La práctica: Los pasos de Martín Rejtman
POR: JOSÉ LUIS SALAZAR
10-07-2024 11:13:00
Tras su exhibición en festivales de cine como el de Nueva York y San Sebastián, la última película de Martín Rejtman, La práctica, tuvo su estreno en México durante el FICUNAM14; en este filme el cineasta muestra su estilo característico, que lo volvió referente del cine argentino con obras como Rapado o Silvia Prieto y por ello mismo, revela sus limitantes.
En el pasado Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG) se estrenó Volveréis de Jonás Trueba, cinta que obtuvo el premio de la Quincena de Realizadores durante el Festival de Cannes. En ella, la pareja conformada por la directora de cine Ale y el actor Alex deciden, apropiándose de una idea del padre de Ale, despedir su relación de 14 años con una fiesta; invirtiendo la lógica que dicta la celebración de una unión matrimonial y en su lugar festejar su divorcio.
Durante casi dos horas de metraje ambos personajes solos o juntos se enfrentan a las diversas y mayormente adversas reacciones de familiares y amigos que escuchan su idea, a las que casi siempre les sigue un "ustedes dos volveréis". La negación se extiende, ocupa tanto a las personas a su alrededor como a ellos mismos que pese a mostrarse convencidos del fracaso de la relación y la decisión mutua de partir caminos, ambos siguen habitando la misma casa y difícilmente pueden separar los planes el uno del otro.
Este círculo narrativo de los personajes lo hacen explícito el resto del reparto. Desde el padre recomendando a Ale La repetición de Kierkegaard, un par de amigos que viendo un fragmento de lo que filmó Ale para su nueva producción se limitan a decir "me parece que es muy repetitivo", "que las conversaciones no llegan a nada", hasta un peculiar tarot temático de películas de Bergman que les anuncia un retorno. Y como bien se predice, hacía su final ellos vuelven.
En la nueva cinta de Martin Rejtman casi como antítesis del Trueba de Volveréis, esto cambia.
Gustavo es un instructor de yoga argentino viviendo en Chileque que atraviesa la separación con su esposa, también instructora de yoga, Vanesa. Ante los cambios drásticos que está tomado su vida abraza la resignación y busca perpetuar lo más posible su rutina.
Él, evitando confrontamientos con su ex esposa, decide renunciar a la casa que compartían juntos, de igual forma al fracturarse una de las rodillas y empezar a padecer artritis opta por refugiarse en videos de medicina alternativa e improvisados quiroprácticos y no acudir a una clínica de salud.
La vida de Gustavo es cíclica. Contrario a Volveréis donde el resto del reparto impulsa la narrativa circular de la historia de Ale y Alex, aquí el resto buscan que Gustavo pueda romperla.
Su madre lo presiona para que regrese a vivir a Argentina; la terapeuta de parejas a la que acude le aconseja dejar de vivir con su cuñado y su esposa; una ex alumna del yoga le recomienda hacerse una cirugía en la rodilla y el médico que deje de forzar sus piernas con yoga.
En un momento de la película el propio Gustavo se da cuenta de los lugares comunes de su vida y se dice, parafraseándolo: "La vida se ha vuelto una continua reunión de ex alumnos".
En paralelo vemos cómo en la vida de Vanesa, Laura, su esposo Alberto y muchos personajes circundantes comienzan y terminan relaciones, se mudan, cambian de estilo de vida, de profesión y hasta de ciudad.
La determinación de Gustavo de evitar que cualquier cosa altere su vida hace que ante la visita de su madre decida mantenerse estático en un restaurante a fin de evitar que note su caminar cojo y lo lleve a una clínica; que al perder el lugar que alquilaba termine durmiendo en su estudio de yoga; que evadiendo confrontar a un estudiante de su clase que le robó sus celulares al resto del alumnado haga caso omiso al tema y que cuando una estudiante extranjera a la que había expulsado de la clase, tras sufrir amnesia por una lesión decida no mencionarlo de nuevo.
Al hacer una comparativa entre la obra de Trueba y la de Rejtman no busco enaltecer alguna o desacreditar otra, solo me parece llamativo como dos autores dialogan con la ruptura de una relación de una forma distinta.
Trueba lo hace de forma más ingeniosa, su película se compone de capas, es meta narrativa. Por un lado, está la historia de Ale y Alex, luego la que Ale filma, sin embargo, ninguna de las dos está enteramente separada. En una escena casi al final, Fernando Trueba, padre de Jonás y quien interpreta al padre de Ale, grita “¡Corte!” desde una silla de director, difuminando aún más esta barrera entre lo que sucede en pantalla y lo que filma Ale pero también una tercera capa en la que Jonás Trueba se encuentra siguiendo los pasos y consejos de su padre a través de la piel de Ale.
Sin la meta narrativa y la intertextualidad de Trueba, Rejtman construye una comedia sucesora de Rapado, de Silvia Prieto y de Los guantes mágicos. De aquellas que dieron a luz al llamado Nuevo Cine Argentino hace poco más de 30 años. La práctica es hilada por encuentros espontáneos y accidentales de los lugares que frecuenta Gustavo, lo que remite inmediatamente a la ópera prima de Rejtman, Rapado, que ya seguía esa misma estructura. Gustavo tiene algo de Silvia y de Alejandro de Silvia Prieto y de Los guantes mágicos respectivamente, en la manera en que los tres están anclados en un universo en constante cambio que difícilmente los perturba.
