Monstruo de Xibalba: bajo el halo fantasmal del luto infantil
POR: JOSÉ LUIS SALAZAR
16-10-2024 14:15:05
Monstruo de Xibalba, ganadora del premio a mejor largometraje mexicano en el pasado Festival Internacional de Cine de Monterrey, es la ópera prima de la directora Manuela Irene que ahonda en una constante de la producción fílmica nacional reciente, pero haciendo de las diferencias culturales de sus protagonistas su mayor fortaleza hacia la comedia.
La programación del Festival Internacional de Cine de Monterrey de este año se caracterizó por la omnipresencia del tema del duelo y la pérdida. Tan solo en su competencia oficial de largometraje mexicano Fragmentos de olvido, de Rubén Villa; La puerta verde, de Guillermo Vejar; Monstruo de Xibalba, de Manuela Irene y Todavía conmigo, de Alfonso Pineda, tocan este tema, así como lo hacen largometrajes internacionales como la propuesta de ciencia ficción Another End, de Piero Messina y la animada Sirocco and the Kingdom of Winds e inclusive Cría Cuervos, de Carlos Saura, que formaron parte de la sección Monterrey Classics y que de formas muy diversas abordan el luto.
Esta casualidad temática no es exclusiva del festival, más bien obedece a una tendencia del cine mexicano reciente donde obras como Después, de Sofía Gómez Córdoba o No nos moverán, de Pierre Martin Castellanos, ambas presentadas en el FICG, comparten conversación con Valentina o la serenidad, de Ángeles Cruz; Luto, de Andrés Arochi o Tótem, de Lila Avilés, que este año recibió el Premio Ariel a Mejor Película.
La tendencia que ya he señalado múltiples veces responde a la ausencia que nos atraviesa a nivel nacional porque, aunque el cáncer, los tumores cerebrales o la esclerosis es la explicación a muchas de estas, hay otras más que se explican desde la violencia y otras que ni siquiera respuesta tienen.
Ese es el caso de la que atraviesa Rogelio, un niño capitalino que tras la muerte de sus padres se muda con su nana al sur del país. A diferencia de la mayoría de las películas previamente mencionadas, nuestro protagonista apenas si menciona a sus padres, de hecho, habla con mayor afecto de otras personas como su nana o hasta de su dentista quien le regaló el reproductor portátil en el que escucha música. Esto evidencia una ausencia no solo en muerte sino también posiblemente en vida.
La directora crea una cinta de aventuras que asemeja a clásicos ochenteros como E.T the Extra Terrestrial, The Sandlot, The Goonies o incluso a contenidos actuales que se sirven de la referencia a esas épocas como Super 8 o Stranger Things pero que a diferencia de aquellas nos traslada de los distritos suburbanos americanos a la selva del sur mexicano sirviéndose del imaginario fantástico alrededor del mundo maya y del que hay de la muerte en nuestra cultura.
Hay muchos momentos en que las tomas asemejan más a un tour turístico y el humor parece sacado de la televisión o de contenidos blancos y moralistas, pero aun así sé que habrá quien voltee la cara ante el pequeño Rogelio probando un cigarro o que los animales muertos, comunes en poblaciones que no solo conviven sino viven o hasta dependen de ellos, le espanten; lasimperfecciones técnicas, que me apenaría que una ópera prima no las tuviera, apenas si llegan a ser notorias y la vuelve aún más valiosa pues revelan un proyecto más intrigante en el que, según cuenta su directora, el gringo al que insulta Rogelio es uno que cayó al rodaje por casualidad por un anuncio de Facebook o el propio viejo del pueblo al que le atribuyen todo tipo de barbaridades con los animales es, nada más y nada menos que,el padre de la cineasta.
Monstruo de Xibalba es una cinta claramente grande, con muchos años de preparación, con apoyo de Focine, con muchas locaciones y hasta con una estrella nacional como Teresita Sanchez pero que en el fondo posee un alma comunitaria que pudiendo escoger figuras universales desde los aliens hasta los zombies se decanta por la muerte; que crea imágenes para que pueda pensarse en un Harold And Maude con sus protagonistas en los campos de flores, pero siendo Rogelio y sus amigos nadando en un cenote, o en hombres gruñones como Ove de A man called Ove, Winfried Conradi de Toni Erdmann Walt Kowalski de Gran Torino o el profesor Paul Hunham de The Holdovers y en su lugar pensemos una pequeña choza en medio de la selva con un hombre en camisa interior alimentando a un borreguito.
