El arte solo es arte cuando es libre para correr riesgos: Coppola
POR: JOSÉ LUIS SALAZAR EN MORELIA
23-10-2024 13:37:27
Con tan solo 20 años un joven Francis Ford Coppola, hijo de inmigrantes italianos de segunda generación Carmine e Italia Coppola vendió su coche y compró una cámara de 16 mm; habiendo probado las mieles del arte dramático en la Universidad de Hofstra en Nueva York y las del cine en la Universidad de California en Los Ángeles, este joven se convertió en uno de los primeros estudiantes del UCLA que se graduó con una tesis estrenada en Cannes que a su vez era una producción de estudio y que, como su nombre lo indica, You're Big Boy Now, significaba el paso simbólico del encargo a la autoría pero también de la seguridad al riesgo, hecho que, en conversación en el FICM, el cineasta Francis Ford Coppola revela lo ha perseguido toda su carrera y ha guiado su vida entera.
Fundido en una chamarra naranja, pantalón de pana café, mocasines negros y un dispar de calcetines, uno rojo y uno azul, el autor de algunas de las obras más importantes del cine estadounidense y autor en letras grandes en la historia del cine mundial se sienta y con la seguridad y avidez, de quien a sus 85 años parece haber vivido y visto tanto cine que no soy capaz de imaginar, responde una a una las preguntas de los asistentes.
Pese a su filmografía envidiable que va desde la trilogía de El Padrino hasta Rumble Fish, Coppola no se ve muy interesado en repasar su trayectoria sino en sacar sus miedos por el futuro del cine y las transformaciones de la industria.
“Ellos quieren que pienses que el cine no va a ningún lado porque quieren que vayas a ver solo lo que están haciendo, y ellos están haciendo películas en las que el ingrediente principal es hacer suficiente dinero para pagar su deudas, pero el cine es un arte y va a cambiar. Siempre ha cambiado. Algunos de ustedes tienen hijos o nietos y yo no puedo ni imaginar el cine de nuestros nietos, será tan distinto y eso es muy emocionante. No será Coca-Cola, será algo que nosotros aún no conocemos…. El cine va en una dirección, no en tema, pero de técnicas del videojuego y del live cinema, una dirección en la que un director en China pueda colaborar con un director en México y pueda ser live performance. Usualmente puedes imaginar el cine del futuro imaginando la tecnología del futuro, pero eso es difícil de hacer ahora, nuestra tecnología está avanzando demasiado rápido”.
En 2016 Netflix incursionó en el contenido interactivo a través de producciones como las series infantiles El gato con botas y Minecraft: Story Mode, ésta última removida en 2022, ejercicio que se extendió a su película Black Mirror Bandersnatch, spin-off de la serie antológica homónima. Más allá de los experimentos, autores como Agnés Varda hace años a través de un avatar digital en un juego virtual rendía homenaje a su fallecido gato y Faces Places en colaboración con JR llegaba a la realidad virtual, Adam Piron en su cortometraje Dau: añcut Moving Along Image denunciaba la apropiación cultural y la violencia contra los pueblos indios en Norteamérica desde una grabación en pantalla de su teléfono de distintas búsquedas y transmisiones en redes sociales, este año la doble apuesta de Harmony Korine con Aggro Dr1ft y Baby Invasion que beben de las técnicas y estéticas de los videojuegos, la sensación de Sundance Ibelin de Benjamin Ree cuyo mitad de metraje es en el interior del juego virtual World of Warcraft o ya directamente Grand Theft Hamlet, la propuesta de Sam Crane y Pinny Gryllsy distribuida por MUBI, que recrea el clásico de Shakespeare dentro del mundo del videojuego Grand Theft Auto, demuestran que no se trata de predicciones de Coppola sino un reconocimiento del futuro que nos espera para la industria fílmica.
