultado final.
De cualquier forma, ver Pequeñas horas de la noche es una experiencia que hay que tomar. Si no hubiese sido por los defectos confusos, como la película, que he destacado aquí, para mi hubiese sido una fuerte competidora para ganar el Puma de Plata a Mejor Película Internacional del FICUNAM14.
With heart filled with righteous indignation,
I stand at the gallows and forcefully pen this poem with blood.
I want to air my grievances for a hundred years,
unable to tell all the wrongs with blood.
When will this gallows be destroyed to bring about a new heaven?
Traducción:
Con el corazón lleno de indignación justa,
Me paro en la horca y escribo con fuerza este poema con sangre.
Quiero expresar mis quejas durante cien años,
incapaz de decir todos los errores con sangre.
¿Cuándo se destruirá esta horca para traer un nuevo cielo?
Tan Chu Boon
En 1983 en Singapur, un hombre que llevaba por nombre Tan Chu Boon fue arrestado y acusado ante los tribunales por haber grabado la lápida de su hermano Tan Chay Wa, de una manera y con unos textos que a la autoridad singapurense le pareció subversiva, ya que glorificaba la causa comunista (eso en Singapur como en Hollywood y en casi cualquier otra parte del mundo es el peor delito que se puede cometer).
Tan Chay Wa (1948-1983), el difunto hermano, fue un activista, disidente político y alto funcionario del Frente de Liberación Nacional de Malasia (FLNM), una organización del Partido Comunista de Malasia (PCM), que se formó en 1968 para apoyar el derrocamiento de los gobiernos de Singapur y Malasia. Singapur recién habían obtenido su independencia en 1965, pero los comunistas no querían su separación de Malasia.
Ta Chay Wa fue capturado en Malasia en 1979, supuestamente con una arma semiautomática cargada, a pesar de que para entonces ya trabajaba como chofer de autobús. Fue condenado por un tribunal de ese país (Malasia) a muerte y ahorcado en 1983.
Como los singapurenses no se querían quedar atrás en la lucha contra el malvado comunismo y en la realización de acciones reivindicativas justicieras anticomunistas “mccarthistas”, agarraron de su “puerquito” al hermano: Tan Chu Boon. El tribunal de Singapur basó su acusación (de la lápida propagandista) en la confiscación de un pedazo de papel que supuestamente fue entregado a Chu Boon de manos de la viuda de su hermano (el ahorcado en Malasia), donde venía el texto que posteriormente sería inscrito en la lápida y que decía, más o menos, lo siguiente (disculpen si existen errores en la traducción, pero pensé que era preferible a ponerlo en inglés que fue como lo encontré, afortunadamente, porque originalmente fue escrito en chino):
“El mártir Tan Chay Wa venía de una familia campesina pobre. En los años setenta se unió al Frente de Liberación Nacional de Malasia, una organización dirigida por el Partido Comunista de Malasia. Contribuyó con todo el dinero que había logrado ahorrar a la organización, manifestando así ampliamente la noble calidad de un guerrero revolucionario. Llevó a cabo su trabajo con total desprecio por su propia seguridad personal. El 2 de junio de 1979, fue arrestado. Mientras estaba en prisión fue cruelmente golpeado y sometido a amenazas coercitivas e inducción, pero se mantuvo decidido e inquebrantablemente inflexible. En la causa de la liberación de la madre patria, fue ahorcado en la prisión de Pudu en Kuala Lumpur el 18 de enero de 1983 y murió de muerte heroica. En el momento de su muerte solo tenía 35 años. Unos momentos antes de morir, escribió un poema heróico que decía:
Con el corazón lleno de indignación justa, me paro en la horca y escribo con fuerza este poema con sangre. Quiero expresar mis quejas durante cien años, incapaz de decir todos los errores con sangre. ¿Cuándo se destruirá esta horca para traer un nuevo cielo?
