Tras una larga espera, finalmente tenemos la tercera y última cacería de Dan Trachtenberg al frente de la saga Predator (hasta el momento), entregándonos una de las más emocionantes y arriesgadas cintas del cazador intergaláctico. Y es que Predator: Badlands es acción pura y dura desde su primer y hasta su último segundo; un producto 100% sci-fi que no sólo nos muestra algo diferente en la franquicia, sino que la expande y nutre más allá de lo imaginado.

La historia ya es por todos conocida: Dek es el yautja más pequeño y débil de su clan, quien se aventura al planeta más hostil del universo para probar su valía y ganarse un lugar dentro de su tribu pero, sobre todo, el respeto de su padre.

Esto nos lleva a lo que en verdad nos interesa: la primera trama de la franquicia centrada en el cazador, visto finalmente como el protagonista y no como el villano; algo que los fanáticos habíamos esperado y pedido durante décadas.

Para regocijo nuestro, Badlands ha hecho enojar a los más “anti-wokes” y detractores de Disney, ya que su director nos muestra un producto más familiar, sí, incluso cómico, pero sin perder la esencia del extraterrestre. Mejor aún, ya que para dolor de aquellos que continúan estancados en Predator ” y no aceptan nada nuevo, también resulta ser una de las entregas más emocionantes y respetuosas del lore expandido, pues es lo más cercano a un cómic de Depredador que se ha llevado a la pantalla grande.

Y es que Depredador: Tierras Salvajes (como se tituló en español) es justo eso: la sobrevivencia de un joven yautja en tierras peligrosas que nunca habíamos visto antes. Esto dota a la cinta de escenas de completa acción, con secuencias y coreografías impactantes, criaturas asombrosas, nuevas armas extraterrestres y peleas tanto emocionantes como brutales, así como en extremo salvajes a pesar de ser PG-13.

¿Comedia? Sí, la película también la tiene, pero sin ser una absurdez al grado de The Predator (2018), sino que son escenas y risas bastante naturales que van muy acorde con la trama y fluyen de manera orgánica. Aunque esto molestó a varios, habría que recordarles que cierto grado de humor está presente desde la misma Predator (1987) con los chistes malos del personaje de Hawkins.

Ahora, en cuanto al lore y la mitología, Predator: Badlands respeta y expande el universo, código y comportamientos yautjas. Si bien existen reglas de honor que se rompen, todas estas reglas se han roto y contradicho desde la segunda cinta; por lo que podemos ser flexibles con ellas. En el otro extremo, nos muestra más sobre la vida y sentimientos (sí, leyeron bien, sentimientos, lo cual no es para nada malo) de los extraterrestres, como lo es la relación filial y fraternal de los protagonistas.

Para quien dice que los cazadores no deberían presentar estos sentimientos: ¡Sorpresa! Porque no estamos ante una película donde el yautja únicamente muestra su “modo de guerra” siendo el enemigo; no, estamos justo ante una película que nos cuenta más sobre cómo son y lo que sienten estos personajes más allá de su temporada de caza.

En cuanto al diseño, mientras la personalidad y físico de Kwei y Njohrr es increíble y fiel al yautja clásico, resultan bastante tristes e increíbles las quejas por el diseño de Dek, pues aunque a muchos les duela, detrás de esas rastas amarradas en coleta, está el yaujta más hábil, estratega y temerario en combate que la saga completa ha visto en acción (quizá, tan sólo detrás de Wolf).

Y, para terminar con nuestro desahogo, ese último diálogo en la película nos advierte que está por ocurrir otro de los eventos que tanto hemos esperado los fans (al menos, los fans abiertos al cambio): la inclusión de una figura que hará llorar todavía más a quienes creen que Depredador se ha vuelto “woke”, cuando esta trilogía es más feroz que nunca.