La mención de Coca-Cola no es gratuita. Como su compañero de generación, Martin Scorsese, Coppola hace la analogía de la industria cinematográfica actual con las compañías de comida rápida como en aquel famoso artículo de The New York Times en el que Scorsese las vinculó con los parques temáticos.
En una industria envuelta en el estudio de audiencia, en los estrenos controlados, la medición de respuesta del público y la evaluación de riesgos el cine se ha convertido en una apuesta económica antes que artística, en una serie de pasos perfectamente estudiados para lograr una respuesta calculada de su público, similar a lo que puede generar subir a una montaña rusa en un parque de diversiones. Un espacio controlado para despertar el eufórico grito y emociones prefabricadas.
Coppola cree que la industria se ha convertido en una maquinaria de comida rápida que invierte millones de dólares para crear la papa frita lo suficientemente adictiva para que sea lo único que consumas, en este caso, un tipo de película. O como él prefiere decirlo: “Hacer arte sin riesgo es como hacer bebés sin sexo”.
De este mantra Coppola no solo construyó una carrera sino hizo una vida.
En 1969 funda una pequeña productora la American Zoetrope, quedando él como director y su mejor amigo George Lucas en la vicepresidencia, espacio que solo un año después ya contaba con una deuda de 600 mil dólares, pérdidas de 40 mil en equipo extraviado y la vergonzosa taquilla de The Rain People. La compañía y la deuda adquirida con Warner hubiera llevado a los dos amigos a la bancarrota si la oportunidad de dirigir el bestseller de Mario Puzo no se le hubiera presentado.
Todo en su vida ha sido un riesgo desde la contratación de Marlon Brando, actor catalogado de problemático por haber causado la renuncia del director de Mutiny on the Mounty, Carol Reed; enfrentar amenazas de las ligas defensoras de italoamericanos en Nueva York por su retrato de la mafia italiana hasta disparar el presupuesto de Apocalypse Now y casi ver la muerte de su protagonista, Martin Sheen, en medio del rodaje en Filipinas. Coppola es un director que como contemporáneos suyos desde Herzog hasta Scorsese está dispuesto a morir en el acto, en que sus vidas sean el testimonio de su arte.
Decisiones triviales como la disparidad de los calcetines él la defiende, entre risas, desde la misma postura, la entrega a la libertad y el rechazo total a la norma.
Mira con tristeza, pero a la vez con esperanza la muerte de dos instituciones que llama fundamentales para el quehacer cinematográfico: el periodismo y el sistema de estudios.
Ambos, señala debido a los mecanismos de consumo rápido, en el periodismo bajo el nombre de clickbait, que se suma a otras estrategias como las fuentes no verificadas y por convertir las ganancias el objetivo principal de la labor que realizan.
Coppola ve lejana la muerte del cine, al contrario, cree que ha de renacer en algo completamente distinto pero que para que eso pase su centro debe seguir siendo la toma de riesgos. Cuenta que en la producción de Megalópolis los aprendices de César, interpretado por Adam Driver, son en realidad estudiantes de cine de todo el mundo desde Italia hasta Armenia que servían de practicantes durante la filmación pues tras de cámaras como en su obra pone el futuro en manos de las nuevas generaciones.
Tanto Rumble Fish como The Outsiders hablan de eso, pero también su personaje más famoso, Michael Corleone, que pudiendo escapar de la violencia decide liderarla.
De este nuevo grupo nombra a los mexicanos Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón, pero también a su familia, a Sofia Coppola, a Gia y a Nicolas Cage. Éstos últimos más que su filmografía, su arte, su trayectoria o su vida, los considera su legado y lo que perdurará en nuestras memorias tras su partida. Mejor dicho, en sus palabras “los hijos son tus joyas, los nietos son tu evidencia, pero los bisnietos son tu propia inmortalidad”.
Porque pese a la distancias temáticas, quien mire en la Marie Antoinette de Sofia la inocencia y jovialidad de Peggy Sue Got Married o en el kitsch de Mainstream de Gia el de One from the heart es prueba de que sigue existiendo la vena de quien antes que cineasta se concibe padre y a quien antes que artista lo sabemos maestro.