Este poema militante describe su profundo odio contra la vieja sociedad y su confianza ilimitada en la victoria de la revolución de la patria. Su gloriosa imagen vivirá para siempre en la mente de la gente.”
De esto trata, de alguna manera, porque nunca quedará del todo claro, Small hours of the night (Pequeñas horas de la noche), una película de Daniel Hui, que se estrenó en enero pasado en el Festival Internacional de cine de Rotterdam y que también fue parte de la Selección Oficial de la competencia de películas internacionales de la pasada edición del Festival Internacional de Cine de la UNAM (FICUNAM).
Pequeñas horas de la noche es un drama minimalista, psicológico, que a la vez de que denuncia el estricto y autoritario sistema legal de Singapur, trata de jugar con la mente de los espectadores, logrando muy buenos resultados, aunque el segundo objetivo me parece que lo consuetudinario con trampa.
La película se desarrolla en un cuarto de interrogatorios, se advierte al inicio que corren los años finales de la década de 1960, pero desde allí empiezan incongruencias temporales difíciles de justificar, incluso, en el modo en el que la película se plantea (atemporal). Ya explicaremos porqué, pero vamos por partes.
El filme es en blanco y negro, más negro que blanco la mayor parte, iniciando con la toma a una persona que se supone es un interrogador (Kasban Irfan). En el cuarto de interrogación solo se logra ver una mesa de madera pequeña con un teléfono, un cenicero y un reproductor de cintas de audio de la época (¿Cuál época? Cabe preguntar). La estética, aunque minimalista en todos los sentidos de la palabra, es muy buena. Daniel Hui logra un concepto visual rústico, pero atractivo. El uso del contraste y del predominio del negro es extraordinario. El manejo de la luz durante toda la película también es de destacar. La ambientación es demasiado simple, pero así lo requiere la trama y lo determina la cartera.
Otro elemento que trasciende positivamente es el diseño de sonido, todo el tiempo que dura la película, el espectador se verá sometido a diferentes ruidos bien definidos, creativamente seleccionados y desarrollados, con los decibeles precisos para mantenerse muy vigentes en la mente del espectador, pero sin llegar a molestar demasiado.
El ruido del reproductor de cintas de audio al reproducirse, donde puedes oír como las ruedas que le dan vueltas a la cinta gira una y otra vez en audio sucio, uniforme, con ruido, hasta que se llega a establecer como si fuese una música de fondo; una lluvia fuerte, constante; la alarma de incendios, las sirenas de patrullas o el incansable tic tac de un reloj que no camina pero si suena, son las formas con las que Akritchalerm Kayalanamitr, encargado del diseño sonoro y Daniel Hui juegan con las cabezas y sentimientos del público, sin que éste llegué a tomar consciencia del todo de ello. Aunque esto podría ser tortuoso en otras circunstancias, en Pequeñas horas de la noche resulta un complemento fundamental y hasta armonioso que le da personalidad y sustancia a la obra de Hui, además, de como ya se dijo, de manera hipnótica intenta meterse en la mente de la audiencia.
Las actuaciones me parece que cumplen con lo que director requiere para el desarrollo de la trama, pero esto no implica que sean del todo buenas (sin que lleguen a ser malas, ni mucho menos). Esto tiene un objetivo, la forma en que se llevan las actuaciones, también son parte de la probable trampa que, de existir, demeritaría la película por su traición al atento espectador.
Me refiero a que la ejecución de los diálogos es muy plana y uniforme, aunque no deja de transmitir las emociones necesarias, hay una condición argumentativa —que explicamos a continuación— que exigiría variaciones distintivas o referenciales en las interpretaciones, por lo menos, en la entonación de los parlamentos. Los actores hablan parejo como si fueran una misma persona, cuando representan a más de un personaje, una buena dramatización requiere, forzosamente, un cambio conceptual entre personaje y personaje, aunque la trama sea lineal e interpretada por la misma persona, es un artificio desleal para mantener a la audiencia engañada o una deficiencia en el diseño de los personajes, que insistimos, aunque una misma persona los interprete, cada personaje, como cada persona, somos distintos.
