¡Qué gran ritual son las bodas! Es un festín ver a los novios disfrutando de lo que se supone será uno de los días más memorables como pareja. Sin embargo, detrás de toda esa fastuosidad hay un equipo de trabajo que se mata para que todo esté perfecto. Este es el trasfondo de La fiesta de la vida, dirigida por Olivier Nakache y Eric Toledano, quienes construyen una divertidísima comedia francesa a pesar de los clichés en los que ha caído el cine galo.

Durante 30 años, Max se ha encargado de una compañía de servicio de banquetes profesional. Es un experto en la planeación de bodas, pero la empatía y la tolerancia son características que notablemente ha perdido con el tiempo y su fecha para retirarse se va acercando.

Se trata de la boda de Pierre y Helena, quienes eligieron derrochar una fortuna para hacer su fiesta en un castillo francés del siglo XVII. La presentación de los personajes es no sólo adecuada, sino muy cómica, cada uno de los colaboradores de Max tiene alguna característica que lo distingue del otro a pesar de ser un equipo bastante grande.

Justo ahí reside el éxito de los cineastas, quienes logran conformar una historia tal vez algo trillada, en algo mucho más hilarante. El desastre en el que se va convirtiendo la famosa celebración que debería ser perfecta, se va convirtiendo en una bola de nieve que va destruyendo la poca estabilidad emocional que tiene Max, muy bien interpretado por Jean-Pierre Bacri. La tensión sube al mismo tiempo que los factores que desencadenan la diversión e incluso el romance o conciliación fraternal de sus colaboradores.

Olivier Nakache y Eric Toledano vuelven a dar en el calvo con Le sens de la fête, y aunque no consiguen los resultados que significó su anterior filme de 2011, Amigos (Intouchables), presentan una muy divertida opción nominada en 2017 a los premios Goya como mejor película europea. Un verdadero agasajo de lo que significa vivir.