Desaparecer por completo: La ética de la mirada
POR: JOSÉ LUIS SALAZAR
02-03-2024 13:18:30
Habiendo dirigido dos exitosas comedias, ambas incorporadas al catálogo de Netflix, Luis Javier Henaine da un giro completamente distinto y se adentra de lleno al cine de terror con Desaparecer por completo, su tercer largometraje y el segundo que estrena en Morelia. Una película que transforma las agresiones visuales y la tortura mediática de la violencia en México en costras físicas en el cuerpo del avaro insensible que capitaliza de ellas.
En sus dos largometrajes previos Solteras y Tiempos felices, ambosprotagonizados por Cassandra Ciangherotti y ambos valiéndole una nominación a los premios Ariel a mejor actriz, Henaine parecía haber establecido su tema de interés al centrar, hasta ese momento, su filmografía en la industria del amor y en la obsesión (más de nuestro siglo) de controlar las relaciones y vínculos afectivos cual trámite burocrático.
En Tiempos felices era con un joven incapaz de comunicarse con su pareja para terminar la relación que recurría a una agencia interventora que, como oficina de recursos humanos que despide y amenaza en nombre de un jefe, ofrece hacer la tarea por él.
En Solteras con una mujer víctima de la presión social que, dispuesta a llegar a los 30´s casada, se adentra al intensivo curso de una casamentera en busca del manual fácil y digerible que conduzca una relación exitosa al matrimonio.
En ambas, sus protagonistas decepcionadas de los resultados de sus cursos y empresas terminan comprendiendo la complejidad de la interacción humana que no puede reducirse a una transacción económica o a un organigrama empresarial. Y digo que Henaine parecía tener ese interés porque ambas películas además de la línea temática llegaban a la misma conclusión. Ahora podría argumentarse que Desaparecer por completo trata de la industria sensacionalista de la muerte y de quienes la conforman; policías y personal de morgue corruptos, fotógrafos insensibles, periódicos amarillistas, noticieros escuetos y el consumidor morboso, sin embargo, Henaine es más incisivo y represor con quien se aprovecha de la muerte. Es muy distinto quien vende corazones inflados de helio, chocolates y la falsa ilusión de los estímulos a quien pone nuestros cuerpos en venta y arrebata nuestra dignidad.
Harold Torres interpreta a Santiago, un fotógrafo de nota roja con ambiciones de artista. En la secuencia inicial toma una fotografía de una mujer recién atropellada a la que manipula él personalmente buscando lograr la mejor composición posible de una situación estrepitosa, dejando ver que busca una apreciación estética de su obra. La fotografía que toma es un guiño a la muy famosa de EnriqueMetinides de 1979 de la periodista Adela Legarreta Rivas atropellada y prensada entre dos postes de luz en la Colonia Roma.
No sé sabe si Metinides es una inspiración de Santiago dentro de la ficción, de Henaineí. Santiago a diferencia de Metinides no encuentra el éxito ni la gloria como fotógrafo. Su jefe incomprensivo en el periódico le reclama los largos tiempos de entrega y sus “pretensiones” que terminan cortándole; quiere que se limite a las fotografías crudas y prácticas, o cómo él mismo dice “déjate de joterias”. Para él, Santiago paga pobremente sus logros y desprecia sus halagos porque ¿qué mayor reconocimiento puede un fotógrafo alcanzar que aparecer en la primera plana?
Del otro lado las instituciones culturales y galerías de arte, aquellas que validan quien es artista y quien no, lo rechazan incesantemente. Para unos un pretencioso, para otros un vulgar sin mayor mérito.
Cuando su jefe promete financiarle su propia exposición como un incentivo para que se esmere en conseguir las imágenes más gráficas posibles, Santiago saca su instinto carroñero y aquí comienza el tema de la película de Henaine.
