El Conde, el horror de la dictadura cubierta por la farsa
POR: ALEX VANSS
17-09-2023 22:19:20
Al no ser chileno me es imposible comprender la polarización en torno a Augusto Pinochet, entiendo que la figura del dictador sigue causando conflictos y crispación política, tal vez por eso la farsa que monta Pablo Larraín en El Conde ha causado molestia, sin embargo, debo decir que esta cinta es irónica, divertida, mordaz pero también retrata la frialdad de los sanguinarios y el horror de la dictadura.
Con una sólida y fluida narrativa, El Conde, de Pablo Larraín, nos permite dialogar y reflexionar, desde la ciencia ficción, sobre el poder, la ambición, la fragilidad humana. Larraín no justifica al dictador, lo dibuja como un vampiro porque ¿con qué otra metáfora podemos describir a este ser sanguinario?
En la cinta Pablo nos presenta a Claude Pinoche, un joven policía francés de la época de Luis XVI cuyos impulsos bestiales lo hacen cometer terribles actos, tras la revolución francesa Claude decide desaparecer, y tras vagar por europa durante varias decenas de años, el hombre decide mudarse a Chile, viajar al sur de América para cumplir sus sueños. Este hecho, sumado a su sed de sangre por su condición vampírica y su experiencia en conflictos bélicos, lo llevan a enlistarse en el ejército, lo que sella su destino, traicionar a Salvador Allende y dar el golpe de estado.
En El Conde, Larraín pone sobre la palestra el discurso de quienes aseguran que el golpe de estado salvó a Chile de la destrucción comunista que representaba Allende, también de aquellos que consideran que la izquierda, los socialistas, comunistas y cualquiera que critique al dictador, es un mal agradecido.
Pablo borda, a través de la ciencia ficción, una historia donde conocemos las motivaciones del dictador, fundadas en su hambre de sangre, su fascinación por el poder, su odio por todo lo que represente cambio, revolución, su fetiche por la corona. Pero también pone en el centro del filme los juegos de poder, la simpleza, la estupidez humana y lo absurdas que son las decisiones en torno al dinero, al estatus, a un cargo y la corrupción de las instituciones.
Lo hace a través del absurdo, de la ironía, el General ha sido condenado al desprecio no por matar, torturar y desaparecer a miles de chilenos, sino por robar, el pobre hombrecillo busca la muerte, la cual solo puede llegar si deja atrás sus actividades vampíricas para morir porque la afrenta de ser llamado ratero es imperdonable, porque si eres dictador lo normal es asesinar pero robar, claro que no, era su “derecho” porque como sus hijos y esposa lo justifican -igual que miles de chilenos pro Pinochet- este derecho se basa en el supuesto de que quién gana una guerra tiene derecho a un botín o como alguno de sus hijos expresa, otros dictadores tienen más riqueza, más que la que estos niñatos esperan heredar, pues son unos inútiles que han crecido a la sombra y amparo del General.
Sin embargo, El Conde también proyecta un panorama desalentador, porque si bien es una ciencia ficción, lo cierto es que esos monstruos sanguinarios, cegados por el poder, por ideologías y con mucha ignorancia que muestra Larraín, en las figuras de Pinochet y Margaret Tatcher, están allá afuera, son humanos comunes y corrientes capaces de destruir todo con tal de ser llamados presidentes, religiosos, primeros ministros, líderes, reyes o… condes.
Al no ser chileno me es imposible comprender la polarización en torno a Augusto Pinochet, entiendo que la figura del dictador sigue causando conflictos y crispación política, tal vez por eso la farsa que monta Pablo Larraín en El Conde ha causado molestia, sin embargo, debo decir que esta cinta es irónica, divertida, mordaz pero también retrata la frialdad de los sanguinarios y el horror de la dictadura.
Con una sólida y fluida narrativa, El Conde, de Pablo Larraín, nos permite dialogar y reflexionar, desde la ciencia ficción, sobre el poder, la ambición, la fragilidad humana. Larraín no justifica al dictador, lo dibuja como un vampiro porque ¿con qué otra metáfora podemos describir a este ser sanguinario?
En la cinta Pablo nos presenta a Claude Pinoche, un joven policía francés de la época de Luis XVI cuyos impulsos bestiales lo hacen cometer terribles actos, tras la revolución francesa Claude decide desaparecer, y tras vagar por europa durante varias decenas de años, el hombre decide mudarse a Chile, viajar al sur de América para cumplir sus sueños. Este hecho, sumado a su sed de sangre por su condición vampírica y su experiencia en conflictos bélicos, lo llevan a enlistarse en el ejército, lo que sella su destino, traicionar a Salvador Allende y dar el golpe de estado.
En El Conde, Larraín pone sobre la palestra el discurso de quienes aseguran que el golpe de estado salvó a Chile de la destrucción comunista que representaba Allende, también de aquellos que consideran que la izquierda, los socialistas, comunistas y cualquiera que critique al dictador, es un mal agradecido.
Pablo borda, a través de la ciencia ficción, una historia donde conocemos las motivaciones del dictador, fundadas en su hambre de sangre, su fascinación por el poder, su odio por todo lo que represente cambio, revolución, su fetiche por la corona. Pero también pone en el centro del filme los juegos de poder, la simpleza, la estupidez humana y lo absurdas que son las decisiones en torno al dinero, al estatus, a un cargo y la corrupción de las instituciones.
Lo hace a través del absurdo, de la ironía, el General ha sido condenado al desprecio no por matar, torturar y desaparecer a miles de chilenos, sino por robar, el pobre hombrecillo busca la muerte, la cual solo puede llegar si deja atrás sus actividades vampíricas para morir porque la afrenta de ser llamado ratero es imperdonable, porque si eres dictador lo normal es asesinar pero robar, claro que no, era su “derecho” porque como sus hijos y esposa lo justifican -igual que miles de chilenos pro Pinochet- este derecho se basa en el supuesto de que quién gana una guerra tiene derecho a un botín o como alguno de sus hijos expresa, otros dictadores tienen más riqueza, más que la que estos niñatos esperan heredar, pues son unos inútiles que han crecido a la sombra y amparo del General.
Sin embargo, El Conde también proyecta un panorama desalentador, porque si bien es una ciencia ficción, lo cierto es que esos monstruos sanguinarios, cegados por el poder, por ideologías y con mucha ignorancia que muestra Larraín, en las figuras de Pinochet y Margaret Tatcher, están allá afuera, son humanos comunes y corrientes capaces de destruir todo con tal de ser llamados presidentes, religiosos, primeros ministros, líderes, reyes o… condes.