Batallas íntimas: Lo personal es político
POR: MAURICIO HERNÁNDEZ
05-06-2018 11:45:39
“Lo personal es político” fue el lema del movimiento feminista de la segunda ola en los años 60 y sigue siendo una fuerte consigna dentro del actual clima sociopolítico, distinguido por la prominencia que ha tomado la lucha femenina. Este enunciado iba contra la concepción existente de que lo que ocurría en las esferas personales de las mujeres eran detalles sin relevancia política.
Haciendo juego con este fundamental enunciado que llama a la obtención de soluciones colectivas y entender lo político de la vida personal, el largometraje documental Batallas íntimas, dirigido por Lucía Gajá busca visibilizar la violencia doméstica en diferentes latitudes -cinco casos de cinco mujeres con distintas nacionalidades, un gran reto en términos de producción que merece reconocimiento- para exponer la violencia de género como un problema internacional y, desafortunadamente, inherente a la condición femenina.
Al iniciar con el discurso de un cura que llama a la esposa a ser “el sostén del hogar con su alegría” y a aguantar enormes dificultades por la unión familiar, se expone la perspectiva del rol femenino en un esquema tradicionalista de sociedad patriarcal; siempre sometida por el bien de todos, dejando de lado su naturaleza como ser humano que puede sufrir. Continúa con fragmentos del añorado día de bodas, destacando lo aparentemente conmovedor que es, para después romper con trozos de su desgarrador testimonio de horrísono maltrato. Aquí yace una de las virtudes del filme: lo contundente de discurso. En casi todo el desarrollo no podemos más que escuchar el progresivo avance de los ataques hacia estas mujeres, lo que funciona como una tajante llamada de atención para entender esto como un asunto que debe ser resuelto de manera colectiva y dejando fuera cualquier separación entre las esferas pública y privada.
La sensibilidad y el tacto son importantes para tratar con este tipo de cuestiones, pues, así como no se escatimó en detalles para que el espectador dimensione la magnitud de la sofocante violencia, también es notoria la confianza que Gajá inspiró en las protagonistas para que cooperaran a plenitud por el bien del mensaje pretendido.
Entre las historias de las mujeres, quedaron insertos planos interesantes que sirvieron para simbolizar ciertos elementos del trasfondo: una estatua de cuerpo femenino sumergida en el océano, cubierta de coral y en visible erosión para representar el desgaste que provoca la asfixia de una vida llena de agresiones; la imagen de una de las chicas descendiendo en el agua para figurar la incertidumbre de aventurarse a la vida post divorcio, entre otras imágenes atractivas que, siguiendo una tendencia del documental contemporáneo, enriquecieron con toques de ficción a una estructura eminentemente verídica. La técnica al servicio de la -terrible- realidad.
Fuera de algunos desperfectos en el montaje, Batallas íntimas conforma una fuerte declaración que, con gran virtud, suma al discurso contra la violencia de género, ayuda a la concientización del espectador y deja un apremiante y necesario aire de esperanza que existe en el reencuentro pacífico con el propio ser. Lo personal es político y es momento de hablar de ello.
“Lo personal es político” fue el lema del movimiento feminista de la segunda ola en los años 60 y sigue siendo una fuerte consigna dentro del actual clima sociopolítico, distinguido por la prominencia que ha tomado la lucha femenina. Este enunciado iba contra la concepción existente de que lo que ocurría en las esferas personales de las mujeres eran detalles sin relevancia política.
Haciendo juego con este fundamental enunciado que llama a la obtención de soluciones colectivas y entender lo político de la vida personal, el largometraje documental Batallas íntimas, dirigido por Lucía Gajá busca visibilizar la violencia doméstica en diferentes latitudes -cinco casos de cinco mujeres con distintas nacionalidades, un gran reto en términos de producción que merece reconocimiento- para exponer la violencia de género como un problema internacional y, desafortunadamente, inherente a la condición femenina.
Al iniciar con el discurso de un cura que llama a la esposa a ser “el sostén del hogar con su alegría” y a aguantar enormes dificultades por la unión familiar, se expone la perspectiva del rol femenino en un esquema tradicionalista de sociedad patriarcal; siempre sometida por el bien de todos, dejando de lado su naturaleza como ser humano que puede sufrir. Continúa con fragmentos del añorado día de bodas, destacando lo aparentemente conmovedor que es, para después romper con trozos de su desgarrador testimonio de horrísono maltrato. Aquí yace una de las virtudes del filme: lo contundente de discurso. En casi todo el desarrollo no podemos más que escuchar el progresivo avance de los ataques hacia estas mujeres, lo que funciona como una tajante llamada de atención para entender esto como un asunto que debe ser resuelto de manera colectiva y dejando fuera cualquier separación entre las esferas pública y privada.
La sensibilidad y el tacto son importantes para tratar con este tipo de cuestiones, pues, así como no se escatimó en detalles para que el espectador dimensione la magnitud de la sofocante violencia, también es notoria la confianza que Gajá inspiró en las protagonistas para que cooperaran a plenitud por el bien del mensaje pretendido.
Entre las historias de las mujeres, quedaron insertos planos interesantes que sirvieron para simbolizar ciertos elementos del trasfondo: una estatua de cuerpo femenino sumergida en el océano, cubierta de coral y en visible erosión para representar el desgaste que provoca la asfixia de una vida llena de agresiones; la imagen de una de las chicas descendiendo en el agua para figurar la incertidumbre de aventurarse a la vida post divorcio, entre otras imágenes atractivas que, siguiendo una tendencia del documental contemporáneo, enriquecieron con toques de ficción a una estructura eminentemente verídica. La técnica al servicio de la -terrible- realidad.
Fuera de algunos desperfectos en el montaje, Batallas íntimas conforma una fuerte declaración que, con gran virtud, suma al discurso contra la violencia de género, ayuda a la concientización del espectador y deja un apremiante y necesario aire de esperanza que existe en el reencuentro pacífico con el propio ser. Lo personal es político y es momento de hablar de ello.