Santiago ha creado una rutina muy específica y cuidada para lograr capturar las más sórdidas imágenes; los policías son sus aliados quienes le informan de accidentes y le dan prioridad en la escena, conoce los lugares a los que entra por lo que no tiene reparo de saltar ventanas, subir por balcones o rodear jardines, se comunica a través de un sistema radial similar al de la policía y ha sacrificado sus días al descanso para mantenerse en las noches despierto aunque eso involucre el contacto mínimo con su pareja (quien lo resiente).
Harold Torres remite inmediatamente al Jake Gyllenhall de Nightcrawler, sin embargo, su ambición a diferencia de la de Gyllenhaal sí encuentra tope cuando tras fotografiar lo poco que queda del cuerpo carcomido por las ratas de un gobernador, una maldición, casi como castigo divino, cae sobre él haciendo que paulatinamente pierda uno a uno los sentidos. En un inicio una bendición, pues la desensibilización moral que le permite fotografiar trozos humanos como bolsas de basura se conjunta con la física y le ayuda a estar justo al lado de restos putrefactos sin el mínimo asco, pronto se convierte en la amenaza de desaparecer.
Gyllenhaal en personaje es la cara de la inhumanidad, con un cuerpo mancillado, desnutrido y débil que acompaña a un esqueleto que está por expulsar sus dos globos oculares en cualquier momento. Su físico espeluznante y la repulsión que despierta en sus allegados de gremio son las advertencias al sadismo y el morbo, que al agredir todo a nuestro paso terminamos infringiéndolo también a nosotros mismos hasta ya no ser humanos, solo bolsas de basura que tratamos con la misma consideración y dignidad que a las que grabamos en cámara.
Mismo tema y en otro contexto, en Desaparecer por completo Henaine habla también de la ligera línea que hay entre observador y agresor. A él no le interesa la transformación psicológica de su personaje como en Nightcrawler sino en la física del castigo que un brujo le ha impuesto. Como en Huesera, de Michelle Garza Cervera, Desaparecer por completo está inserta en su contexto, con todas las pautas y convencionalismos bien establecidos por el cine de terror gringo más comercial, pero caminando en pies muy claros sobre el folclor mexicano que quiere abordar.
La sola mención de brujería y política en otro hemisferio del planeta puede no apuntar a nada, pero aquí, saca a flote nombres familiares como Antonio Vázquez conocido comoel Brujo Mayor de Catemaco quien predijo la alternancia del poder con la llegada del PAN y Vicente Fox o Francisca Zetina conocida como “La Paca”, bruja consejera de Raúl Salinas de Gortari, hermano del expresidente del país.
Libros como Los brujos del poder: El ocultismo en la política mexicana de José Gil Olmos o investigaciones como La bruja del caso Ruiz Massieu: los expedientes de un asesinato, de la revista Gatopardo, dan cuenta de la seriedad y rigor con lo que se toman los temas de chamaneria y poder, ahora basta con imaginar la fuerte presencia en la memoria popular nacional.
Henaine aprovecha sobre este folclor nacional alrededor del poder político y el ocultismo, a través de escenarios comunes pero efectivos como limpias, las brujas de Xochimilco, amarres con animales, yerbas curativas, la isla de las muñecas y un sinfín más. Si sirven es porque nosotros popularmente ya las hemos relacionado a la hechicería, puede que más estereotipo que realidad.
En la recta final de Desaparecer por completo, un Santiago privado de la mayoría de sus sentidos debe escoger entre pagar sus agresiones y que su cuerpo asuma las heridas de lo que él ha causado en los otros o cruzar la línea y permitir que otros paguen con sus vidas. Tomar por fin el lugar del masacrado cuerpo que muchas veces fotografió para satisfacer la mirada curiosa y el disfrute ajeno. O seguir huyendo de las consecuencias, volviéndose un agresor que deja que otros sufran por su ambición, como en Nightcrawler donde el personaje interpretado por RizAhmed sufraga la deuda de Gyllenhaal con su vida.
Ahí, con la vista débil y el monstruo enfrente, compartimos su castigo por querer ver más de aquello que tenemos permitido, por saciar nuestro morbo y explotarlo, porque cuando Henaine planta por fin el horror frente a frente, nosotros como Santiago, no podemos más que voltear por primera vez hacia otro lado.
