Sick of Myself: La patológica necesidad de atención
POR: JOSÉ LUIS SALAZAR
15-06-2023 12:43:37
Sick of Myself, traducida al español como Enferma de mi, nos pone en los pies de una protagonista narcisista desesperada por atención mediática que, aunque retratada de forma sumamente exagerada a manera de comedia negra, no se distancia mucho de un mal generacional que venimos arrastrando.
La película noruega dirigida por Kristoffer Borgli formó parte de la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes del año pasado y tras su paso por el Festival Internacional de Cine de Los Cabos ahora puede verse en cines comerciales.
Previo a las elecciones del 2018 en México un término que llevaba años acuñado y usado en recovecos de twitter y foros en línea se coló a la discusión pública: whitexican. El neologismo resultado de la unión de la palabra “White” y “mexican” designa a un grupo poblacional minoritario, pero de gran presencia en la vida pública que ostenta un privilegio económico que los posiciona en la cima de la pirámide social.
Entre una serie de cuentas en las redes sociales que popularizaron el termino documentando el irresponsable e inconsciente actuar diario en internet de estas clases sociales que vivían ajenas a la realidad social del país, la palabra adquirió un carácter peyorativo que se reforzó cuando medios e instituciones lo validaron a través de su uso.
Conocemos muchísimos ejemplos, como el de personas que se asombran de ver personas en situación de pobreza y se toman fotos con ellos, a aquellos que presumen su linaje europeo o un estilo de vida anglosajón, sin olvidar el centenar de podcasts de temas de economía o política de quienes, sin la más mínima preparación, dan soluciones tan graciosas como inventivas a problemas sociales como el analfabetismo, la pobreza, el hambre o el desempleo.
Por esos mismos años otra palabra comenzó a encabezar los títulos de cientos de páginas y grupos en redes sociales, una que ya era de uso popular pero que ahora sirviéndose del auge de la discusión sobre el whitexican ponía sobre la mesa a aquellos individuos que a diferencia de los anteriormente descritos hacían gala de su diferencia del resto poblacional de forma intencional. El “mamador”.
Y es que cuando la página “Cosas de whitexicans” surgió en 2018 otra emparentada con ésta titulada “Cosas de mamadores” nació meses después con el mismo propósito, pero distinto target. La diferencia entre estos dos es claramente la posición económica y una serie de opresiones que involucra esto, pero también una cuestión de intencionalidad.
Pues, para el whitexican que se toma fotos con los franeleros o los mendigos su acción es validada por su entorno social próximo que también lo realiza y lo ve con naturalidad, de manera que su atropello es accidental resultado de una ignorancia y desconocimiento del mundo ajeno a su burbuja de clase, mientras que el “mamador” sabe conscientemente que no hay un escenario en donde llegar a una tienda de abarrotes hablando en latín o en alemán sea algo común y cotidiano.
¿Entonces qué busca este ser que se ha vuelto objeto de burlas en internet?
Más allá de una palmadita virtual de aquel que se identifique y algún asombro privado de quien se crea algunas de las hazañas que cuente, el “mamador” no obtiene un beneficio económico, social o de cualquier otra índole, y en ocasiones sus propias anécdotas ni siquiera se las acredita a él mismo por lo que la vergüenza pública no es personal sino hasta compartida; ¿entonces su exageración es meramente por el gozo del reflector social momentáneo, aunque éste sea negativo?
Sick of Myself del director Kristoffer Borgli cuenta la historia de Signe, una joven noruega que trabaja como barista en un café en Oslo y que tras ayudar a una mujer que cayó desangrada por la mordida de un perro en su establecimiento y recibir una pizca de atención mediática le cuesta trabajo desprenderse de ella.
Y la película nos hace entenderla; pues Signe se encuentra en una relación competitiva con su novio Thomas, un artista local, que utiliza cada minuto en pantalla para menospreciarla, humillarla públicamente y minimizar sus actos mientras se engrandece a él como artista, novio y, primeramente, como persona.
Tras la experiencia previamente contada, la atención que Signe consigue de los noticieros por la agresión del perro a la mujer en el café despierta en ella un hambre por la visibilidad que no conseguía de familiares y amigos al ser constantemente opacada por la carrera de su novio que, se torna en una necesidad patológica por estar en el reflector público; metafórica y literalmente.
Hay varios intentos fallidos al principio de la película, mayormente desvaríos médicos como alergias o accidentes, que Signe actúa o exagera para atraer las miradas ajenas y despertar conversaciones, sin embargo, un artículo sobre una droga rusa llamada lidexol que causa una enfermedad cutánea aguda le da la solución a su problema de falta de atención.
Dije que la necesidad patológica por atención es metafórica y literal, justamente porque la comedia negra se torna en una de horror corporal cuando Signe tras meses de ingerir compulsivamente lidexol logra su objetivo y ve su cuerpo volverse en un cumulo de piel hinchada, rojiza, lastimada y sangrante, consiguiendo desde entrevistas en revistas, línea de ropa hasta contratos de modelaje.
Borgli contrario a lo que la mayoría comentan, juega con un signo de nuestro tiempo más no de nuestra generación, ¿qué tan distinta es la fantasía del abuelo que quiere colarse en la conversación con sus anécdotas que presume personales de haberse encontrado con un demonio en el cerro el cual venció o de la madre que dice haber salido de joven con Manuel Mijares o Ricardo Arjona, de la del joven que dice ver películas en checo sin subtítulos y hablar 7 idiomas en foros en internet o la que presume alguna vez haber compartido mensajes con José Madero o Jesse Rutherford? La capacidad de comprobarse.
