Entre Dios y el Diablo: La maldición de Thelma
POR: ORIANNA PAZ
21-03-2018 04:10:27
64 MUESTRA
Los ataques psicogénicos han sido confundidos durante años como ataques de epilepsia. Los síntomas aparentemente son los mismos: temblor incontrolable de las articulaciones, descontrol total del cuerpo, sudoración, secreción de espuma por la boca, ojos en blanco. No obstante, la epilepsia está directamente relacionada con una actividad anómala en el cerebro, es decir, se trata de un padecimiento físico, mientras que las convulsiones psicogénicas están asociadas con un mal psicológico ocasionado por exceso de estrés o un trauma severo reprimido por el inconsciente.
Ahora, si a esto le agregamos que a lo largo de los siglos aquellos que sufrieron este tipo de ataques eran, dependiendo de la época, elevados a deidades o acusados de demonios y quemados en la hoguera, tenemos una premisa muy atractiva. Y si además las convulsiones vienen acompañadas por un poder sobrenatural regido por los más oscuros e inconscientes deseos que confluyen en una mujer joven que sin saberlo lo ejerce sobre quienes la rodean, tenemos una película apasionante y perturbadora: La maldición de Thelma, que se estrena en la 64 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.
Joachim Trier, director y guionista danés, responsable de filmes como Reprise. Vivir de nuevo y recientemente Más fuerte que las bombas, regresa a la pantalla grande tras dos años de ausencia con esta inquietante historia acerca de una joven que al mudarse de su casa en un pequeño poblado rural a la gran ciudad para ingresar a la universidad, comienza a experimentar convulsiones sin motivo aparente y bajo las cuales se oculta una terrible maldición.
Trier construye aquí una trama llena de interrogantes y simbolismos, que a manera de rompecabezas seduce al espectador quien tendrá que ir completando las piezas faltantes a partir de las pequeñas dosis de información que el cineasta danés proporciona en cada secuencia, haciendo gala de su destreza para crear una atmósfera de misterio y suspenso, apoyado en los acordes de la música, la edición vertiginosa en ciertas escenas y el adecuado empleo de efectos especiales.
Thelma ha crecido en el seno de una familia cristiana. Sobreprotegida por sus padres, que le llaman cada día para controlar su nueva vida en la universidad, Thelma no bebe alcohol, no fuma, es virgen y no tiene amigos que puedan orillarla a pecar. Sin embargo, Thelma desea profundamente todo aquello que no tiene y que le es prohibido por sus padres y su religión, por lo que al poco tiempo comienza a frecuentar a Anja, una compañera de clase, por quien se siente tremendamente atraída. Al tiempo que su deseo por Anja aumenta, Thelma comienza a sufrir convulsiones que en un inicio atribuye a ataques de epilepsia, no obstante, las pruebas médicas demostrarán que se trata de un mal psicológico hereditario.
Y es el deseo el centro de todo. El deseo sexual, el deseo de ser superior, el deseo de pertenecer, el deseo de ser amada, el deseo de ser libre. Y es el deseo reprimido el que explota en su interior y el que libera a la bestia que vive dentro y que responde a sus pulsiones más profundas que no son ni buenas ni malas, sino deseos que todos hemos abrigado en algún momento. ¿Quién no ha deseado muchas veces tras una pelea y motivado por el enojo que su interlocutor desapareciese? Claro, es solamente un deseo. ¿Pero qué pasaría si tuviésemos el poder de que el deseo se convirtiese en realidad?
Esto es lo que plantea Trier en La maldición de Thelma de la mano de un personaje condenado, que juega a ser Dios y el Diablo en uno mismo, que lucha contra sus impulsos y que oculta un oscuro trauma en su pasado.
Cabe destacar también la carga simbólica de la historia en elementos siempre presentes durante los ataques de Thelma, como la serpiente, que justamente representa a la vida y la muerte y en algunas culturas es símbolo de divinidad y en otras del demonio, mientras que para la psicología representa la angustia y la ansiedad producidas por una excesiva acumulación de inhibiciones, en particular del instinto sexual reprimido. Asimismo, los pájaros son otra figura importante que está presente durante la “posesión” de Thelma, un símbolo que para varias culturas representa la sabiduría, el espíritu. Sin embargo, aquí, los pájaros pierden el rumbo y aparecen muertos, en una metáfora de la lucha interna que libra la protagonista en esta trama por demás perturbadora y contundente que bien podría recordar a la provocadora Voraz, exhibida en la 62 Muestra.
