Amante por un día o los falsos testamentos del amor
POR: YESENIA TORRES
09-04-2018 09:36:28
Tras enfrentar una ruptura amorosa, una joven veinteañera regresa a casa de su padre, un profesor universitario quien ha encontrado el amor en una de sus alumnas de la misma edad que su hija. Disfrutan de las bondades que ofrece una relación de cartas abiertas: eres libre y no hay exclusividad sexual. La diferencia de edad no es un conflicto, es un banquete entre las altas y bajas pasiones, entre lo secreto y lo seductor que resulta la complicidad bajo la obscuridad. Y entonces sucede, padre, hija y amante viven bajo el mismo techo en un triángulo bizarro que sólo es evidente en la mente del espectador.
El cineasta francés Phillippe Garrel conoce muy bien los falsos testamentos de las relaciones fortuitas y también de las que no. En Amante por un día (L´Amant d´un jour), el director no es generoso con sus personajes pero sí condescendiente con las circunstancias en cada uno de ellos. El discurso en el que el filme parece naufragar es tan frágil que no podría entenderse sin la inconsistencia y contrariedad de sus protagonistas que al final y de forma predecible terminan por construir su propio y complejo concepto de lealtad y sobre el aprender a amar y compartir la vida con alguien sin tener que lastimarse.
Este filme en blanco y negro, como primer y gran guiño de la Nouvelle Vague, fue escrito por el mismo Garrel, junto a Jean - Claude Carrière, gran guionista de Luis Buñuel, por su colaboradora de cabecera Arlette Langmann, y su esposa Caroline Deruas, quien además, es casi 30 años menor que él. Su hija Esther Garrel interpreta a la joven despechada e hija del profesor, mientras que Éric Caravaca y Louise Chevillotte son los valientes y cobardes amantes.
Aunque la película no nos sitúa en una tiempo exacto lo podemos sospechar por las charlas sobre algunas noticias y por la presencia de un solo smartphone. También es evidente la relación de poder y tal vez de género que busca evidenciar el director: ellas son jóvenes y curiosas, mientras que ellos no son capaces de cumplir aquello que afirmaron de forma rotunda, pero que al final son los dueños de las casas a las que ellas son invitadas para después ser despojadas.
Sin embargo, el auto-ensayo de Garret es aún más complejo. El trío crea lazos más poderosos que lo de sangre. Ellas son capaces de guardar secretos como hermanas, pero qué más da, al final, él no deja de ser papá y el maestro, ni una la hija, ni la otra una joven bella que disfruta del control de su sexualidad, absuelta a la idealización romántica tradicional y conservadora del amor, pero ingenua frente a los laberintos y poli-trampas de la redefinición de fidelidad.
Amante por un día es un drama universal: no puedo vivir contigo ni sin ti, en la que se agradece la ausencia del melodrama que bien no hubiese podido ser si no fuera por la gran dirección actoral del cineasta francés, y en el que sin tanto cliché y con un estupendo final nos demuestra que la torpeza transitoria puede ser la única promesa real del amor.
Tras enfrentar una ruptura amorosa, una joven veinteañera regresa a casa de su padre, un profesor universitario quien ha encontrado el amor en una de sus alumnas de la misma edad que su hija. Disfrutan de las bondades que ofrece una relación de cartas abiertas: eres libre y no hay exclusividad sexual. La diferencia de edad no es un conflicto, es un banquete entre las altas y bajas pasiones, entre lo secreto y lo seductor que resulta la complicidad bajo la obscuridad. Y entonces sucede, padre, hija y amante viven bajo el mismo techo en un triángulo bizarro que sólo es evidente en la mente del espectador.
El cineasta francés Phillippe Garrel conoce muy bien los falsos testamentos de las relaciones fortuitas y también de las que no. En Amante por un día (L´Amant d´un jour), el director no es generoso con sus personajes pero sí condescendiente con las circunstancias en cada uno de ellos. El discurso en el que el filme parece naufragar es tan frágil que no podría entenderse sin la inconsistencia y contrariedad de sus protagonistas que al final y de forma predecible terminan por construir su propio y complejo concepto de lealtad y sobre el aprender a amar y compartir la vida con alguien sin tener que lastimarse.
Este filme en blanco y negro, como primer y gran guiño de la Nouvelle Vague, fue escrito por el mismo Garrel, junto a Jean - Claude Carrière, gran guionista de Luis Buñuel, por su colaboradora de cabecera Arlette Langmann, y su esposa Caroline Deruas, quien además, es casi 30 años menor que él. Su hija Esther Garrel interpreta a la joven despechada e hija del profesor, mientras que Éric Caravaca y Louise Chevillotte son los valientes y cobardes amantes.
Aunque la película no nos sitúa en una tiempo exacto lo podemos sospechar por las charlas sobre algunas noticias y por la presencia de un solo smartphone. También es evidente la relación de poder y tal vez de género que busca evidenciar el director: ellas son jóvenes y curiosas, mientras que ellos no son capaces de cumplir aquello que afirmaron de forma rotunda, pero que al final son los dueños de las casas a las que ellas son invitadas para después ser despojadas.
Sin embargo, el auto-ensayo de Garret es aún más complejo. El trío crea lazos más poderosos que lo de sangre. Ellas son capaces de guardar secretos como hermanas, pero qué más da, al final, él no deja de ser papá y el maestro, ni una la hija, ni la otra una joven bella que disfruta del control de su sexualidad, absuelta a la idealización romántica tradicional y conservadora del amor, pero ingenua frente a los laberintos y poli-trampas de la redefinición de fidelidad.
Amante por un día es un drama universal: no puedo vivir contigo ni sin ti, en la que se agradece la ausencia del melodrama que bien no hubiese podido ser si no fuera por la gran dirección actoral del cineasta francés, y en el que sin tanto cliché y con un estupendo final nos demuestra que la torpeza transitoria puede ser la única promesa real del amor.