Memorias de un caracol, nueva película de Adam Elliot trae de vuelta su particular estilo y su oscura propuesta de animación, el también autor de Mary & Max regresa a las pantallas con una nueva historia pero con su mismo sello y es que ya tiene un historial como un narrador crudo, contando historias hiperrealistas con una visión particularmente tierna gracias al retrato que le da a sus personajes, lindos muñequitos de plastilina que lamentablemente atraviesan por las peores situaciones humanas, utilizando la narración a través de este estilo para demostrar que la animación está al servicio de la realidad.

Memorias de un caracol relata una historia que de no haber sido animada hubiera sido rezagada a un público muy específico y francamente limitado pues lo que sucede en pantalla es bastante impactante y perturbaría a muchos de no ser porque sus intérpretes están hechos de materiales moldeables. 

En esta película conocemos a Grace, quien desde pequeña se ha tenido que enfrentar a múltiples retos en la vida, desde enfermedad hasta pérdidas cercanas y encuentra refugio en su colección y fanatismo por los caracoles. Inicialmente podría sonar como una historia común y adaptable a muchos géneros y dispositivos fílmicos pero al profundizar en todos los eventos y personajes que figuran en la vida de Grace la cosa cambia. 

El control que tienen los autores en la animación sobre lo profílmico es absoluto y eso les da la capacidad de manipular todo en pro de la narración, situación que a veces rebasa a las demás producciones y es por eso que aprovechando la animación esta historia es capaz de retratar la vida entera de su protagonista pero más allá de eso, le da la importancia que merece su historia pues es en realidad muy valioso compartir las experiencias de este personaje porque desafortunadamente existen miles de personas que pueden identificarse con ella y les ofrece un vislumbro de esperanza y algo reconfortante en lo que reflejarse y sentirse representados.

A veces la realidad supera la ficción pero esta vez sirve como espejo para aquellos que han experimentado las peores sensaciones posibles en este plano, sin embargo, esta película habla sobre la importancia de seguir adelante y de buscar lo bueno en la vida, de cómo ésta debería vivirse al revés para que las cosas tuvieran sentido y aun así estamos obligados naturalmente a vivirla como lo hacemos, demuestra que las amistades más inusuales son casi siempre las mejores y muchas otras lecciones que se comunican perfectamente gracias al estigma que tenemos sobre la animación al considerarla comúnmente para un público infantil, algo como un cuento con una fábula o moraleja pero es por eso que Elliot inteligentemente les da eso a los adultos que aunque no lo creamos somos quienes más lo necesitamos.

Hablando sobre el público al que está dirigida, Memorias de un caracol no, no está destinada a los más pequeños, su clasificación es B15, lo que indica que su contenido puede llegar a ser explícito y efectivamente lo es, pero, no solo se refiere a material sexual o violento si no que aborda temas complejos para las mentes más jóvenes y aún así exhortamos abiertamente a que la mayor cantidad de espectadores posibles acudan a salas y que lleven pañuelos desechables porque si algo consigue esta película es tocar fibras sensibles en muchos.

Su nominación a mejor película animada para la ceremonia del Oscar este año está más que justificada y merecida.