El amargo Buquinista
POR: YESENIA TORRES
20-08-2018 10:01:53
Lleno de clichés, el filme El Buquinista, dirigido por Gibrán Bazán, resulta ser un melodrama estilo mexicano-francés demasiado predecible y con secuencias bastante ilógicas.
La historia se centra en el amor que Lucien, un hombre viudo, solitario y amargado, parece encontrar en Ellen, una joven muchos años menor que él, quien parece poseer una esencia similar a la de su esposa difunta. Por ser bonita y huérfana, la joven se dedica a dar satisfacción sexual (manual) a hombres adultos que visitan una obra de teatro experimental.
Lucien encuentra un cuaderno que contiene las instrucciones matemáticas que indican como regresar a la vida a los seres queridos, y el cual pertenecía al supuesto tío de la chica, quien enloqueció al intentar lograrlo sin tener éxito.
Este melodrama mexica-francés tuvo como locación una parte bastante conocida de la Colonia Roma al igual que la librería. De forma errónea, el arte en las casas que habitan nuestros dos protagonistas no terminan de cuajar con la forma de vida y modo de pensar de cada uno de ellos.
Los libros que se intentan volver personajes dentro de la historia terminan por convertirse en el principal objeto decorativo. No encontramos ninguna historia o acercamiento literario en la cinta que nos hace sospechar que así debe ser, más allá de referirse a un buquinista parisino que vive en una colonia de Ciudad de México.
Al estilo francés, la cinta es narrada en primera persona como sujeto omnipresente. La película abusa de elipsis y deja en la incoherencia la secuencia de algunos personajes que lejos de parecer cómicos, distraen. Del mismo modo, no terminamos de comprender o sentirnos cercanos al viejo librero ni a la joven, bastante adornada de ingenuidad y malicia.
El Buquinista del director mexicano Gibrán Bazán, puede parecer un esfuerzo por rendir homenaje a los antiguos libreros, sin embargo, cualquier amante de las letras no estaría en acuerdo al pensar que los seguidores del papel impreso se puedan extinguir.
En otro universo, desarrollar la historia sobre la vulnerabilidad de las personas y el como se convierten en cuerpos desalmados tras una perdida puede ser más interesante que el supuesto proceso alquímico, que de forma inentendible se intenta en El buquinista.
Lleno de clichés, el filme El Buquinista, dirigido por Gibrán Bazán, resulta ser un melodrama estilo mexicano-francés demasiado predecible y con secuencias bastante ilógicas.
La historia se centra en el amor que Lucien, un hombre viudo, solitario y amargado, parece encontrar en Ellen, una joven muchos años menor que él, quien parece poseer una esencia similar a la de su esposa difunta. Por ser bonita y huérfana, la joven se dedica a dar satisfacción sexual (manual) a hombres adultos que visitan una obra de teatro experimental.
Lucien encuentra un cuaderno que contiene las instrucciones matemáticas que indican como regresar a la vida a los seres queridos, y el cual pertenecía al supuesto tío de la chica, quien enloqueció al intentar lograrlo sin tener éxito.
Este melodrama mexica-francés tuvo como locación una parte bastante conocida de la Colonia Roma al igual que la librería. De forma errónea, el arte en las casas que habitan nuestros dos protagonistas no terminan de cuajar con la forma de vida y modo de pensar de cada uno de ellos.
Los libros que se intentan volver personajes dentro de la historia terminan por convertirse en el principal objeto decorativo. No encontramos ninguna historia o acercamiento literario en la cinta que nos hace sospechar que así debe ser, más allá de referirse a un buquinista parisino que vive en una colonia de Ciudad de México.
Al estilo francés, la cinta es narrada en primera persona como sujeto omnipresente. La película abusa de elipsis y deja en la incoherencia la secuencia de algunos personajes que lejos de parecer cómicos, distraen. Del mismo modo, no terminamos de comprender o sentirnos cercanos al viejo librero ni a la joven, bastante adornada de ingenuidad y malicia.
El Buquinista del director mexicano Gibrán Bazán, puede parecer un esfuerzo por rendir homenaje a los antiguos libreros, sin embargo, cualquier amante de las letras no estaría en acuerdo al pensar que los seguidores del papel impreso se puedan extinguir.
En otro universo, desarrollar la historia sobre la vulnerabilidad de las personas y el como se convierten en cuerpos desalmados tras una perdida puede ser más interesante que el supuesto proceso alquímico, que de forma inentendible se intenta en El buquinista.