Matilde Landeta, la cineasta que rompió estructuras patriarcales
POR: NANCY MORA
08-03-2024 12:19:21
En la actualidad las mujeres conquistan cada vez más su lugar en la industria cinematográfica, hoy se reconoce el trabajo de sonidistas, guionistas, cinefotógrafas, editoras y directoras de cine, pero no siempre fue así y una de las mujeres que luchó y destacó en un mundo hasta entonces dominado por hombres fue Matilde Landeta (1913-1999), quien ha pasado a la historia como una de las primeras directoras de cine en México que rompió con la estructura patriarcal, aunque para poder avanzar tuvo que ponerse pantalón y bigote.
“Yo quería ser asistente de dirección, pero me lo negaron porque era mujer, un día después de salir de una asamblea, furiosa, llegué al camerino de Anita Guerreo y le dije: búscame una bigotes por favor, un sombrero, entonces me puse los bigotes, me recogí el cabello, me puse el sombrero y entré al foro y les dije ‘ya estoy aquí, soy asistente de dirección porque soy hombre´, todo mundo se río, me tomaron una foto vestida de hombre, fui la diversión”, compartió Matilde en una entrevista realizada 1948, año en que estrena su primera película como directora.
Este es solo un ejemplo de que el camino recorrido por Matilde no fue nada sencillo, incluso tuvo que hipotecar su casa y vender su auto para levantar su propia casa productora y realizar su primera película Lola Casanova (1948), ya que ninguna productora confiaba en que una mujer pudiera realizar cine. La película tuvo muchos problemas de producción, le robaron un rollo de negativos que nunca pudo volver a filmar, tuvo una pésima distribución. Después de estar enlatada un año, finalmente se estrenó en un cine de segunda, un martes de vacaciones de semana santa y sin previo aviso.
Pero antes de debutar como cineasta Matilde pasó largos años de lucha contra una industria en ese entonces dominada por hombres y con una estructura claramente patriarcal.
Matilde en enamora del cine cuando tenía14 años de edad, cuando fue enviada junto a su hermano Eduardo a estudiar inglés en St. Louis Missouri, Estados Unidos, ahí tuvo oportunidad de ver Old San Franisco, de Alan Crosland. Fue entonces que su mundo cambió. Desde ese momento quedó maravillada por aquella pantalla capaz de contar historias. También entendió que su poder y su magia residían en aquel que se sentaba detrás de todos y concertaba los esfuerzos de todos para que esa magia pudiera suceder.
“Mi primer contacto con el cine fue en mi juventud, muy juventud, viendo Old San Francisco y visitando a mi hermano en los estudios. Acababa de regresar de Estados Unidos y le habían dado la oportunidad de hacer un papelito en Sobre las olas. En ese momento decidí que ese era mi porvenir, mi vida, eso iba a ser lo que yo haría el resto de mi vida: cine”, dijo Matilde en un documental sobre su trayectoria, difundido por el Centro de Capacitación Cinematográfica.
En una entrevista para Cristina Pacheco, Landeta recordó que ese momento para una mujer solo había dos alternativas; el matrimonio o la prostitución. "Ninguna de las dos cosas me atraía. Deseaba hacer algo, un algo extraordinario que se pareciera a la película Old San Francisco".
La decisión de Matilde de dedicarse al cine la lleva a un fuerte enfrentamiento y separación de su familia, situación que, como ella misma relata en una entrevista, fue superada con el tiempo y el reencuentro con su familia se llevó a cabo una navidad, en la que la cineasta se sentía feliz de haber recuperado el amor de su familia y haberse salido con la suya.
Sus primeros trabajos fueron como “script girl”, encargada de supervisar la continuidad de un proyecto audiovisual en todos los aspectos. Incia con El prisionero 13, de Fernando de Fuentes en 1933, poco después Paul Castelain la contrata y el fotógrafo Ross Fisher la instruye en el cargo, siendo la primera mujer en este rubro y la única en las siguientes tres décadas, convirtiéndose en la script girl mejor pagada. “Cada mes había una junta de rama y cada mes yo presentaba mi petición [...] tenía ese que no me podía quitar, el impedimento de ser mujer”, dijo en una entrevista la cineasta.
