Garra de hierro: Una historia de amor, masculinidad y sacrificio

POR: JOSÉ LUIS SALAZAR

23-03-2024 15:42:16

Garra de hierro: Una historia de amor, masculinidad y sacrificio


En el estreno de la semana, The Iron Claw o Garra de Hierro, de Sean Durkin, un grupo de hermanos sacrifican sus vidas en un deporte manchado por el prejuicio y el patetismo para complacer a un estricto o inflexible padre: una historia plagada de lugares comunes pero que pocas veces tiene rostros masculinos y está tan enmarcada como ésta en un entorno de adoración viril.

En la nominada al Oscar a mejor película extranjera de hace casi una década, Mustang, de Deniz Gamze Ergüven, un grupo de 5 hermanas recluidas en una casa dedicada cien por ciento a la formación de futuras esposas y amas de casa complacientes escapan una tarde por la ventana de su cuarto para cumplirle un gusto a su hermana menor: asistir a un partido de futbol. A lo largo de la película varios actos de rebeldía las unen más y ayudan a que tras el fallecimiento de una y los infelices matrimonios forzados de la mayoría, la menor temiendo perder a su última hermana pueda prever su huida y cómo hacer frente a su mayor obstáculo, su violento tío.


En Garra de Hierro Sean Durkin sigue la misma trama con diferencias: no es una cerrada y conservadora comunidad en Turquía sino un rancho en Dallas, Texas y las 5 hermanas son 4 musculosos hermanos dedicados de lleno al negocio familiar de la lucha libre bajo la presión constante de su padre y una estructura familiar jerarquizada. Una abiertamente expresada por él: primero es David, luego Kevin, luego David y al final Mike, un orden que puede cambiar.


De hecho, en una escena ellos también saltan de una ventana para escapar y cumplirle a su hermano menor el gusto de acompañarlo a un concierto colegial de su banda. 


En Mustang dos de las hermanas terminan en matrimonios arreglados alejadas de su familia y desdichadas mientras que una de ellas viendo llegar ese mismo inminente destino prefiere acabar con su vida. Las últimas dos eligen huir y salvarse.


The Iron Claw: Una historia de amor, masculinidad y sacrificio


Por el contrario, aquí uno a uno se sacrifican por el otro. Cuando un Kevin (Zac Efron) molido a golpes no puede levantarse David (Harris Dickinson) corre a auxiliarlo y sacar a golpes e insultos a su contrincante del ring lo que hace que su padre se fije en él lo suficiente como para financiarle una gira nacional y luego competir en Japón, donde una enteritis aguda termina con su vida.


Tras su muerte, de nuevo, el padre busca quien ocupe su lugar en la pelea contra el campeón mundial de peso pesado Rick Flair donde sin chistar Kerry (Jeremy Allen White) y Kevin se ofrecen, quedando la decisión al azar. Kerry pelea, gana y sobre-estimulado y cansado por la pelea conduce en su motocicleta a casa causando un accidente en el que pierde la pierna.


La dinámica se repite varias veces. Personas que ponen por encima de sí mismos la vida de sus hermanos.


La rutina del padre busca incitar a sus hijos a competir por su agrado y probar su virilidad sin embargo rara vez lo consigue porque pese a estar en un deporte en el que deben de intimidar, insultar y pavonear su masculinidad, cada uno de ellos parece claramente identificar la línea que separa el espectáculo de la realidad. No por nada, la primera cita de Pam y Kevin es prácticamente un diálogo hacia la audiencia escéptica a las exigencias de un deporte tachado de sobreactuación y melodrama, de que en efecto son arregladas, planeadas, coreografiadas, más no por ello no son riesgosas ni requieren de destreza física o sus campeonatos y clasificaciones no los legitiman deportivamente.


En el cine independiente norteamericano de los últimos años directoras, mayoritariamente, como Andrea Arnold, Chloe Zhao, Eliza Hittman, Sian Heder, Lynne Ramsay, Elizabeth Wood o Kelly Reichardt han hecho una carrera a partir de historias directas, sensibles y humanas de las poblaciones sureñas empobrecidas en películas como Fish Tank, Songs My Brother Taught Me, Wasp, American Honey, White Girl, Ratcacher, Never Rarely Sometimes Always o The Rider. La tendencia responde a años de invisibilización de la clase obrera norteamericana y la ridiculización del modo de vida de las poblaciones sureñas conservadoras. Aunque esas representaciones siguen existiendo y haciéndose, la crítica y el tiempo están siendo más severos con ellas.


Garra de hierro: Una historia de amor, masculinidad y sacrificio


Aquí no hay una familia encarecida pero sí una sureña que se gana la vida a punta de la explotación de su físico, su cultura desde un inicio se nos establece viene de la misma que las de las poblaciones marginadas; la de música country, trabajo agrario, motociclistas, luchas callejeras, misas dominicales y remolques. 