Esta intención creativa está cargada de propósito, despegarnos de la imaginación gringa pero también de la obsesión de la industria fílmica mexicana por el centro del país. Que, si en la práctica cruzamos de extremo a extremo del continente como habitante y consumidor viendo desde las novelas colombianas hasta ficciones españolas y americanas, ¿por qué ponernos límites al filmar o imaginar en nuestra patria?
En un cine en que la comedia parece reservada a historias de la dicotomía de Condesa e Iztapalapa, de patrón y sirvienta, de ricos y pobres; que Manuela Irene ponga a su tierno protagonista a bailar y cantar una canción traducida al español con el cenote de fondo habla de una cineasta que antes que juzgarlo y de querer ahuyentarnos busca que nos identifiquemos porque seamos del norte, del sur, del bajío o del occidente, como yo, queremos la muerte vista con esperanza y nuestras diferencias como un puente de unión, de aventura y amistad sobre una de división.
Que una nueva configuración en que se pueda creer que lahistoria tan particular del duelo del pequeño Rogelio (como bien dicen "horrible nombre para un niño") explorando la selva maya pueda ser vista como un sentimiento universal. Como quien de chico alguna vez se imaginó como Elliot envuelto en sudadera roja con el pequeño E.T en la canasta de su bici ahora pueda hacerlo con algo más cercano a nosotros como un Rogelio con su reproductor caminando con su pandilla por la selva. Un primer paso, limitado, un poco atrapado en el espiral monotemático del cine nacional pero muy optimista, a la creación de un imaginario no nacional sino comunitario, uno en donde quepamos todos.
El cine nacional hecho para la ruta festivalera parece más interesado en la forma que en contenido por lo que termina excluyendo al espectador y a sus actores, reducidos a empleados dispuestos a cumplir caprichos frente a cámara. Aquí la dinámica entre actores y el público es muy similar, la de quienes que alcanzan a contagiarse de las buenas intenciones de su directora quien que se concibe como parte de ambos, de su audiencia y de su elenco y procurándoles a ambos como eje de su futuro éxito; el cabrito de oro en Monterrey es la primera, espero de muchas más, pruebas de que esto le funciona y si no fuera así, mi texto ojalá sea un recordatorio.
Monstruo de Xibalba, ganadora del premio a mejor largometraje mexicano en el pasado Festival Internacional de Cine de Monterrey, es la ópera prima de la directora Manuela Irene que ahonda en una constante de la producción fílmica nacional reciente, pero haciendo de las diferencias culturales de sus protagonistas su mayor fortaleza hacia la comedia.
La programación del Festival Internacional de Cine de Monterrey de este año se caracterizó por la omnipresencia del tema del duelo y la pérdida. Tan solo en su competencia oficial de largometraje mexicano Fragmentos de olvido, de Rubén Villa; La puerta verde, de Guillermo Vejar; Monstruo de Xibalba, de Manuela Irene y Todavía conmigo, de Alfonso Pineda, tocan este tema, así como lo hacen largometrajes internacionales como la propuesta de ciencia ficción Another End, de Piero Messina y la animada Sirocco and the Kingdom of Winds e inclusive Cría Cuervos, de Carlos Saura, que formaron parte de la sección Monterrey Classics y que de formas muy diversas abordan el luto.
Esta casualidad temática no es exclusiva del festival, más bien obedece a una tendencia del cine mexicano reciente donde obras como Después, de Sofía Gómez Córdoba o No nos moverán, de Pierre Martin Castellanos, ambas presentadas en el FICG, comparten conversación con Valentina o la serenidad, de Ángeles Cruz; Luto, de Andrés Arochi o Tótem, de Lila Avilés, que este año recibió el Premio Ariel a Mejor Película.
La tendencia que ya he señalado múltiples veces responde a la ausencia que nos atraviesa a nivel nacional porque, aunque el cáncer, los tumores cerebrales o la esclerosis es la explicación a muchas de estas, hay otras más que se explican desde la violencia y otras que ni siquiera respuesta tienen.
Ese es el caso de la que atraviesa Rogelio, un niño capitalino que tras la muerte de sus padres se muda con su nana al sur del país. A diferencia de la mayoría de las películas previamente mencionadas, nuestro protagonista apenas si menciona a sus padres, de hecho, habla con mayor afecto de otras personas como su nana o hasta de su dentista quien le regaló el reproductor portátil en el que escucha música. Esto evidencia una ausencia no solo en muerte sino también posiblemente en vida.