Con tan solo 20 años un joven Francis Ford Coppola, hijo de inmigrantes italianos de segunda generación Carmine e Italia Coppola vendió su coche y compró una cámara de 16 mm; habiendo probado las mieles del arte dramático en la Universidad de Hofstra en Nueva York y las del cine en la Universidad de California en Los Ángeles, este joven se convertió en uno de los primeros estudiantes del UCLA que se graduó con una tesis estrenada en Cannes que a su vez era una producción de estudio y que, como su nombre lo indica, You're Big Boy Now, significaba el paso simbólico del encargo a la autoría pero también de la seguridad al riesgo, hecho que, en conversación en el FICM, el cineasta Francis Ford Coppola revela lo ha perseguido toda su carrera y ha guiado su vida entera.
Fundido en una chamarra naranja, pantalón de pana café, mocasines negros y un dispar de calcetines, uno rojo y uno azul, el autor de algunas de las obras más importantes del cine estadounidense y autor en letras grandes en la historia del cine mundial se sienta y con la seguridad y avidez, de quien a sus 85 años parece haber vivido y visto tanto cine que no soy capaz de imaginar, responde una a una las preguntas de los asistentes.
Pese a su filmografía envidiable que va desde la trilogía de El Padrino hasta Rumble Fish, Coppola no se ve muy interesado en repasar su trayectoria sino en sacar sus miedos por el futuro del cine y las transformaciones de la industria.
“Ellos quieren que pienses que el cine no va a ningún lado porque quieren que vayas a ver solo lo que están haciendo, y ellos están haciendo películas en las que el ingrediente principal es hacer suficiente dinero para pagar su deudas, pero el cine es un arte y va a cambiar. Siempre ha cambiado. Algunos de ustedes tienen hijos o nietos y yo no puedo ni imaginar el cine de nuestros nietos, será tan distinto y eso es muy emocionante. No será Coca-Cola, será algo que nosotros aún no conocemos…. El cine va en una dirección, no en tema, pero de técnicas del videojuego y del live cinema, una dirección en la que un director en China pueda colaborar con un director en México y pueda ser live performance. Usualmente puedes imaginar el cine del futuro imaginando la tecnología del futuro, pero eso es difícil de hacer ahora, nuestra tecnología está avanzando demasiado rápido”.
En 2016 Netflix incursionó en el contenido interactivo a través de producciones como las series infantiles El gato con botas y Minecraft: Story Mode, ésta última removida en 2022, ejercicio que se extendió a su película Black Mirror Bandersnatch, spin-off de la serie antológica homónima. Más allá de los experimentos, autores como Agnés Varda hace años a través de un avatar digital en un juego virtual rendía homenaje a su fallecido gato y Faces Places en colaboración con JR llegaba a la realidad virtual, Adam Piron en su cortometraje Dau: añcut Moving Along Image denunciaba la apropiación cultural y la violencia contra los pueblos indios en Norteamérica desde una grabación en pantalla de su teléfono de distintas búsquedas y transmisiones en redes sociales, este año la doble apuesta de Harmony Korine con Aggro Dr1ft y Baby Invasion que beben de las técnicas y estéticas de los videojuegos, la sensación de Sundance Ibelin de Benjamin Ree cuyo mitad de metraje es en el interior del juego virtual World of Warcraft o ya directamente Grand Theft Hamlet, la propuesta de Sam Crane y Pinny Gryllsy distribuida por MUBI, que recrea el clásico de Shakespeare dentro del mundo del videojuego Grand Theft Auto, demuestran que no se trata de predicciones de Coppola sino un reconocimiento del futuro que nos espera para la industria fílmica.
La mención de Coca-Cola no es gratuita. Como su compañero de generación, Martin Scorsese, Coppola hace la analogía de la industria cinematográfica actual con las compañías de comida rápida como en aquel famoso artículo de The New York Times en el que Scorsese las vinculó con los parques temáticos.
