Faces Places: La magia de poder ver

POR: GUSTAVO AMBROSIO

26-04-2018 13:21:03


Desde que éramos niños, mi hermana y yo vamos al cine juntos, así tuviéramos que engañar a nuestro padre para conseguirlo. Ver lugares, rostros, efectos visuales, diferentes mundos en una pantalla. El gozo supremo.

Ella es oftalmóloga y  a partir de que empezó a dar consultas, asegura que a diario les comunica a tres o cuatro personas que ya nunca más volverán a ver. Cuando me dijo eso un terror nostálgico se apoderó de mí, ¿y si las cosas desaparecieran aun cuando siguiera respirando?


Ese mismo miedo parece haber impulsado a Agnès Varda a realizar junto con J.R. el documental nominado al Oscar Visages Village (Rostros y lugares), el cual fui a ver con la “doctora de ojos” como le llaman sus pacientes.


No es necesario hablar de encuadres, música, montaje, ni nada, del documental. Ni siquiera sé si es necesario presentar a una de las últimas grandes cineastas de la Nouvelle vage y a su compañero de fórmula J.R., el muralista “misterioso”. Me parece más importante resaltar el canto a la mirada que realizan estos dos personajes a lo largo del filme.


La mirada no sólo como un sentido pasivo del ser humano, agredido por el bombardeo del mercado y los medios, sino como una forma de reconstrucción sin manos, una forma de hablar sin retórica, una forma de abrazar sin brazos.


Los recorridos que hacen ambos personajes tienen el fin de exaltar nuestros ojos, no sólo los de Varda que se van apagando día a día, sino los de todos, aún los de J.R. que jamás se muestran sin sus gafas oscuras.


Espejos del alma, fuente de recuerdos, cámaras integradas a nuestros cuerpos. Los ojos sirven para revertir la demolición de una villa minera, para exaltar una historia del pasado, para embellecer paredes con una mujer anónima, para fomentar la unión en una empresa, para reafirmar lo femenino en un mundo de hombres o simplemente para viajar a lugares que nunca conoceremos.



Visages Villages nos invita a pensar en cómo observamos nuestro entorno, a pensar en la fotografía y el cine como herramientas de lucimiento o presunción del ego, y sí como fuentes inagotables de la memoria, que pueden resanar diferencias o aplacar la melancolía.


Sin embargo, estas mismas, pueden hacernos conscientes de lo poco que podemos abarcar a lo largo de la vida y nos da cuenta que mirar al pasado es un recordatorio de que estamos a punto de dejar de ver en el presente.


Los dos artistas de la imagen, tan distantes en generaciones, conociéndose a través de su creación, sus miradas, descubriendo juntos lugares, caras y hasta animales, ponen en perspectiva este mundo donde prevalece “lo visual” y en el cual estamos viendo cada vez menos, estamos perdiendo la vista, las pupilas se están distorsionando a pesar de que podamos distinguir bien colores y formas.


Cuando termina la película, observo a mi hermana, y me doy cuenta que ambos hemos visto rostros y lugares similares. Me doy cuenta que ella sabe la importancia de un filme como este porque ella trata a diario de que no se apaguen muchas cámaras. La tarea de cada uno, de nuestras almas de camarógrafos o fotógrafos, debe ser  usar la mirada para  retratar la vida, como  Agnès o J.R y no perderla antes de morir.


 


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