La directora crea una cinta de aventuras que asemeja a clásicos ochenteros como E.T the Extra Terrestrial, The Sandlot, The Goonies o incluso a contenidos actuales que se sirven de la referencia a esas épocas como Super 8 o Stranger Things pero que a diferencia de aquellas nos traslada de los distritos suburbanos americanos a la selva del sur mexicano sirviéndose del imaginario fantástico alrededor del mundo maya y del que hay de la muerte en nuestra cultura.
Hay muchos momentos en que las tomas asemejan más a un tour turístico y el humor parece sacado de la televisión o de contenidos blancos y moralistas, pero aun así sé que habrá quien voltee la cara ante el pequeño Rogelio probando un cigarro o que los animales muertos, comunes en poblaciones que no solo conviven sino viven o hasta dependen de ellos, le espanten; lasimperfecciones técnicas, que me apenaría que una ópera prima no las tuviera, apenas si llegan a ser notorias y la vuelve aún más valiosa pues revelan un proyecto más intrigante en el que, según cuenta su directora, el gringo al que insulta Rogelio es uno que cayó al rodaje por casualidad por un anuncio de Facebook o el propio viejo del pueblo al que le atribuyen todo tipo de barbaridades con los animales es, nada más y nada menos que,el padre de la cineasta.
Monstruo de Xibalba es una cinta claramente grande, con muchos años de preparación, con apoyo de Focine, con muchas locaciones y hasta con una estrella nacional como Teresita Sanchez pero que en el fondo posee un alma comunitaria que pudiendo escoger figuras universales desde los aliens hasta los zombies se decanta por la muerte; que crea imágenes para que pueda pensarse en un Harold And Maude con sus protagonistas en los campos de flores, pero siendo Rogelio y sus amigos nadando en un cenote, o en hombres gruñones como Ove de A man called Ove, Winfried Conradi de Toni Erdmann Walt Kowalski de Gran Torino o el profesor Paul Hunham de The Holdovers y en su lugar pensemos una pequeña choza en medio de la selva con un hombre en camisa interior alimentando a un borreguito.
Esta intención creativa está cargada de propósito, despegarnos de la imaginación gringa pero también de la obsesión de la industria fílmica mexicana por el centro del país. Que, si en la práctica cruzamos de extremo a extremo del continente como habitante y consumidor viendo desde las novelas colombianas hasta ficciones españolas y americanas, ¿por qué ponernos límites al filmar o imaginar en nuestra patria?
En un cine en que la comedia parece reservada a historias de la dicotomía de Condesa e Iztapalapa, de patrón y sirvienta, de ricos y pobres; que Manuela Irene ponga a su tierno protagonista a bailar y cantar una canción traducida al español con el cenote de fondo habla de una cineasta que antes que juzgarlo y de querer ahuyentarnos busca que nos identifiquemos porque seamos del norte, del sur, del bajío o del occidente, como yo, queremos la muerte vista con esperanza y nuestras diferencias como un puente de unión, de aventura y amistad sobre una de división.
Que una nueva configuración en que se pueda creer que lahistoria tan particular del duelo del pequeño Rogelio (como bien dicen "horrible nombre para un niño") explorando la selva maya pueda ser vista como un sentimiento universal. Como quien de chico alguna vez se imaginó como Elliot envuelto en sudadera roja con el pequeño E.T en la canasta de su bici ahora pueda hacerlo con algo más cercano a nosotros como un Rogelio con su reproductor caminando con su pandilla por la selva. Un primer paso, limitado, un poco atrapado en el espiral monotemático del cine nacional pero muy optimista, a la creación de un imaginario no nacional sino comunitario, uno en donde quepamos todos.
El cine nacional hecho para la ruta festivalera parece más interesado en la forma que en contenido por lo que termina excluyendo al espectador y a sus actores, reducidos a empleados dispuestos a cumplir caprichos frente a cámara. Aquí la dinámica entre actores y el público es muy similar, la de quienes que alcanzan a contagiarse de las buenas intenciones de su directora quien que se concibe como parte de ambos, de su audiencia y de su elenco y procurándoles a ambos como eje de su futuro éxito; el cabrito de oro en Monterrey es la primera, espero de muchas más, pruebas de que esto le funciona y si no fuera así, mi texto ojalá sea un recordatorio.