TÓXICO: Brutalismo contemplativo visceral
POR: FER LOZADA
14-04-2025 20:12:05

Como parte de la 77 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional se presenta Tóxico, una película lituana de denuncia sobre las clases más bajas del país en su edad adolescente, las enfermedades y trastornos a las que son propensos y otros nichos más específicos como el mundo del modelaje y sus peligrosas exigencias; los retratos de temáticas así son inherentemente fuertes y gráficos, en su mayoría suelen ser filmados con un ritmo similar a la narrativa, fugaz, incesante y desordenado pero Toxic retoma y sucede a películas como Christiane F. de 1981, una de las primeras propuestas que abordaron la decadencia adolescente de forma más similar a lo documental y observacional en su ritmo y con un estilo naturalista sin dejar de tener una historia ficcionada de una crudeza bestial; ahora en una versión moderna está Toxic, película que trae un brutalismo contemplativo visceral.
La amistad, la transición de la niñez a la adolescencia, el abuso de sustancias, trastornos alimenticios, abusos y más, se presentan en esta película cuyos villanos son el ambiente y las condiciones en las que crecen las protagonistas de esta historia, las características a las que se enfrentan y los espacios que las rodean son un personaje más y la película lo hace evidente dándole la importancia a través de la fotografía pues abordando el adjetivo “contemplativo” hay que darle el mérito pertinente a este departamento (cinefotografía), que definitivamente le da un gran valor a la película pues está trabajada y ejecutada meticulosamente presentando algunos de los planos más bonitos del género y del año, además de comunicarlo visualmente de forma más que efectiva. La mayoría de sus cuadros son lejanos a los protagonistas, capturan la esencia de los espacios, es una cámara poco íntima, más bien voyerista que nos da una perspectiva que permite crear un juicio propio, no juzga a ninguno de sus personajes y nos da acceso a su proximidad personal para entender su comportamiento en el entorno social; la duración de sus escenas obliga a que uno aprecie la belleza de lo que pudo ser una imagen fija pero que concentra el movimiento en puntos estratégicos para la atención volviendo cada una en algo similar a lo que se conoce como “tableau vivant”.

El ambiente y la vibra que construye y transmite la película es bastante particular apoyándose de sus dos fortalezas principales, su narrativa disruptiva y cruda en conjunto con su fotografía que además aporta estéticamente una sensación nostálgica con su imagen texturizada con grano y ruido acompañada de movimientos inestables y encuadres holandeses que por su inclinación transmiten indirectamente la inestabilidad por la que pasa paralelamente su historia.
Podríamos criticar el ritmo de la película pero nuevamente estamos advertidos que este tipo de cine no es para todo público porque definitiva y naturalmente resultará lento o aburrido; las actuaciones son excepcionales considerando la edad que deben representar los intérpretes y sobre todo las situaciones por las que atraviesan los personajes, la crudeza a lo que se exponen es demandante y muy desgastante emocional y físicamente para los actores. En cuestión guion, la historia es lastimosamente realista, conoce íntimamente las dolencias que acongoja a este grupo de edad en general y aún más en esas condiciones carentes tales como crecer con ciertas limitantes pero también con sueños específicos por los que se arriesga todo y no en un sentido romántico sino peligroso.
La película es brutal en muchos aspectos, desde su estética visual hasta lo que puede generar en el espectador, pero sin duda, consigue su propósito como cine de denuncia social y de choque.
Como parte de la 77 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional se presenta Tóxico, una película lituana de denuncia sobre las clases más bajas del país en su edad adolescente, las enfermedades y trastornos a las que son propensos y otros nichos más específicos como el mundo del modelaje y sus peligrosas exigencias; los retratos de temáticas así son inherentemente fuertes y gráficos, en su mayoría suelen ser filmados con un ritmo similar a la narrativa, fugaz, incesante y desordenado pero Toxic retoma y sucede a películas como Christiane F. de 1981, una de las primeras propuestas que abordaron la decadencia adolescente de forma más similar a lo documental y observacional en su ritmo y con un estilo naturalista sin dejar de tener una historia ficcionada de una crudeza bestial; ahora en una versión moderna está Toxic, película que trae un brutalismo contemplativo visceral.
La amistad, la transición de la niñez a la adolescencia, el abuso de sustancias, trastornos alimenticios, abusos y más, se presentan en esta película cuyos villanos son el ambiente y las condiciones en las que crecen las protagonistas de esta historia, las características a las que se enfrentan y los espacios que las rodean son un personaje más y la película lo hace evidente dándole la importancia a través de la fotografía pues abordando el adjetivo “contemplativo” hay que darle el mérito pertinente a este departamento (cinefotografía), que definitivamente le da un gran valor a la película pues está trabajada y ejecutada meticulosamente presentando algunos de los planos más bonitos del género y del año, además de comunicarlo visualmente de forma más que efectiva. La mayoría de sus cuadros son lejanos a los protagonistas, capturan la esencia de los espacios, es una cámara poco íntima, más bien voyerista que nos da una perspectiva que permite crear un juicio propio, no juzga a ninguno de sus personajes y nos da acceso a su proximidad personal para entender su comportamiento en el entorno social; la duración de sus escenas obliga a que uno aprecie la belleza de lo que pudo ser una imagen fija pero que concentra el movimiento en puntos estratégicos para la atención volviendo cada una en algo similar a lo que se conoce como “tableau vivant”.
El ambiente y la vibra que construye y transmite la película es bastante particular apoyándose de sus dos fortalezas principales, su narrativa disruptiva y cruda en conjunto con su fotografía que además aporta estéticamente una sensación nostálgica con su imagen texturizada con grano y ruido acompañada de movimientos inestables y encuadres holandeses que por su inclinación transmiten indirectamente la inestabilidad por la que pasa paralelamente su historia.
Podríamos criticar el ritmo de la película pero nuevamente estamos advertidos que este tipo de cine no es para todo público porque definitiva y naturalmente resultará lento o aburrido; las actuaciones son excepcionales considerando la edad que deben representar los intérpretes y sobre todo las situaciones por las que atraviesan los personajes, la crudeza a lo que se exponen es demandante y muy desgastante emocional y físicamente para los actores. En cuestión guion, la historia es lastimosamente realista, conoce íntimamente las dolencias que acongoja a este grupo de edad en general y aún más en esas condiciones carentes tales como crecer con ciertas limitantes pero también con sueños específicos por los que se arriesga todo y no en un sentido romántico sino peligroso.
La película es brutal en muchos aspectos, desde su estética visual hasta lo que puede generar en el espectador, pero sin duda, consigue su propósito como cine de denuncia social y de choque.