No other land: Un acto de denuncia convertido en memoria
POR: JOSÉ LUIS SALAZAR
24-02-2025 13:27:38

Ganadora del Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín, nominada al Oscar y presentada en México el año pasado como parte del FICG y de DOCSMX, No other land llega por fin a salas nacionales de la mano de Artegios Distribución para que el público vea imágenes que recuperan Masafer Yatta, un pequeño pueblo palestino que Israel ha hecho todo lo posible por borrar del mapa, ganando la lucha por la memoria.
El 25 de febrero de 2024 tras un largo silencio de la industria fílmica en torno a lo que acontecía en Palestina la situación parecía cambiar. Esa noche en dos extremos del globo se celebraron premiaciones; en Alemania la premiación y clausura del Festival Internacional de Cine de Berlín, uno de los tres festivales de cine más importantes del mundo y el de mayor asistencia, y en Estados Unidos los Film Independent Spirit Awards, uno de los premios más importantes del cine independiente norteamericano junto con los Gotham Awards, en ambos las protestas por Palestina en sus exteriores terminaron siendo la conversación desde el interior.
En los Film Independent Spirit Awards el director iraní Babak Jalali ganó el premio John Cassavetes por su película Fremont, galardón que recogió con un discurso breve "Lo que están gritando allá afuera es mucho más importante que lo que yo vaya a decir", la directora Kelly Reichardt que fungía como presentadora no se quedó atrás y al introducir el siguiente premio pronunció lo siguiente: "Espero que esto y lo que sucede afuera anime al resto de estrellas aquí presentes a intentar por lo menos alzar la voz un poco". La directora tunecina KaoutherBen Hania recibió el premio a mejor documental por Four Daughters con el siguiente discurso: "Las personas mueren todos los días y nosotros lo estamos viendo en nuestro teléfonos. Así que aquí tienes a un chico que nos recuerda la realidad. Me siento triste. Gané un premio y hay un héroe aquí".
La tarde de ese domingo el país acababa de ver por televisión nacional y en redes sociales a un joven de 25 años de nombre Aaron Bushnell pararse con una cámara de video afuera de la Embajada de Israel en Washington, rociarse gasolina encima y prenderse fuego. Sus últimas palabras fueron "soy un miembro en servicio activo de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y ya no seré cómplice del genocidio. Estoy a punto de participar en un acto extremo de protesta, pero en comparación con lo que la gente ha estado experimentando en Palestina en manos de sus colonizadores, no es nada extremo. Esto es lo que nuestra clase dominante ha decidido que sea normal. Palestina libre". La primera de tres autoinmolaciones que se produjeron en el país ese año en protesta por el genocidio israelí en Palestina.

Mientras tanto en Berlín la cuenta oficial de Instagram del festival publicaba el siguiente comunicado "Desde nuestro pasado nazi sin resolver hasta nuestro presente genocida siempre hemos estado en el lado incorrecto de la historia, pero no es muy tarde para cambiar nuestro futuro", seguido de un llamado al alto al fuego en Palestina y al fin de la ocupación israelí.
Esa noche la cineasta senegalesa Mati Diop se hizo con el máximo premio del festival gracias a su documental Dahomey que recibió diciendo "Me solidarizo con mi gente de Senegal que lucha por democracia y por justicia. Y estoy en solidaridad con Palestina. Le dedico este premio a todas las mujeres y hombres que forjaron el camino para aquellos que contribuyen a que nuestra historia y belleza se oiga". Sin embargo, el momento decisivo fue cuando Basel Adra y Yuval Abraham, directores y protagonistas de No other land recibieron el premio a mejor documental de la mano de Vérena Parabel, jurado de la sección. "Estoy aquí celebrando el premio, pero también es difícil hacerlo cuando hay cientos de seres humanos siendo masacrados por Israel en Gaza, Pido una cosa: Alemania respeta los llamados de la ONU y deja de enviar armas a Israel" pronunciaron al recibir el premio ante Paravel quien no dudo en contestar con "Ahora no puede haber más negación del incansable horror de la ocupación ilegal de Israel en la Ribera Occidental".
Las muestras de apoyo a Palestina desaparecieron al día siguiente. El alcalde de Berlín Kai Wegner tachó los discursos dados en el festival de antisemitismo y aseguró iniciar investigaciones amenazando a la directora del festival Tricia Tuttle de represalias si no garantizaba que eso no se repetiría. Se terminó revelando que los posts de Instagram habían sido parte de un hackeo.
El resto ya lo sabemos, Jonathan Glazer recibió más de mil denuncias por antisemitismo por su discurso en los Oscars que denunciaba la situación en Gaza, Melissa Barrera fue despedida de Scream y vetada de más proyectos por sus posteos en instagram en defensa de Palestina, Mark Ruffalo y Susan Sarandon fueron abandonados por sus agencias de representantes por sus declaraciones contra el genocidio israelí y No other land pese a tener ahora una nominación al Oscar es la única de la temporada de premios sin distribución en Estados Unidos disminuyendo así sus chances con los votantes. Lo único que queda es el recuerdo de una noche en que creímos que se había roto por fin el silencio.
