Hojas de otoño: Una historia de amor para nosotros
POR: JOSÉ LUIS SALAZAR
10-02-2024 13:15:49
Después de un breve paso por salas de cine en noviembre, llegó a la plataforma de MUBI la última cinta del finlandés Aki Kaurismäki, Hojas de Otoño (Fallen Leaves), una película que conoces seguramente a la perfección sin siquiera haberla visto o sin haberla oído nombrar previamente porque su premisa tan clásica nos ha acompañado bajo otros títulos, sin embargo, esta es una de las pocas en que sus protagonistas tienen nuestros rostros.
Hace apenas escasos días se anunciaron las nominaciones a los premios Oscar 2024 y con ello la confirmación continua de su búsqueda, no por las propuestas más interesantes o conmovedoras del panorama cinematográfico internacional, sino de las más entretenidas y espectaculares. O al menos así lo ha dejado ver la categoría de mejor película internacional que se ha rendido ante la épica italiana Io Capitano, una obra capaz de reducir la migración a una aventura y sus consecuencias a una lección de vida de 2 horas. Mismo sucede con la película de sobrevivencia española La sociedad de la nieve, un filme que ha puesto a llorar a toda Iberoamérica con su recreación tan fidedigna del incidente en los Andes. Y con The Zone of Interest pues, aunque muy distinta en forma, su maestría técnica y su tema revivido en el contexto político actual de genocidio en Medio Oriente hace de su inclusión una declaración política más que, lo que debería de ser, una elección de criterio artístico.
En medio de ellas, la japonesa Perfect Days y la alemana The Teacher´s Lounge.
Antes del anuncio de los nominados la película finlandesa que nos ocupa hoy se posicionaba como una de las favoritas a la contienda tras los éxitos cosechados en la temporada de premios y en el Festival Internacional de Cine de Cannes, su exclusión parece responder a una necesidad de la Academia de encontrarse más con fantasías que con realidades.
Kaurismäki no adorna las realidades, pero inevitablemente apoya a sus héroes que la padecen. Sus protagonistas son como nosotros, obreros, que viven de 8 o más horas dedicadas a un miserable y mal pagado empleo que si nos lo violenta los pone en riesgo de matarse, que viven en cuartos o departamentos tan caros como pequeños; personajes solos, más no solitarios.
A lo largo de su carrera el director ha provisto sus historias con recolectores de basura, músicos callejeros, trabajadores del campo, conductores de tranvía, cajeras de supermercados, inmigrantes, mineros y obreros de fábrica a los que no convierte en carne de cañón, en caricaturas o en salvajes. Para él nuestra precariedad no es motivo ni de risa ni de miedo y encuentra en ella a sus amigos de cantina, sus vecinos, sus camaradas de trabajo y últimamente, sus compañeros de clase. Como en su famosa “Trilogía del proletariado”.
En The Match Factory Girl no hay una sumisa mujer golpeada y torturada sin cansancio sino una romántica y alegre que ante la apatía y la violencia se las ingenia para ir de fiesta cambiándose de vestido en un baño público y cuando las cosas salen mal, hallando una esperanza en veneno para ratas. En Ariel no hay un despiadado e inescrupuloso asesino sino un hombre tratando de rehacer su vida injustamente acusado a quien Kaurismäki le concede en el último minuto su sueño de libertad. O en Shadows in Paradise que, muchos dicen se asemeja a esta película, carece de pobres que se alimentan de los desechos y la gente que los mira con desprecio y asco, para dar paso a un recolector de basura que encuentra amor y consuelo en los brazos de una cajera de supermercado.
En Fallen Leaves conocemos a Ansa, una trabajadora de supermercado en apariencia solitaria, pero que cuando un burócrata y un soplón arribista acuerdan confrontarla y despedirla por regalar los productos caducados antes de que terminen en la basura, se le plantan tres compañeras suyas quienes por cariño y solidaridad la defienden y se delatan a sí mismas como cómplices, entendemos que Kaurismäki no dejará a sus personajes deambular solos, siempre habrá un compañero de clase que les estire la mano.
