Sueños tras las rejas: cronología del cine carcelario
POR: ULISES CASTAÑEDA
10-04-2018 00:55:20
“Yo tocaba la armónica cuando era joven, luego dejó de interesarme, dime ¿qué sentido tendría aquí?”, dice Ellis 'Red' Redding, el emblemático personaje de Morgan Freeman en Sueño de fuga en la charla que tiene con Andy Dufresne, encarnado por Tim Robbins, quien le contesta: “Aquí es donde más sentido tiene, la necesitas para no olvidar”. “¿Olvidar?”, se cuestiona incrédulo Red y Andy trata de explicar: “Olvidar que hay cosas en el mundo que no están hechas de piedra, que tienes, que hay algo dentro que no te pueden quitar, que es tuyo”. “¿De qué estás hablando?”, Red hace una nueva replica; “De esperanza”, responde Andy y Red cierra de forma inolvidable: “Esperanza. Amigo deja que te explique, la esperanza es muy peligrosa, puede volver a un hombre loco, aquí dentro es del todo inútil, más vale que te hagas a la idea”.
Éste es uno de los diálogos más recordados del cine en cuanto a las películas carcelarias se refiere y que en esta ocasión Encuadres recuerda con motivo del estreno en México de La 4ta Compañía, el filme nacional que conquistó los Premios Ariel el año pasado. Desde la ira, la soledad y el espíritu de libertad. Las películas sobre cárceles representan una oportunidad para descubrir el interior de las prisiones, sin que por ello se deba sufrir castigo alguno. Condenas injustas, cadenas perpetuas, grandes escapes, amistades dentro de prisión, abusos de oficiales, todo esto se ve en este tipo de filmes que vale la pena ver y disfrutar.
Podría decirse que la primera gran película contextualizada en la cárcel es El presidio (1930), un filme dirigido por George W. Hill, un filme que pretende demostrar los grandes vacíos e imperfecciones del sistema penitenciario en la historia de un hombre que termina preso tras matar accidentalmente a dos personas en un choque. El filme ganador de dos Oscars, cuenta cómo el personaje encarnado por Robert Montgomery tiene que introducirse al crimen interno para salvarse.
En esa década también destaca Soy fugitivo (1932), de Mervyn LeRoy, que retrata las duras condiciones de los campos de presos encadenados entre sí y sometidos a trabajos más propios de la antigua Babilonia, como picar piedra. Mientras que otros como San Quentin (1937), de Lloyd Bacon, sigue la línea de mostrar el castigo duro para que ocurra una reinserción en la sociedad.
Para la década siguiente hubo pocos filmes que abordaron el tema. El caso más destacado es el de Fuerza bruta (1947), de Jules Dassin, que combina elementos de drama, cine negro y thriller para hablar de una metáfora antinazi sobre un grupo de presos que deciden revelarse contra el sádico capitán a cargo de la penitenciaría.
En los años 50, el cineasta Billy Wilder le dio un Oscar al Mejor Actor a William Holden, por su papel en Traidor en el infierno (1953). En este filme, también con marca de la Segunda Guerra Mundial da vida al Sargento Sefton, que está en un campo de prisioneros alemán junto a otros 600 compañeros, pero un día tras la sospechosa muerte de dos de ellos el grupo decide juzgarlo como espía nazi.
El otro filme destacado es Un condenado a muerte se ha escapado (1956), del legendario Robert Bresson, por el cual ganó el premio al Mejor Director de Cannes, con la historia de Fontaine, un joven de 27 años miembro de la Resistencia francesa que lucha contra la ocupación nazi y es arrestado por la Gestapo para ser interrogado, pero ante la sospecha de que va a ser ejecutado y empieza a planear su fuga.
Los años 60 fueron importantes para la consolidación del subgénero carcelario. Recién comenzaba la década cuando llegó El hueco (1960), de Jacques Becker, nominado por la Palma de Oro de Cannes, que reflexiona sobre el comportamiento humano en prisión en la frustrante historia de tres hombres encarcelados a quienes, a punto de ejecutar su plan de escape, les añaden un compañero de celda.
