The Shape of Water: Los Monstruos de Guillermo
POR: ANTONIO FLORES
23-01-2018 17:01:03
Alguna vez Stephen King dijo Los monstruos son reales y los fantasmas también, viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan. Y esta frase hace mucho sentido a los que somos fanáticos de la filmografía de Guillermo del Toro, porque sus monstruos son hermosos, tienen mucho sentido y porque van más allá de una figura retórica de animadversión.
Hablar de los monstruos de “el Gordo” es hablar del equilibrio perfecto entre lo natural y lo antinatural. Es innegable que muchos de nosotros hemos querido en muchas ocasiones que gane el monstruo ¿Por qué? Si se supone que en el papel tradicional ellos son los malos. Pues es simple, Guillermo del Toro ha sabido darle una intención muy definida a sus creaturas, una intención que no los aleja de su naturaleza “aberrante” ni los exime de su salvajismo, sino que a través de esos elementos es como los hace brillar y querer.
Evidentemente el ejemplo más claro está en la reciente cinta titulada La forma del agua (The shape of Water), donde aparece una especie de Abe Sapien (Hellboy, 2004) que es muy similar al monstruo de la laguna negra. Sin embargo existen otros más como Santi (El espinazo del diablo, 2001), Jesús Gris (Cronos, 1993), Hellboy (Hellboy, 2004), o hasta el mismo Hombre Pálido (El laberinto del fauno, 2006), quienes se han convertido en personajes centrales y fundamentales para destacar las emociones de cada película.
En La forma del agua se percibe una fantástica y arriesgada propuesta que gira en torno a la esencia de los seres, – ya no hablemos de personas – que proyecta una evolución importante en cuanto a su realización. Estos monstruos han sido redentores en su paso por el cine, también han fungido como representación de las emociones que giran en torno a la volátil imaginación de una persona como Guillermo. Me refiero a que a veces hay sentimientos que no se pueden expresar con palabras o gestos, a veces hay sentimientos que son monstruos con tentáculos, branquias o deformidades aberrantes, pero esto no quiere decir que sean seres malignos. Me parece que esa es una buena lectura para las creaciones de Guillermo del Toro, que no hace películas sobre monstruos sino sobre sentimientos.
Por otra parte destaca mucho que en La forma del agua, Del Toro utiliza elementos poco explorados en sus cintas como una protagonista muda y un fantástico guiño a Hollywood a través de la constante presencia de películas icónicas – que le gustan a la Academia – como The Wizard of Oz (1939) con Judy Garland, Ben Hur (1959) con Charlton Heston, o The Little Colonel (1935), con Bill “Bojangles” Robinson enseñando a bailar tap a Shirley Temple, e incluso un fotograma similar a Gene Kelly en Singin´in the Rain (1952).
Para Guillermo del Toro la mezcla del deseo y la compatibilidad entre dos seres no está definida por rasgos físicos o materiales, está condensada por las similitudes a partir de las carencias, que a su vez genera comprensión y desahogo. Esta es quizá la parte más compleja de la película. Muchos señalaron la cinta de promover filias retorcidas y espectáculos sexuales inenarrables, pero creo que señalar esa parte es no entender absolutamente nada de la cinta.
Resalta también que es ambientada en los años 60´s y con ello hace otro interesante guiño a la Guerra Fría, y a los robos de talento científico principalmente por parte de los Estados Unidos. También deja ver muy claro que desde hace años el racismo y la discriminación contra los homosexuales continúa vigente. No es nada nuevo en la industria, de hecho se han hecho documentales y películas completas sobre esos temas, pero el director pone el dedo en la llaga y lo retira, sólo para señalarlo y cuestionar ¿Quiénes son los verdaderos monstruos?
Algo muy característico en las películas de “El Gordo” son los finales con lluvia y los malos que sabe hacerlos muy malos. La lluvia le da a la película una sensación de caos, y dentro de este caos sitúa a Michael Shannon (Strickland) en un escenario donde gusta enloquecer a sus personajes antagónicos. Basta con echar un vistazo al Capitán Vidal en El Laberinto del Fauno, cuya psicosis se presenta en un escenario similar. Por otra parte hace uso nuevamente de Doug Jones para representar a sus monstruos y se nota claramente una inclinación hacia destacadas actrices que no han sido sobreexplotadas en la pantalla. Anteriormente Sally Hawkins sólo había destacado en Blue Jasmine (2013) con el papel de Ginger, la hermana bonachona de Francis, como en su momento fue Marisa Paredes “La Chica Almodóvar” en El Espinazo del Diablo, o hasta Maribel Verdú en El laberinto del Fauno. Me parece que estos castings le hacen mucho bien a la filmografía de Guillermo, ya que una buena dirección sumada a una buena actriz se refleja, y se nota.
Finalmente algo que me pareció muy curioso en esta cinta, fue cuando Elisa saca al Monstruo del Centro de Investigación para llevarlo a su casa. Es muy peculiar que el gran escape parezca una referencia a la fuga de El Chapo Guzmán en el Penal de Puente Grande, en un carrito de lavandería. No sé, tal vez esté desvariando pero esa escena me hizo recordar que en muchas ocasiones, la realidad supera a la ficción, y Guillermo del Toro es un maestro para representar estas situaciones.