Tras mucho insistir, en 1945 Matilde transformó su rol y pasó de ser script girl a asistente de dirección; fue aceptada como asistente de producción de reconocidos directores mexicanos como Emilio Fernández, Julio Bracho y Roberto Gavaldón, Mauricio Magdaleno, entre otros, aunque continuó siendo discriminada en una industria dominada por hombres. Alguna vez un líder sindical pretendió sacarla del cine sólo por ser mujer y porque tenía un marido que la mantuviera. Ella se hizo respetar pues estaba en el cine porque era su trabajo.
Fue Roberto Gavaldón quien intercedió por ella ante la Asamblea General del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica para que la aceptaran como directora, finalmente lo logra pero para financiar su primera película tuvo que crear su propia casa productora.
Matilde debuta como directora con Lola Casanova, una adaptación a la obra de Francisco Rojas González y cuya historia aborda la integración de los mexicanos a través del mestizaje representado a través del amor entre una mujer europea y un nativo seri. Su siguiente película fue La negra Angustias (1949) en la que nuevamente adapta la novela de Francisco Rojas, la cual está basada en un hecho histórico sobe una mujer huérfana, negra, pobre y analfabeta que en tiempos de la Revolución sufre discriminación por vivir con una bruja y negarse a ser víctima del acoso de los hombres.
La inquietud de Maltilde por mostrar la posición de la mujer en el contexto social, se extiende en su siguiente largometraje Trotacalles (1951), escrita por Luis Spota y en el que se aborda el tema de la prostitución. Para este momento Landeta ya había conquistado nuevos espacios, pues tiene como protagonistas a Ernesto Alonso, Isabela Corona y Miguel Ángel Ferriz, filma su película en los estudios CLASA y la estrena en el cine Ópera.
Poco después filma 110 mediometrajes en 16mm bajo el título de Howdy Doody, dirigido al público infantil de estados Unidos, además, a la par de la dirección, desarrolla su faceta como guionista. Investiga y escribe, junto a su hermano, cuatro argumentos seriados sobre el Tribunal para Menores, pide financiamiento al Banco Nacional Cinematográfico pero éste opta por comprarle la obra y la convence de no dirigir la película, que finalmente dirige Alfonso Corona Blake y le cambia el nombre a El camino de la vida. En 1957 Matilde gana un premio Ariel por su argumento, aunque en un principio la excluyeron de los créditos, así que ella demanda y gana el juicio. Esto sin duda marca a Matilde ocasionando que abandone la dirección y por más 40 años no volvió a dirigir ninguna película.
La cineasta continúa con la supervisión de guiones para la SOGEM y en 1983 es nombrada Presidenta Vitalicia de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas (AMACC); en 1988 la UNAM le entrega la Medalla de Plata, mientras que la SOGEM y la STPC develan una placa en reconocimiento a sus 40 años como directora y guionista de cine.
Después de 43 años, Matilde regresa a la dirección con Nocturno Rosario (1991), su última película, con un guion escrito por ella, en el que aborda los últimos años de la vida del poeta saltillense Manuel Acuña. La cinta, en la que actúan Simón Guevara, Ofelia Medina, Patricia Reyes Spindola, Evangelina Sosa y Ernesto Gómez Cruz, se presenta en diversos festivales internacionales y se estrena en Guadalajara y en la Cineteca Nacional en 1992.
Matilde Landeta fallece el 26 de enero de 1999 dejando no sólo el legado de sus producciones cinematográficas, sino pasando a la historia como la mujer fuerte y necia que luchó incansablemente por tener un lugar en la industria cinematográfica, no solo por ser reconocida sino por simplemente poder realizar su mayor pasión en la vida: hacer cine.
“…recuerdo haber estado en el teatro Lírico o el Iris, no sé, en que yo cabeceaba y me quedaba dormida por todos lados, porque me costaba trabajo ya seguir el plan de trabajar en el día y en la noche para terminar aquella película que había quedado, pero no me rajé, estaba aprendiendo a hacer cine, y creo que desde el primer minuto que entré fue una vocación absoluta el saber que era una medio de expresión maravilloso por medio del cual podía uno decir todo lo que quisiera, podía uno plantear lo bueno, lo malo, su ideología o la de los demás contar historias y siempre pensé que tenía que servir para decir algo importante, creo que eso es lo que aprendí desde el momento que entré al cine”. (Memorias del Cine Mexicano, “Matilde Landeta”).