Habiendo dirigido dos exitosas comedias, ambas incorporadas al catálogo de Netflix, Luis Javier Henaine da un giro completamente distinto y se adentra de lleno al cine de terror con Desaparecer por completo, su tercer largometraje y el segundo que estrena en Morelia. Una película que transforma las agresiones visuales y la tortura mediática de la violencia en México en costras físicas en el cuerpo del avaro insensible que capitaliza de ellas.
En sus dos largometrajes previos Solteras y Tiempos felices, ambosprotagonizados por Cassandra Ciangherotti y ambos valiéndole una nominación a los premios Ariel a mejor actriz, Henaine parecía haber establecido su tema de interés al centrar, hasta ese momento, su filmografía en la industria del amor y en la obsesión (más de nuestro siglo) de controlar las relaciones y vínculos afectivos cual trámite burocrático.
En Tiempos felices era con un joven incapaz de comunicarse con su pareja para terminar la relación que recurría a una agencia interventora que, como oficina de recursos humanos que despide y amenaza en nombre de un jefe, ofrece hacer la tarea por él.
En Solteras con una mujer víctima de la presión social que, dispuesta a llegar a los 30´s casada, se adentra al intensivo curso de una casamentera en busca del manual fácil y digerible que conduzca una relación exitosa al matrimonio.
En ambas, sus protagonistas decepcionadas de los resultados de sus cursos y empresas terminan comprendiendo la complejidad de la interacción humana que no puede reducirse a una transacción económica o a un organigrama empresarial. Y digo que Henaine parecía tener ese interés porque ambas películas además de la línea temática llegaban a la misma conclusión. Ahora podría argumentarse que Desaparecer por completo trata de la industria sensacionalista de la muerte y de quienes la conforman; policías y personal de morgue corruptos, fotógrafos insensibles, periódicos amarillistas, noticieros escuetos y el consumidor morboso, sin embargo, Henaine es más incisivo y represor con quien se aprovecha de la muerte. Es muy distinto quien vende corazones inflados de helio, chocolates y la falsa ilusión de los estímulos a quien pone nuestros cuerpos en venta y arrebata nuestra dignidad.
Harold Torres interpreta a Santiago, un fotógrafo de nota roja con ambiciones de artista. En la secuencia inicial toma una fotografía de una mujer recién atropellada a la que manipula él personalmente buscando lograr la mejor composición posible de una situación estrepitosa, dejando ver que busca una apreciación estética de su obra. La fotografía que toma es un guiño a la muy famosa de EnriqueMetinides de 1979 de la periodista Adela Legarreta Rivas atropellada y prensada entre dos postes de luz en la Colonia Roma.
No sé sabe si Metinides es una inspiración de Santiago dentro de la ficción, de Henaineí. Santiago a diferencia de Metinides no encuentra el éxito ni la gloria como fotógrafo. Su jefe incomprensivo en el periódico le reclama los largos tiempos de entrega y sus “pretensiones” que terminan cortándole; quiere que se limite a las fotografías crudas y prácticas, o cómo él mismo dice “déjate de joterias”. Para él, Santiago paga pobremente sus logros y desprecia sus halagos porque ¿qué mayor reconocimiento puede un fotógrafo alcanzar que aparecer en la primera plana?
Del otro lado las instituciones culturales y galerías de arte, aquellas que validan quien es artista y quien no, lo rechazan incesantemente. Para unos un pretencioso, para otros un vulgar sin mayor mérito.
Cuando su jefe promete financiarle su propia exposición como un incentivo para que se esmere en conseguir las imágenes más gráficas posibles, Santiago saca su instinto carroñero y aquí comienza el tema de la película de Henaine.
Santiago ha creado una rutina muy específica y cuidada para lograr capturar las más sórdidas imágenes; los policías son sus aliados quienes le informan de accidentes y le dan prioridad en la escena, conoce los lugares a los que entra por lo que no tiene reparo de saltar ventanas, subir por balcones o rodear jardines, se comunica a través de un sistema radial similar al de la policía y ha sacrificado sus días al descanso para mantenerse en las noches despierto aunque eso involucre el contacto mínimo con su pareja (quien lo resiente).
