45 días en Jarbar o cómo resignificar el sentido de libertad
POR: VIOLETA ROJAS
09-06-2020 16:42:05
En 2018, César Aréchiga, artista plástico y licenciado en Diseño Gráfico, presentó su documental 45 días en Jarbar, un trabajo experimental, en el que se muestra un ambicioso proyecto de artes plásticas con la ayuda de quince reclusos dentro de un penal de máxima seguridad en México, en el que les enseña a pintar y crear cuadros que expresen qué es la libertad para ellos.
La cinta comienza mostrando la preparación del taller que recrea de forma sencilla un estudio, los presos hacen el papel mediante una técnica olvidada, se lee un encabezado que dice gente olvidada, manufacturan sus propios bastidores, los preparan con gesso (sustancia blanca hecha con tiza, yeso y pigmentos) para comenzar a pintar lo que signifique libertad para ellos; es entonces cuando se gesta una especie de confianza o incluso complicidad entre el director y los hombres que participarán. Con diversas tomas muy bien elegidas, y un muy bien logrado trabajo fotográfico, cada uno de los presos nos cuentan cómo ha sido estar o cómo llegaron a la cárcel, algunos comparten qué les gustaría hacer cuando salgan de ahí.
El filme logra quitar el estigma que porta la gente que ha sido encarcelada, los testimonios de los reos son sinceros, algunos muy profundos, otros muy crudos. Pero siempre nos recuerdan que ellos también son humanos. Por ejemplo, una escena significativa es cuando uno de los presos toca el piano, sonriente y ensimismado en la felicidad que le provoca poder hacer algo con lo que siempre había soñado y nunca imaginó que sería allí donde podría hacerlo.
Es claro que el documental no tiene la intención de justificar los crímenes que hayan cometido los protagonistas y no todos lo cuentan; no obstante, todo el tiempo reflejan que el problema es social y no precisamente individual.
Otro de los reos narra porqué fue sentenciado, “llegué aquí por accidente” dice, cometió un homicidio no intencional y ahí comenzó su historia criminal. Su historia y sus palabras nos confirma que la prisión es una “universidad del crimen” donde se forman relaciones para delinquir, en su caso, con el narco. También nos cuenta que muy pocas personas piensan en salir y corregir su camino, que eso de la reinserción social es una mentira. Otro preso, hablando sobre este mismo tema, dice que se nos han enseñado que ir a la cárcel es el peor castigo que alguien puede recibir y, a través de los años, él se ha dado cuenta que en realidad es un “juego de niños”.
Uno más nos asegura que –“ahora estoy en una fase pacifista, mis padres no me enseñaron las cosas por las que estoy aquí, nos han dicho que debes trabajar para comer, tal vez si tuviéramos más opciones no todos serían narcotraficantes”.
Todas las entrevistas son un retrato fiel de la realidad en la que las personas que nacen en lugares y familias de bajos recursos económicos, tienden a ser discriminadas y muchas veces empujadas a tomar una salida “fácil”. Aunque pertenecer a un cártel no es una actividad precisamente fácil, porque implica renunciar a tu tranquilidad y vivir en un estado de violencia todo el tiempo.
Los presos comparten las decisiones que los llevaron a terminar en un penal de máxima seguridad en el contexto de un México violento (con violento también me refiero a la abismal disparidad de oportunidades), corrupto, elitista y machista. México donde si eres hombre no importa si eres feo, obeso, pero sí importa muchísimo que tengas un super carro y la cartera rebosante de billetes, que, en el final, no sirven para nada si no puedes tener tranquilidad ni estar cerca de tus seres queridos, que en esta guerra todos hemos participado en “desbaratar a México”.
45 días en Jarbar, es una invitación a recordar que los motivos de la delincuencia no siempre son personales, ni aislados, a mirarla como un problema sistémico y complejo, al tiempo que nos exhorta a reconsiderar si el sistema penal funciona, a repensar si lo punitivo no es la vía más efectiva para tener o recuperar el orden social. Esto no quiere decir que los hombres retratados sean víctimas irresponsables; sin embargo, nos muestra que es injusto omitir los factores que abonaron a su situación y que son lo peor de México.