En la actualidad las mujeres conquistan cada vez más su lugar en la industria cinematográfica, hoy se reconoce el trabajo de sonidistas, guionistas, cinefotógrafas, editoras y directoras de cine, pero no siempre fue así y una de las mujeres que luchó y destacó en un mundo hasta entonces dominado por hombres fue Matilde Landeta (1913-1999), quien ha pasado a la historia como una de las primeras directoras de cine en México que rompió con la estructura patriarcal, aunque para poder avanzar tuvo que ponerse pantalón y bigote.
“Yo quería ser asistente de dirección, pero me lo negaron porque era mujer, un día después de salir de una asamblea, furiosa, llegué al camerino de Anita Guerreo y le dije: búscame una bigotes por favor, un sombrero, entonces me puse los bigotes, me recogí el cabello, me puse el sombrero y entré al foro y les dije ‘ya estoy aquí, soy asistente de dirección porque soy hombre´, todo mundo se río, me tomaron una foto vestida de hombre, fui la diversión”, compartió Matilde en una entrevista realizada 1948, año en que estrena su primera película como directora.
Este es solo un ejemplo de que el camino recorrido por Matilde no fue nada sencillo, incluso tuvo que hipotecar su casa y vender su auto para levantar su propia casa productora y realizar su primera película Lola Casanova (1948), ya que ninguna productora confiaba en que una mujer pudiera realizar cine. La película tuvo muchos problemas de producción, le robaron un rollo de negativos que nunca pudo volver a filmar, tuvo una pésima distribución. Después de estar enlatada un año, finalmente se estrenó en un cine de segunda, un martes de vacaciones de semana santa y sin previo aviso.
Pero antes de debutar como cineasta Matilde pasó largos años de lucha contra una industria en ese entonces dominada por hombres y con una estructura claramente patriarcal.
Matilde en enamora del cine cuando tenía14 años de edad, cuando fue enviada junto a su hermano Eduardo a estudiar inglés en St. Louis Missouri, Estados Unidos, ahí tuvo oportunidad de ver Old San Franisco, de Alan Crosland. Fue entonces que su mundo cambió. Desde ese momento quedó maravillada por aquella pantalla capaz de contar historias. También entendió que su poder y su magia residían en aquel que se sentaba detrás de todos y concertaba los esfuerzos de todos para que esa magia pudiera suceder.
“Mi primer contacto con el cine fue en mi juventud, muy juventud, viendo Old San Francisco y visitando a mi hermano en los estudios. Acababa de regresar de Estados Unidos y le habían dado la oportunidad de hacer un papelito en Sobre las olas. En ese momento decidí que ese era mi porvenir, mi vida, eso iba a ser lo que yo haría el resto de mi vida: cine”, dijo Matilde en un documental sobre su trayectoria, difundido por el Centro de Capacitación Cinematográfica.
En una entrevista para Cristina Pacheco, Landeta recordó que ese momento para una mujer solo había dos alternativas; el matrimonio o la prostitución. "Ninguna de las dos cosas me atraía. Deseaba hacer algo, un algo extraordinario que se pareciera a la película Old San Francisco".
La decisión de Matilde de dedicarse al cine la lleva a un fuerte enfrentamiento y separación de su familia, situación que, como ella misma relata en una entrevista, fue superada con el tiempo y el reencuentro con su familia se llevó a cabo una navidad, en la que la cineasta se sentía feliz de haber recuperado el amor de su familia y haberse salido con la suya.
Sus primeros trabajos fueron como “script girl”, encargada de supervisar la continuidad de un proyecto audiovisual en todos los aspectos. Incia con El prisionero 13, de Fernando de Fuentes en 1933, poco después Paul Castelain la contrata y el fotógrafo Ross Fisher la instruye en el cargo, siendo la primera mujer en este rubro y la única en las siguientes tres décadas, convirtiéndose en la script girl mejor pagada. “Cada mes había una junta de rama y cada mes yo presentaba mi petición [...] tenía ese que no me podía quitar, el impedimento de ser mujer”, dijo en una entrevista la cineasta.
