Vivos, los rostros de la tragedia de Ayotzinapa
POR: CARMEN VARELA
09-05-2020 17:19:05
El artista chino Ai Wei Wei mantiene su afán de “Restablecer memorias”, con el que el año pasado sorprendió en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), ahora con el documental Vivos, que forma parte de la programación de Ambulante en Casa, un retrato sobre otros rostros de la tragedia de Ayotzinapa, los de los deudos, y cómo sobreviven a la tragedia a nivel personal, familiar y social, a casi seis años de los sucesos de Iguala.
Si bien el trabajo en el MUAC fue un intento por empatar la historia de falta de justicia y la lucha social en China y en México, particularmente a partir de la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa, en este trabajo documental México-Alemania la idea es volver a poner en el centro el tema, no desde el punto de vista de la denuncia, sino más bien de la sensibilización, en un intento por generar empatía con la causa de un grupo de personas que no han tenido paz desde el 26 de septiembre de 2014.
A partir de una narrativa dramática pero desprovista de sensiblería, el artista logra que el espectador de una u otra forma se haga muchas preguntas: ¿cómo habría sobrevivido a una tragedia así? ¿Lo habría logrado? ¿Seguiría en pie de lucha después de tanto tiempo? o ¿Se habría resignado?, porque al ver las condiciones de vida y las de lucha de esas madres, padres y hermanos, es inevitable preguntarse cómo reaccionaría uno ante ello.
Se trata de una colección de testimonios que como piezas de rompecabezas van dando voz y rostro a una doble tragedia, la de la masacre, pero también a la que cotidianamente libran aquellos que no se resignan al olvido, que siguen clamando “Vivos se los llevaron y vivos los queremos”, como única resistencia ante la impunidad, la desesperanza plasmada en miradas perdidas, en llanto ahogado, en voces quebradas.
De manera paralela está la narrativa de diversas voces especialistas en el caso, defensores de derechos humanos y periodistas que los han acompañado con sus propias teorías y análisis para desacreditar la verdad histórica con la que las autoridades en turno quisieron dar carpetazo a un caso lleno de inconsistencias, donde el olor a podrido se mezcla con el del sudor y la sangre de la masacre.
Hablan de un Estado coludido con el narcotráfico, de fuerzas del orden de todos los niveles, protegiendo con sus acciones y omisiones un acto que a la fecha no tiene respuesta.
En contraste, la vida en las montañas, la marginada situación de quienes ponen en la preparación de sus hijos la esperanza de mejores condiciones de vida para las siguientes generaciones; la esperanza también de una familia a la que, tras los hechos, lo único que le ha quedado es un cuerpo inerte, mudo testigo de lo que quizá nunca se llegue a aclarar.
En este trabajo de 112 minutos destaca la fotografía en una composición visualmente poética que resalta la neblina como metáfora de lo oscura que ha sido la investigación; el manejo de luces y sombras que retrata la incertidumbre en la que transcurren los días de todos los que de una u otra forma se han visto impactados por este caso que les ha cambiado la vida para siempre; los planos abiertos de la montaña guerrerense en contraste con los planos cerrados de los testimonios, de ojos acuosos, de cuerpos cansados pero no derrotados.
Pero para los familiares de los 43 normalistas nada de las consideraciones artísticas tiene valor superior al hecho de que esta nueva mirada les da nuevos bríos, una oportunidad más para que el caso no se olvide, para encontrar nuevo sentido a su insistencia, a su resistencia y a su esperanza.
Así lo deja ver Cristina Bautista, madre de Benjamín, uno de los normalistas, quien como parte de la proyección de Ambulante participó en el conversatorio “Mujeres buscadoras: la desaparición en México desde su mirada”, al lado de otras madres que padecen del mismo sufrimiento, el de haber perdido a alguien en un México donde la desaparición forzada parece ser práctica normalizada y tiene a más de 60 mil personas en condición de desaparecidas.
Allí, compartió por Facebook, cómo sobreviven a la tragedia, al dolor, a la impotencia, a la impunidad de los agresores, a la insensibilidad de las autoridades, a la indiferencia social, como han aprendido a salir adelante en una vida que ya no es la que tenían, como han dejado sus comunidades para salir en busca de que regresen sus seres queridos y como han encontrado en su camino, y en el dolor de otros como ellos, la fuerza para seguir.
Su lucha acabará, dice, cuando se los devuelvan vivos y cuando se castigue a quienes actuaron y protegieron el silencio; cuando acaben las burlas de las autoridades, cuando caiga la mentira histórica con la que quisieron acallar sus voces, en tanto, no habrá paz, no habrá olvido, y seguirán siendo valiosos trabajos como este documental que vuelve a darles ánimo para seguir andando, para seguir peleando por sus hijos, esposos, padres o hermanos que han desaparecido.