Alguna vez Stephen King dijo Los monstruos son reales y los fantasmas también, viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan. Y esta frase hace mucho sentido a los que somos fanáticos de la filmografía de Guillermo del Toro, porque sus monstruos son hermosos, tienen mucho sentido y porque van más allá de una figura retórica de animadversión.
Hablar de los monstruos de “el Gordo” es hablar del equilibrio perfecto entre lo natural y lo antinatural. Es innegable que muchos de nosotros hemos querido en muchas ocasiones que gane el monstruo ¿Por qué? Si se supone que en el papel tradicional ellos son los malos. Pues es simple, Guillermo del Toro ha sabido darle una intención muy definida a sus creaturas, una intención que no los aleja de su naturaleza “aberrante” ni los exime de su salvajismo, sino que a través de esos elementos es como los hace brillar y querer.
Evidentemente el ejemplo más claro está en la reciente cinta titulada La forma del agua (The shape of Water), donde aparece una especie de Abe Sapien (Hellboy, 2004) que es muy similar al monstruo de la laguna negra. Sin embargo existen otros más como Santi (El espinazo del diablo, 2001), Jesús Gris (Cronos, 1993), Hellboy (Hellboy, 2004), o hasta el mismo Hombre Pálido (El laberinto del fauno, 2006), quienes se han convertido en personajes centrales y fundamentales para destacar las emociones de cada película.
En La forma del agua se percibe una fantástica y arriesgada propuesta que gira en torno a la esencia de los seres, – ya no hablemos de personas – que proyecta una evolución importante en cuanto a su realización. Estos monstruos han sido redentores en su paso por el cine, también han fungido como representación de las emociones que giran en torno a la volátil imaginación de una persona como Guillermo. Me refiero a que a veces hay sentimientos que no se pueden expresar con palabras o gestos, a veces hay sentimientos que son monstruos con tentáculos, branquias o deformidades aberrantes, pero esto no quiere decir que sean seres malignos. Me parece que esa es una buena lectura para las creaciones de Guillermo del Toro, que no hace películas sobre monstruos sino sobre sentimientos.
Por otra parte destaca mucho que en La forma del agua, Del Toro utiliza elementos poco explorados en sus cintas como una protagonista muda y un fantástico guiño a Hollywood a través de la constante presencia de películas icónicas – que le gustan a la Academia – como The Wizard of Oz (1939) con Judy Garland, Ben Hur (1959) con Charlton Heston, o The Little Colonel (1935), con Bill “Bojangles” Robinson enseñando a bailar tap a Shirley Temple, e incluso un fotograma similar a Gene Kelly en Singin´in the Rain (1952).
Para Guillermo del Toro la mezcla del deseo y la compatibilidad entre dos seres no está definida por rasgos físicos o materiales, está condensada por las similitudes a partir de las carencias, que a su vez genera comprensión y desahogo. Esta es quizá la parte más compleja de la película. Muchos señalaron la cinta de promover filias retorcidas y espectáculos sexuales inenarrables, pero creo que señalar esa parte es no entender absolutamente nada de la cinta.
Resalta también que es ambientada en los años 60´s y con ello hace otro interesante guiño a la Guerra Fría, y a los robos de talento científico principalmente por parte de los Estados Unidos. También deja ver muy claro que desde hace años el racismo y la discriminación contra los homosexuales continúa vigente. No es nada nuevo en la industria, de hecho se han hecho documentales y películas completas sobre esos temas, pero el director pone el dedo en la llaga y lo retira, sólo para señalarlo y cuestionar ¿Quiénes son los verdaderos monstruos?
Algo muy característico en las películas de “El Gordo” son los finales con lluvia y los malos que sabe hacerlos muy malos. La lluvia le da a la película una sensación de caos, y dentro de este caos sitúa a Michael Shannon (Strickland) en un escenario donde gusta enloquecer a sus personajes antagónicos. Basta con echar un vistazo al Capitán Vidal en El Laberinto del Fauno, cuya psicosis se presenta en un escenario similar. Por otra parte hace uso nuevamente de Doug Jones para representar a sus monstruos y se nota claramente una inclinación hacia destacadas actrices que no han sido sobreexplotadas en la pantalla. Anteriormente Sally Hawkins sólo había destacado en Blue Jasmine (2013) con el papel de Ginger, la hermana bonachona de Francis, como en su momento fue Marisa Paredes “La Chica Almodóvar” en El Espinazo del Diablo, o hasta Maribel Verdú en El laberinto del Fauno. Me parece que estos castings le hacen mucho bien a la filmografía de Guillermo, ya que una buena dirección sumada a una buena actriz se refleja, y se nota.
Finalmente algo que me pareció muy curioso en esta cinta, fue cuando Elisa saca al Monstruo del Centro de Investigación para llevarlo a su casa. Es muy peculiar que el gran escape parezca una referencia a la fuga de El Chapo Guzmán en el Penal de Puente Grande, en un carrito de lavandería. No sé, tal vez esté desvariando pero esa escena me hizo recordar que en muchas ocasiones, la realidad supera a la ficción, y Guillermo del Toro es un maestro para representar estas situaciones.