Imaginemos que tocan a nuestra puerta para entregarnos el pedido que realizamos luego de ver un infomercial, algo que resulta bastante común hoy en día, pero lo extraordinario sería que ese paquete nos trajera a nuestro mejor amigo, ese con el que podemos reír, jugar, bailar, cantar, pero sobre todo, ese amigo que nos recuerda que la amistad puede ser incondicional, eso es lo extraordinario y maravilloso de Robot Dreams, una película que nos muestra ese amor incondicional entre un perro y un robot, ese amor que sobrevive ante la adversidad y supera cualquier obstáculo, totalmente alejado de la toxicidad y complejidad de las relaciones humanas.

Robot Dreams, titulada en español como Mi amigo Robot, es de esas películas que acarician tu corazón, que con su sutileza y momentos emotivos sin caer en maniqueísmo toca temas tan universales como la amistad, el amor, la soledad, y lo hace a través de una animación sencilla pero hermosa, nostálgica y perfecta, con una historia que se cuenta sin prisas y sin diálogos porque no hacen falta para que como espectadores podamos ver y sentir cada emoción.

Basado en la novela gráfica de Sara Varon, el cineasta español Pablo Berger (Blancanieves) nos entrega una película que se vuelve entrañable, en la que rinde homenaje a las tiras cómicas, a la década de los 90, a Manhattan, todo a través de una historia en la que no existen los humanos, solo animales humanizados y robots capaces de sentir y dar mucho amor.

Dog es un perro que vive solo en su apartamento, su vida es rutinaria, ve televisión, calienta su comida en el microondas, se entretiene con juegos en solitario, su día a día es siempre lo mismo, hasta que asimila que se siente realmente solo y anhela conocer la vida con compañía, así que después de ver en televisión un comercial en el que un robot le promete ser su amigo, decide hacer el pedido de inmediato. Cuando Robot llega a su puerta empaquetado, Dog lo recibe como todo perrito recibe a su mejor amigo en casa (moviendo la colita y muy emocionado).

Una vez que Dog arma a Robot, que pone cada tornillo y tuerca en su lugar, la magia comienza, el amor se da a primera vista, ambos saben que son el uno para el otro, así que Robot no tarda en aprender cada movimiento para integrarse al mundo de su dueño, su nuevo y mejor amigo, y es así como comienza ese gran viaje que nos hace acompañarlos por las calles y parques de Nueva York, que nos anima a compartir nuestro hot-dog, que nos hace cantar y bailar juntos September, de Earth, Wind And Fire, una canción que se convierte en leitmotiv de la película y de esas canciones que cada vez que la vuelvas a escuchar recordarás una escena del filme.

Hasta aquí todo parece bastante meloso y uno se empieza a preguntar si habrá algún conflicto en la historia y sí, lo hay, aunque en el mismo conflicto hay belleza y ternura. El “drama” se da tras la visita de Dog y Robot a la playa donde pasan un día maravilloso, pero luego de estar en el mar y tomar una larga siesta descubren que Robot no podrá regresar a casa con Dog, por más intentos que hagan, la separación de estos entrañables amigos es inminente, pero como lo mencioné, incluso en los momentos más tristes hay belleza y esperanza.

Es cierto que la animación no es solo para niños, como lo ha señalado nuestro querido Guillermo del Toro, la animación puede tocar temas crudos, pero que también los niños puede ver y entender, esta película es un ejemplo de ello, porque los temas que aborda nos resuenan a nosotros los adultos, pero eso tampoco quiere decir que no debe verla el público infantil, al contrario, deben verla porque les ayudará a construir mejores relaciones cuando sean adultos.

Y es que retomando mi punto inicial, sabemos que las relaciones humanas son bastante complejas, los humanos no sabemos estar solos, somos seres sociales, sí, pero paradójicamente se nos complica estar juntos, somos manipuladores, posesivos, celosos, envidiosos y un largo etcétera, no cuesta mantener relaciones sanas, ya sea de pareja, de amistad o familiares, es por eso que esta película nos resulta hermosa e idílica, porque añoramos ese tipo de relaciones en las que disfrutemos cada momento, en las que aprendamos y crezcamos juntos, en la que compartamos lo mejor de nosotros y en las que nos alejemos cuando sea necesario.

La historia original, escrita e ilustrada por Sara Varon, es bella per se, ella nos cuenta la historia de Dog y Robot con trazos simples y colores sobrios, pero Pablo Berger la enriquece aún más con una animación fiel a su esencia pero más colorida, con un diseño sonoro que enfatiza cada situación, con música que nos acompaña durante la película y que se queda en nuestra mente más allá de ella, con esos guiños a El Mago de Oz o al moderno Prometeo, o ese homenaje a Manhattan y a las Torres Gemelas.

Pablo Berger, quien en su anterior película Blancanieves tuvo la genialidad de convertir el clásico cuento de los hermanos Grimm en una especie de melodrama gótico silente y en blanco y negro; ahora nos vuelve a sorprender al trasladar la bella historia de Sara Varon a la pantalla grande, con personajes sumamente expresivos, que no necesitan diálogos para conquistarnos, mantenernos atentos a la pantalla durante toda la película y acompañarlos en sus aventuras, en sus sueños y en su sincera y fiel amistad.

Robot Dreams es de esas películas que debemos ver en cualquier momento de la vida, pero sobre todo cuando tenemos esos lapsos en los que dejamos de creer en la humanidad, cuando pasamos por esas relaciones tóxicas que solo lastiman, cuando nos sentimos defraudados por supuestos amigos, cuando peleamos con la familia, porque así somos los humanos, tóxicos en nuestras relaciones, entonces ver una película como Robot Dreams nos enseña que es posible tener un mejor amigo, a amar sin condiciones, a soltar cuando es necesario y a seguir con nuestras vidas y en el mejor de los casos dar lo mejor de nosotros a cada momento.