Zapatos Rojos, dos almas solitarias que sanan sus heridas
POR: NANCY MORA EN MORELIA
15-11-2022 23:11:02
El dolor de un padre al enterarse que su hija ha sido asesinada puede ser indescriptible, el dolor y la rabia de una mujer que ha sido violentada, también… sin embargo, Carlos Eichelmann Kaiser logra en su ópera prima Zapatos Rojos que como espectadores acompañemos a sus personajes en su viaje físico y emocional hacia el perdón, a un lugar donde dos almas solitarias se encuentran, acarician sus almas y sanan sus heridas.
Aunque la premisa de Zapatos Rojos es la violencia contra la mujer, Carlos Eichelmann va más allá, su intención no es polarizar en un tema que nos duele a todos, no aborda el tema desde la violencia misma, no es necesario, por duras que pueden llegar a ser algunas escenas, Carlos habla de otra realidad, la de Tacho, un padre que se enfrenta a la muerte de su hija, una muerte que no tiene razón de ser, un padre que después de décadas de no verla encuentra en este doloroso hecho la última oportunidad de reencontrarse con ella.
También nos habla de Damiana, víctima de violencia que tuvo la oportunidad y decidió cobrar venganza por sus propios medios, aunque esto significara perderlo todo, pero después de lo que vivió, qué más podría perder. Una decisión que la llevó a las calles, a tener que prostituirse, a convertirse en un témpano y deambular como un alma en pena.
Zapatos Rojos inicia con una secuencia que no revela demasiado pero anticipa que nos enfrentaremos a una historia fuerte, que tiene que ver con los miles de feminicidios que ocurren en nuestro país, lo comprobamos en la siguiente escena, cuando informan a Don Tacho (Eustacio Ascacio) que su hija ha muerto y tiene que trasladarse a la Ciudad de México a reconocer el cuerpo.
Tacho es un hombre mayor, de campo, solitario, de muy pocas palabras, ha dedicado su vida a trabajar la tierra y es de esos hombres que nada los haría salir de su lugar de origen porque solo ahí se sienten seguros, a menos, claro, que se trate de la muerte de su hija, que aunque no la ha visto en más de 20 años quiere ir a verla por última vez y evitar que su cuerpo se vaya a la fosa común.
Es así como Don Tacho inicia su viaje a una oscura Ciudad de México, donde no conoce a nadie y no tiene el suficiente dinero, pero sí un objetivo muy claro: darle sepultura a su hija y que no se marche descalza, sin embargo, Tacho se enfrenta a la indiferencia, la burocracia, la violencia. Pero ni los golpes duelen tanto como aceptar lo díficil que resulta reencontrarse con aquella hija se marchó del pueblo en busca de una vida mejor, porque la jovencita que él vio marcharse un día dista mucho de la mujer de 40 años que yace en una fría plancha.
Dicen que las casualidades no existen, que las soledades se buscan y se encuentran, así es como Tacho conoce a Damiana (Natalia Solián), una joven prostituta igual de solitaria que él, con un semblante triste pero a la vez recio porque tiene que defenderse de los peligros de la ciudad y quien encuentra en Tacho una figura paterna, un amigo, un compañero de tristezas.
A pesar de sus evidentes diferencias - edad, pensamiento, lugar de origen-, a estas almas los une la soledad, los recuerdos y las culpas del pasado, Tacho puede culparse por no haber cuidado a su hija, Damiana busca la redención.
Zapatos Rojos es una película de muchos contrastes: pueblo-ciudad, día-noche, inocencia-abuso. además de sus simbolismos, empezando por los propios zapatos rojos con los que Carlos Eichelmann hace referencia al trabajo de la artista-activista Lena Chauvet, quien a través de su obra denuncia el feminicidio.
En este viaje comprendemos el dolor de Tacho, defendemos el coraje de Damiana, odiamos la insensibilidad de la burocracia, pero es una de las últimas escenas las que definitivamente nos rompe, cuando en una cantina y con unas cervezas en la mesa, Damiana comparte con Tacho su pasado, y es que ante esa confesión, la actuación de Natalia y el manejo de la cámara nadie puede quedar indiferente.
Carlos Eichelmann Kaiser tiene esa sensibilidad que se requiere para hablar de violencia contra la mujer siendo hombre, porque deja de lado el discurso panfletario para mostrarnos personajes reales y porque tuvo la fortuna de encontrar a Don Tacho, que en su debut como actor nos impacta por su naturalidad ante la cámara y porque logró sacar lo mejor de Natalia Solián con un personaje que difícilmente podremos olvidar.
Zapatos Rojos es una película que se queda en nuestra memoria, que nos hacer pensar no solo en la violencia en sus distintas manifestaciones e indignarnos ante la indiferencia o la necesidad del autoexilio, también nos hace entender a sus personajes, transitar su dolor, sumarnos a su coraje y tratar de sanar nuestras propias heridas.
