Sin señas particulares, amor de una madre, horror de un país
POR: NANCY MORA
01-11-2020 16:11:04
“Tal vez mi hijo esté muerto, pero tengo que saberlo”, dice Magdalena, una madre que emprende un largo viaje en busca de su hijo Jesús que tiene meses desaparecido luego de que se fue con un amigo rumbo a Estados Unidos en busca del llamado “sueño americano”, y es que ¿habrá dolor más grande para una madre que no saber nada de su único hijo, si está vivo o muerto?, esto es lo que plantea Sin señas particulares, ópera prima de Fernanda Valadez, en una historia por demás sensible y llena de belleza cinematográfica que contrasta con la dureza del relato que refleja el horror de un país.
Hay muchas películas sobre el tema de los desaparecidos, la mayoría documentales, todas nos confrontan como espectadores con el dolor y la impotencia, pero en el caso de Sin señas particulares, su directora Fernanda Valadez, quien escribe el guion al lado de Astrid Rondero, también productora del filme, es de una belleza cinematográfica que impacta, más allá de la violencia que acertadamente maneja de forma muy sutil, con elementos fantásticos, que demuestran que no es necesario mostrar dicha violencia de manera explícita para sentir su horror y crudeza.
Los sombríos y desolados parajes de la frontera –fotografiados magistralmente por Claudia Becerril, se convierten en la única compañía de Magdalena (Mercedes Hernández) y nos envuelven en la desolación que como espectador compartimos con la protagonista, quien con poco dinero y sin conocer a lo que se enfrentará, emprende la búsqueda de su hijo, una búsqueda como la de miles de mujeres en nuestro país, ella no sabe leer y las autoridades en la frontera, como las de su localidad, no le resuelven nada, una realidad cruda,’un camino nada fácil, sobre todo para una mujer sola.
Sin señas particulares es, sin duda, una película que a nadie puede dejar indiferente, que nos confronta con la violencia que vivimos en México, con la impunidad, con el horror que viven miles de personas que lo único que buscan es una vida mejor y que, sin embargo, se topan con la muerte porque no solo es la historia de miles de mujeres retratada en el personaje de Magdalena, también es la de cientos de migrantes deportados que regresan a un pueblo consumido por la violencia, un pueblo que ya no existe más.
En su camino Magdalena se encuentra con Miguel (David Illescas), un joven que ha sido deportado y que espera regresar a casa donde años atrás dejó a su mamá, pero la realidad de la comunidad en la que vivía le tiene preparada una lamentable sorpresa que hace que comparta su soledad y desolación con Magdalena pero también con los espectadores.
Las actuaciones son extraordinarias, cada uno de los actores logran transmitir emociones sin necesidad de tantos diálogos, sus miradas, sus rostros, dicen más que mil palabras, incluidos los actores no profesionales como el que en su lengua nativa narra el horror del que ha sido testigo, y sin necesidad de leer subtítulos entendemos y sentimos el infierno que vivió y nos volvemos coparticipes de la terrible experiencia.
Así, a belleza cinematográfica y la violencia que retrata hacen de Sin señas particulares un filme cautivador y aterrador, una cinta que desde ahora se puede considerar una de las más destacadas propuestas de la cinematografía mexicana en lo que va del año y que dejará secuelas, reflexiones y hasta pesadillas en cada persona que la vea.
“Tal vez mi hijo esté muerto, pero tengo que saberlo”, dice Magdalena, una madre que emprende un largo viaje en busca de su hijo Jesús que tiene meses desaparecido luego de que se fue con un amigo rumbo a Estados Unidos en busca del llamado “sueño americano”, y es que ¿habrá dolor más grande para una madre que no saber nada de su único hijo, si está vivo o muerto?, esto es lo que plantea Sin señas particulares, ópera prima de Fernanda Valadez, en una historia por demás sensible y llena de belleza cinematográfica que contrasta con la dureza del relato que refleja el horror de un país.
Hay muchas películas sobre el tema de los desaparecidos, la mayoría documentales, todas nos confrontan como espectadores con el dolor y la impotencia, pero en el caso de Sin señas particulares, su directora Fernanda Valadez, quien escribe el guion al lado de Astrid Rondero, también productora del filme, es de una belleza cinematográfica que impacta, más allá de la violencia que acertadamente maneja de forma muy sutil, con elementos fantásticos, que demuestran que no es necesario mostrar dicha violencia de manera explícita para sentir su horror y crudeza.
Los sombríos y desolados parajes de la frontera –fotografiados magistralmente por Claudia Becerril, se convierten en la única compañía de Magdalena (Mercedes Hernández) y nos envuelven en la desolación que como espectador compartimos con la protagonista, quien con poco dinero y sin conocer a lo que se enfrentará, emprende la búsqueda de su hijo, una búsqueda como la de miles de mujeres en nuestro país, ella no sabe leer y las autoridades en la frontera, como las de su localidad, no le resuelven nada, una realidad cruda,’un camino nada fácil, sobre todo para una mujer sola.
Sin señas particulares es, sin duda, una película que a nadie puede dejar indiferente, que nos confronta con la violencia que vivimos en México, con la impunidad, con el horror que viven miles de personas que lo único que buscan es una vida mejor y que, sin embargo, se topan con la muerte porque no solo es la historia de miles de mujeres retratada en el personaje de Magdalena, también es la de cientos de migrantes deportados que regresan a un pueblo consumido por la violencia, un pueblo que ya no existe más.
En su camino Magdalena se encuentra con Miguel (David Illescas), un joven que ha sido deportado y que espera regresar a casa donde años atrás dejó a su mamá, pero la realidad de la comunidad en la que vivía le tiene preparada una lamentable sorpresa que hace que comparta su soledad y desolación con Magdalena pero también con los espectadores.
Las actuaciones son extraordinarias, cada uno de los actores logran transmitir emociones sin necesidad de tantos diálogos, sus miradas, sus rostros, dicen más que mil palabras, incluidos los actores no profesionales como el que en su lengua nativa narra el horror del que ha sido testigo, y sin necesidad de leer subtítulos entendemos y sentimos el infierno que vivió y nos volvemos coparticipes de la terrible experiencia.
Así, a belleza cinematográfica y la violencia que retrata hacen de Sin señas particulares un filme cautivador y aterrador, una cinta que desde ahora se puede considerar una de las más destacadas propuestas de la cinematografía mexicana en lo que va del año y que dejará secuelas, reflexiones y hasta pesadillas en cada persona que la vea.