Tanto Rejtman como Trueba hablan de sí mismos, el primero siendo menos evidente que el segundo.
El director argentino que no había estrenado un largometraje de ficción y en una década escribe una historia sobre un hombre que se resiste al cambio mientras él al mostrarnos un estilo pulido, pero idéntico al que ha filmado por 30 años nos aclara que nos está hablando de él.
A tres décadas de su ópera prima y habiendo recorrido tanto festival de cine del mundo como ha podido, Rejtman se encuentra cómodo hablando de sí mismo a través del personaje interpretado por Esteban Bigliardi y escribiendo de lo que ha tomado su filmografía por completo: las casualidades y accidentes.
Con una década de distancia entre su última ficción no espero que su próxima producción, si es que decide hacer otra, tome riesgos o se aventure fuera de la comedia a la que se ha acostumbrado porque él ha chocado con su mayor acierto y limitante: su persona.
Aquella que por décadas plasmó un imaginario nacional de frustraciones y estancamientos como los de Alejandro que por la crisis económica se ve orillado a vender su viejo Renault 12 o la de Silvia Prieto, la joven en medio de una crisis de identidad, se han convertido ahora en La práctica en pequeños baches de una vida feliz y una visión optimista.
Rejtman está feliz con su vida, Gustavo también.
Esta película refleja eso, una comedia cuyo mayor gag y el más recurrente siendo el que cierra la película es Gustavo caminando por una acera de la calle charlando con Laura cuando de repente sale de escena, Laura voltea y éste ha caído en una alcantarilla. Sale de ahí y nada ha pasado, porque él es feliz y no ha de cambiar de acera sin importar cuánto siga cayendo.
Aquellos tropiezos, vueltas, terquedades de Gustavo son las que mantiene Rejtman frente al cine, quien ha decidido seguir filmando solo bajo los mismos pasos. ¿Qué acaso no todos nos maravillamos en primer lugar de esos pasos?
Pese a ello esperamos que en algún momento las cosas cambien, que Rejtman decida cruzar de acera, pero personalmente estoy feliz y dispuesto a escucharle sin importar cuantas veces más quiera caminar por la misma calle, y hacernos verlo, feliz saliendo de la alcantarilla.
Porque hay ahí más que la resolución de tres décadas de filmografía, está el testimonio de un director conforme con la vida y satisfecho con su obra.
Tras su exhibición en festivales de cine como el de Nueva York y San Sebastián, la última película de Martín Rejtman, La práctica, tuvo su estreno en México durante el FICUNAM14; en este filme el cineasta muestra su estilo característico, que lo volvió referente del cine argentino con obras como Rapado o Silvia Prieto y por ello mismo, revela sus limitantes.
En el pasado Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG) se estrenó Volveréis de Jonás Trueba, cinta que obtuvo el premio de la Quincena de Realizadores durante el Festival de Cannes. En ella, la pareja conformada por la directora de cine Ale y el actor Alex deciden, apropiándose de una idea del padre de Ale, despedir su relación de 14 años con una fiesta; invirtiendo la lógica que dicta la celebración de una unión matrimonial y en su lugar festejar su divorcio.
Durante casi dos horas de metraje ambos personajes solos o juntos se enfrentan a las diversas y mayormente adversas reacciones de familiares y amigos que escuchan su idea, a las que casi siempre les sigue un "ustedes dos volveréis". La negación se extiende, ocupa tanto a las personas a su alrededor como a ellos mismos que pese a mostrarse convencidos del fracaso de la relación y la decisión mutua de partir caminos, ambos siguen habitando la misma casa y difícilmente pueden separar los planes el uno del otro.
Este círculo narrativo de los personajes lo hacen explícito el resto del reparto. Desde el padre recomendando a Ale La repetición de Kierkegaard, un par de amigos que viendo un fragmento de lo que filmó Ale para su nueva producción se limitan a decir "me parece que es muy repetitivo", "que las conversaciones no llegan a nada", hasta un peculiar tarot temático de películas de Bergman que les anuncia un retorno. Y como bien se predice, hacía su final ellos vuelven.
En la nueva cinta de Martin Rejtman casi como antítesis del Trueba de Volveréis, esto cambia.
Gustavo es un instructor de yoga argentino viviendo en Chileque que atraviesa la separación con su esposa, también instructora de yoga, Vanesa. Ante los cambios drásticos que está tomado su vida abraza la resignación y busca perpetuar lo más posible su rutina.
Él, evitando confrontamientos con su ex esposa, decide renunciar a la casa que compartían juntos, de igual forma al fracturarse una de las rodillas y empezar a padecer artritis opta por refugiarse en videos de medicina alternativa e improvisados quiroprácticos y no acudir a una clínica de salud.
La vida de Gustavo es cíclica. Contrario a Volveréis donde el resto del reparto impulsa la narrativa circular de la historia de Ale y Alex, aquí el resto buscan que Gustavo pueda romperla.