Tras mucho insistir, en 1945 Matilde transformó su rol y pasó de ser script girl a asistente de dirección; fue aceptada como asistente de producción de reconocidos directores mexicanos como Emilio Fernández, Julio Bracho y Roberto Gavaldón, Mauricio Magdaleno, entre otros, aunque continuó siendo discriminada en una industria dominada por hombres. Alguna vez un líder sindical pretendió sacarla del cine sólo por ser mujer y porque tenía un marido que la mantuviera. Ella se hizo respetar pues estaba en el cine porque era su trabajo.
Fue Roberto Gavaldón quien intercedió por ella ante la Asamblea General del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica para que la aceptaran como directora, finalmente lo logra pero para financiar su primera película tuvo que crear su propia casa productora.
Matilde debuta como directora con Lola Casanova, una adaptación a la obra de Francisco Rojas González y cuya historia aborda la integración de los mexicanos a través del mestizaje representado a través del amor entre una mujer europea y un nativo seri. Su siguiente película fue La negra Angustias (1949) en la que nuevamente adapta la novela de Francisco Rojas, la cual está basada en un hecho histórico sobe una mujer huérfana, negra, pobre y analfabeta que en tiempos de la Revolución sufre discriminación por vivir con una bruja y negarse a ser víctima del acoso de los hombres.
La inquietud de Maltilde por mostrar la posición de la mujer en el contexto social, se extiende en su siguiente largometraje Trotacalles (1951), escrita por Luis Spota y en el que se aborda el tema de la prostitución. Para este momento Landeta ya había conquistado nuevos espacios, pues tiene como protagonistas a Ernesto Alonso, Isabela Corona y Miguel Ángel Ferriz, filma su película en los estudios CLASA y la estrena en el cine Ópera.
Poco después filma 110 mediometrajes en 16mm bajo el título de Howdy Doody, dirigido al público infantil de estados Unidos, además, a la par de la dirección, desarrolla su faceta como guionista. Investiga y escribe, junto a su hermano, cuatro argumentos seriados sobre el Tribunal para Menores, pide financiamiento al Banco Nacional Cinematográfico pero éste opta por comprarle la obra y la convence de no dirigir la película, que finalmente dirige Alfonso Corona Blake y le cambia el nombre a El camino de la vida. En 1957 Matilde gana un premio Ariel por su argumento, aunque en un principio la excluyeron de los créditos, así que ella demanda y gana el juicio. Esto sin duda marca a Matilde ocasionando que abandone la dirección y por más 40 años no volvió a dirigir ninguna película.
La cineasta continúa con la supervisión de guiones para la SOGEM y en 1983 es nombrada Presidenta Vitalicia de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas (AMACC); en 1988 la UNAM le entrega la Medalla de Plata, mientras que la SOGEM y la STPC develan una placa en reconocimiento a sus 40 años como directora y guionista de cine.
Después de 43 años, Matilde regresa a la dirección con Nocturno Rosario (1991), su última película, con un guion escrito por ella, en el que aborda los últimos años de la vida del poeta saltillense Manuel Acuña. La cinta, en la que actúan Simón Guevara, Ofelia Medina, Patricia Reyes Spindola, Evangelina Sosa y Ernesto Gómez Cruz, se presenta en diversos festivales internacionales y se estrena en Guadalajara y en la Cineteca Nacional en 1992.
Matilde Landeta fallece el 26 de enero de 1999 dejando no sólo el legado de sus producciones cinematográficas, sino pasando a la historia como la mujer fuerte y necia que luchó incansablemente por tener un lugar en la industria cinematográfica, no solo por ser reconocida sino por simplemente poder realizar su mayor pasión en la vida: hacer cine.
“…recuerdo haber estado en el teatro Lírico o el Iris, no sé, en que yo cabeceaba y me quedaba dormida por todos lados, porque me costaba trabajo ya seguir el plan de trabajar en el día y en la noche para terminar aquella película que había quedado, pero no me rajé, estaba aprendiendo a hacer cine, y creo que desde el primer minuto que entré fue una vocación absoluta el saber que era una medio de expresión maravilloso por medio del cual podía uno decir todo lo que quisiera, podía uno plantear lo bueno, lo malo, su ideología o la de los demás contar historias y siempre pensé que tenía que servir para decir algo importante, creo que eso es lo que aprendí desde el momento que entré al cine”. (Memorias del Cine Mexicano, “Matilde Landeta”).