Hay, por lo tanto, y quizá es la más grave deficiencia del filme y que configura la trampa a la que nos hemos venido refiriendo, carencias notables en el diseño y desarrollo de los personajes, de hecho, no existe, no existe ni un diseño de personaje y ni mucho menos se le da a cada uno su adecuado desarrollo en la trama, de tal forma que dudo que alguien identifique, al finalizar la película, cuántos personajes hubo en la misma.
El problema y acierto -la paradoja-, me parece que está en el guion, es un acierto, porque el guion es el elemento central de la película, el único sostén que mantendrá al espectador atento a los acontecimientos, a pesar de que de repente se vuelvan un tanto monótonos, planos (por las interpretaciones) o repetitivos. Pero, es la intriga tramposa depositada en el guion, el afán de poder descubrir que es lo que está pasando, aunque nunca sabremos lo que realmente pasa, lo que hace que uno se deje envolver en la trama.
El diseño sonoro es el complemento perfecto para este guion tan peculiar, todo el tiempo hay algún sonido constante, perenne, ordinario, hipnótico, al grado que cuando podría ser molesto, como cuando una alarma de incendios no para de sonar, no resulta tan así, por el misterio del guion.
Algunos efectos de luces también van dirigidos hacía ese efecto psicológico con que el director quiere alcanzar al espectador, escenas muy oscuras, luego demasiado blancas, después una luz de una sirena que da vueltas y vueltas y vueltas, una y otra vez, en el centro del cuarto y la pantalla. Cuando al mismo tiempo se escucha ese desagradable ring, ring, ring, pausado, acompasado, infinito, que parece que nunca se va a acabar, de la alarma, pero uno está tan concentrado tratando de descifrar qué diablos está pasando que se deja llevar a pesar del dolor, porque no nos percatamos que estamos siendo torturados al mismo tiempo que Vicki (Yanxuan Vicki Yang) y sí nos damos cuenta, no importa, porque queremos saber la verdad. La eterna lucha por la búsqueda de la verdad del ser humano.
Otro punto a favor de la película es que aunque se nota que no hubo mucho dinero para realizarla, ello no fue motivo para no entregar un buen trabajo. Pero ese guion, ese guion que por un lado cumple perfectamente con la misión de mantener a la audiencia atenta a pesar de lo llano de las actuaciones, de los destellos ofensivos de la sirena y del ring interminable de la alarma, es, por el otro lado, desleal con el espectador, nos traiciona, no nos cumple lo que nos prometió.
El guion está compuesto por una serie de diálogos, uniformes en cuanto a la forma, dispares respecto del fondo, incongruentes entre sí, pero que parece, siempre parece, siempre da la esperanza que en algún momento nos van a llevar a algún lado. Que todos los trozos que ha soltado a cuentagotas ese guion pérfido y que hemos ido tratando de recoger, a riesgo de tocar la locura, en medio de todo este caos de oscuridad y ruido, se van a unir, como un rompecabezas mental de 10,000 piezas y vamos a poder descubrir qué está pasando, la figura detrás del rompecabezas.
Pero tristemente eso nunca sucede. Nunca salimos de ese cuarto oscuro en el que se convierte la trama, cuando el cuarto cambia de negro a blanco intenso, solo es para oscurecer más la trama; y cuando por casualidad Vicki sale del cuarto, solo es para confundirnos más.
Daniel Hui hace una película atemporal, se supone que empieza a finales de los 60 y termina en 1983, o quizás 1984, cuando termina el juicio de Chu Boon, el supuesto propagandista comunista lapidario, pero nunca sabemos en qué momento estamos exactamente. Además, no tiene mucho sentido que la película empiece a finales de los 60, cuando se supone que el grueso de acontecimientos sucede en el periodo de mayo a diciembre de 1983.
