El drama de la desaparición forzada en el cine
POR: MARÍA DEL CARMEN VARELA
02-09-2024 11:15:35
A través del séptimo arte se ha retratado la incertidumbre, el miedo, la rabia, la impotencia y la desesperación que implica la desaparición forzada, pero también la entereza con la que los afectados enfrentan su viacrucis, por lo que Encuadres trae para ti un recuento de lo que en años recientes ha hecho el cine mexicano en torno a este tema que lacera a miles de familias, el drama y la impotencia de no encontrar verdad, justicia, reparación y menos garantías de no repetición.
Lo que no se ve, no se nombra y lo que no se nombra, no existe, son dos frases que han acompañado a diferentes luchas sociales, pero no por eso es un cliché menos estremecedor, así lo confirman aquellos que día a día mueren lento buscando a sus desaparecidos; sin saber si viven o mueren, sin la paz de que ya descansan; con la incertidumbre de su paradero o de su macabra suerte.
Aquellos que emprenden, la mayoría de las veces sin éxito, el desolador camino de la búsqueda de los seres amados, principalmente de niños, niñas, adolescentes y jovencitas que son enganchadas con engaños o mediante violencia, para enrolarlos en la trata, la prostitución, el narcotráfico e incluso en el tráfico de órganos.
Hijas o hijos, hermanos o hermanas, primos o primas, sobrinos o sobrinas, amigos o amigas, alumnos o alumnas, que dejan en sentido de orfandad a sus seres queridos, sin que este cáncer social sea resuelto, naufragando en una sociedad indiferente, autoridades omisas o cómplices, pero, sobre todo, ante una cada vez mayor descomposición social, donde el ser humano como mercancía está cada vez más devaluado en su dignidad y sus valores.
Aunque el problema no es nuevo, su llegada al cine es relativamente reciente, se agudizó con el problema de feminicidios en Ciudad Juárez, a partir del cual empezaron a proliferar reportajes y documentales que dieron cuenta de la descomposición social en la frontera y de las desapariciones ya no como arma política sino como consecuencia de la violencia.
A propósito del Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada -30 de agosto-, te compartimos una serie de títulos que han abordado el tema desde distintos ángulos a través del documental y la ficción:
Ruido (2022), de Natalia Beristaín, es una de las más recientes denuncias fílmicas contra la desaparición forzada, que toca varios de los problemas que originan y con los que se combina la trata de personas en el país, como la violencia, inseguridad e impunidad. La primera actriz Julieta Egurrola es la encargada de “dar voz” a la angustia de una madre buscando sin descanso a su hija, pese a todo y contra todo.
Mientras que Ayotzinapa. El paso de la tortuga (2018), del cineasta tapatío Guillermo del Toro, se sumerge en las pantanosas aguas de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el 26 de septiembre de 2014, para contar una historia de horror, violencia, impunidad y estado fallido.
En ambos casos, se trata de proyectos que apuestan a visibilizar la crueldad, el horror, la sinrazón del sufrimiento de quienes son víctimas, pero también de sus familias, de quienes se quedan atrás con un duelo que no acaba de ser duelo; de dar voz a otras historias que también forman parte del hecho; de no olvidar, de mantener viva la memoria y lacerar en la medida que haga posible luchar para erradicar estas violencias.
Desde luego, no son las únicas cintas que han pretendido poner un granito de arena en torno a esta realidad tan dura, el documental “Bajo Juárez, la ciudad devorando a sus hijas” (2006) fue uno de los primeros acercamientos a la necesidad de documentar esta problemática para hacerla consciente en el colectivo.
Te prometo anarquía (2016), de Julio Hernández, se adentra en lo lucrativo de los secuestros para grupos como los narcotraficantes, quienes utilizan a sus víctimas como bancos de sangre; pero sin duda un hilo lo marcó el documental Tempestad (2016), de Tatiana Huezo, quien cuenta la historia de la hija de una mujer que trabaja como payaso de circo y de otra, encarcelada, víctima de falsas acusaciones y de un deficiente sistema judicial mexicano.
La aclamada cinta, que la crítica especializada ha colocado en el sexto lugar de las mejores 100 películas del cine mexicano, retrata la violencia de un México coptado por el narcotráfico, el crimen organizado y la ineficacia de las autoridades, corrompidas, coludidas u omisas e inhumanas.
Everardo González también hace uso del documental para abordar La libertad del diablo (2018), una cinta que da un paso más, abordando no sólo la visión de las víctimas sino de los victimarios, dejando claro que se trata de una problemática llena de matices y complejidades que no son fáciles de resolver.
Premio a Mejor Película en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y aclamada en el Festival de Berlín, se trata de un documental brutal por la forma como desentraña los orígenes de la violencia y la humanización de ambos lados de la moneda.