Dos años más tarde llegaron dos filmes cruciales. Primero la compasiva y dura historia de un recluso que en medio de su condena decide cuidar de un pájaro que encuentra en la ventana de su calabozo y, entonces, descubre que su verdadera vocación es el estudio de las aves. Se trata de El hombre de Alcatraz (1962), de John Frankenheimer.
El segundo es El gran escape (1963), legendario filme de John Sturges, sobre la laboriosa preparación y fuga de un campo de concentración nazi de varios prisioneros aliados durante la Segunda Guerra Mundial, en la que se ven implicados 250 presos, capitaneados por el mítico Steve McQueen.
También destaca La leyenda del indomable (1967), de Stuart Rosenberg, con una de las mejores actuaciones en la carrera de Paul Newman, en la historia de un veterano de guerra que no acepta las condiciones de la cárcel en la que está condenado.
Ya en los años 70 nos encontramos con Papillón (1973), de Franklin J. Schaffner, con Steve McQueen y Dustin Hoffman a la cabeza del reparto de una historia sobre la complicidad de un condenado y un frágil falsificador, en la que el primero ofrece protección a cambio del dinero que necesita para salir de la cárcel.
Luego está el Expreso de medianoche (1978), de Alan Parker y con Brad Davis como protagonista, en la historia de un chico estadounidense que termina en una cárcel turca tras ser capturado con varios paquetes de hachís. En prisión sufrirá las atrocidades propias de un sistema penitenciario brutal e inhumano.
Al final de la década llegó La fuga de Alcatraz (1979), de Don Siegel, en la que Clint Eastwood da vida a un especialista de fugas que se enfrenta al reto de escapar de una prisión de la que nadie se ha fugado.
En los años 80 hubo dos filmes que sobresalieron en la escena. Primero El beso de la mujer araña (1985), de Héctor Babenco. El filme llegó a los Oscar, con las historias de Molina (William Hurt) y Valentín (Raúl Julia), dos compañeros de celda, se cuentan sus respectivas historias. Molina es un homosexual encarcelado por seducir a un menor. Valentín es un revolucionario que no ha olvidado las torturas a las que ha sido sometido durante los interrogatorios. Con menos repercusión pero con más belleza estética está Bajo el peso de la ley (1986), de Jim Jarmusch, la melancólica historia de tres internos: Zack es un DJ; Jack, un chulo de poca monta y Roberto, un turista italiano.
En los 90, se desató una oleada de filmes sobre el género. Destacan Sueño de fuga (1992) y Milagros inesperados (1999) de Frank Darabont. El primero que reflexiona sobre la redención de Andrew Dufresne (Tim Robbins), quien tras ser condenado a cadena perpetua, es enviado a la cárcel de Shawshank, ahí consigue ganarse la confianza de todos. Tiene uno de los finales más épicos. La segunda es un conmovedor relato sobre la injusticia de un hombre (Michael Clarke Duncan) a quien el jefe de policía (Tom Hanks), busca salvar contra todo.
También está En el nombre del padre (1993), de Jim Sheridan, que tiene una parte crucial en una prisión; también destaca Hijos de la calle (1996), con su crudeza reflexión del difícil paso por la cárcel; la inspiracional historia biográfica del ex boxeador Robin Carter (Denzel Washington), en Huracán (1999); el regreso de Tim Robbins al género pero como director en Pena de muerte (1995) y qué decir de la popular cinta chicana Sangre por sangre (1993).
En el nuevo milenio destacan títulos como Hunger (2008), de Steve McQueen con un Michael Fassbender irreconocible en una histórica huelga de hambre en una prisión de Irlanda; Un profeta (2009), de Jacques Audiard, que nos muestra un interesante filme sobre el manejo de la mafia dentro de una prisión y Celda 211 (2009), de Daniel Monzón, una emocionante crónica de una revuelta anunciada en España.
En México, además de La 4ta Compañía, destacan filmes como El apando (1975), de Felipe Cazals, con una historia que se deriva de cómo tres presos drogadictos arman un plan para que la madre de uno de ellos introduzca droga al penal, y al final todo termina en una enorme trifulca.