En 2018, César Aréchiga, artista plástico y licenciado en Diseño Gráfico, presentó su documental 45 días en Jarbar, un trabajo experimental, en el que se muestra un ambicioso proyecto de artes plásticas con la ayuda de quince reclusos dentro de un penal de máxima seguridad en México, en el que les enseña a pintar y crear cuadros que expresen qué es la libertad para ellos.
La cinta comienza mostrando la preparación del taller que recrea de forma sencilla un estudio, los presos hacen el papel mediante una técnica olvidada, se lee un encabezado que dice gente olvidada, manufacturan sus propios bastidores, los preparan con gesso (sustancia blanca hecha con tiza, yeso y pigmentos) para comenzar a pintar lo que signifique libertad para ellos; es entonces cuando se gesta una especie de confianza o incluso complicidad entre el director y los hombres que participarán. Con diversas tomas muy bien elegidas, y un muy bien logrado trabajo fotográfico, cada uno de los presos nos cuentan cómo ha sido estar o cómo llegaron a la cárcel, algunos comparten qué les gustaría hacer cuando salgan de ahí.
El filme logra quitar el estigma que porta la gente que ha sido encarcelada, los testimonios de los reos son sinceros, algunos muy profundos, otros muy crudos. Pero siempre nos recuerdan que ellos también son humanos. Por ejemplo, una escena significativa es cuando uno de los presos toca el piano, sonriente y ensimismado en la felicidad que le provoca poder hacer algo con lo que siempre había soñado y nunca imaginó que sería allí donde podría hacerlo.
Es claro que el documental no tiene la intención de justificar los crímenes que hayan cometido los protagonistas y no todos lo cuentan; no obstante, todo el tiempo reflejan que el problema es social y no precisamente individual.
Otro de los reos narra porqué fue sentenciado, “llegué aquí por accidente” dice, cometió un homicidio no intencional y ahí comenzó su historia criminal. Su historia y sus palabras nos confirma que la prisión es una “universidad del crimen” donde se forman relaciones para delinquir, en su caso, con el narco. También nos cuenta que muy pocas personas piensan en salir y corregir su camino, que eso de la reinserción social es una mentira. Otro preso, hablando sobre este mismo tema, dice que se nos han enseñado que ir a la cárcel es el peor castigo que alguien puede recibir y, a través de los años, él se ha dado cuenta que en realidad es un “juego de niños”.
Uno más nos asegura que –“ahora estoy en una fase pacifista, mis padres no me enseñaron las cosas por las que estoy aquí, nos han dicho que debes trabajar para comer, tal vez si tuviéramos más opciones no todos serían narcotraficantes”.
Todas las entrevistas son un retrato fiel de la realidad en la que las personas que nacen en lugares y familias de bajos recursos económicos, tienden a ser discriminadas y muchas veces empujadas a tomar una salida “fácil”. Aunque pertenecer a un cártel no es una actividad precisamente fácil, porque implica renunciar a tu tranquilidad y vivir en un estado de violencia todo el tiempo.
Los presos comparten las decisiones que los llevaron a terminar en un penal de máxima seguridad en el contexto de un México violento (con violento también me refiero a la abismal disparidad de oportunidades), corrupto, elitista y machista. México donde si eres hombre no importa si eres feo, obeso, pero sí importa muchísimo que tengas un super carro y la cartera rebosante de billetes, que, en el final, no sirven para nada si no puedes tener tranquilidad ni estar cerca de tus seres queridos, que en esta guerra todos hemos participado en “desbaratar a México”.
45 días en Jarbar, es una invitación a recordar que los motivos de la delincuencia no siempre son personales, ni aislados, a mirarla como un problema sistémico y complejo, al tiempo que nos exhorta a reconsiderar si el sistema penal funciona, a repensar si lo punitivo no es la vía más efectiva para tener o recuperar el orden social. Esto no quiere decir que los hombres retratados sean víctimas irresponsables; sin embargo, nos muestra que es injusto omitir los factores que abonaron a su situación y que son lo peor de México.