Pimpinero: Un western tristemente moderno
POR: FERNANDA LOZADA
05-12-2024 23:41:28
Pimpinero: Sangre y Gasolina, de Andrés Baiz, es una muestra del cine latinoamericano apropiándose del megáfono de la denuncia a partir de herramientas como el género, en este caso utilizando la ficción para retratar realidades ignoradas o poco exploradas en el cine comercial hollywoodense, y, ahora con ayuda de las plataformas de streaming llega a nosotros un western tristemente moderno.
Pimpinero: Sangre y Gasolina es el retrato de una lamentable narrativa común latinoamericana, el día a día de una actividad cotidiana pero criminal, el transporte y distribución de hidrocarburos entre países debido a la inflación en precios y escasez.
En la frontera entre Venezuela y Colombia existen personas que se dedican a la compra venta de gasolina evadiendo la regla gubernamental y esta película narra la historia entre dos grandes grupos de pimpineros (nombre asignado a las personas que se dedican a esta actividad) y sus integrantes; Juan, Ulises y Moisés, tres hermanos que conjuntan una pequeña organización que se codea y enemista de un gran mafioso que igualmente lidera su propia organización pimpinera, Carmelo.
Interpretado por Alejandro Speitzer está Juan, uno de los hermanos Estrada que demuestra ser leal a su familia y su negocio, el mártir de la historia; los personajes de la película están perfectamente definidos y cumplen con roles específicos, en el caso de Juan encontramos a la representación de la moral y los buenos principios incluso dentro de un mundo corrupto y literalmente ilegal. Juan rechaza la oportunidad de unirse a la mafia y prefiere serle fiel a su familia y sus creencias, así como a sus ideales progresistas y su sueño de ser mejor y feliz junto con su novia Diana; por si una historia western y llena de acción no fuera suficiente, aquí el romance se construye y se le da la importancia y carga emocional más que suficiente para empatizar y sufrir con la pareja protagónica, el amor entre Juan y el personaje de Laura Osma, Diana, es idílica y gracias a muchísimos elementos se vuelve entrañable, desde la gran química entre los dos actores hasta la canción “qué bello” de La Sonora Dinamita, que se vuelve el himno a esta dupla, sentimos como espectadores la conexión con los personajes y la historia a un nivel más profundo que solo un relato emocionante y esto funge solo como un primer gancho pues, conforme avanza la trama entendemos que este western es además también un proyecto de denuncia latino.
Temas y lugares comunes a los cuales acude el género son la rivalidad y la lucha entre el bien y el mal, existen varios ejemplares del western puro y otros que comienzan a mezclar otros teniendo como resultados por mencionar alguna combinación Star Wars que es un western de fantasía. En este caso, podríamos visitar Pimpinero como un western dramático casi puro y es que la vida real desafortunadamente nos ofrece narrativas como ésta, una historia de conflicto moral y ético, la referencia clásica de un Robin Hood y de aquellos héroes corruptos cuyas circunstancias a veces los orillan a límites inesperados pero que aún ostentan sus valores y el gran corazón que los caracteriza, en este caso la realidad que se vive en países como Venezuela que se ha visto azotada por condiciones crueles que llevan a sus personas a salir de su tierra buscando mejores oportunidades sirvió como motivo para hablar al respecto pues, la situación del tráfico de hidrocarburos es solo un síntoma de un problema mayor y de las decisiones que se toman buscando un porvenir distinto.
La violencia como método y la naturaleza del hombre avaricioso que se adapta a las condiciones y aprovecha su estatus privilegiado sobre otros, es la premisa de esta película que no es pesimista pese al nivel de realidad adaptado y retratado, si no que decide contar los hechos y dar un poco de esperanza a través de otros elementos como el storytelling, la adición del romance, de un mártir, de una heroína femenina e incluso de un remate inesperado esperanzador a su manera. La película no solo expone una realidad preocupante si no que también narra y retrata lados de la naturaleza humana muy diversos que demuestran la existencia de muchas variedades morales y que no existe precisamente solamente algo bueno o malo, que una persona puede ser vista como de una forma u otra y al mismo tiempo poder ser catalogado como su extremo opuesto.
Pimpinero es una película bella, no solo visualmente, aunque sí debe destacarse que su estética es impecable y muy propositiva pero lo es en el aspecto en que no busca juzgar a sus protagonistas, si no que busca retratarlos de la forma más humana posible, contando su historia y encuadrándolos de forma que pueden ser los buenos o los malos, no importa, porque son al final de cuentas seres complejos, personas que sienten, dándole así un homenaje a las posibilidades del cine, reflejarnos como espectadores o darnos un vistazo a una realidad distinta sin sentirla tan lejana.