64 MUESTRA
Los ataques psicogénicos han sido confundidos durante años como ataques de epilepsia. Los síntomas aparentemente son los mismos: temblor incontrolable de las articulaciones, descontrol total del cuerpo, sudoración, secreción de espuma por la boca, ojos en blanco. No obstante, la epilepsia está directamente relacionada con una actividad anómala en el cerebro, es decir, se trata de un padecimiento físico, mientras que las convulsiones psicogénicas están asociadas con un mal psicológico ocasionado por exceso de estrés o un trauma severo reprimido por el inconsciente.
Ahora, si a esto le agregamos que a lo largo de los siglos aquellos que sufrieron este tipo de ataques eran, dependiendo de la época, elevados a deidades o acusados de demonios y quemados en la hoguera, tenemos una premisa muy atractiva. Y si además las convulsiones vienen acompañadas por un poder sobrenatural regido por los más oscuros e inconscientes deseos que confluyen en una mujer joven que sin saberlo lo ejerce sobre quienes la rodean, tenemos una película apasionante y perturbadora: La maldición de Thelma, que se estrena en la 64 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.
Joachim Trier, director y guionista danés, responsable de filmes como Reprise. Vivir de nuevo y recientemente Más fuerte que las bombas, regresa a la pantalla grande tras dos años de ausencia con esta inquietante historia acerca de una joven que al mudarse de su casa en un pequeño poblado rural a la gran ciudad para ingresar a la universidad, comienza a experimentar convulsiones sin motivo aparente y bajo las cuales se oculta una terrible maldición.
Trier construye aquí una trama llena de interrogantes y simbolismos, que a manera de rompecabezas seduce al espectador quien tendrá que ir completando las piezas faltantes a partir de las pequeñas dosis de información que el cineasta danés proporciona en cada secuencia, haciendo gala de su destreza para crear una atmósfera de misterio y suspenso, apoyado en los acordes de la música, la edición vertiginosa en ciertas escenas y el adecuado empleo de efectos especiales.
Thelma ha crecido en el seno de una familia cristiana. Sobreprotegida por sus padres, que le llaman cada día para controlar su nueva vida en la universidad, Thelma no bebe alcohol, no fuma, es virgen y no tiene amigos que puedan orillarla a pecar. Sin embargo, Thelma desea profundamente todo aquello que no tiene y que le es prohibido por sus padres y su religión, por lo que al poco tiempo comienza a frecuentar a Anja, una compañera de clase, por quien se siente tremendamente atraída. Al tiempo que su deseo por Anja aumenta, Thelma comienza a sufrir convulsiones que en un inicio atribuye a ataques de epilepsia, no obstante, las pruebas médicas demostrarán que se trata de un mal psicológico hereditario.
Y es el deseo el centro de todo. El deseo sexual, el deseo de ser superior, el deseo de pertenecer, el deseo de ser amada, el deseo de ser libre. Y es el deseo reprimido el que explota en su interior y el que libera a la bestia que vive dentro y que responde a sus pulsiones más profundas que no son ni buenas ni malas, sino deseos que todos hemos abrigado en algún momento. ¿Quién no ha deseado muchas veces tras una pelea y motivado por el enojo que su interlocutor desapareciese? Claro, es solamente un deseo. ¿Pero qué pasaría si tuviésemos el poder de que el deseo se convirtiese en realidad?
Esto es lo que plantea Trier en La maldición de Thelma de la mano de un personaje condenado, que juega a ser Dios y el Diablo en uno mismo, que lucha contra sus impulsos y que oculta un oscuro trauma en su pasado.
Cabe destacar también la carga simbólica de la historia en elementos siempre presentes durante los ataques de Thelma, como la serpiente, que justamente representa a la vida y la muerte y en algunas culturas es símbolo de divinidad y en otras del demonio, mientras que para la psicología representa la angustia y la ansiedad producidas por una excesiva acumulación de inhibiciones, en particular del instinto sexual reprimido. Asimismo, los pájaros son otra figura importante que está presente durante la “posesión” de Thelma, un símbolo que para varias culturas representa la sabiduría, el espíritu. Sin embargo, aquí, los pájaros pierden el rumbo y aparecen muertos, en una metáfora de la lucha interna que libra la protagonista en esta trama por demás perturbadora y contundente que bien podría recordar a la provocadora Voraz, exhibida en la 62 Muestra.