Lo mismo sucede con Holappa, un obrero industrial que va de trabajo en trabajo hasta que sus patrones le descubren su alcoholismo y lo echan. Holappa dice “oler esto va a terminar matándome” a un jefe usurero que es capaz de no cambiar ni dar mantenimiento a sus máquinas de trabajo poniendo en riesgo la vida de sus empleados con tal de ahorrarse unos centavos.
Con ambientes laborales igualmente opresivos pero distantes, Holappa y Ansa se conocen en un bar karaoke congelado en el tiempo con canciones clásicas finlandesas, rockabilly, tangos argentinos y música de Maustetytöt. Y su encuentro en el bar es bajo el halo de la añoranza.
Nuestros protagonistas no usan teléfonos celulares pese a estar en nuestros tiempos, escuchan la radio y frecuentan el tocadiscos. Kaurismäki extraña las casualidades y no es el único. Desde la georgiana What do we see when we look at the sky? hasta la argentina Los delincuentes, el cine reciente anhela las posibilidades que ofrecía la época pasada. En donde como en la primera podrías terminar conociendo a alguien por el libro que se le cae al caminar, como en la segunda haciendo un picnic con completos extraños en el río o como en ésta teniendo como único contacto un papelito con un número de teléfono escrito.
Una oportunidad que, aunque no conocí, alcanzo a reconocer placentera más que la sobre-estimulación rápida y sencilla de las apps de ligues donde desechas gente y eres desechado de forma compulsiva y casi mecánica.
La nostalgia también toca el cine pues en Los delincuentes era L’Argent de Robert Bresson la que veían nuestros amantes en la gran pantalla, aquí es The Dead Don´t Die de Jim Jarmusch a la que le sigue un par del público discutiendo si le recuerdan a Bresson o a Godard. Como he dicho, para Kaurismäki no somos ratas ignorantes, si consumimos tanto cine, si escuchamos tanta música y bebemos tanto es porque lo necesitamos. ¿De qué otra manera enfrentamos nuestra pesada cotidianidad? ¿Qué consuelo hay para Ansa después de un día de trabajo en un bar que le paga dinero a la mafia, o para Holappa después de arriesgar su vida y sacrificar su físico en un empleo que apenas si puede poner una cama bajo su cuerpo?
Jarmusch aparece aquí y en otras obras de Kaurismäki como Leningrad Cowboys Go America, a su vez colaboradores de Kaurismäki en obras de Jarmusch. En el cine como en la vida se necesitan amigos. Explicado de mejor manera por Kaurismäki cuando hace años le pidieron consejos para cineastas jóvenes y él respondió contundentemente que solo se necesitan tres cosas: humildad, cinefilia y soledad.
Ansa y Holappa se separan en varias ocasiones. Porque Holappa perdió el papel con su número, porque Ansa se cansa de su alcoholismo, porque Holappa es atropellado por un tren camino a verla. Pero esta historia de casualidades procura la esperanza más que el martirio. Kaurismäki pudiendo preocuparnos por todas las adversidades que los atraviesan como el desempleo, el despido, el maltrato del jefe, las condiciones precarias o el alcoholismo, - vamos que hasta Ansa con todo el sufrir expresa “Maldita guerra” ante las noticias de bombardeos en Ucrania por la radio - prefiere divertirnos con la caricatura y banalidades del abusivo; un guardia de seguridad que vigila a Ansa de forma fija e inexpresiva, el dueño de un cibercafé que cobra mucho por minuto de uso del internet o el jefe del bar que tras ser arrestado ofrece a Ansa vacaciones.
El cariño entre ambos no es suficiente para cambiarles la vida, pero sí para animárselas. De la misma manera que lo hace la certeza del apoyo de un amigo, de un compañero de trabajo que no duda en regalarle su saco para que salga a una cita, la compañía de un perrito (cuyo nombre cumple un capricho cinéfilo) llamado Chaplin o quien habiendo una guerra en curso y una ola de asesinatos en el país lee los obituarios del periódico desde el pronóstico de futbol.
El amor no los salva, pero sí que los conforta.
