El irlandés: El crimen estadounidense y el olvido
POR: MAURICIO HERNÁNDEZ
30-11-2019 16:41:25
Martin Scorsese es uno de los directores en activo más reconocidos a nivel mundial y un pilar del cine estadounidense. No creo que haya una discusión al respecto. Ha dejado un legado impresionante y es un autor a todas luces. Mérito aparte el de seguir dedicándose a esto a su avanzada edad casi octogenaria. Sin embargo, aún siendo una leyenda viviente del séptimo arte, no todo es miel sobre hojuelas. Hasta él encuentra dificultades para realizar sus proyectos.
El irlandés, el más reciente largometraje del neoyorquino, tuvo un periodo de incertidumbre por no encontrar apoyo en los grandes estudios, particularmente Paramount, quien denegó la asistencia por ser una idea demasiado cara. Encontró luz en Netflix, hasta ahora la plataforma de streaming más poderosa del planeta y que busca desesperadamente legitimación como productora, a pesar de que su poderío económico esté por demás demostrado.
Aquí también se reúnen -probablemente, por última ocasión- Scorsese con dos miembros famosos de sus numerosos elencos: Robert De Niro y Joe Pesci, quien salió de su retiro para ponerse frente a cámaras una vez más. Se suma Al Pacino, figura también reconocida dentro del subgénero de gángsters y quien nunca había trabajado con “Marty”.
Basada en el libro I Heard You Paint Houses, de Charles Brandt, la cinta cuenta las vivencias del decrépito Frank Sheeran (maestro Robert De Niro), quien yace en una casa de reposo. Ahora es una sombra, pero en su mejor época trabajó para un fuerte grupo de la mafia de Nueva York, en donde se encontró con Russell Buffalino (grandiosamente contenido Joe Pesci) y, eventualmente, con Jimmy Hoffa (magistral Al Pacino), líder del sindicato de camioneros y figura sumamente influyente en el panorama sociopolítico estadounidense.
Probablemente no haya nadie mejor para contar relatos sobre gángsters que Scorsese. Dos obras maestras anteriores en su filmografía versan sobre este tema. Con formas similares, la película muestra dos décadas de crímenes en las que participaron estos tres señores. Frank como el confiable hombre-navaja suiza, Russell como el discreto titiritero y Jimmy, el escandaloso potentado sindical. El argumento no pierde detalles en la descripción de las fechorías, dando cátedra de montaje para crear un ritmo llevadero para una duración de más de 200 minutos. Es una extensa recopilación que conjunta disparos, ironías, momentos conmovedores y una amplia recapitulación cultural e histórica de Estados Unidos. Aunado a esto, muestra la relación de la mafia con las esferas de poder y la mafia como poder fáctico. El grupo más poderoso de entonces.
Se ha dicho mucho sobre cómo ésta podría ser una especie de despedida y autohomenaje de Martin Scorsese hacia sí mismo y un reconocimiento hacia sus compañeros. Si bien, el realizador no muestra un ápice de envejecimiento creativo o de un desgaste para el manejo de la gramática fílmica -momentos brillantes sobran-, sí se percibe una conciencia plena del tiempo como único bien imposible de poseer, idea que es central en la trama. Se nota el paso del tiempo en los personajes: en sus movimientos, sus ideas, su apariencia y destino.
Que la cinta estuviera diseñada para De Niro, Pacino y Pesci no es coincidencia ni filia alguna, sino que se trata de una movida intencional para unos actores que ciertamente están en sus últimas patadas. Era momento de un -aparente- último recorrido hacia la cima y vaya que lo aprovecharon, pues además de estar apoyados en un libreto estupendo por sus flexiones dramáticas, hay muchos momentos claramente surgidos de la mente de unos portentos del histrionismo.
El irlandés es un verdadero recorrido a una historia de crimen estadounidense y un interesante vistazo a la desaparición de Jimmy Hoffa, un mito que, como bien dice una línea picuda: “los jóvenes de ahora no saben quien es”. Filmicamente, esta es una estrella más en una carrera con varias obras maestras que, como siempre, lejos de dejar a sus antihéroes en la cima, les aterriza con la bala más dura: la realidad. Una maravilla de la orquesta para la pantalla cuyo único pecado podría ser el abuso de la tecnología para lograr algo imposible: el rejuvenecimiento. El tiempo es un bien inmaterial y nadie le posee, ni siquiera El irlandés. El olvido probablemente le llegue a todos, pero el cine de Scorsese quizá sea a prueba de él.