Al iniciar No other land nuestro protagonista Basel cuenta algunos de sus primeros recuerdos; a los 5 años una luz que lo despertó, era el ejército yendo a arrestar a su padre y a los 7 asistiendo con ellos a su primera manifestación. Nombra todo lo que recuerda como los sonidos, el lugar donde se sentó y quienes lo acompañaban como una manera de reconocer lo sucedido frente a autoridades israelíes y el propio estado que niegan su existencia. La propia película es una extensión de esto.
Frente a las casas destruidas y los terrenos ocupados por el ejercito la cámara de Basel y la de Yuval quedan como memoria perpetua del abuso, materializa lo que Israel se esfuerza por borrar. Es ahora lo que separa a Masafer Yatta del olvido; a su escuela y como en 2009 tras años de protestar para poder construirla recibió la visita del entonces primer ministro británico Tony Blair, a su gente como Harun Abu Haram quien murió por un disparo del ejército, a sus mujeres quienes se las arreglan para criar a sus hijos en cuevas y escombros y su territorio del que cada semana una familia decide irse frente al asedio colono.
Sin embargo, más allá de la violencia colonial la cámara revela mucho a través de las conversaciones que logra capturar. Yaveles israelí, Basel es palestino. Sus charlas están plagadas de una tensión palpable, llena de silencios y palabras no dichas que reflejan claramente que hablan desde posiciones desiguales. Muchos señalan a No Other Land como una película de solidaridad entre dos pueblos y de la lucha por Palestina en el interior de Israel, pero en realidad remarca más la distancia que la cercanía. Hay una brecha enorme que separa a dos sociedades y que solo podría comenzar a estrecharse si se estableciera una Palestina libre e independiente, pero que nunca desaparecerá por completo.
En una de esas conversaciones Yuval le pregunta por qué no se dedica a ejercer lo que estudió frente a un Basel al que le faltan palabras para describir lo que representa abandonar la defensa de su territorio en irse a vivir a la capital para trabajar en construcción, único sector al que por ser palestino podría dedicarse. Lo mismo sucede cuando Basel tacha de ingenuo a Yuval por la desesperación que siente porque sus notas y reportajes no ocasionan cambios en Masafer Yatta, incluso menciona "quieres que en una semana se resuelva este conflicto y poder volver a casa", sabiendo él que esto ha sucedido por décadas.
Jean Luc Godard creía que, si se hubieran podido ver en tiempo real imágenes del Holocausto, el cine habría ayudado a detenerlo. Vietnam nos demostró que no. Sin embargo, Gaza es la prueba de que ni siquiera las imágenes en vivo de la peor barbarie es capaz de cambiar algo y ni siquiera evitar que se niegue. En estos momentos el mundo entero se lanza a los cines buscando ver la nueva cinta de Capitán América (con la propaganda militar de siempre y una nueva superheroína israelí) o alguno de los 10 títulos nominados al Oscar enterrando con ello las noticias en torno a Gaza. El cine no solo no salva el mundo, muchas veces contribuye a empeorarlo.

Aún con ello Godard, Varda, Lelouch, Resnais, Ivens y Mark Filmaron Loin du Vietnam, Elia Suleiman hizo una carrera con títulos The Time that Remains y Divine Intervention, Mohammad Rasoulof presenta ahora The Seed of the Sacred Fig y muchos cineastas arriesgan la vida como Basel y Yuval para filmar y denunciar el horror. Porque, aunque en los últimos años el cine nos recuerda que rara vez cambia algo, la esperanza y la resistencia no mueren, al contrario, se convierten en memoria.
Como The Battle of Algiers de Gillo Pontecorvo, Z de Costa Gavras, los documentales de Patricio Guzmán o The Wind that Shakes the Barley de Ken Loach no cambiaron el destino de Algeria, Grecia, Chile o Irlanda sin embargo impiden que se olviden los horrores y nos recuerdan que la lucha no es en vano pues hemos de triunfar. Ahora lo mínimo que se nos pide es voltear a verlos, ver No other land de Basel Adra y Yuval Abraham, pues nadie más allá de Artegios y el boca en boca habrá de promoverla pero que, si nos guiara más la humanidad que el nacionalismo, aquel que nos mantuvo tercamente con la misma película francesa rancia en las redes, no dejaríamos ahora que se hablara de otra cosa. ¿Qué importan las predicciones al Oscar, la farándula, los vestidos y el lujo de la gala cuando una bruja verde y americanos peleando entre el desierto y naves espaciales compiten con películas que han costado vidas humanas estar ahí? Porque No other land no es la única.