Su madre lo presiona para que regrese a vivir a Argentina; la terapeuta de parejas a la que acude le aconseja dejar de vivir con su cuñado y su esposa; una ex alumna del yoga le recomienda hacerse una cirugía en la rodilla y el médico que deje de forzar sus piernas con yoga.
En un momento de la película el propio Gustavo se da cuenta de los lugares comunes de su vida y se dice, parafraseándolo: "La vida se ha vuelto una continua reunión de ex alumnos".
En paralelo vemos cómo en la vida de Vanesa, Laura, su esposo Alberto y muchos personajes circundantes comienzan y terminan relaciones, se mudan, cambian de estilo de vida, de profesión y hasta de ciudad.
La determinación de Gustavo de evitar que cualquier cosa altere su vida hace que ante la visita de su madre decida mantenerse estático en un restaurante a fin de evitar que note su caminar cojo y lo lleve a una clínica; que al perder el lugar que alquilaba termine durmiendo en su estudio de yoga; que evadiendo confrontar a un estudiante de su clase que le robó sus celulares al resto del alumnado haga caso omiso al tema y que cuando una estudiante extranjera a la que había expulsado de la clase, tras sufrir amnesia por una lesión decida no mencionarlo de nuevo.
Al hacer una comparativa entre la obra de Trueba y la de Rejtman no busco enaltecer alguna o desacreditar otra, solo me parece llamativo como dos autores dialogan con la ruptura de una relación de una forma distinta.
Trueba lo hace de forma más ingeniosa, su película se compone de capas, es meta narrativa. Por un lado, está la historia de Ale y Alex, luego la que Ale filma, sin embargo, ninguna de las dos está enteramente separada. En una escena casi al final, Fernando Trueba, padre de Jonás y quien interpreta al padre de Ale, grita “¡Corte!” desde una silla de director, difuminando aún más esta barrera entre lo que sucede en pantalla y lo que filma Ale pero también una tercera capa en la que Jonás Trueba se encuentra siguiendo los pasos y consejos de su padre a través de la piel de Ale.
Sin la meta narrativa y la intertextualidad de Trueba, Rejtman construye una comedia sucesora de Rapado, de Silvia Prieto y de Los guantes mágicos. De aquellas que dieron a luz al llamado Nuevo Cine Argentino hace poco más de 30 años. La práctica es hilada por encuentros espontáneos y accidentales de los lugares que frecuenta Gustavo, lo que remite inmediatamente a la ópera prima de Rejtman, Rapado, que ya seguía esa misma estructura. Gustavo tiene algo de Silvia y de Alejandro de Silvia Prieto y de Los guantes mágicos respectivamente, en la manera en que los tres están anclados en un universo en constante cambio que difícilmente los perturba.
Tanto Rejtman como Trueba hablan de sí mismos, el primero siendo menos evidente que el segundo.
El director argentino que no había estrenado un largometraje de ficción y en una década escribe una historia sobre un hombre que se resiste al cambio mientras él al mostrarnos un estilo pulido, pero idéntico al que ha filmado por 30 años nos aclara que nos está hablando de él.
A tres décadas de su ópera prima y habiendo recorrido tanto festival de cine del mundo como ha podido, Rejtman se encuentra cómodo hablando de sí mismo a través del personaje interpretado por Esteban Bigliardi y escribiendo de lo que ha tomado su filmografía por completo: las casualidades y accidentes.
Con una década de distancia entre su última ficción no espero que su próxima producción, si es que decide hacer otra, tome riesgos o se aventure fuera de la comedia a la que se ha acostumbrado porque él ha chocado con su mayor acierto y limitante: su persona.
Aquella que por décadas plasmó un imaginario nacional de frustraciones y estancamientos como los de Alejandro que por la crisis económica se ve orillado a vender su viejo Renault 12 o la de Silvia Prieto, la joven en medio de una crisis de identidad, se han convertido ahora en La práctica en pequeños baches de una vida feliz y una visión optimista.
Rejtman está feliz con su vida, Gustavo también.
Esta película refleja eso, una comedia cuyo mayor gag y el más recurrente siendo el que cierra la película es Gustavo caminando por una acera de la calle charlando con Laura cuando de repente sale de escena, Laura voltea y éste ha caído en una alcantarilla. Sale de ahí y nada ha pasado, porque él es feliz y no ha de cambiar de acera sin importar cuánto siga cayendo.
Aquellos tropiezos, vueltas, terquedades de Gustavo son las que mantiene Rejtman frente al cine, quien ha decidido seguir filmando solo bajo los mismos pasos. ¿Qué acaso no todos nos maravillamos en primer lugar de esos pasos?
Pese a ello esperamos que en algún momento las cosas cambien, que Rejtman decida cruzar de acera, pero personalmente estoy feliz y dispuesto a escucharle sin importar cuantas veces más quiera caminar por la misma calle, y hacernos verlo, feliz saliendo de la alcantarilla.
Porque hay ahí más que la resolución de tres décadas de filmografía, está el testimonio de un director conforme con la vida y satisfecho con su obra.