Sunka Raku: Caminamos por el infierno, contemplando flores
POR: ALMA AGUILAR FUNES
30-05-2018 14:58:37
La dureza que transitamos día con día nos impide apreciar las pequeñas bellezas del mundo que nos rodea. Su contemplación, apenas por unos segundos, podría cambiar nuestra forma de disfrutar un día e incluso, de caminar toda una vida. Con una mirada así de reflexiva y alejada de prejuicios, Hari Sama retrata la vida de un personaje fuera de serie en su más reciente documental, Sunka Raku.
Dedicado a Roberto Behar –apasionado del clavecín, especialista en certería, publicista y por destino, constructor de una casa de té japonesa–, este filme está dividido en cuatro capítulos nombrados como las épocas del año. Comenzando por el invierno, la cinta parece transitar de una ficción dramática a un documental contemplativo en el que poco a poco aparecen rostros conocidos para dar testimonio de una vida tan compleja como interesante.
Entre esas voces se encuentra la de su propio protagonista, quien narra su historia comenzando por la emigración que vivió su padre tras una enfermedad en la que se perdió su abuelo. Su recorrido parece circundar caminos dolorosos, experiencias terribles que dejan abiertas heridas comunales. Su forma de sanar e ir transformando ese penar va de la mano con imágenes de archivo y animaciones que dan más vida a la narrativa de Sama.
La cuidada fotografía de Miguel López acompaña la historia de Behar, que va cobrando un ambiente más íntimo con la música a cargo de Erick Bongcam. El título de la cinta, Sunka Raku hace referencia hacia el final de la historia, que es una frase japonesa que podría traducirse como “Alegría evanescente” y que explican, se refiere a la alegría del momento, la que se esfuma, la que está y desaparece, pues es la única que existe. Es el disfrutar del presente y alegrarse con él. Sabiduría japonesa que utiliza el cineasta mexicano, quien a su vez se ayuda de un famoso haiku de Matsuo Bashō que le da un sentido más claro a este filme:
“No lo olvides:
caminamos por el infierno,
contemplando flores”
La dureza que transitamos día con día nos impide apreciar las pequeñas bellezas del mundo que nos rodea. Su contemplación, apenas por unos segundos, podría cambiar nuestra forma de disfrutar un día e incluso, de caminar toda una vida. Con una mirada así de reflexiva y alejada de prejuicios, Hari Sama retrata la vida de un personaje fuera de serie en su más reciente documental, Sunka Raku.
Dedicado a Roberto Behar –apasionado del clavecín, especialista en certería, publicista y por destino, constructor de una casa de té japonesa–, este filme está dividido en cuatro capítulos nombrados como las épocas del año. Comenzando por el invierno, la cinta parece transitar de una ficción dramática a un documental contemplativo en el que poco a poco aparecen rostros conocidos para dar testimonio de una vida tan compleja como interesante.
Entre esas voces se encuentra la de su propio protagonista, quien narra su historia comenzando por la emigración que vivió su padre tras una enfermedad en la que se perdió su abuelo. Su recorrido parece circundar caminos dolorosos, experiencias terribles que dejan abiertas heridas comunales. Su forma de sanar e ir transformando ese penar va de la mano con imágenes de archivo y animaciones que dan más vida a la narrativa de Sama.
La cuidada fotografía de Miguel López acompaña la historia de Behar, que va cobrando un ambiente más íntimo con la música a cargo de Erick Bongcam. El título de la cinta, Sunka Raku hace referencia hacia el final de la historia, que es una frase japonesa que podría traducirse como “Alegría evanescente” y que explican, se refiere a la alegría del momento, la que se esfuma, la que está y desaparece, pues es la única que existe. Es el disfrutar del presente y alegrarse con él. Sabiduría japonesa que utiliza el cineasta mexicano, quien a su vez se ayuda de un famoso haiku de Matsuo Bashō que le da un sentido más claro a este filme:
“No lo olvides:
caminamos por el infierno,
contemplando flores”