El dolor de un padre al enterarse que su hija ha sido asesinada puede ser indescriptible, el dolor y la rabia de una mujer que ha sido violentada, también… sin embargo, Carlos Eichelmann Kaiser logra en su ópera prima Zapatos Rojos que como espectadores acompañemos a sus personajes en su viaje físico y emocional hacia el perdón, a un lugar donde dos almas solitarias se encuentran, acarician sus almas y sanan sus heridas.
Aunque la premisa de Zapatos Rojos es la violencia contra la mujer, Carlos Eichelmann va más allá, su intención no es polarizar en un tema que nos duele a todos, no aborda el tema desde la violencia misma, no es necesario, por duras que pueden llegar a ser algunas escenas, Carlos habla de otra realidad, la de Tacho, un padre que se enfrenta a la muerte de su hija, una muerte que no tiene razón de ser, un padre que después de décadas de no verla encuentra en este doloroso hecho la última oportunidad de reencontrarse con ella.
También nos habla de Damiana, víctima de violencia que tuvo la oportunidad y decidió cobrar venganza por sus propios medios, aunque esto significara perderlo todo, pero después de lo que vivió, qué más podría perder. Una decisión que la llevó a las calles, a tener que prostituirse, a convertirse en un témpano y deambular como un alma en pena.
Zapatos Rojos inicia con una secuencia que no revela demasiado pero anticipa que nos enfrentaremos a una historia fuerte, que tiene que ver con los miles de feminicidios que ocurren en nuestro país, lo comprobamos en la siguiente escena, cuando informan a Don Tacho (Eustacio Ascacio) que su hija ha muerto y tiene que trasladarse a la Ciudad de México a reconocer el cuerpo.
Tacho es un hombre mayor, de campo, solitario, de muy pocas palabras, ha dedicado su vida a trabajar la tierra y es de esos hombres que nada los haría salir de su lugar de origen porque solo ahí se sienten seguros, a menos, claro, que se trate de la muerte de su hija, que aunque no la ha visto en más de 20 años quiere ir a verla por última vez y evitar que su cuerpo se vaya a la fosa común.
Es así como Don Tacho inicia su viaje a una oscura Ciudad de México, donde no conoce a nadie y no tiene el suficiente dinero, pero sí un objetivo muy claro: darle sepultura a su hija y que no se marche descalza, sin embargo, Tacho se enfrenta a la indiferencia, la burocracia, la violencia. Pero ni los golpes duelen tanto como aceptar lo díficil que resulta reencontrarse con aquella hija se marchó del pueblo en busca de una vida mejor, porque la jovencita que él vio marcharse un día dista mucho de la mujer de 40 años que yace en una fría plancha.
Dicen que las casualidades no existen, que las soledades se buscan y se encuentran, así es como Tacho conoce a Damiana (Natalia Solián), una joven prostituta igual de solitaria que él, con un semblante triste pero a la vez recio porque tiene que defenderse de los peligros de la ciudad y quien encuentra en Tacho una figura paterna, un amigo, un compañero de tristezas.
A pesar de sus evidentes diferencias - edad, pensamiento, lugar de origen-, a estas almas los une la soledad, los recuerdos y las culpas del pasado, Tacho puede culparse por no haber cuidado a su hija, Damiana busca la redención.
Zapatos Rojos es una película de muchos contrastes: pueblo-ciudad, día-noche, inocencia-abuso. además de sus simbolismos, empezando por los propios zapatos rojos con los que Carlos Eichelmann hace referencia al trabajo de la artista-activista Lena Chauvet, quien a través de su obra denuncia el feminicidio.
En este viaje comprendemos el dolor de Tacho, defendemos el coraje de Damiana, odiamos la insensibilidad de la burocracia, pero es una de las últimas escenas las que definitivamente nos rompe, cuando en una cantina y con unas cervezas en la mesa, Damiana comparte con Tacho su pasado, y es que ante esa confesión, la actuación de Natalia y el manejo de la cámara nadie puede quedar indiferente.
Carlos Eichelmann Kaiser tiene esa sensibilidad que se requiere para hablar de violencia contra la mujer siendo hombre, porque deja de lado el discurso panfletario para mostrarnos personajes reales y porque tuvo la fortuna de encontrar a Don Tacho, que en su debut como actor nos impacta por su naturalidad ante la cámara y porque logró sacar lo mejor de Natalia Solián con un personaje que difícilmente podremos olvidar.
Zapatos Rojos es una película que se queda en nuestra memoria, que nos hacer pensar no solo en la violencia en sus distintas manifestaciones e indignarnos ante la indiferencia o la necesidad del autoexilio, también nos hace entender a sus personajes, transitar su dolor, sumarnos a su coraje y tratar de sanar nuestras propias heridas.