La cinefilia no me soluciona la vida, pero la hace más llevadera.
Después de un breve paso por salas de cine en noviembre, llegó a la plataforma de MUBI la última cinta del finlandés Aki Kaurismäki, Hojas de Otoño (Fallen Leaves), una película que conoces seguramente a la perfección sin siquiera haberla visto o sin haberla oído nombrar previamente porque su premisa tan clásica nos ha acompañado bajo otros títulos, sin embargo, esta es una de las pocas en que sus protagonistas tienen nuestros rostros.
Hace apenas escasos días se anunciaron las nominaciones a los premios Oscar 2024 y con ello la confirmación continua de su búsqueda, no por las propuestas más interesantes o conmovedoras del panorama cinematográfico internacional, sino de las más entretenidas y espectaculares. O al menos así lo ha dejado ver la categoría de mejor película internacional que se ha rendido ante la épica italiana Io Capitano, una obra capaz de reducir la migración a una aventura y sus consecuencias a una lección de vida de 2 horas. Mismo sucede con la película de sobrevivencia española La sociedad de la nieve, un filme que ha puesto a llorar a toda Iberoamérica con su recreación tan fidedigna del incidente en los Andes. Y con The Zone of Interest pues, aunque muy distinta en forma, su maestría técnica y su tema revivido en el contexto político actual de genocidio en Medio Oriente hace de su inclusión una declaración política más que, lo que debería de ser, una elección de criterio artístico.
En medio de ellas, la japonesa Perfect Days y la alemana The Teacher´s Lounge.
Antes del anuncio de los nominados la película finlandesa que nos ocupa hoy se posicionaba como una de las favoritas a la contienda tras los éxitos cosechados en la temporada de premios y en el Festival Internacional de Cine de Cannes, su exclusión parece responder a una necesidad de la Academia de encontrarse más con fantasías que con realidades.
Kaurismäki no adorna las realidades, pero inevitablemente apoya a sus héroes que la padecen. Sus protagonistas son como nosotros, obreros, que viven de 8 o más horas dedicadas a un miserable y mal pagado empleo que si nos lo violenta los pone en riesgo de matarse, que viven en cuartos o departamentos tan caros como pequeños; personajes solos, más no solitarios.
A lo largo de su carrera el director ha provisto sus historias con recolectores de basura, músicos callejeros, trabajadores del campo, conductores de tranvía, cajeras de supermercados, inmigrantes, mineros y obreros de fábrica a los que no convierte en carne de cañón, en caricaturas o en salvajes. Para él nuestra precariedad no es motivo ni de risa ni de miedo y encuentra en ella a sus amigos de cantina, sus vecinos, sus camaradas de trabajo y últimamente, sus compañeros de clase. Como en su famosa “Trilogía del proletariado”.
En The Match Factory Girl no hay una sumisa mujer golpeada y torturada sin cansancio sino una romántica y alegre que ante la apatía y la violencia se las ingenia para ir de fiesta cambiándose de vestido en un baño público y cuando las cosas salen mal, hallando una esperanza en veneno para ratas. En Ariel no hay un despiadado e inescrupuloso asesino sino un hombre tratando de rehacer su vida injustamente acusado a quien Kaurismäki le concede en el último minuto su sueño de libertad. O en Shadows in Paradise que, muchos dicen se asemeja a esta película, carece de pobres que se alimentan de los desechos y la gente que los mira con desprecio y asco, para dar paso a un recolector de basura que encuentra amor y consuelo en los brazos de una cajera de supermercado.
En Fallen Leaves conocemos a Ansa, una trabajadora de supermercado en apariencia solitaria, pero que cuando un burócrata y un soplón arribista acuerdan confrontarla y despedirla por regalar los productos caducados antes de que terminen en la basura, se le plantan tres compañeras suyas quienes por cariño y solidaridad la defienden y se delatan a sí mismas como cómplices, entendemos que Kaurismäki no dejará a sus personajes deambular solos, siempre habrá un compañero de clase que les estire la mano.
