Vidas Pasadas: Los vestigios de nosotros
POR: JOSÉ LUIS SALAZAR
08-02-2024 13:41:41
En Past Lives, de Celine Song, traída a México como Vidas pasadas por Zima Entertainment, Nora Moon, una mujer emigrada 24 años antes a Estados Unidos se reencuentra con su pareja de la niñez lo que la confronta con sus decisiones de vida y sobre todo con el lugar que dejó atrás. En esta conmovedora película se busca más que sacudir los corazones con la nostalgia por los amores perdidos, trazar un relato empático hacia los migrantes.
En los últimos años el cine asiático ha tomado fuerza en Estados Unidos gracias a la enorme presencia de su gente en el país. Desde Minari, las dos obras de Kogonada (AfterYang y Columbus), Crazy Rich Asians, The Farewell de Lulu Wang, Return to Seoul de Davy Chou hasta la ganadora del Oscar Everything Everywhere All At Once han repercutido en el acercamiento e interés creciente por producciones de aquellos países reflejado en el éxito sin precedentes de Parasite, de Bong Joon-ho, la galardonada Drive My Car, de Ryusuke Hamaguchi, la gran distribución de las obras de Hirokazu Koreeda y la taquilla de RRR, de S.S Rajamouli.
Past Lives de Celine Song es una obra más que nada ahonda en la diáspora coreana pero que al conectar el anhelo y los recuerdos de una vida que se dejó atrás con los de una vieja posibilidad de una relación permite que tanto el migrante como el que nunca se ha visto forzado a dejar sus tierras puedan identificarse.
Nora (Greta Lee) deja Seúl a los 12 años con la esperanza de una vida mejor en Canadá. 12 años después hace lo mismo al llegar a Nueva York. Y 12 años más tarde tiene la posibilidad de reencontrarse con un viejo amor de infancia, Hae Sung (Teo Yoo), quien irá de vacaciones a su ciudad, sin embargo, las circunstancias son distintas; ella está casada con Arthur (John Magaro), un escritor americano y Hae Sung mantiene una relación en Corea.
Hae Sung más que una relación pasada representa el último vínculo con la persona que alguna vez fue, pero también con un lugar que ya no existe más que en sus recuerdos. Nora encapsula ese sentimiento de los migrantes de “pertenecer a dos lugares y a la vez a ninguno”.
Carlos Aguilar, crítico para Los Ángeles Times y migrante mexicano en Estados Unidos explica esto de mejor manera en su breve artículo How ‘Past Lives’ resonates with my Mexican bicultural experience del que tomo lo siguiente:
“Al igual que Nora y Song, emigré de México a Estados Unidos cuando era adolescente. Lo particular de haber abandonado tu país de origen en esa edad de transición es que eras lo suficientemente mayor como para haber forjado vínculos significativos y recuerdos duraderos allí, pero lo suficientemente joven como para que una nueva cultura aún pueda transformarte en alguien completamente diferente”.
“Para nosotros, Corea del Sur o México no son espacios conceptuales que conocemos únicamente a través del recuerdo de nuestros padres o como visitantes ocasionales. Más bien, estos países son el contexto donde ocurrieron experiencias fundamentales. Aunque el lugar de nuestro nacimiento ya sea en gran medida parte de un pasado lejano, los restos emocionales de aquellos días permanecen indelebles en nuestro subconsciente”.
En este sentido, es fácil identificar en qué han fallado el resto de filmes asiático-americanos al tratar de apelar al migrante y su pérdida pues, en muchos de los casos se remiten a escenarios concretos que al regreso de sus protagonistas permanecen intactos al tiempo.
La historia de Past Lives por el contrario pese a no mostrar a su protagonista regresando a su lugar de origen muestra este distanciamiento con la persona que era en Corea a través de su relación con Hae Sung a la que las unen y separan con misma fuerza sus similitudes culturales.
La historia de esta película está basada en una experiencia personal de la directora debutante. Ella misma al no encontrar la manera de despedir su pasado en Corea, opta por hacerlo a través de Lee quien, con su personaje no solamente aprende a llorar su pérdida sino también a cuestionarla. “Me siento más coreana con él, pero a la vez no me siento tan coreana”.
