La Negrada, el rostro de otro México
POR: ALEX VANSS
14-08-2018 13:42:45
México tiene diversos rostros, los urbanos, indígenas o rurales; también existe el México inundado por la violencia y otros rostros que simplemente han sido aislados, olvidados, como es el caso de la comunidad afrodescendiente con la que este país tiene una fuerte deuda.
El cine tiene el poder no solo de divertir sino también de generar una conciencia, de sensibilizarnos ante ciertos temas y esto es lo que hace el cineasta mexicano Jorge Pérez Solano en su más reciente filme La negrada.
A través de una historia sencilla pero cargada de un gran simbolismo Jorge nos entrega un retrato de esta sociedad que vive desprotegida por parte del Estado Mexicano, sin embargo, no es una película que se plante solo en la denuncia, es más bien un drama social con algunos toques de comedia en el que se aborda el llamado “queridato”, una situación social que es aceptada en ciertos lugares de este país y que al parecer es popular entre la comunidad de afro descendientes.
¿Qué es el queridato? es una práctica social en la que un hombre puede tener su esposa y varias “queridas” las cuales quizás se conocen o al menos saben de su existencia y este hombre va turnando su estancia con cada una de ellas -puede pasar el lunes con una, el martes con otra y así sucesivamente-. Esto, aunque aparentemente es normal, deja de un lado la opinión de la mujer quien en esa sociedad aislada es doblemente perjudicada.
En La negrada conocemos a Nery un pescador oriundo de Pinotepa Nacional en el estado de Oaxaca, quien además de su mujer tiene varias queridas, él se va turnando por días con cada una de ellas y con todas tienen hijos, aunque aparentemente visita a cada una de sus familias, lo cierto es que es un hombre desobligado que rara vez trabaja, que lo quiere resolver todo con regalitos, vamos, un típico macho mexicano.
Pero La negrada no se instala en el victimismo, la mujer, aunque afectada en sus derechos, es fuerte, no requiere del hombre para vivir, afronta la adversidad, y eso Jorge nos lo presenta en todas y cada una de las mujeres que aparecen en la cinta.
La falta de diálogos en varias de las secuencias podría volver pesada la trama, pero no es así, porque esa falta de diálogos se suple con la fuerza de la imagen, bien dicen que una imagen vale más que mil palabras y la belleza que encontramos en la fotografía de César Gutiérrez es de alabarse, belleza en los personajes, en los paisajes, en esos atardeceres en la cuasi playa virgen que dicen todo y no dicen nada, esos emplazamientos de cámara que nos adentran a la intimidad de cada una pero que se mantiene a cierta distancia para convertirnos en testigos y acompañar a las mujeres que no tienen voz pero que en su rostro lo dicen todo.
Tal vez y solo tal vez podríamos reprochar las actuaciones de sus protagonistas, pero es donde radica el gran mérito de Jorge, él incorpora a La Negrada a verdaderos afroamexicanos, no caricaturiza, no romantiza la situación ni el entorno en el que viven, son ellos, sus condiciones y su drama, pero no se quedan a llorar sus tragedias, se levantan y siguen su camino, y como buenos mexicanos mantienen la alegría pero buscan la reivindicación y el lugar que les pertenece nuestra sociedad mexicana.
México tiene diversos rostros, los urbanos, indígenas o rurales; también existe el México inundado por la violencia y otros rostros que simplemente han sido aislados, olvidados, como es el caso de la comunidad afrodescendiente con la que este país tiene una fuerte deuda.
El cine tiene el poder no solo de divertir sino también de generar una conciencia, de sensibilizarnos ante ciertos temas y esto es lo que hace el cineasta mexicano Jorge Pérez Solano en su más reciente filme La negrada.
A través de una historia sencilla pero cargada de un gran simbolismo Jorge nos entrega un retrato de esta sociedad que vive desprotegida por parte del Estado Mexicano, sin embargo, no es una película que se plante solo en la denuncia, es más bien un drama social con algunos toques de comedia en el que se aborda el llamado “queridato”, una situación social que es aceptada en ciertos lugares de este país y que al parecer es popular entre la comunidad de afro descendientes.
¿Qué es el queridato? es una práctica social en la que un hombre puede tener su esposa y varias “queridas” las cuales quizás se conocen o al menos saben de su existencia y este hombre va turnando su estancia con cada una de ellas -puede pasar el lunes con una, el martes con otra y así sucesivamente-. Esto, aunque aparentemente es normal, deja de un lado la opinión de la mujer quien en esa sociedad aislada es doblemente perjudicada.
En La negrada conocemos a Nery un pescador oriundo de Pinotepa Nacional en el estado de Oaxaca, quien además de su mujer tiene varias queridas, él se va turnando por días con cada una de ellas y con todas tienen hijos, aunque aparentemente visita a cada una de sus familias, lo cierto es que es un hombre desobligado que rara vez trabaja, que lo quiere resolver todo con regalitos, vamos, un típico macho mexicano.
Pero La negrada no se instala en el victimismo, la mujer, aunque afectada en sus derechos, es fuerte, no requiere del hombre para vivir, afronta la adversidad, y eso Jorge nos lo presenta en todas y cada una de las mujeres que aparecen en la cinta.
La falta de diálogos en varias de las secuencias podría volver pesada la trama, pero no es así, porque esa falta de diálogos se suple con la fuerza de la imagen, bien dicen que una imagen vale más que mil palabras y la belleza que encontramos en la fotografía de César Gutiérrez es de alabarse, belleza en los personajes, en los paisajes, en esos atardeceres en la cuasi playa virgen que dicen todo y no dicen nada, esos emplazamientos de cámara que nos adentran a la intimidad de cada una pero que se mantiene a cierta distancia para convertirnos en testigos y acompañar a las mujeres que no tienen voz pero que en su rostro lo dicen todo.
Tal vez y solo tal vez podríamos reprochar las actuaciones de sus protagonistas, pero es donde radica el gran mérito de Jorge, él incorpora a La Negrada a verdaderos afroamexicanos, no caricaturiza, no romantiza la situación ni el entorno en el que viven, son ellos, sus condiciones y su drama, pero no se quedan a llorar sus tragedias, se levantan y siguen su camino, y como buenos mexicanos mantienen la alegría pero buscan la reivindicación y el lugar que les pertenece nuestra sociedad mexicana.