Lo mismo sucede con Holappa, un obrero industrial que va de trabajo en trabajo hasta que sus patrones le descubren su alcoholismo y lo echan. Holappa dice “oler esto va a terminar matándome” a un jefe usurero que es capaz de no cambiar ni dar mantenimiento a sus máquinas de trabajo poniendo en riesgo la vida de sus empleados con tal de ahorrarse unos centavos.
Con ambientes laborales igualmente opresivos pero distantes, Holappa y Ansa se conocen en un bar karaoke congelado en el tiempo con canciones clásicas finlandesas, rockabilly, tangos argentinos y música de Maustetytöt. Y su encuentro en el bar es bajo el halo de la añoranza.
Nuestros protagonistas no usan teléfonos celulares pese a estar en nuestros tiempos, escuchan la radio y frecuentan el tocadiscos. Kaurismäki extraña las casualidades y no es el único. Desde la georgiana What do we see when we look at the sky? hasta la argentina Los delincuentes, el cine reciente anhela las posibilidades que ofrecía la época pasada. En donde como en la primera podrías terminar conociendo a alguien por el libro que se le cae al caminar, como en la segunda haciendo un picnic con completos extraños en el río o como en ésta teniendo como único contacto un papelito con un número de teléfono escrito.
Una oportunidad que, aunque no conocí, alcanzo a reconocer placentera más que la sobre-estimulación rápida y sencilla de las apps de ligues donde desechas gente y eres desechado de forma compulsiva y casi mecánica.
La nostalgia también toca el cine pues en Los delincuentes era L’Argent de Robert Bresson la que veían nuestros amantes en la gran pantalla, aquí es The Dead Don´t Die de Jim Jarmusch a la que le sigue un par del público discutiendo si le recuerdan a Bresson o a Godard. Como he dicho, para Kaurismäki no somos ratas ignorantes, si consumimos tanto cine, si escuchamos tanta música y bebemos tanto es porque lo necesitamos. ¿De qué otra manera enfrentamos nuestra pesada cotidianidad? ¿Qué consuelo hay para Ansa después de un día de trabajo en un bar que le paga dinero a la mafia, o para Holappa después de arriesgar su vida y sacrificar su físico en un empleo que apenas si puede poner una cama bajo su cuerpo?
Jarmusch aparece aquí y en otras obras de Kaurismäki como Leningrad Cowboys Go America, a su vez colaboradores de Kaurismäki en obras de Jarmusch. En el cine como en la vida se necesitan amigos. Explicado de mejor manera por Kaurismäki cuando hace años le pidieron consejos para cineastas jóvenes y él respondió contundentemente que solo se necesitan tres cosas: humildad, cinefilia y soledad.
Ansa y Holappa se separan en varias ocasiones. Porque Holappa perdió el papel con su número, porque Ansa se cansa de su alcoholismo, porque Holappa es atropellado por un tren camino a verla. Pero esta historia de casualidades procura la esperanza más que el martirio. Kaurismäki pudiendo preocuparnos por todas las adversidades que los atraviesan como el desempleo, el despido, el maltrato del jefe, las condiciones precarias o el alcoholismo, - vamos que hasta Ansa con todo el sufrir expresa “Maldita guerra” ante las noticias de bombardeos en Ucrania por la radio - prefiere divertirnos con la caricatura y banalidades del abusivo; un guardia de seguridad que vigila a Ansa de forma fija e inexpresiva, el dueño de un cibercafé que cobra mucho por minuto de uso del internet o el jefe del bar que tras ser arrestado ofrece a Ansa vacaciones.
El cariño entre ambos no es suficiente para cambiarles la vida, pero sí para animárselas. De la misma manera que lo hace la certeza del apoyo de un amigo, de un compañero de trabajo que no duda en regalarle su saco para que salga a una cita, la compañía de un perrito (cuyo nombre cumple un capricho cinéfilo) llamado Chaplin o quien habiendo una guerra en curso y una ola de asesinatos en el país lee los obituarios del periódico desde el pronóstico de futbol.
El amor no los salva, pero sí que los conforta.
La cinefilia no me soluciona la vida, pero la hace más llevadera.