“Yo tocaba la armónica cuando era joven, luego dejó de interesarme, dime ¿qué sentido tendría aquí?”, dice Ellis 'Red' Redding, el emblemático personaje de Morgan Freeman en Sueño de fuga en la charla que tiene con Andy Dufresne, encarnado por Tim Robbins, quien le contesta: “Aquí es donde más sentido tiene, la necesitas para no olvidar”. “¿Olvidar?”, se cuestiona incrédulo Red y Andy trata de explicar: “Olvidar que hay cosas en el mundo que no están hechas de piedra, que tienes, que hay algo dentro que no te pueden quitar, que es tuyo”. “¿De qué estás hablando?”, Red hace una nueva replica; “De esperanza”, responde Andy y Red cierra de forma inolvidable: “Esperanza. Amigo deja que te explique, la esperanza es muy peligrosa, puede volver a un hombre loco, aquí dentro es del todo inútil, más vale que te hagas a la idea”.
Éste es uno de los diálogos más recordados del cine en cuanto a las películas carcelarias se refiere y que en esta ocasión Encuadres recuerda con motivo del estreno en México de La 4ta Compañía, el filme nacional que conquistó los Premios Ariel el año pasado. Desde la ira, la soledad y el espíritu de libertad. Las películas sobre cárceles representan una oportunidad para descubrir el interior de las prisiones, sin que por ello se deba sufrir castigo alguno. Condenas injustas, cadenas perpetuas, grandes escapes, amistades dentro de prisión, abusos de oficiales, todo esto se ve en este tipo de filmes que vale la pena ver y disfrutar.
Podría decirse que la primera gran película contextualizada en la cárcel es El presidio (1930), un filme dirigido por George W. Hill, un filme que pretende demostrar los grandes vacíos e imperfecciones del sistema penitenciario en la historia de un hombre que termina preso tras matar accidentalmente a dos personas en un choque. El filme ganador de dos Oscars, cuenta cómo el personaje encarnado por Robert Montgomery tiene que introducirse al crimen interno para salvarse.
En esa década también destaca Soy fugitivo (1932), de Mervyn LeRoy, que retrata las duras condiciones de los campos de presos encadenados entre sí y sometidos a trabajos más propios de la antigua Babilonia, como picar piedra. Mientras que otros como San Quentin (1937), de Lloyd Bacon, sigue la línea de mostrar el castigo duro para que ocurra una reinserción en la sociedad.
Para la década siguiente hubo pocos filmes que abordaron el tema. El caso más destacado es el de Fuerza bruta (1947), de Jules Dassin, que combina elementos de drama, cine negro y thriller para hablar de una metáfora antinazi sobre un grupo de presos que deciden revelarse contra el sádico capitán a cargo de la penitenciaría.
En los años 50, el cineasta Billy Wilder le dio un Oscar al Mejor Actor a William Holden, por su papel en Traidor en el infierno (1953). En este filme, también con marca de la Segunda Guerra Mundial da vida al Sargento Sefton, que está en un campo de prisioneros alemán junto a otros 600 compañeros, pero un día tras la sospechosa muerte de dos de ellos el grupo decide juzgarlo como espía nazi.
El otro filme destacado es Un condenado a muerte se ha escapado (1956), del legendario Robert Bresson, por el cual ganó el premio al Mejor Director de Cannes, con la historia de Fontaine, un joven de 27 años miembro de la Resistencia francesa que lucha contra la ocupación nazi y es arrestado por la Gestapo para ser interrogado, pero ante la sospecha de que va a ser ejecutado y empieza a planear su fuga.
Los años 60 fueron importantes para la consolidación del subgénero carcelario. Recién comenzaba la década cuando llegó El hueco (1960), de Jacques Becker, nominado por la Palma de Oro de Cannes, que reflexiona sobre el comportamiento humano en prisión en la frustrante historia de tres hombres encarcelados a quienes, a punto de ejecutar su plan de escape, les añaden un compañero de celda.
