Rostros de una mujer: Con las expectativas en dos Adèles
POR: ORIANNA PAZ
10-01-2018 15:39:17
Cuando uno descubre que en el elenco de una película actúa, no una, sino dos Adèles, se espera mucho de la película y más cuando ambas interpretan a la misma mujer en distintas etapas de su vida en un filme que a juzgar por el tráiler parece apasionante. Ésta afirmación se refiere a su valor en el cine en la actualidad para esa casualidad que las puso en la misma película.
Una de ellas, fue quien nos sorprendió hace unos años en la maravillosa y sensual La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche) en el papel protagónico de una chica que despierta su sexualidad de la mano o más bien de los labios del torbellino de seducción llamado Léa Seydoux. Me refiero, claro está, a la bella y talentosa Adèle Exarchopoulos. La segunda Adèle a la que me refiero es la destacada actriz que dio vida a una joven doctora atormentada en la deslumbrante película de los hermanos Dardenne, La chica desconocida, Adèle Haenel.
Así, con una importante expectativa de Adèles encima, comencé a ver Rostros de una mujer (Orpheline, Francia, 2016) del cineasta francés Arnaud des Pallières, estrenada recientemente en el circuito cultural de la Ciudad de México.
Des Pallières teje en su más reciente largometraje una narrativa no-lineal que nos lleva a trompicones, de a ratos un tanto inconexos, por diferentes momentos en la complicada existencia de una mujer de treinta y tantos años que en su presente está a punto de ser madre y no bajo las mejores condiciones.
Renée, Sandra, Karine y Kiki, son cuatro personalidades distintas interpretadas por cuatro sólidas actrices (Adèle Haenel, Adèle Exarchopoulos, Solène Rigot y la niña Vega Cuzytek) que logran retratar y transmitir con gran sensibilidad las diversas experiencias que puede vivir una misma mujer criada en el seno de una familia disfuncional, víctima de abuso y violencia, desde la niñez a la vida adulta.
Mediante flashbacks y a modo de thriller, el realizador nos introduce poco a poco en la problemática de esta joven, cuya vida no ha sido nada fácil, abandonada por su madre a muy corta edad, se convirtió en una adolescente golpeada por su padre, dispuesta a ofrecer su sexualidad a cualquier desconocido, para más tarde involucrarse en un crimen que terminará cobrándole factura. De este modo, el cineasta galo vuelve a poner en la mesa temas tan actuales como la violencia de género, la feminidad y el cosmos femenino, siempre amenazado por los hombres.
Es verdad, la estructura que comienza y regresa siempre al universo actual de la protagonista, encarnada por Adèle Haenel, y que viaja en el tiempo a sus diversas facetas hasta llegar a su infancia es de una destreza notable y logra capturar la atención del espectador, sin embargo, el filme se torna largo y repetitivo y de a ratos confuso entre tantas idas y venidas en el tiempo, particularmente en cuestiones clave de la trama como el delito por el cual Renée es perseguida por la justicia y que detona todo el conflicto del personaje y su decisión final.
Asimismo, el realizador deja varios cabos sueltos que sólo aumentan la frustración del espectador quien debe conformarse eso sí con la impresionante presencia en pantalla de Adèle Exarchopoulos que vuelve a seducir a la audiencia con su juventud y sensualidad a flor de piel de nueva cuenta en un papel donde mantiene una intensa relación con otra mujer.
La propuesta formal y narrativa es interesante, así como el planteamiento y construcción del personaje femenino, pero el descuido en ciertos detalles del rompecabezas no alcanza a hacer de este filme un trabajo redondo y contundente y así uno se queda en las expectativas, sin saber a ciencia cierta, si la presencia de las Adèles es suficiente.
Cuando uno descubre que en el elenco de una película actúa, no una, sino dos Adèles, se espera mucho de la película y más cuando ambas interpretan a la misma mujer en distintas etapas de su vida en un filme que a juzgar por el tráiler parece apasionante. Ésta afirmación se refiere a su valor en el cine en la actualidad para esa casualidad que las puso en la misma película.
Una de ellas, fue quien nos sorprendió hace unos años en la maravillosa y sensual La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche) en el papel protagónico de una chica que despierta su sexualidad de la mano o más bien de los labios del torbellino de seducción llamado Léa Seydoux. Me refiero, claro está, a la bella y talentosa Adèle Exarchopoulos. La segunda Adèle a la que me refiero es la destacada actriz que dio vida a una joven doctora atormentada en la deslumbrante película de los hermanos Dardenne, La chica desconocida, Adèle Haenel.
Así, con una importante expectativa de Adèles encima, comencé a ver Rostros de una mujer (Orpheline, Francia, 2016) del cineasta francés Arnaud des Pallières, estrenada recientemente en el circuito cultural de la Ciudad de México.
Des Pallières teje en su más reciente largometraje una narrativa no-lineal que nos lleva a trompicones, de a ratos un tanto inconexos, por diferentes momentos en la complicada existencia de una mujer de treinta y tantos años que en su presente está a punto de ser madre y no bajo las mejores condiciones.
Renée, Sandra, Karine y Kiki, son cuatro personalidades distintas interpretadas por cuatro sólidas actrices (Adèle Haenel, Adèle Exarchopoulos, Solène Rigot y la niña Vega Cuzytek) que logran retratar y transmitir con gran sensibilidad las diversas experiencias que puede vivir una misma mujer criada en el seno de una familia disfuncional, víctima de abuso y violencia, desde la niñez a la vida adulta.
Mediante flashbacks y a modo de thriller, el realizador nos introduce poco a poco en la problemática de esta joven, cuya vida no ha sido nada fácil, abandonada por su madre a muy corta edad, se convirtió en una adolescente golpeada por su padre, dispuesta a ofrecer su sexualidad a cualquier desconocido, para más tarde involucrarse en un crimen que terminará cobrándole factura. De este modo, el cineasta galo vuelve a poner en la mesa temas tan actuales como la violencia de género, la feminidad y el cosmos femenino, siempre amenazado por los hombres.
Es verdad, la estructura que comienza y regresa siempre al universo actual de la protagonista, encarnada por Adèle Haenel, y que viaja en el tiempo a sus diversas facetas hasta llegar a su infancia es de una destreza notable y logra capturar la atención del espectador, sin embargo, el filme se torna largo y repetitivo y de a ratos confuso entre tantas idas y venidas en el tiempo, particularmente en cuestiones clave de la trama como el delito por el cual Renée es perseguida por la justicia y que detona todo el conflicto del personaje y su decisión final.
Asimismo, el realizador deja varios cabos sueltos que sólo aumentan la frustración del espectador quien debe conformarse eso sí con la impresionante presencia en pantalla de Adèle Exarchopoulos que vuelve a seducir a la audiencia con su juventud y sensualidad a flor de piel de nueva cuenta en un papel donde mantiene una intensa relación con otra mujer.
La propuesta formal y narrativa es interesante, así como el planteamiento y construcción del personaje femenino, pero el descuido en ciertos detalles del rompecabezas no alcanza a hacer de este filme un trabajo redondo y contundente y así uno se queda en las expectativas, sin saber a ciencia cierta, si la presencia de las Adèles es suficiente.