Asfixiante, sorpresiva, aterradora, atrevida y pesimista. Así es Feral, película mexicana de terror escrita y dirigida por Andrés Kaiser. En ella, un fanático religioso hace de lo más profundo del bosque su hogar dentro de la maleza encontrará a un niño salvaje (más animal que humano) al que tratará de educar con fatídicas consecuencias.

Valiéndose del formato del falso documental, Kaiser nos introduce en una historia salvaje y claustrofóbica, no tanto por sus escenarios, sino por su trama. Esto lo logra gracias a la personalidad introvertida, insegura y extraña de un hombre excomulgado por la iglesia, quien encontrará en un niño salvaje la oportunidad de expiar su alma.

Desgraciadamente, el religioso descubrirá que cambiar un espíritu salvaje puede tener horribles consecuencias cuando éste ha sido forjado por la naturaleza y no por el hombre. Ahora, aún con esta premisa, la cinta no contiene un terror explícito, sino psicológico al ver la extraña relación entre el hombre y el niño.

 

Además, si a esto sumamos que la trama ocurre en un entorno rural, donde la ignorancia y las supersticiones tienen más peso que la razón, entonces la atmósfera de Feral se siente más oscura al provocar una sensación de desconfianza, malestar y pesadumbre en todo momento; ese horrible presagio que antecede a una tragedia.

Esto se puede ver en la forma en que los pueblerinos miran al fanático religioso, a quien ven como un hombre que pertenece más al diablo que a Dios. Esto provoca que el espectador forme ciertas conjeturas, pero son estas mismas conclusiones apresuradas las que hacen que el final de la película se sienta todavía más crudo, aterrador y sorpresivo.

En resumen, aunque Feral es una cinta cuya trama puede no ser tan original (remontando a cintas como The Woman, The Offspring o hasta por momentos a la mexicana Canoa), sí es un ejercicio por demás interesante que aunque no aterra hasta el hueso, definitivamente se agradece al ser una propuesta diferente, oscura y hasta turbia en el cine de terror mexicano.