En una industria envuelta en el estudio de audiencia, en los estrenos controlados, la medición de respuesta del público y la evaluación de riesgos el cine se ha convertido en una apuesta económica antes que artística, en una serie de pasos perfectamente estudiados para lograr una respuesta calculada de su público, similar a lo que puede generar subir a una montaña rusa en un parque de diversiones. Un espacio controlado para despertar el eufórico grito y emociones prefabricadas.
Coppola cree que la industria se ha convertido en una maquinaria de comida rápida que invierte millones de dólares para crear la papa frita lo suficientemente adictiva para que sea lo único que consumas, en este caso, un tipo de película. O como él prefiere decirlo: “Hacer arte sin riesgo es como hacer bebés sin sexo”.
De este mantra Coppola no solo construyó una carrera sino hizo una vida.
En 1969 funda una pequeña productora la American Zoetrope, quedando él como director y su mejor amigo George Lucas en la vicepresidencia, espacio que solo un año después ya contaba con una deuda de 600 mil dólares, pérdidas de 40 mil en equipo extraviado y la vergonzosa taquilla de The Rain People. La compañía y la deuda adquirida con Warner hubiera llevado a los dos amigos a la bancarrota si la oportunidad de dirigir el bestseller de Mario Puzo no se le hubiera presentado.
Todo en su vida ha sido un riesgo desde la contratación de Marlon Brando, actor catalogado de problemático por haber causado la renuncia del director de Mutiny on the Mounty, Carol Reed; enfrentar amenazas de las ligas defensoras de italoamericanos en Nueva York por su retrato de la mafia italiana hasta disparar el presupuesto de Apocalypse Now y casi ver la muerte de su protagonista, Martin Sheen, en medio del rodaje en Filipinas. Coppola es un director que como contemporáneos suyos desde Herzog hasta Scorsese está dispuesto a morir en el acto, en que sus vidas sean el testimonio de su arte.
Decisiones triviales como la disparidad de los calcetines él la defiende, entre risas, desde la misma postura, la entrega a la libertad y el rechazo total a la norma.
Mira con tristeza, pero a la vez con esperanza la muerte de dos instituciones que llama fundamentales para el quehacer cinematográfico: el periodismo y el sistema de estudios.
Ambos, señala debido a los mecanismos de consumo rápido, en el periodismo bajo el nombre de clickbait, que se suma a otras estrategias como las fuentes no verificadas y por convertir las ganancias el objetivo principal de la labor que realizan.
Coppola ve lejana la muerte del cine, al contrario, cree que ha de renacer en algo completamente distinto pero que para que eso pase su centro debe seguir siendo la toma de riesgos. Cuenta que en la producción de Megalópolis los aprendices de César, interpretado por Adam Driver, son en realidad estudiantes de cine de todo el mundo desde Italia hasta Armenia que servían de practicantes durante la filmación pues tras de cámaras como en su obra pone el futuro en manos de las nuevas generaciones.
Tanto Rumble Fish como The Outsiders hablan de eso, pero también su personaje más famoso, Michael Corleone, que pudiendo escapar de la violencia decide liderarla.
De este nuevo grupo nombra a los mexicanos Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón, pero también a su familia, a Sofia Coppola, a Gia y a Nicolas Cage. Éstos últimos más que su filmografía, su arte, su trayectoria o su vida, los considera su legado y lo que perdurará en nuestras memorias tras su partida. Mejor dicho, en sus palabras “los hijos son tus joyas, los nietos son tu evidencia, pero los bisnietos son tu propia inmortalidad”.
Porque pese a la distancias temáticas, quien mire en la Marie Antoinette de Sofia la inocencia y jovialidad de Peggy Sue Got Married o en el kitsch de Mainstream de Gia el de One from the heart es prueba de que sigue existiendo la vena de quien antes que cineasta se concibe padre y a quien antes que artista lo sabemos maestro.