Ganadora del Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín, nominada al Oscar y presentada en México el año pasado como parte del FICG y de DOCSMX, No other land llega por fin a salas nacionales de la mano de Artegios Distribución para que el público vea imágenes que recuperan Masafer Yatta, un pequeño pueblo palestino que Israel ha hecho todo lo posible por borrar del mapa, ganando la lucha por la memoria.
El 25 de febrero de 2024 tras un largo silencio de la industria fílmica en torno a lo que acontecía en Palestina la situación parecía cambiar. Esa noche en dos extremos del globo se celebraron premiaciones; en Alemania la premiación y clausura del Festival Internacional de Cine de Berlín, uno de los tres festivales de cine más importantes del mundo y el de mayor asistencia, y en Estados Unidos los Film Independent Spirit Awards, uno de los premios más importantes del cine independiente norteamericano junto con los Gotham Awards, en ambos las protestas por Palestina en sus exteriores terminaron siendo la conversación desde el interior.
En los Film Independent Spirit Awards el director iraní Babak Jalali ganó el premio John Cassavetes por su película Fremont, galardón que recogió con un discurso breve "Lo que están gritando allá afuera es mucho más importante que lo que yo vaya a decir", la directora Kelly Reichardt que fungía como presentadora no se quedó atrás y al introducir el siguiente premio pronunció lo siguiente: "Espero que esto y lo que sucede afuera anime al resto de estrellas aquí presentes a intentar por lo menos alzar la voz un poco". La directora tunecina KaoutherBen Hania recibió el premio a mejor documental por Four Daughters con el siguiente discurso: "Las personas mueren todos los días y nosotros lo estamos viendo en nuestro teléfonos. Así que aquí tienes a un chico que nos recuerda la realidad. Me siento triste. Gané un premio y hay un héroe aquí".
La tarde de ese domingo el país acababa de ver por televisión nacional y en redes sociales a un joven de 25 años de nombre Aaron Bushnell pararse con una cámara de video afuera de la Embajada de Israel en Washington, rociarse gasolina encima y prenderse fuego. Sus últimas palabras fueron "soy un miembro en servicio activo de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y ya no seré cómplice del genocidio. Estoy a punto de participar en un acto extremo de protesta, pero en comparación con lo que la gente ha estado experimentando en Palestina en manos de sus colonizadores, no es nada extremo. Esto es lo que nuestra clase dominante ha decidido que sea normal. Palestina libre". La primera de tres autoinmolaciones que se produjeron en el país ese año en protesta por el genocidio israelí en Palestina.
Mientras tanto en Berlín la cuenta oficial de Instagram del festival publicaba el siguiente comunicado "Desde nuestro pasado nazi sin resolver hasta nuestro presente genocida siempre hemos estado en el lado incorrecto de la historia, pero no es muy tarde para cambiar nuestro futuro", seguido de un llamado al alto al fuego en Palestina y al fin de la ocupación israelí.
Esa noche la cineasta senegalesa Mati Diop se hizo con el máximo premio del festival gracias a su documental Dahomey que recibió diciendo "Me solidarizo con mi gente de Senegal que lucha por democracia y por justicia. Y estoy en solidaridad con Palestina. Le dedico este premio a todas las mujeres y hombres que forjaron el camino para aquellos que contribuyen a que nuestra historia y belleza se oiga". Sin embargo, el momento decisivo fue cuando Basel Adra y Yuval Abraham, directores y protagonistas de No other land recibieron el premio a mejor documental de la mano de Vérena Parabel, jurado de la sección. "Estoy aquí celebrando el premio, pero también es difícil hacerlo cuando hay cientos de seres humanos siendo masacrados por Israel en Gaza, Pido una cosa: Alemania respeta los llamados de la ONU y deja de enviar armas a Israel" pronunciaron al recibir el premio ante Paravel quien no dudo en contestar con "Ahora no puede haber más negación del incansable horror de la ocupación ilegal de Israel en la Ribera Occidental".
Las muestras de apoyo a Palestina desaparecieron al día siguiente. El alcalde de Berlín Kai Wegner tachó los discursos dados en el festival de antisemitismo y aseguró iniciar investigaciones amenazando a la directora del festival Tricia Tuttle de represalias si no garantizaba que eso no se repetiría. Se terminó revelando que los posts de Instagram habían sido parte de un hackeo.
El resto ya lo sabemos, Jonathan Glazer recibió más de mil denuncias por antisemitismo por su discurso en los Oscars que denunciaba la situación en Gaza, Melissa Barrera fue despedida de Scream y vetada de más proyectos por sus posteos en instagram en defensa de Palestina, Mark Ruffalo y Susan Sarandon fueron abandonados por sus agencias de representantes por sus declaraciones contra el genocidio israelí y No other land pese a tener ahora una nominación al Oscar es la única de la temporada de premios sin distribución en Estados Unidos disminuyendo así sus chances con los votantes. Lo único que queda es el recuerdo de una noche en que creímos que se había roto por fin el silencio.