El artista chino Ai Wei Wei mantiene su afán de “Restablecer memorias”, con el que el año pasado sorprendió en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), ahora con el documental Vivos, que forma parte de la programación de Ambulante en Casa, un retrato sobre otros rostros de la tragedia de Ayotzinapa, los de los deudos, y cómo sobreviven a la tragedia a nivel personal, familiar y social, a casi seis años de los sucesos de Iguala.
Si bien el trabajo en el MUAC fue un intento por empatar la historia de falta de justicia y la lucha social en China y en México, particularmente a partir de la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa, en este trabajo documental México-Alemania la idea es volver a poner en el centro el tema, no desde el punto de vista de la denuncia, sino más bien de la sensibilización, en un intento por generar empatía con la causa de un grupo de personas que no han tenido paz desde el 26 de septiembre de 2014.
A partir de una narrativa dramática pero desprovista de sensiblería, el artista logra que el espectador de una u otra forma se haga muchas preguntas: ¿cómo habría sobrevivido a una tragedia así? ¿Lo habría logrado? ¿Seguiría en pie de lucha después de tanto tiempo? o ¿Se habría resignado?, porque al ver las condiciones de vida y las de lucha de esas madres, padres y hermanos, es inevitable preguntarse cómo reaccionaría uno ante ello.
Se trata de una colección de testimonios que como piezas de rompecabezas van dando voz y rostro a una doble tragedia, la de la masacre, pero también a la que cotidianamente libran aquellos que no se resignan al olvido, que siguen clamando “Vivos se los llevaron y vivos los queremos”, como única resistencia ante la impunidad, la desesperanza plasmada en miradas perdidas, en llanto ahogado, en voces quebradas.
De manera paralela está la narrativa de diversas voces especialistas en el caso, defensores de derechos humanos y periodistas que los han acompañado con sus propias teorías y análisis para desacreditar la verdad histórica con la que las autoridades en turno quisieron dar carpetazo a un caso lleno de inconsistencias, donde el olor a podrido se mezcla con el del sudor y la sangre de la masacre.
Hablan de un Estado coludido con el narcotráfico, de fuerzas del orden de todos los niveles, protegiendo con sus acciones y omisiones un acto que a la fecha no tiene respuesta.
En contraste, la vida en las montañas, la marginada situación de quienes ponen en la preparación de sus hijos la esperanza de mejores condiciones de vida para las siguientes generaciones; la esperanza también de una familia a la que, tras los hechos, lo único que le ha quedado es un cuerpo inerte, mudo testigo de lo que quizá nunca se llegue a aclarar.
En este trabajo de 112 minutos destaca la fotografía en una composición visualmente poética que resalta la neblina como metáfora de lo oscura que ha sido la investigación; el manejo de luces y sombras que retrata la incertidumbre en la que transcurren los días de todos los que de una u otra forma se han visto impactados por este caso que les ha cambiado la vida para siempre; los planos abiertos de la montaña guerrerense en contraste con los planos cerrados de los testimonios, de ojos acuosos, de cuerpos cansados pero no derrotados.
Pero para los familiares de los 43 normalistas nada de las consideraciones artísticas tiene valor superior al hecho de que esta nueva mirada les da nuevos bríos, una oportunidad más para que el caso no se olvide, para encontrar nuevo sentido a su insistencia, a su resistencia y a su esperanza.
Así lo deja ver Cristina Bautista, madre de Benjamín, uno de los normalistas, quien como parte de la proyección de Ambulante participó en el conversatorio “Mujeres buscadoras: la desaparición en México desde su mirada”, al lado de otras madres que padecen del mismo sufrimiento, el de haber perdido a alguien en un México donde la desaparición forzada parece ser práctica normalizada y tiene a más de 60 mil personas en condición de desaparecidas.
Allí, compartió por Facebook, cómo sobreviven a la tragedia, al dolor, a la impotencia, a la impunidad de los agresores, a la insensibilidad de las autoridades, a la indiferencia social, como han aprendido a salir adelante en una vida que ya no es la que tenían, como han dejado sus comunidades para salir en busca de que regresen sus seres queridos y como han encontrado en su camino, y en el dolor de otros como ellos, la fuerza para seguir.
Su lucha acabará, dice, cuando se los devuelvan vivos y cuando se castigue a quienes actuaron y protegieron el silencio; cuando acaben las burlas de las autoridades, cuando caiga la mentira histórica con la que quisieron acallar sus voces, en tanto, no habrá paz, no habrá olvido, y seguirán siendo valiosos trabajos como este documental que vuelve a darles ánimo para seguir andando, para seguir peleando por sus hijos, esposos, padres o hermanos que han desaparecido.