De occidente a sur, ficmonterrey premia trabajos en su Clausura
POR: JOSÉ LUIS SALAZAR EN MONTERREY
03-10-2024 15:13:13
Un pequeño niño de nombre Rogelio se muda al sur del país quedando bajo el tutelaje de su nana, interpretada por Teresita Sánchez, tras la muerte de sus padres. Entre el abrasivo calor costero y las enormes selvas, Rogelio aprende de la vida y la muerte recorriendo las ruinas mayas con un anciano del pueblo al que le atribuyen todo tipo de historias macabras apodándolo como el monstruo de Xibalba. Esta es la premisa de la ópera prima de Manuela Irene, Monstruo de Xibalba, que tomó 14 años su realización y que se alzó en la ceremonia de clausura del ficmonterrey con el premio de largometraje de ficción mexicano.
Los esfuerzos del festival por presentar trabajos de todo el país y así buscar la descentralización de la industria rindió frutos cuando éstos, además de formar parte de la selección, levantan los premios principales como es el caso también de Mi pecho está lleno de centellas, del tapatío Gal Castellanos, ganador de mejor largometraje documental.
En este seguimos dos travesías de forma paralela; la de su madre, quien al morir su esposo decide partir a Turquía y conocer a su pareja de años en Facebook a la vez que Gal, director y protagonista del filme, comienza una transición de género. Un filme autobiográfico que combina videodiarios de los viajes de su madre y su propio camino de descubrimiento.
A la par que se entregaba el premio se le daba una mención honorifica a El último viaje de Rodolfo Santa María, una conmovedora historia sobre un médico que lucha por ayudar a enfermos terminales a partir con dignidad y sin dolor a través de la eutanasia.
En los premios internacionales el realismo social y los retratos de juventud conquistaron al jurado, pues la francesa Eat the Night, de Caroline Poggi y Jonathan Vinel y la húngara Kix, de David Mikulan y Baliánt Révész se hicieron con los premios a Mejor Largometraje de Ficción Internacional y de Largometraje Documental Internacional, respectivamente. En ésta última categoría también se reconoció el creativo trabajo de Elizabeth Stankey en Witches que conjuntando el gusto por el cine y los estudios de género arma un análisis de los puntos en común entre la representación de las brujas en el cine y las mujeres atravesando depresión post parto.
Fuera del ámbito nacional e internacional también se reconocieron trabajos de Latinoamérica como el caso de Los capítulos perdidos, de Lorena Alvarado acreedora del premio a mejor largometraje latinoamericano y los trabajos locales como Coyote, largometraje ganador de la sección Nuevo León.
En las categorías de corto Spiritum, de Adolfo Margulis que se hizo con el premio a mejor cortometraje de ficción mexicano con su crudo retrato del interior de los anexos o espacios de rehabilitación y Sole, de Ana Berdeja una mención honorífica en esa misma categoría. En la competencia estudiantil mexicana el premio fue para La soledad, de María Conchita Díaz.
Cinthya Lizbeth Toledo, a apenas unas semanas de competir en los premios Ariel con Huachinango Rojo, ahora levantó con el premio a mejor cortometraje documental en el festival.
Y el talento local se hizo nuevamente presente con el experimental Niño halcón duerme entre visiones de un incendio, de Mauricio Sáenz ganador del premio a mejor cortometraje en la competencia Nuevo León por su denuncia a la violencia que se vive en el norte del país, galardón recogido por su productora Belén Olalde.
En las secciones internacionales de corto repitió el dúo de Caroline Poggi y Jonathan Vinel, quienes habían ganado en largometraje y ahora con The Exploding Girl se van doblemente premiados, ambos reconocimientos por trabajos de ficción, el loquísimo corto de Claire Barnett, Freak, con una mención honorífica en esta categoría y Songs of Love and Hate de, Saurav Ghimire con el premio en cortometraje documental.
La ceremonia fue una celebración del cine mexicano pero una que, como pocas veces, no puso los ojos en la CDMX pues desde el occidente hasta el sur la producción fílmica y aquellos detrás tomaron el podio del Teatro de la Ciudad de Monterrey para abrir paso a nuevas historias, en las que desde las selvas de Yucatán, la Calzada Independencia en Guadalajara o el alto de los cerros de Monterrey se vuelven un protagonista más y nos invitan a pensar el país fuera de los 1,500 km que ocupa la capital.
