Vidar, el vampiro: Un homenaje feroz, disparatado y libertino

POR: MAURICIO HERNÁNDEZ

29-08-2018 14:42:54

Vidar el vampiro


El subgénero de vampiros, a pesar de estar actualmente en una nota baja, ha dejado grandes clásicos como el Nosferatu de Murnau, así como otros grandes bodrios: la trilogía innombrable de Crepúsculo con esos seres brillosos quesque vampiros. Para añadir a las diferentes representaciones que se le han hecho a estos seres míticos, los directores Thomas Aske Berg y Frederik Waldeland crearon Vidar, el vampiro, filme que forma parte de la programación de Macabro, Festival Internacional de Cine de Horror de la Ciudad de México.  

Cansado de su falta de éxito en la vida, Vidar (Thomas Aske Berg), un extraño granjero criado con una ideario católico, ruega a Dios para que le ayude a encontrar algún sentido a su existencia. Desde ahí se aborda el relato de su existencia con pecado, traumas y demás.


Contada mayormente desde un diván, el caminante nocturno rememora sus trágicas vivencias con una sátira hacia la rama vampiresca y sus convenciones, donde estos entes son mayormente serios y malvados por naturaleza. Debido a la eficiente exploración del personaje, notamos que su tendencia a la agresión se debe al rechazo y a la falta de cariño que sufrió desde chico, o sea, venganza. Esta combinación de comedia con la vida claramente trágica de Vidar logra amalgamar la trama, convirtiéndola en una tragicomedia entremezclada con el horror.


La cinta también presenta una grandiosa crítica humorística hacia la religión, encarnada con el personaje de Jesús (Brigt Skrettingland). Sí, ese Jesús. Lejos de aquel ser iluminado y bueno como ninguno, este Jesucristo es un depravado, alcohólico y gran amigo del protagonista; es más, fue quien le ayudó a romper las barreras ideológicas de su fe al, literalmente, darle una introducción por la vía oral (ya verán a lo que me refiero y es probablemente lo que imaginan). Para completar el comentario, se enjuician varios aspectos de la moral cristiana, según pura, pero que da para ser reconsiderada por el propio texto bíblico -usando, por supuesto, la posibilidad de la interpretación-. Por ejemplo: si Dios convierte el agua en vino, ¿esa habilidad no le convierte en el borracho más grande? Te pone a pensar…



Recurriendo de nuevo a las páginas sagradas, se construye a este Mesías: un egoísta y narcisista de primera. La combinación de ambas figuras completa un dúo que desborda simpatía y se consume en una extravaganza repleta de alcohol, juntándose obsesión notoria por el sexo y afecto que el vampiro no ha conseguido. Claro que podría ser excesivo para algunas personas, pero es un giro sumamente refrescante para esta rama.


Para oscilar constantemente entre las risas, el asombro y la melancolía, el acompañamiento musical es bastante preciso con las pistas originales cargadas con un suave estilo de blues oscuro, cuyas letras describen los momentos en pantalla y ambientan este cuento salvaje. Asimismo, el trabajo fotográfico, con mayor función de acompañamiento, refuerza el discurso semibiográfico del filme.


A pesar de lo que pueda parecer y según las palabras del director, Vidar, el vampiro sí sirve como un homenaje al subgénero de los vampiros. Un homenaje feroz, disparatado y libertino, pero homenaje a fin de cuentas.



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