En el 2020, Fernanda Valadez debuta con su ópera prima Sin señas particulares, un trabajo que retrata el viacrucis de una madre en busca de un hijo que las autoridades han dado por muerto en su camino a Estados Unidos. El tema es un lugar común en la frontera, donde este tipo de historias se entrelazan con problemáticas más complejas como la migración, el narcotráfico, la inseguridad y la corrupción de las autoridades.
Tatiana Huezo regresa en el 2021 para dirigir Noche de fuego, repitiendo la fórmula de la historia real, mezclada con una ficción que sobrepasa la vida misma. Cuenta la historia de un poblado, donde los hombres están ausentes y las mujeres solas deben criar hijas mujeres y defenderlas de la violencia, la desolación y una especie de destino fatal que se cierne sobre ellas solo por ser mujeres.
Basada en la historia de Miriam Rodríguez Martínez, La Civil (2021-2022), dirigida por Teodora Mihai, es otra película que enfrenta la problemática de la desaparición, y que en voz de la actriz Arcelia Ramírez, permite al espectador acercarse un poco a la impotencia de esas madres a las que la vida, el crimen y la impunidad les arrebatan a sus hijas y, la vida misma.
En México, la desaparición es un problema generalizado y sistemático que, de acuerdo con cifras de organizaciones civiles en los últimos 60 años supera las 100 mil personas.
De acuerdo con el Informe Nacional de Personas Desaparecidas 2024, de la RED LUPA, el problema sigue en aumento ya que de 2022 a 2023 la cifra creció más de siete por ciento y en lo que va de 2024, sigue la misma tendencia con un 6.3 por ciento. Sólo en 2023 se reportaron 10 mil 315 casos.
Los cinco estados que concentran el mayor número de desapariciones son Jalisco, Tamaulipas, Estado de México, Veracruz y Nuevo León, que representan el 48% de las personas desaparecidas en la actualidad. La mayoría de los casos son personas entre los 15 y los 34 años. El Estado de México y Tamaulipas son los que mayor número de mujeres y niñas desaparecidas presentan.
Esto quiere decir que no es un problema menor y que los esfuerzos que se plantean en la Ley General en materia de desaparición forzada de las personas, están siendo insuficientes para combatir este flagelo, de ahí la importancia de que un medio masivo como el cine, con la influencia que tiene en la población, siga contando estas historias, que más allá de la parte cinematográfica, detonen la conciencia de la gente sobre ¿qué México estamos dejando a las siguientes generaciones?.
A través del séptimo arte se ha retratado la incertidumbre, el miedo, la rabia, la impotencia y la desesperación que implica la desaparición forzada, pero también la entereza con la que los afectados enfrentan su viacrucis, por lo que Encuadres trae para ti un recuento de lo que en años recientes ha hecho el cine mexicano en torno a este tema que lacera a miles de familias, el drama y la impotencia de no encontrar verdad, justicia, reparación y menos garantías de no repetición.
Lo que no se ve, no se nombra y lo que no se nombra, no existe, son dos frases que han acompañado a diferentes luchas sociales, pero no por eso es un cliché menos estremecedor, así lo confirman aquellos que día a día mueren lento buscando a sus desaparecidos; sin saber si viven o mueren, sin la paz de que ya descansan; con la incertidumbre de su paradero o de su macabra suerte.
Aquellos que emprenden, la mayoría de las veces sin éxito, el desolador camino de la búsqueda de los seres amados, principalmente de niños, niñas, adolescentes y jovencitas que son enganchadas con engaños o mediante violencia, para enrolarlos en la trata, la prostitución, el narcotráfico e incluso en el tráfico de órganos.
Hijas o hijos, hermanos o hermanas, primos o primas, sobrinos o sobrinas, amigos o amigas, alumnos o alumnas, que dejan en sentido de orfandad a sus seres queridos, sin que este cáncer social sea resuelto, naufragando en una sociedad indiferente, autoridades omisas o cómplices, pero, sobre todo, ante una cada vez mayor descomposición social, donde el ser humano como mercancía está cada vez más devaluado en su dignidad y sus valores.
Aunque el problema no es nuevo, su llegada al cine es relativamente reciente, se agudizó con el problema de feminicidios en Ciudad Juárez, a partir del cual empezaron a proliferar reportajes y documentales que dieron cuenta de la descomposición social en la frontera y de las desapariciones ya no como arma política sino como consecuencia de la violencia.
A propósito del Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada -30 de agosto-, te compartimos una serie de títulos que han abordado el tema desde distintos ángulos a través del documental y la ficción:
Ruido (2022), de Natalia Beristaín, es una de las más recientes denuncias fílmicas contra la desaparición forzada, que toca varios de los problemas que originan y con los que se combina la trata de personas en el país, como la violencia, inseguridad e impunidad. La primera actriz Julieta Egurrola es la encargada de “dar voz” a la angustia de una madre buscando sin descanso a su hija, pese a todo y contra todo.