Un pequeño niño de nombre Rogelio se muda al sur del país quedando bajo el tutelaje de su nana, interpretada por Teresita Sánchez, tras la muerte de sus padres. Entre el abrasivo calor costero y las enormes selvas, Rogelio aprende de la vida y la muerte recorriendo las ruinas mayas con un anciano del pueblo al que le atribuyen todo tipo de historias macabras apodándolo como el monstruo de Xibalba. Esta es la premisa de la ópera prima de Manuela Irene, Monstruo de Xibalba, que tomó 14 años su realización y que se alzó en la ceremonia de clausura del ficmonterrey con el premio de largometraje de ficción mexicano.
Los esfuerzos del festival por presentar trabajos de todo el país y así buscar la descentralización de la industria rindió frutos cuando éstos, además de formar parte de la selección, levantan los premios principales como es el caso también de Mi pecho está lleno de centellas, del tapatío Gal Castellanos, ganador de mejor largometraje documental.
En este seguimos dos travesías de forma paralela; la de su madre, quien al morir su esposo decide partir a Turquía y conocer a su pareja de años en Facebook a la vez que Gal, director y protagonista del filme, comienza una transición de género. Un filme autobiográfico que combina videodiarios de los viajes de su madre y su propio camino de descubrimiento.
A la par que se entregaba el premio se le daba una mención honorifica a El último viaje de Rodolfo Santa María, una conmovedora historia sobre un médico que lucha por ayudar a enfermos terminales a partir con dignidad y sin dolor a través de la eutanasia.
En los premios internacionales el realismo social y los retratos de juventud conquistaron al jurado, pues la francesa Eat the Night, de Caroline Poggi y Jonathan Vinel y la húngara Kix, de David Mikulan y Baliánt Révész se hicieron con los premios a Mejor Largometraje de Ficción Internacional y de Largometraje Documental Internacional, respectivamente. En ésta última categoría también se reconoció el creativo trabajo de Elizabeth Stankey en Witches que conjuntando el gusto por el cine y los estudios de género arma un análisis de los puntos en común entre la representación de las brujas en el cine y las mujeres atravesando depresión post parto.
Fuera del ámbito nacional e internacional también se reconocieron trabajos de Latinoamérica como el caso de Los capítulos perdidos, de Lorena Alvarado acreedora del premio a mejor largometraje latinoamericano y los trabajos locales como Coyote, largometraje ganador de la sección Nuevo León.
En las categorías de corto Spiritum, de Adolfo Margulis que se hizo con el premio a mejor cortometraje de ficción mexicano con su crudo retrato del interior de los anexos o espacios de rehabilitación y Sole, de Ana Berdeja una mención honorífica en esa misma categoría. En la competencia estudiantil mexicana el premio fue para La soledad, de María Conchita Díaz.
Cinthya Lizbeth Toledo, a apenas unas semanas de competir en los premios Ariel con Huachinango Rojo, ahora levantó con el premio a mejor cortometraje documental en el festival.
Y el talento local se hizo nuevamente presente con el experimental Niño halcón duerme entre visiones de un incendio, de Mauricio Sáenz ganador del premio a mejor cortometraje en la competencia Nuevo León por su denuncia a la violencia que se vive en el norte del país, galardón recogido por su productora Belén Olalde.
En las secciones internacionales de corto repitió el dúo de Caroline Poggi y Jonathan Vinel, quienes habían ganado en largometraje y ahora con The Exploding Girl se van doblemente premiados, ambos reconocimientos por trabajos de ficción, el loquísimo corto de Claire Barnett, Freak, con una mención honorífica en esta categoría y Songs of Love and Hate de, Saurav Ghimire con el premio en cortometraje documental.
La ceremonia fue una celebración del cine mexicano pero una que, como pocas veces, no puso los ojos en la CDMX pues desde el occidente hasta el sur la producción fílmica y aquellos detrás tomaron el podio del Teatro de la Ciudad de Monterrey para abrir paso a nuevas historias, en las que desde las selvas de Yucatán, la Calzada Independencia en Guadalajara o el alto de los cerros de Monterrey se vuelven un protagonista más y nos invitan a pensar el país fuera de los 1,500 km que ocupa la capital.