Durante años hemos visto grandes obras de metacine, un subgénero de cine sobre cine, una oportunidad autoral para hacer una introspección y explorar el medio responsable del séptimo arte y su industria, la herramienta idónea para la creación y la autocrítica. 

Ocho y medio de Fellini o La noche americana de Truffaut son de las cintas más conocidas apegadas a esta narrativa espejo, más contemporáneamente podríamos incluso mencionar La La Land de Chazelle pero con estreno próximo tenemos una propuesta mexicana de metacine, esta vez con especial enfoque en el rol del actor que deja muy en alto a la industria mexicana en su ejecución y realización pero con un dejo de tristeza en su idea e historia, cumpliendo así totalmente con la definición primicia del subgénero, un retrato creativo y la crítica propia. 

Ulises Pérez Mancilla dirige este largometraje protagonizado por Stephanie Salas sobre una mujer cuyo sueño es ser una actriz exitosa y afamada. Amanda es un personaje carismático que encaja perfectamente con el tono de la película, un drama con tintes cómicos pero también con una proyección realista y cruda de la verdadera situación de un artista poco experimentado en la industria escénica del país donde se topa con puertas cerradas, críticas duras y directas hacia su capacidad y talento e incluso al cómo se ve rodeada además de un entorno social capitalista poco amigable y exigente.

La protagonista encarna a una madre soltera con necesidades económicas fuertes que debe subsistir y mantener a su pequeño hijo solamente a través de los ingresos que genera de oportunidades laborales como las que obtiene de la industria publicitaria en todas sus formas desde comerciales hasta el volanteo o de los castings para papeles pequeños o incluso como extra, eso sí, algunos sin paga, fomentando la conocida y repudiada frase “por amor al arte”. 

El gran dilema que establece la película va sobre cuestionar qué tiene más peso, la necesidad o los sueños pues Amanda podría conseguir un trabajo distinto que le permitiría saldar sus deudas pero también es una apasionada del arte que se empeña y es una romántica de la idea sobre la perseverancia en el rubro de lo actoral. Retratando diferentes ambientes como el televisivo y el cinematográfico percibimos la realidad de la industria, horarios infames, tratos poco amables, oportunidades escasas y sueldos insuficientes acompañados de la idealización de la fama. 

Esta película no se cansa y no para de abrir diálogo y debate sobre varios de sus temas, entre ellos pone sobre la mesa la idea todavía (lastimosamente) tabú sobre maternar sola y la preconcepción femenina de la maternidad como único ideal y destino ya que luchar por los sueños propios pasa usualmente a segundo plano.

Con un guion muy afortunado y una visión fresca, Los días francos ofrece un retrato latinoamericano sobre la realidad del artista y la falsa idea sobre lo que representa y conlleva su trabajo en un metraje técnicamente pulcro, con una dirección y un trabajo actoral memorable que llega a salas a partir del 7 de marzo.