Harold Torres remite inmediatamente al Jake Gyllenhall de Nightcrawler, sin embargo, su ambición a diferencia de la de Gyllenhaal sí encuentra tope cuando tras fotografiar lo poco que queda del cuerpo carcomido por las ratas de un gobernador, una maldición, casi como castigo divino, cae sobre él haciendo que paulatinamente pierda uno a uno los sentidos. En un inicio una bendición, pues la desensibilización moral que le permite fotografiar trozos humanos como bolsas de basura se conjunta con la física y le ayuda a estar justo al lado de restos putrefactos sin el mínimo asco, pronto se convierte en la amenaza de desaparecer.
Gyllenhaal en personaje es la cara de la inhumanidad, con un cuerpo mancillado, desnutrido y débil que acompaña a un esqueleto que está por expulsar sus dos globos oculares en cualquier momento. Su físico espeluznante y la repulsión que despierta en sus allegados de gremio son las advertencias al sadismo y el morbo, que al agredir todo a nuestro paso terminamos infringiéndolo también a nosotros mismos hasta ya no ser humanos, solo bolsas de basura que tratamos con la misma consideración y dignidad que a las que grabamos en cámara.
Mismo tema y en otro contexto, en Desaparecer por completo Henaine habla también de la ligera línea que hay entre observador y agresor. A él no le interesa la transformación psicológica de su personaje como en Nightcrawler sino en la física del castigo que un brujo le ha impuesto. Como en Huesera, de Michelle Garza Cervera, Desaparecer por completo está inserta en su contexto, con todas las pautas y convencionalismos bien establecidos por el cine de terror gringo más comercial, pero caminando en pies muy claros sobre el folclor mexicano que quiere abordar.
La sola mención de brujería y política en otro hemisferio del planeta puede no apuntar a nada, pero aquí, saca a flote nombres familiares como Antonio Vázquez conocido comoel Brujo Mayor de Catemaco quien predijo la alternancia del poder con la llegada del PAN y Vicente Fox o Francisca Zetina conocida como “La Paca”, bruja consejera de Raúl Salinas de Gortari, hermano del expresidente del país.
Libros como Los brujos del poder: El ocultismo en la política mexicana de José Gil Olmos o investigaciones como La bruja del caso Ruiz Massieu: los expedientes de un asesinato, de la revista Gatopardo, dan cuenta de la seriedad y rigor con lo que se toman los temas de chamaneria y poder, ahora basta con imaginar la fuerte presencia en la memoria popular nacional.
Henaine aprovecha sobre este folclor nacional alrededor del poder político y el ocultismo, a través de escenarios comunes pero efectivos como limpias, las brujas de Xochimilco, amarres con animales, yerbas curativas, la isla de las muñecas y un sinfín más. Si sirven es porque nosotros popularmente ya las hemos relacionado a la hechicería, puede que más estereotipo que realidad.
En la recta final de Desaparecer por completo, un Santiago privado de la mayoría de sus sentidos debe escoger entre pagar sus agresiones y que su cuerpo asuma las heridas de lo que él ha causado en los otros o cruzar la línea y permitir que otros paguen con sus vidas. Tomar por fin el lugar del masacrado cuerpo que muchas veces fotografió para satisfacer la mirada curiosa y el disfrute ajeno. O seguir huyendo de las consecuencias, volviéndose un agresor que deja que otros sufran por su ambición, como en Nightcrawler donde el personaje interpretado por RizAhmed sufraga la deuda de Gyllenhaal con su vida.
Ahí, con la vista débil y el monstruo enfrente, compartimos su castigo por querer ver más de aquello que tenemos permitido, por saciar nuestro morbo y explotarlo, porque cuando Henaine planta por fin el horror frente a frente, nosotros como Santiago, no podemos más que voltear por primera vez hacia otro lado.