En palabras de Song: “En nuestra vida moderna realmente no podemos celebrar un funeral para un niño de 12 años que quizás dejaste en otro país. Pero creo que la película realmente termina en este tipo de ritual: decir adiós apropiadamente”.
En un escenario fílmico que se decanta por trasformar el camino de los migrantes en uno tortuoso y desesperanzador para el goce del espectador americano y europeo (basta con ver la recientemente nominada al Oscar Io Capitano) o en moldear sus personajes en simples estereotipos de traumas generacionales andantes, como la animada Turning Red o la previamente nombrada Everything Everywhere All At Once, Song convierte su dolor en algo interno, emocional y profundamente personal sin las grandilocuencias y los peligros de las fronteras así como a sus respectivos protagonistas en individuos incapaces de controlar su destino. O como ellos lo llaman, el in-yun.
Vivimos en uno de los países con mayor inmigración del mundo. Año con año cientos de personas salen en búsqueda de mejores condiciones de vida o cientos cruzan nuestro territorio tratando de llegar al vecino del norte. Existe una ingenuidad al hablar de la migración en las obras de ficción y construirlas alrededor del “hogar” o de la “pertenencia” pues, muchas veces estos lugares son contextos de violencia, persecución política o pobreza.
Ahí es donde se comprende que el hogar no es donde nací, tampoco mi país, es donde se construye una vida. ¿Se puede tener de hogar el lugar de donde se huye o al lugar que llegas y te escupe? El despojo enseña que nosotros somos nuestro hogar. A veces se tiene nostalgia, pero la nostalgia siempre viene de un país que dejaste, pero ya no existe.
En una escena de la película, se escucha un monólogo de teatro que dice algo como esto: “Algunos tuvimos que pagar un boleto de tren para venir a ver esta obra, otros tuvimos que pagar uno de avión, otros pagaron con su vida para estar aquí. Todos tuvimos que hacer un traslado, algunos más caros que otros”. Lo mismo aplica para las salas de cine. Hay quien paga por estar ahí un cúmulo de decisiones, otros que el destino los hizo pagar con su vida.
En Past Lives, de Celine Song, traída a México como Vidas pasadas por Zima Entertainment, Nora Moon, una mujer emigrada 24 años antes a Estados Unidos se reencuentra con su pareja de la niñez lo que la confronta con sus decisiones de vida y sobre todo con el lugar que dejó atrás. En esta conmovedora película se busca más que sacudir los corazones con la nostalgia por los amores perdidos, trazar un relato empático hacia los migrantes.
En los últimos años el cine asiático ha tomado fuerza en Estados Unidos gracias a la enorme presencia de su gente en el país. Desde Minari, las dos obras de Kogonada (AfterYang y Columbus), Crazy Rich Asians, The Farewell de Lulu Wang, Return to Seoul de Davy Chou hasta la ganadora del Oscar Everything Everywhere All At Once han repercutido en el acercamiento e interés creciente por producciones de aquellos países reflejado en el éxito sin precedentes de Parasite, de Bong Joon-ho, la galardonada Drive My Car, de Ryusuke Hamaguchi, la gran distribución de las obras de Hirokazu Koreeda y la taquilla de RRR, de S.S Rajamouli.
Past Lives de Celine Song es una obra más que nada ahonda en la diáspora coreana pero que al conectar el anhelo y los recuerdos de una vida que se dejó atrás con los de una vieja posibilidad de una relación permite que tanto el migrante como el que nunca se ha visto forzado a dejar sus tierras puedan identificarse.
Nora (Greta Lee) deja Seúl a los 12 años con la esperanza de una vida mejor en Canadá. 12 años después hace lo mismo al llegar a Nueva York. Y 12 años más tarde tiene la posibilidad de reencontrarse con un viejo amor de infancia, Hae Sung (Teo Yoo), quien irá de vacaciones a su ciudad, sin embargo, las circunstancias son distintas; ella está casada con Arthur (John Magaro), un escritor americano y Hae Sung mantiene una relación en Corea.