Dos años más tarde llegaron dos filmes cruciales. Primero la compasiva y dura historia de un recluso que en medio de su condena decide cuidar de un pájaro que encuentra en la ventana de su calabozo y, entonces, descubre que su verdadera vocación es el estudio de las aves. Se trata de El hombre de Alcatraz (1962), de John Frankenheimer.
El segundo es El gran escape (1963), legendario filme de John Sturges, sobre la laboriosa preparación y fuga de un campo de concentración nazi de varios prisioneros aliados durante la Segunda Guerra Mundial, en la que se ven implicados 250 presos, capitaneados por el mítico Steve McQueen.
También destaca La leyenda del indomable (1967), de Stuart Rosenberg, con una de las mejores actuaciones en la carrera de Paul Newman, en la historia de un veterano de guerra que no acepta las condiciones de la cárcel en la que está condenado.
Ya en los años 70 nos encontramos con Papillón (1973), de Franklin J. Schaffner, con Steve McQueen y Dustin Hoffman a la cabeza del reparto de una historia sobre la complicidad de un condenado y un frágil falsificador, en la que el primero ofrece protección a cambio del dinero que necesita para salir de la cárcel.
Luego está el Expreso de medianoche (1978), de Alan Parker y con Brad Davis como protagonista, en la historia de un chico estadounidense que termina en una cárcel turca tras ser capturado con varios paquetes de hachís. En prisión sufrirá las atrocidades propias de un sistema penitenciario brutal e inhumano.
Al final de la década llegó La fuga de Alcatraz (1979), de Don Siegel, en la que Clint Eastwood da vida a un especialista de fugas que se enfrenta al reto de escapar de una prisión de la que nadie se ha fugado.
En los años 80 hubo dos filmes que sobresalieron en la escena. Primero El beso de la mujer araña (1985), de Héctor Babenco. El filme llegó a los Oscar, con las historias de Molina (William Hurt) y Valentín (Raúl Julia), dos compañeros de celda, se cuentan sus respectivas historias. Molina es un homosexual encarcelado por seducir a un menor. Valentín es un revolucionario que no ha olvidado las torturas a las que ha sido sometido durante los interrogatorios. Con menos repercusión pero con más belleza estética está Bajo el peso de la ley (1986), de Jim Jarmusch, la melancólica historia de tres internos: Zack es un DJ; Jack, un chulo de poca monta y Roberto, un turista italiano.
En los 90, se desató una oleada de filmes sobre el género. Destacan Sueño de fuga (1992) y Milagros inesperados (1999) de Frank Darabont. El primero que reflexiona sobre la redención de Andrew Dufresne (Tim Robbins), quien tras ser condenado a cadena perpetua, es enviado a la cárcel de Shawshank, ahí consigue ganarse la confianza de todos. Tiene uno de los finales más épicos. La segunda es un conmovedor relato sobre la injusticia de un hombre (Michael Clarke Duncan) a quien el jefe de policía (Tom Hanks), busca salvar contra todo.
También está En el nombre del padre (1993), de Jim Sheridan, que tiene una parte crucial en una prisión; también destaca Hijos de la calle (1996), con su crudeza reflexión del difícil paso por la cárcel; la inspiracional historia biográfica del ex boxeador Robin Carter (Denzel Washington), en Huracán (1999); el regreso de Tim Robbins al género pero como director en Pena de muerte (1995) y qué decir de la popular cinta chicana Sangre por sangre (1993).
En el nuevo milenio destacan títulos como Hunger (2008), de Steve McQueen con un Michael Fassbender irreconocible en una histórica huelga de hambre en una prisión de Irlanda; Un profeta (2009), de Jacques Audiard, que nos muestra un interesante filme sobre el manejo de la mafia dentro de una prisión y Celda 211 (2009), de Daniel Monzón, una emocionante crónica de una revuelta anunciada en España.
En México, además de La 4ta Compañía, destacan filmes como El apando (1975), de Felipe Cazals, con una historia que se deriva de cómo tres presos drogadictos arman un plan para que la madre de uno de ellos introduzca droga al penal, y al final todo termina en una enorme trifulca.