1917: Cómo hacer poesía en imágenes
POR: SAÚL ARELLANO MONTORO
20-01-2020 01:17:35
Si Apocalypse Now (1979), de Coppola es la ÓPERA de la guerra, Jhonny Got His Gun (1971), de Trumbo la SINRAZÓN y Dunkirk (2018), de Nolan es la PSIQUE de la misma; 1917, de Sam Mendes se eleva como la poesía de la guerra en toda su métrica y sensibilidad a través del cine.
1917 de Sam Mendes es una de esas películas que devuelven la fe al espectador respecto al oficio de contar historias mediante imágenes en movimiento. Una puesta en escena que deja bien claro que el cine nunca debe perder la esencia del mismo por mucho que la tendencia sea el formato streaming como la “exhibición del futuro”. Cada escaparate tiene su valía y más por una cuestión de narración y forma en la que los creadores pretenden utilizar las herramientas de su elección para llevar la historia a más espectadores y Mendes decidió hacer cine para el cine con el formato más adecuado para contar la historia que su abuelo le dejó - en el más puro y ancestral oficio - como herencia oral y personal.
Porque no solo se trata de contar sino de involucrarnos en la historia mediante todos los recursos que un director tiene para convertir una anécdota familiar en una historia que representa lo más entrañable y emotivo de la humanidad ante los horrores de la guerra.
“...EL MUNDO DEBE SER SEGURO PARA LA DEMOCRÁCIA”
Abril de 1917 fue no solo la entrada de los EEUU a la Primera Guerra sino también el peor año para la incipiente Fuera Aérea Real que sufrió grandes pérdidas contra los alemanes, lo que dio como resultado un fenómeno que solo en combate se puede dar: Una caída en el ánimo de los soldados y también, curiosamente, el crecimiento del orgullo patrio; especialmente en el ejército británico.
En medio de este caos entre imperios de principios de siglo XX, el drama humano es resaltado en la persona de dos soldados británicos que tiene la misión de entregar un mensaje que evitará una tragedia en las tropas de su Majestad. Desde el principio la cámara de Roger Deakins nos permite ser el tercer soldado que acompaña durante toda la misión a los personajes principales permitiéndonos también involucrarnos en la estupidez y fatalidad de una guerra sangrienta en un plano secuencia teóricamente ininterrumpido donde terminamos en un punto casi idéntico del que partimos pero con una experiencia sobrecogedora que no teníamos al dar el primer paso de este viaje lleno de altibajos y sensaciones mezcladas de incredulidad, miedo, amistad, valentía, supervivencia y amor por la vida.
Los cabos Blake y Schofield representan a toda la juventud que se involucró en esa Primera Guerra del siglo XX donde las motivaciones puestas sobre sus hombros tenían que ver con la defensa de lo que ellos más amaban y que si dejaban al “enemigo” avanzar podrían perderlo; la chispa necesaria para satisfacer a todos aquellos que gozan y viven de la masacre a gran escala para mantener a la nación ocupada en otros temas.
“... ESTAMOS PELEANDO UNA GUERRA SIN SENTIDO NI LÓGICA ALGUNA”
Los horrores de la guerra presentados por Mendes son igual de sustanciales que los momentos de humanidad de los personajes principales y gracias al trabajo preciosista al que nos tiene acostumbrados Deakins es que podemos, en medio de todo el salvajismo mostrado como consecuencia de la Guerra, tener una iconografía que (como bien apunta la historiadora de arte Mónica Barrón) emula a los grandes prerafaelistas de mediados del siglo XIX, los claroscuros de Caravaggio o los ambientes brumosos de William Turner.
Deakon no solo nos envuelve en la crudeza del contexto visual sino que se da el lujo de llevarnos de la mano en los pasajes más poéticos del razonamiento anti-belicista inconsciente del personaje de Schofield y la esperanza de regresar de una situación mortalmente absurda a la realidad de su entorno familiar una vez que entrega el mensaje - no menos importante - en la batalla al Teniente Blake para dar a toda la película el motivo humano dentro de la sinrazón.
EN RESUMEN
1917 es una película que nos regresa el amor al cine por el cine que debe apreciarse en el formato de la gran pantalla y no solo porque fue filmada a gran escala (IMAX de origen) sino por la sustancia de lo que significa narrar una historia impecable donde la tecnología no es más que una herramienta que apoya la forma en la que el director nos quiere hacer llegar el mensaje mediante una amplia gama de sensaciones y reflexiones mientras nos movemos desde el punto de partida (la aún conservada inocencia) hasta el final (la reflexión de vida luego de las atrocidades).
Y aun cuando 1917 no ganase el Oscar este año, la importancia de la misma no se vería en lo absoluto afectada porque esta es una de esas películas que trasciende el oropel y la visión comercial para colocarse como una de las mejores historias contadas mediante imagen y poesía de la cinematografía mundial.