The Iron Claw destaca porque pudiendo seguir el destino de Hillbilly Elegy o el de la parodia como Hick o Buffaloed decide hacer de sus protagonistas humanos y no estereotipos. 


Los vemos montando la moto, cargando en el rancho, peleando en las noches y de fiesta los fines, pero con todo eso jamás los pone en sociedad. Kevin conoce a Pam firmando autógrafos después de una pelea y ella toma la iniciativa de invitarlo a salir para sorpresa de él pues nunca había recibido una invitación ni una ligera insinuación. Sus hermanos están en la misma tónica: aislados, sin amigos, sin más familiares, sin contacto alguno. Individuos así no pueden más que carecer de identidad pues cada cosa que hacen desde la elección de pareja hasta la de vestimenta parece decisión familiar. 


Mike (Stanley Simons) es, en apariencia, el más autónomo ya que decide estar en una banda, él expresa ser apasionado de la fotografía, reproduce música en su casa, quiere comer hamburguesas y es capaz de entablar conversaciones. Con esto no trato de decir que él resto no lo sea, pero Durkin se apega a lo pragmático dejándonos con peleas y sus voluptuosos cuerpos bajo pesas, jamás distanciándose del molde de biopic pese a que quiere que sea vista ésta como una película de hermandad.


Muy pocas escenas de las que no dependa una monografía de los hermanos Von Erich llegan a colarse en la película y aquellas pocas, más que revelarnos algo más que luchadores, solo los reduce a su vínculo en común como hermanos. 


Los Von Erich son una familia finalmente, tanto en el marketing de aquella época donde esa etiqueta el padre la aprovechó para convertirlos en estrellas, como en esta película que jamás corta su cordón umbilical.


Pese a sus muertes a temprana edad David y Kerry estuvieron casados y tuvieron hijos, dato que la película omite, como dije antes, por practicidad. Kevin al ser claramente el protagonista y el narrador es el único al que se le concede más dimensionalidad. 


The Iron Claw: Una historia de amor, masculinidad y sacrificio


Por la misma razón, Garra de Hierro borra de la línea familiar a Chris Von Erich mezclando detalles de su vida con la de Mike. La película pretende decirnos “la muerte de 3 personajes ya era mucha tragedia para encima sumarle uno más”. Durkin quiere la fácil digestión de la audiencia y por ello, sacrifica la individualidad de sus personajes y la fidelidad de su historia; The Iron Claw queda a medias como trabajo monográfico y a medias como película para ser un excelente producto mercadotécnico.


Hacia su final, los 4 fallecidos hermanos (incluyendo el pequeño Jack Jr.) se reúnen en el más allá para un abrazo: el amor ha vencido y la tortura ha acabado. Un cuadro meloso que no esperarías de un director al que le preceden obras como Martha Marcy May Marlene o The Nest. En ellas el miedo al líder de un culto y al desplazamiento social y económico son amenazas silenciosas que terminan llevando a la locura a sus protagonistas. En The Iron Claw la dinámica podría ser similar alrededor de la supuesta “maldición” de los Von Erich pero Durkin ahora huye de las sutilezas y persigue la obviedad; aquella que cierra su historia donde la maldición se ha ido y se les permite en otra vida pacíficamente abrazarse y descansar.


Cuando Garra de Hierro se estrenó las comparaciones no cesaron. Apodada por el crítico David Ehrlich de Indiewire como “Los vírgenes suicidas” por su parecido con la película de Sofía Coppola, The Iron Claw resuena porque aún con la inmensidad de cine estadounidense que estrena en salas rara vez podemos ver hombres dispuestos a sacrificar la vida por un ser amado y que ese no tenga una cara femenina sino el de un hermano. Nuestros únicos paralelismos son con películas protagonizadas por mujeres.


Durkin es consciente y por eso tras la ola de tragedia que nos echa encima concluye con lo que la película retuvo por tanto tiempo: el llanto. Carla Simón cerró su debut Verano 1993 de la misma forma, Durkin invierte los papeles. Kevin no es un niño que reprimido por la muerte de sus padres rompe a un llanto al que los adultos no pueden más que entregarse al consuelo. Kevin es un adulto al que cuando el llanto lo alcanza, no encuentra ese conforte en sus pequeños hijos, pero sí la inocencia y empatía carente de prejuicios a las que las lágrimas no les aterran: “llorar es normal, nosotros también lo hacemos”.


En cada funeral Fritz Von Erich era tajante con sus hijos: “los hombres no lloran”. Es satisfactorio verlo al final equivocarse, en especial en carne propia, pues al término de la película los hombres están llorando dentro y fuera de la pantalla.




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