Pimpinero: Sangre y Gasolina ya está disponible en el catálogo de Amazon Prime.
Pimpinero: Sangre y Gasolina, de Andrés Baiz, es una muestra del cine latinoamericano apropiándose del megáfono de la denuncia a partir de herramientas como el género, en este caso utilizando la ficción para retratar realidades ignoradas o poco exploradas en el cine comercial hollywoodense, y, ahora con ayuda de las plataformas de streaming llega a nosotros un western tristemente moderno.
Pimpinero: Sangre y Gasolina es el retrato de una lamentable narrativa común latinoamericana, el día a día de una actividad cotidiana pero criminal, el transporte y distribución de hidrocarburos entre países debido a la inflación en precios y escasez.
En la frontera entre Venezuela y Colombia existen personas que se dedican a la compra venta de gasolina evadiendo la regla gubernamental y esta película narra la historia entre dos grandes grupos de pimpineros (nombre asignado a las personas que se dedican a esta actividad) y sus integrantes; Juan, Ulises y Moisés, tres hermanos que conjuntan una pequeña organización que se codea y enemista de un gran mafioso que igualmente lidera su propia organización pimpinera, Carmelo.
Interpretado por Alejandro Speitzer está Juan, uno de los hermanos Estrada que demuestra ser leal a su familia y su negocio, el mártir de la historia; los personajes de la película están perfectamente definidos y cumplen con roles específicos, en el caso de Juan encontramos a la representación de la moral y los buenos principios incluso dentro de un mundo corrupto y literalmente ilegal. Juan rechaza la oportunidad de unirse a la mafia y prefiere serle fiel a su familia y sus creencias, así como a sus ideales progresistas y su sueño de ser mejor y feliz junto con su novia Diana; por si una historia western y llena de acción no fuera suficiente, aquí el romance se construye y se le da la importancia y carga emocional más que suficiente para empatizar y sufrir con la pareja protagónica, el amor entre Juan y el personaje de Laura Osma, Diana, es idílica y gracias a muchísimos elementos se vuelve entrañable, desde la gran química entre los dos actores hasta la canción “qué bello” de La Sonora Dinamita, que se vuelve el himno a esta dupla, sentimos como espectadores la conexión con los personajes y la historia a un nivel más profundo que solo un relato emocionante y esto funge solo como un primer gancho pues, conforme avanza la trama entendemos que este western es además también un proyecto de denuncia latino.
Temas y lugares comunes a los cuales acude el género son la rivalidad y la lucha entre el bien y el mal, existen varios ejemplares del western puro y otros que comienzan a mezclar otros teniendo como resultados por mencionar alguna combinación Star Wars que es un western de fantasía. En este caso, podríamos visitar Pimpinero como un western dramático casi puro y es que la vida real desafortunadamente nos ofrece narrativas como ésta, una historia de conflicto moral y ético, la referencia clásica de un Robin Hood y de aquellos héroes corruptos cuyas circunstancias a veces los orillan a límites inesperados pero que aún ostentan sus valores y el gran corazón que los caracteriza, en este caso la realidad que se vive en países como Venezuela que se ha visto azotada por condiciones crueles que llevan a sus personas a salir de su tierra buscando mejores oportunidades sirvió como motivo para hablar al respecto pues, la situación del tráfico de hidrocarburos es solo un síntoma de un problema mayor y de las decisiones que se toman buscando un porvenir distinto.
La violencia como método y la naturaleza del hombre avaricioso que se adapta a las condiciones y aprovecha su estatus privilegiado sobre otros, es la premisa de esta película que no es pesimista pese al nivel de realidad adaptado y retratado, si no que decide contar los hechos y dar un poco de esperanza a través de otros elementos como el storytelling, la adición del romance, de un mártir, de una heroína femenina e incluso de un remate inesperado esperanzador a su manera. La película no solo expone una realidad preocupante si no que también narra y retrata lados de la naturaleza humana muy diversos que demuestran la existencia de muchas variedades morales y que no existe precisamente solamente algo bueno o malo, que una persona puede ser vista como de una forma u otra y al mismo tiempo poder ser catalogado como su extremo opuesto.
Pimpinero es una película bella, no solo visualmente, aunque sí debe destacarse que su estética es impecable y muy propositiva pero lo es en el aspecto en que no busca juzgar a sus protagonistas, si no que busca retratarlos de la forma más humana posible, contando su historia y encuadrándolos de forma que pueden ser los buenos o los malos, no importa, porque son al final de cuentas seres complejos, personas que sienten, dándole así un homenaje a las posibilidades del cine, reflejarnos como espectadores o darnos un vistazo a una realidad distinta sin sentirla tan lejana.
Pimpinero: Sangre y Gasolina ya está disponible en el catálogo de Amazon Prime.