Si Apocalypse Now (1979), de Coppola es la ÓPERA de la guerra, Jhonny Got His Gun (1971), de Trumbo la SINRAZÓN y Dunkirk (2018), de Nolan es la PSIQUE de la misma; 1917, de Sam Mendes se eleva como la poesía de la guerra en toda su métrica y sensibilidad a través del cine.
1917 de Sam Mendes es una de esas películas que devuelven la fe al espectador respecto al oficio de contar historias mediante imágenes en movimiento. Una puesta en escena que deja bien claro que el cine nunca debe perder la esencia del mismo por mucho que la tendencia sea el formato streaming como la “exhibición del futuro”. Cada escaparate tiene su valía y más por una cuestión de narración y forma en la que los creadores pretenden utilizar las herramientas de su elección para llevar la historia a más espectadores y Mendes decidió hacer cine para el cine con el formato más adecuado para contar la historia que su abuelo le dejó - en el más puro y ancestral oficio - como herencia oral y personal.
Porque no solo se trata de contar sino de involucrarnos en la historia mediante todos los recursos que un director tiene para convertir una anécdota familiar en una historia que representa lo más entrañable y emotivo de la humanidad ante los horrores de la guerra.
“...EL MUNDO DEBE SER SEGURO PARA LA DEMOCRÁCIA”
Abril de 1917 fue no solo la entrada de los EEUU a la Primera Guerra sino también el peor año para la incipiente Fuera Aérea Real que sufrió grandes pérdidas contra los alemanes, lo que dio como resultado un fenómeno que solo en combate se puede dar: Una caída en el ánimo de los soldados y también, curiosamente, el crecimiento del orgullo patrio; especialmente en el ejército británico.
En medio de este caos entre imperios de principios de siglo XX, el drama humano es resaltado en la persona de dos soldados británicos que tiene la misión de entregar un mensaje que evitará una tragedia en las tropas de su Majestad. Desde el principio la cámara de Roger Deakins nos permite ser el tercer soldado que acompaña durante toda la misión a los personajes principales permitiéndonos también involucrarnos en la estupidez y fatalidad de una guerra sangrienta en un plano secuencia teóricamente ininterrumpido donde terminamos en un punto casi idéntico del que partimos pero con una experiencia sobrecogedora que no teníamos al dar el primer paso de este viaje lleno de altibajos y sensaciones mezcladas de incredulidad, miedo, amistad, valentía, supervivencia y amor por la vida.
Los cabos Blake y Schofield representan a toda la juventud que se involucró en esa Primera Guerra del siglo XX donde las motivaciones puestas sobre sus hombros tenían que ver con la defensa de lo que ellos más amaban y que si dejaban al “enemigo” avanzar podrían perderlo; la chispa necesaria para satisfacer a todos aquellos que gozan y viven de la masacre a gran escala para mantener a la nación ocupada en otros temas.
“... ESTAMOS PELEANDO UNA GUERRA SIN SENTIDO NI LÓGICA ALGUNA”
Los horrores de la guerra presentados por Mendes son igual de sustanciales que los momentos de humanidad de los personajes principales y gracias al trabajo preciosista al que nos tiene acostumbrados Deakins es que podemos, en medio de todo el salvajismo mostrado como consecuencia de la Guerra, tener una iconografía que (como bien apunta la historiadora de arte Mónica Barrón) emula a los grandes prerafaelistas de mediados del siglo XIX, los claroscuros de Caravaggio o los ambientes brumosos de William Turner.
Deakon no solo nos envuelve en la crudeza del contexto visual sino que se da el lujo de llevarnos de la mano en los pasajes más poéticos del razonamiento anti-belicista inconsciente del personaje de Schofield y la esperanza de regresar de una situación mortalmente absurda a la realidad de su entorno familiar una vez que entrega el mensaje - no menos importante - en la batalla al Teniente Blake para dar a toda la película el motivo humano dentro de la sinrazón.
EN RESUMEN
1917 es una película que nos regresa el amor al cine por el cine que debe apreciarse en el formato de la gran pantalla y no solo porque fue filmada a gran escala (IMAX de origen) sino por la sustancia de lo que significa narrar una historia impecable donde la tecnología no es más que una herramienta que apoya la forma en la que el director nos quiere hacer llegar el mensaje mediante una amplia gama de sensaciones y reflexiones mientras nos movemos desde el punto de partida (la aún conservada inocencia) hasta el final (la reflexión de vida luego de las atrocidades).
Y aun cuando 1917 no ganase el Oscar este año, la importancia de la misma no se vería en lo absoluto afectada porque esta es una de esas películas que trasciende el oropel y la visión comercial para colocarse como una de las mejores historias contadas mediante imagen y poesía de la cinematografía mundial.