Hae Sung más que una relación pasada representa el último vínculo con la persona que alguna vez fue, pero también con un lugar que ya no existe más que en sus recuerdos. Nora encapsula ese sentimiento de los migrantes de “pertenecer a dos lugares y a la vez a ninguno”.
Carlos Aguilar, crítico para Los Ángeles Times y migrante mexicano en Estados Unidos explica esto de mejor manera en su breve artículo How ‘Past Lives’ resonates with my Mexican bicultural experience del que tomo lo siguiente:
“Al igual que Nora y Song, emigré de México a Estados Unidos cuando era adolescente. Lo particular de haber abandonado tu país de origen en esa edad de transición es que eras lo suficientemente mayor como para haber forjado vínculos significativos y recuerdos duraderos allí, pero lo suficientemente joven como para que una nueva cultura aún pueda transformarte en alguien completamente diferente”.
“Para nosotros, Corea del Sur o México no son espacios conceptuales que conocemos únicamente a través del recuerdo de nuestros padres o como visitantes ocasionales. Más bien, estos países son el contexto donde ocurrieron experiencias fundamentales. Aunque el lugar de nuestro nacimiento ya sea en gran medida parte de un pasado lejano, los restos emocionales de aquellos días permanecen indelebles en nuestro subconsciente”.
En este sentido, es fácil identificar en qué han fallado el resto de filmes asiático-americanos al tratar de apelar al migrante y su pérdida pues, en muchos de los casos se remiten a escenarios concretos que al regreso de sus protagonistas permanecen intactos al tiempo.
La historia de Past Lives por el contrario pese a no mostrar a su protagonista regresando a su lugar de origen muestra este distanciamiento con la persona que era en Corea a través de su relación con Hae Sung a la que las unen y separan con misma fuerza sus similitudes culturales.
La historia de esta película está basada en una experiencia personal de la directora debutante. Ella misma al no encontrar la manera de despedir su pasado en Corea, opta por hacerlo a través de Lee quien, con su personaje no solamente aprende a llorar su pérdida sino también a cuestionarla. “Me siento más coreana con él, pero a la vez no me siento tan coreana”.
En palabras de Song: “En nuestra vida moderna realmente no podemos celebrar un funeral para un niño de 12 años que quizás dejaste en otro país. Pero creo que la película realmente termina en este tipo de ritual: decir adiós apropiadamente”.
En un escenario fílmico que se decanta por trasformar el camino de los migrantes en uno tortuoso y desesperanzador para el goce del espectador americano y europeo (basta con ver la recientemente nominada al Oscar Io Capitano) o en moldear sus personajes en simples estereotipos de traumas generacionales andantes, como la animada Turning Red o la previamente nombrada Everything Everywhere All At Once, Song convierte su dolor en algo interno, emocional y profundamente personal sin las grandilocuencias y los peligros de las fronteras así como a sus respectivos protagonistas en individuos incapaces de controlar su destino. O como ellos lo llaman, el in-yun.
Vivimos en uno de los países con mayor inmigración del mundo. Año con año cientos de personas salen en búsqueda de mejores condiciones de vida o cientos cruzan nuestro territorio tratando de llegar al vecino del norte. Existe una ingenuidad al hablar de la migración en las obras de ficción y construirlas alrededor del “hogar” o de la “pertenencia” pues, muchas veces estos lugares son contextos de violencia, persecución política o pobreza.
Ahí es donde se comprende que el hogar no es donde nací, tampoco mi país, es donde se construye una vida. ¿Se puede tener de hogar el lugar de donde se huye o al lugar que llegas y te escupe? El despojo enseña que nosotros somos nuestro hogar. A veces se tiene nostalgia, pero la nostalgia siempre viene de un país que dejaste, pero ya no existe.
En una escena de la película, se escucha un monólogo de teatro que dice algo como esto: “Algunos tuvimos que pagar un boleto de tren para venir a ver esta obra, otros tuvimos que pagar uno de avión, otros pagaron con su vida para estar aquí. Todos tuvimos que hacer un traslado, algunos más caros que otros”. Lo mismo aplica para las salas de cine. Hay quien paga por estar ahí un cúmulo de decisiones, otros que el destino los hizo pagar con su vida.