Al iniciar No other land nuestro protagonista Basel cuenta algunos de sus primeros recuerdos; a los 5 años una luz que lo despertó, era el ejército yendo a arrestar a su padre y a los 7 asistiendo con ellos a su primera manifestación. Nombra todo lo que recuerda como los sonidos, el lugar donde se sentó y quienes lo acompañaban como una manera de reconocer lo sucedido frente a autoridades israelíes y el propio estado que niegan su existencia. La propia película es una extensión de esto.
Frente a las casas destruidas y los terrenos ocupados por el ejercito la cámara de Basel y la de Yuval quedan como memoria perpetua del abuso, materializa lo que Israel se esfuerza por borrar. Es ahora lo que separa a Masafer Yatta del olvido; a su escuela y como en 2009 tras años de protestar para poder construirla recibió la visita del entonces primer ministro británico Tony Blair, a su gente como Harun Abu Haram quien murió por un disparo del ejército, a sus mujeres quienes se las arreglan para criar a sus hijos en cuevas y escombros y su territorio del que cada semana una familia decide irse frente al asedio colono.
Sin embargo, más allá de la violencia colonial la cámara revela mucho a través de las conversaciones que logra capturar. Yaveles israelí, Basel es palestino. Sus charlas están plagadas de una tensión palpable, llena de silencios y palabras no dichas que reflejan claramente que hablan desde posiciones desiguales. Muchos señalan a No Other Land como una película de solidaridad entre dos pueblos y de la lucha por Palestina en el interior de Israel, pero en realidad remarca más la distancia que la cercanía. Hay una brecha enorme que separa a dos sociedades y que solo podría comenzar a estrecharse si se estableciera una Palestina libre e independiente, pero que nunca desaparecerá por completo.
En una de esas conversaciones Yuval le pregunta por qué no se dedica a ejercer lo que estudió frente a un Basel al que le faltan palabras para describir lo que representa abandonar la defensa de su territorio en irse a vivir a la capital para trabajar en construcción, único sector al que por ser palestino podría dedicarse. Lo mismo sucede cuando Basel tacha de ingenuo a Yuval por la desesperación que siente porque sus notas y reportajes no ocasionan cambios en Masafer Yatta, incluso menciona "quieres que en una semana se resuelva este conflicto y poder volver a casa", sabiendo él que esto ha sucedido por décadas.
Jean Luc Godard creía que, si se hubieran podido ver en tiempo real imágenes del Holocausto, el cine habría ayudado a detenerlo. Vietnam nos demostró que no. Sin embargo, Gaza es la prueba de que ni siquiera las imágenes en vivo de la peor barbarie es capaz de cambiar algo y ni siquiera evitar que se niegue. En estos momentos el mundo entero se lanza a los cines buscando ver la nueva cinta de Capitán América (con la propaganda militar de siempre y una nueva superheroína israelí) o alguno de los 10 títulos nominados al Oscar enterrando con ello las noticias en torno a Gaza. El cine no solo no salva el mundo, muchas veces contribuye a empeorarlo.
Aún con ello Godard, Varda, Lelouch, Resnais, Ivens y Mark Filmaron Loin du Vietnam, Elia Suleiman hizo una carrera con títulos The Time that Remains y Divine Intervention, Mohammad Rasoulof presenta ahora The Seed of the Sacred Fig y muchos cineastas arriesgan la vida como Basel y Yuval para filmar y denunciar el horror. Porque, aunque en los últimos años el cine nos recuerda que rara vez cambia algo, la esperanza y la resistencia no mueren, al contrario, se convierten en memoria.
Como The Battle of Algiers de Gillo Pontecorvo, Z de Costa Gavras, los documentales de Patricio Guzmán o The Wind that Shakes the Barley de Ken Loach no cambiaron el destino de Algeria, Grecia, Chile o Irlanda sin embargo impiden que se olviden los horrores y nos recuerdan que la lucha no es en vano pues hemos de triunfar. Ahora lo mínimo que se nos pide es voltear a verlos, ver No other land de Basel Adra y Yuval Abraham, pues nadie más allá de Artegios y el boca en boca habrá de promoverla pero que, si nos guiara más la humanidad que el nacionalismo, aquel que nos mantuvo tercamente con la misma película francesa rancia en las redes, no dejaríamos ahora que se hablara de otra cosa. ¿Qué importan las predicciones al Oscar, la farándula, los vestidos y el lujo de la gala cuando una bruja verde y americanos peleando entre el desierto y naves espaciales compiten con películas que han costado vidas humanas estar ahí? Porque No other land no es la única.