Kajillionaire, el reflejo de nuestros padres
POR: ALEX VANSS
15-11-2020 17:28:01

Aunque de adultos tenemos nuestra propia personalidad, creencias e intereses, es innegable que hasta cierto punto somos el reflejo de nuestros padres, de sus valores, de su educación, de sus filias y fobias, de sus éxitos y frustraciones. Nadie elige a sus padres pero afortunadamente podemos elegir con qué nos quedamos de ese legado familiar, qué adoptamos y qué desechamos, lo cual no significa dejar de amar a nuestros padres per se, significa crecer y madurar, algo de lo que somos testigos en Kajillionaire, filme dirigido por Miranda July.
En la cinta, que inauguró la novena edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, Miranda nos presenta a una familia poco común, extraña, paranoica y tramposa, pues como forma de vida, se dedican a estafar, robar y engañar para conseguir dinero, lo básico y poder comer, pero fuera de sus prácticas nada honestas, lo interesante de esta familia son las características emocionales de cada uno de ellos, un padre autoritario, nada amoroso, el clásico modelo macho; una madre ausente, dura, atada a la disciplina del hombre de la familia; mientras que la hija -fantásticamente interpretada por Evan Rachel Wood- sufre el abandono, la falta de cariño y hasta de un nombre que le otorgue una personalidad propia pues “Old Dolio”, así se llama, le fue impuesto para hacer una estafa que nos les voy a contar.
Es en el papel que interpreta Evan donde se centra la historia, una mujer que es tratada como una adolescente, emocionalmente metida en un bache, pues no es ella, es lo que sus padres desean: una herramienta, un miembro más de un grupo dedicado al crimen. Sin metas o sueños propios, es notorio que lo que Old Dolio quiere es que sus padres le demuestren que es querida, ¿Qué hijo no quiere ser amado por sus padres por más grande que esté?, es esa carencia la que Miranda July explora en el guion de Kajillionaire, carencia que nos permite ser empáticos con Old Dolio, que nos permite desconfiar de una extraña que llega a la familia y es recibida con un inesperado "cariño", un sentimiento que parece no conocer la protagonista.
El gran problema de Old Dolio es su falta de habilidad para expresar lo que siente, pues los hijos aprendemos a reconocer el amor, la tristeza, el coraje, la frustración o cualquier otro sentimiento gracias a los padres, son ellos los responsables de la humanización del niño, no la sociedad o la escuela; nacemos siendo de la raza humana, pero aprendemos a ser humanos gracias a la familia -cualquiera que sea el modelo. Entonces, si Old Dolio ha crecido más en una organización delincuencial donde las ganancias se reparten en partes iguales y no en una familia, expresar qué siente es muy difícil, por no decir imposible.

La magia de Kajillionaire radica en vernos a nosotros mismos, en ver a nuestros padres y entender las cosas del mundo de los adultos, pero también en constatar la importancia de expresar lo que sentimos, de darnos el tiempo para bailar, comer, amar y sufrir, porque somos seres humanos, no robots, que encontramos la felicidad en pequeñas cosas, como un abrazo.
Miranda July nos muestra que los sentimientos son universales y no están atados a un género, pero que esos sentimientos deben ser inculcados desde pequeños o estaremos siendo testigos de niños, luego adultos, inútiles que tendrán una vida muy difícil pues las relaciones interpersonales les costarán mucho.
Pero también nos muestra que por más errores que nuestros padres cometan, por más que parezca que no nos quieren, como le sucede a Old Dolio, al ser nuestros padres siempre habrá un amor y gratitud hacia ellos, al final tendremos la oportunidad de encontrar nuestro propio camino hacer nuestra propia vida en la que cometeremos errores y evitaremos otros pero que como seres humanos siempre tendremos la capacidad de amar, aunque a veces nos cueste expresarlo.
Aunque de adultos tenemos nuestra propia personalidad, creencias e intereses, es innegable que hasta cierto punto somos el reflejo de nuestros padres, de sus valores, de su educación, de sus filias y fobias, de sus éxitos y frustraciones. Nadie elige a sus padres pero afortunadamente podemos elegir con qué nos quedamos de ese legado familiar, qué adoptamos y qué desechamos, lo cual no significa dejar de amar a nuestros padres per se, significa crecer y madurar, algo de lo que somos testigos en Kajillionaire, filme dirigido por Miranda July.
En la cinta, que inauguró la novena edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, Miranda nos presenta a una familia poco común, extraña, paranoica y tramposa, pues como forma de vida, se dedican a estafar, robar y engañar para conseguir dinero, lo básico y poder comer, pero fuera de sus prácticas nada honestas, lo interesante de esta familia son las características emocionales de cada uno de ellos, un padre autoritario, nada amoroso, el clásico modelo macho; una madre ausente, dura, atada a la disciplina del hombre de la familia; mientras que la hija -fantásticamente interpretada por Evan Rachel Wood- sufre el abandono, la falta de cariño y hasta de un nombre que le otorgue una personalidad propia pues “Old Dolio”, así se llama, le fue impuesto para hacer una estafa que nos les voy a contar.
Es en el papel que interpreta Evan donde se centra la historia, una mujer que es tratada como una adolescente, emocionalmente metida en un bache, pues no es ella, es lo que sus padres desean: una herramienta, un miembro más de un grupo dedicado al crimen. Sin metas o sueños propios, es notorio que lo que Old Dolio quiere es que sus padres le demuestren que es querida, ¿Qué hijo no quiere ser amado por sus padres por más grande que esté?, es esa carencia la que Miranda July explora en el guion de Kajillionaire, carencia que nos permite ser empáticos con Old Dolio, que nos permite desconfiar de una extraña que llega a la familia y es recibida con un inesperado "cariño", un sentimiento que parece no conocer la protagonista.
El gran problema de Old Dolio es su falta de habilidad para expresar lo que siente, pues los hijos aprendemos a reconocer el amor, la tristeza, el coraje, la frustración o cualquier otro sentimiento gracias a los padres, son ellos los responsables de la humanización del niño, no la sociedad o la escuela; nacemos siendo de la raza humana, pero aprendemos a ser humanos gracias a la familia -cualquiera que sea el modelo. Entonces, si Old Dolio ha crecido más en una organización delincuencial donde las ganancias se reparten en partes iguales y no en una familia, expresar qué siente es muy difícil, por no decir imposible.
La magia de Kajillionaire radica en vernos a nosotros mismos, en ver a nuestros padres y entender las cosas del mundo de los adultos, pero también en constatar la importancia de expresar lo que sentimos, de darnos el tiempo para bailar, comer, amar y sufrir, porque somos seres humanos, no robots, que encontramos la felicidad en pequeñas cosas, como un abrazo.
Miranda July nos muestra que los sentimientos son universales y no están atados a un género, pero que esos sentimientos deben ser inculcados desde pequeños o estaremos siendo testigos de niños, luego adultos, inútiles que tendrán una vida muy difícil pues las relaciones interpersonales les costarán mucho.
Pero también nos muestra que por más errores que nuestros padres cometan, por más que parezca que no nos quieren, como le sucede a Old Dolio, al ser nuestros padres siempre habrá un amor y gratitud hacia ellos, al final tendremos la oportunidad de encontrar nuestro propio camino hacer nuestra propia vida en la que cometeremos errores y evitaremos otros pero que como seres humanos siempre tendremos la capacidad de amar, aunque a veces nos cueste expresarlo.