Mientras que Ayotzinapa. El paso de la tortuga (2018), del cineasta tapatío Guillermo del Toro, se sumerge en las pantanosas aguas de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el 26 de septiembre de 2014, para contar una historia de horror, violencia, impunidad y estado fallido.
En ambos casos, se trata de proyectos que apuestan a visibilizar la crueldad, el horror, la sinrazón del sufrimiento de quienes son víctimas, pero también de sus familias, de quienes se quedan atrás con un duelo que no acaba de ser duelo; de dar voz a otras historias que también forman parte del hecho; de no olvidar, de mantener viva la memoria y lacerar en la medida que haga posible luchar para erradicar estas violencias.
Desde luego, no son las únicas cintas que han pretendido poner un granito de arena en torno a esta realidad tan dura, el documental “Bajo Juárez, la ciudad devorando a sus hijas” (2006) fue uno de los primeros acercamientos a la necesidad de documentar esta problemática para hacerla consciente en el colectivo.
Te prometo anarquía (2016), de Julio Hernández, se adentra en lo lucrativo de los secuestros para grupos como los narcotraficantes, quienes utilizan a sus víctimas como bancos de sangre; pero sin duda un hilo lo marcó el documental Tempestad (2016), de Tatiana Huezo, quien cuenta la historia de la hija de una mujer que trabaja como payaso de circo y de otra, encarcelada, víctima de falsas acusaciones y de un deficiente sistema judicial mexicano.
La aclamada cinta, que la crítica especializada ha colocado en el sexto lugar de las mejores 100 películas del cine mexicano, retrata la violencia de un México coptado por el narcotráfico, el crimen organizado y la ineficacia de las autoridades, corrompidas, coludidas u omisas e inhumanas.
Everardo González también hace uso del documental para abordar La libertad del diablo (2018), una cinta que da un paso más, abordando no sólo la visión de las víctimas sino de los victimarios, dejando claro que se trata de una problemática llena de matices y complejidades que no son fáciles de resolver.
Premio a Mejor Película en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y aclamada en el Festival de Berlín, se trata de un documental brutal por la forma como desentraña los orígenes de la violencia y la humanización de ambos lados de la moneda.
En el 2020, Fernanda Valadez debuta con su ópera prima Sin señas particulares, un trabajo que retrata el viacrucis de una madre en busca de un hijo que las autoridades han dado por muerto en su camino a Estados Unidos. El tema es un lugar común en la frontera, donde este tipo de historias se entrelazan con problemáticas más complejas como la migración, el narcotráfico, la inseguridad y la corrupción de las autoridades.
Tatiana Huezo regresa en el 2021 para dirigir Noche de fuego, repitiendo la fórmula de la historia real, mezclada con una ficción que sobrepasa la vida misma. Cuenta la historia de un poblado, donde los hombres están ausentes y las mujeres solas deben criar hijas mujeres y defenderlas de la violencia, la desolación y una especie de destino fatal que se cierne sobre ellas solo por ser mujeres.
Basada en la historia de Miriam Rodríguez Martínez, La Civil (2021-2022), dirigida por Teodora Mihai, es otra película que enfrenta la problemática de la desaparición, y que en voz de la actriz Arcelia Ramírez, permite al espectador acercarse un poco a la impotencia de esas madres a las que la vida, el crimen y la impunidad les arrebatan a sus hijas y, la vida misma.
En México, la desaparición es un problema generalizado y sistemático que, de acuerdo con cifras de organizaciones civiles en los últimos 60 años supera las 100 mil personas.
De acuerdo con el Informe Nacional de Personas Desaparecidas 2024, de la RED LUPA, el problema sigue en aumento ya que de 2022 a 2023 la cifra creció más de siete por ciento y en lo que va de 2024, sigue la misma tendencia con un 6.3 por ciento. Sólo en 2023 se reportaron 10 mil 315 casos.
Los cinco estados que concentran el mayor número de desapariciones son Jalisco, Tamaulipas, Estado de México, Veracruz y Nuevo León, que representan el 48% de las personas desaparecidas en la actualidad. La mayoría de los casos son personas entre los 15 y los 34 años. El Estado de México y Tamaulipas son los que mayor número de mujeres y niñas desaparecidas presentan.
Esto quiere decir que no es un problema menor y que los esfuerzos que se plantean en la Ley General en materia de desaparición forzada de las personas, están siendo insuficientes para combatir este flagelo, de ahí la importancia de que un medio masivo como el cine, con la influencia que tiene en la población, siga contando estas historias, que más allá de la parte cinematográfica, detonen la conciencia de la gente sobre ¿qué México estamos dejando a las siguientes generaciones?.