Martin Scorsese es uno de los directores en activo más reconocidos a nivel mundial y un pilar del cine estadounidense. No creo que haya una discusión al respecto. Ha dejado un legado impresionante y es un autor a todas luces. Mérito aparte el de seguir dedicándose a esto a su avanzada edad casi octogenaria. Sin embargo, aún siendo una leyenda viviente del séptimo arte, no todo es miel sobre hojuelas. Hasta él encuentra dificultades para realizar sus proyectos.
El irlandés, el más reciente largometraje del neoyorquino, tuvo un periodo de incertidumbre por no encontrar apoyo en los grandes estudios, particularmente Paramount, quien denegó la asistencia por ser una idea demasiado cara. Encontró luz en Netflix, hasta ahora la plataforma de streaming más poderosa del planeta y que busca desesperadamente legitimación como productora, a pesar de que su poderío económico esté por demás demostrado.
Aquí también se reúnen -probablemente, por última ocasión- Scorsese con dos miembros famosos de sus numerosos elencos: Robert De Niro y Joe Pesci, quien salió de su retiro para ponerse frente a cámaras una vez más. Se suma Al Pacino, figura también reconocida dentro del subgénero de gángsters y quien nunca había trabajado con “Marty”.
Basada en el libro I Heard You Paint Houses, de Charles Brandt, la cinta cuenta las vivencias del decrépito Frank Sheeran (maestro Robert De Niro), quien yace en una casa de reposo. Ahora es una sombra, pero en su mejor época trabajó para un fuerte grupo de la mafia de Nueva York, en donde se encontró con Russell Buffalino (grandiosamente contenido Joe Pesci) y, eventualmente, con Jimmy Hoffa (magistral Al Pacino), líder del sindicato de camioneros y figura sumamente influyente en el panorama sociopolítico estadounidense.
Probablemente no haya nadie mejor para contar relatos sobre gángsters que Scorsese. Dos obras maestras anteriores en su filmografía versan sobre este tema. Con formas similares, la película muestra dos décadas de crímenes en las que participaron estos tres señores. Frank como el confiable hombre-navaja suiza, Russell como el discreto titiritero y Jimmy, el escandaloso potentado sindical. El argumento no pierde detalles en la descripción de las fechorías, dando cátedra de montaje para crear un ritmo llevadero para una duración de más de 200 minutos. Es una extensa recopilación que conjunta disparos, ironías, momentos conmovedores y una amplia recapitulación cultural e histórica de Estados Unidos. Aunado a esto, muestra la relación de la mafia con las esferas de poder y la mafia como poder fáctico. El grupo más poderoso de entonces.
Se ha dicho mucho sobre cómo ésta podría ser una especie de despedida y autohomenaje de Martin Scorsese hacia sí mismo y un reconocimiento hacia sus compañeros. Si bien, el realizador no muestra un ápice de envejecimiento creativo o de un desgaste para el manejo de la gramática fílmica -momentos brillantes sobran-, sí se percibe una conciencia plena del tiempo como único bien imposible de poseer, idea que es central en la trama. Se nota el paso del tiempo en los personajes: en sus movimientos, sus ideas, su apariencia y destino.
Que la cinta estuviera diseñada para De Niro, Pacino y Pesci no es coincidencia ni filia alguna, sino que se trata de una movida intencional para unos actores que ciertamente están en sus últimas patadas. Era momento de un -aparente- último recorrido hacia la cima y vaya que lo aprovecharon, pues además de estar apoyados en un libreto estupendo por sus flexiones dramáticas, hay muchos momentos claramente surgidos de la mente de unos portentos del histrionismo.
El irlandés es un verdadero recorrido a una historia de crimen estadounidense y un interesante vistazo a la desaparición de Jimmy Hoffa, un mito que, como bien dice una línea picuda: “los jóvenes de ahora no saben quien es”. Filmicamente, esta es una estrella más en una carrera con varias obras maestras que, como siempre, lejos de dejar a sus antihéroes en la cima, les aterriza con la bala más dura: la realidad. Una maravilla de la orquesta para la pantalla cuyo único pecado podría ser el abuso de la tecnología para lograr algo imposible: el rejuvenecimiento. El tiempo es un bien inmaterial y nadie le posee, ni siquiera El irlandés. El olvido probablemente le llegue a todos, pero el cine de Scorsese quizá sea a prueba de él.