La exégesis puede ser que el director trata de representar un estado permanente de las cosas, un tiempo que no cambia porque las situaciones que lo caracterizan no cambian. Desde la independencia de Singapur en 1965 hasta nuestros días, aunque nunca lo justifica narrativamente. La película se llama Pequeñas horas de la noche, porque la tesis de la que parte es que en una noche podemos revisar toda una vida o varias vidas, en retrospectiva, en pequeñas horas.
La complejidad no solo radica en la atemporalidad, sino también en la cuestión del sujeto: aunque solo veremos a dos actores en la pantalla, uno a la vez casi todo el tiempo, Vicki, la mujer que es interrogada, representa a 5 personajes, de los cuales 4 son testigos del juicio con Chu Boon; y quizá la otra, la quinta representada, personifica otros casos que justifiquen que la película empiece a finales de los 60, aunque no sé sabe a ciencia cierta. Tendría que ser así porque si no, esa temporalidad marcada al inicio de la película sería insostenible argumentativamente hablando.
La situación es que nunca hay un cambio de voz o de actitud, ya no hablemos de caracterización, vestuario o escenografía que marque una pauta de cambio del tiempo en el que se desarrolla la acción o del sujeto que la ejecuta.
Uno sabe, puede descubrir, o por lo menos intuir, que son diferentes personas por algunos diálogos en los que se manifiestan situaciones distintas, o por referencias a terceros que no pueden cuadrar a menos que vengan de personas diferentes; por ejemplo, hay un tal Kai, que no se sabe a ciencia cierta quién es, pero que a veces es el interlocutor de Vicki y a veces es un tercero distinto a los dialogantes, que es aludido, de tal forma que los dialogantes no pueden ser Kai.
Aun así, me parece que resulta imposible saber que existen 5 personas distintas representadas en la actuación de la interrogada, mucho menos de que casos hablan, el único caso claro es el de la lápida acallada, porque se menciona algunas veces de manera clara.
Tendría que ver la película otra vez, pero me parece que difícilmente se puede sostener el guion en el mundo de la lógica, no por mítico sino por incoherente y aunque esto fuese posible, justificar racionalmente el guion, éste es tramposo por todas estas cosas que menciono y siendo el guion el sostén de la película, no encontrarle la deseada coherencia que nos mantiene atentos al largometraje, termina siendo un golpe terrible a nuestra buena voluntad como espectadores, a nuestra inteligencia degradada y mancillada, una alta traición.
Independientemente de todo ello, por experiencia propia sugiero ver la película, de preferencia, con lo básico del contexto histórico que me he tomado la libertad de compartirles al principio del presente texto. Porque sí con el contexto histórico será difícil encontrarle la cuadratura a la trama, sin éste, imagínense lo que sufrimos.
Daniel Hui ha afirmado que tiene la —muy loable— misión de denunciar en lo que se convirtió Singapur a lo largo de su corta existencia: un país autoritario con duros castigos por “crímenes” menores (Vender chicle, escupir en la calle, comer en el metro, besarse más cariñosamente de lo “normal”, etc.). “Un país que asfixia las voces de la oposición y que mantiene el absurdo de una censura que no perdona a nadie, ni siquiera a los muertos”.
En conclusión y tomando en consideración -como debe de ser siempre- el dinero con el que se hizo Small hours of the night, la película es visual y estéticamente extraordinaria, el diseño sonoro maravilloso, el juego mental al que nos quiere sujetar el director se logra, pero me parece que de manera desleal, tanto por lo lineal de las actuaciones como por la casi segura falta de coherencia del guion. Y esa falta de coherencia, esa deslealtad al espectador es la que demerita el resultado final.
De cualquier forma, ver Pequeñas horas de la noche es una experiencia que hay que tomar. Si no hubiese sido por los defectos confusos, como la película, que he destacado aquí, para mi hubiese sido una fuerte competidora para ganar el Puma de Plata a Mejor Película Internacional del FICUNAM14.