En la actualidad en donde todo queda en un registro digital decir que chocaste en la calle con Anya Taylor Joy no es suficiente pues está la foto que lo comprueba y la carencia de ella que lo desmiente.
Toda la película se hace hincapié en esto pues, tanto Thomas como Signe luchan por conquistar la atención primero en el entorno virtual y luego en el real. Esta escalera es muy parecida a la cotidiana, que empieza con la exhibición de retweets y menciones en stories en Instagram por parte de famosos, artículos publicados en línea citándose, mensajes con editoriales, fotos con celebridades o en noticieros hasta llegar las muestras reales y tangibles de atención con las sesiones de fotos, los libros publicados y ultimadamente las filas para la entrada a tus eventos, o a tu funeral.
Cuando las luces públicas dejan de ser suficientes para Thomas y Signe es cuando la imaginación da lugar a aún más peligrosas soluciones en donde ya no se busca la compasión y la admiración sino la reprobación y el odio porque, finalmente sigue siendo fama y te sigue llevando a ser el centro de conversación.
Cuando empecé a ver en masa el término “mamador” repetirse en grupos y páginas creí que su sinónimo sería el esnob, el pretencioso o el elitista pues sus ejemplos eran similares, pero había quienes presumían desde haberse gastado 20 mil pesos en una visita a Zara hasta los que decían ser capaces de cargar mancuernas de 25 kg en cada mano, entonces su significado es más cerca del fanfarrón o presumido.
La necesidad de destacar, de no ser igual a los demás, es lo que ocasiona está búsqueda de diferenciarse y, por ende, de luchar por la mirada ajena sea positiva y negativa, la cual pronto se vuelve insaciable. No es sorpresa que en esos grupos aquellos expuestos regresen meses después con un tweet igual o más exagerado que aquel que les dio su pasajera fama.
Borgli explora como en la imaginación victimista de Signe (y en general de esta gente), pese a sus errores, siempre se termina posicionando como la víctima y siempre digna de la conmiseración colectiva. Que, si pensamos en casos recientes, en donde la búsqueda de atención por medio de declaraciones polémicas se ha convertido en denuncias o se ha volcado en daños contra la propia persona, Sick of Myself es un manifiesto de los peligros de la obsesión por el reconocimiento y la auto insuficiencia que nos genera exponernos a los medios.
Y aunque, el caso de Signe es sumamente divertido, creativo y remite más a películas body horror contemporáneas temáticamente vinculadas como In My Skin, Swallow, Possesion, The Fly o Eating Raoul más que a casos de la vida real; es relevante en la discusión en torno a como nuestra percepción de la realidad puede verse alterada por las redes sociales y la constante necesidad de reconocimiento. Un mal heredado de generaciones, que nosotros lo trasladamos a la virtualidad.
Sick of Myself, traducida al español como Enferma de mi, nos pone en los pies de una protagonista narcisista desesperada por atención mediática que, aunque retratada de forma sumamente exagerada a manera de comedia negra, no se distancia mucho de un mal generacional que venimos arrastrando.
La película noruega dirigida por Kristoffer Borgli formó parte de la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes del año pasado y tras su paso por el Festival Internacional de Cine de Los Cabos ahora puede verse en cines comerciales.
Previo a las elecciones del 2018 en México un término que llevaba años acuñado y usado en recovecos de twitter y foros en línea se coló a la discusión pública: whitexican. El neologismo resultado de la unión de la palabra “White” y “mexican” designa a un grupo poblacional minoritario, pero de gran presencia en la vida pública que ostenta un privilegio económico que los posiciona en la cima de la pirámide social.
Entre una serie de cuentas en las redes sociales que popularizaron el termino documentando el irresponsable e inconsciente actuar diario en internet de estas clases sociales que vivían ajenas a la realidad social del país, la palabra adquirió un carácter peyorativo que se reforzó cuando medios e instituciones lo validaron a través de su uso.
Conocemos muchísimos ejemplos, como el de personas que se asombran de ver personas en situación de pobreza y se toman fotos con ellos, a aquellos que presumen su linaje europeo o un estilo de vida anglosajón, sin olvidar el centenar de podcasts de temas de economía o política de quienes, sin la más mínima preparación, dan soluciones tan graciosas como inventivas a problemas sociales como el analfabetismo, la pobreza, el hambre o el desempleo.
Por esos mismos años otra palabra comenzó a encabezar los títulos de cientos de páginas y grupos en redes sociales, una que ya era de uso popular pero que ahora sirviéndose del auge de la discusión sobre el whitexican ponía sobre la mesa a aquellos individuos que a diferencia de los anteriormente descritos hacían gala de su diferencia del resto poblacional de forma intencional. El “mamador”.
Y es que cuando la página “Cosas de whitexicans” surgió en 2018 otra emparentada con ésta titulada “Cosas de mamadores” nació meses después con el mismo propósito, pero distinto target. La diferencia entre estos dos es claramente la posición económica y una serie de opresiones que involucra esto, pero también una cuestión de intencionalidad.
Pues, para el whitexican que se toma fotos con los franeleros o los mendigos su acción es validada por su entorno social próximo que también lo realiza y lo ve con naturalidad, de manera que su atropello es accidental resultado de una ignorancia y desconocimiento del mundo ajeno a su burbuja de clase, mientras que el “mamador” sabe conscientemente que no hay un escenario en donde llegar a una tienda de abarrotes hablando en latín o en alemán sea algo común y cotidiano.
¿Entonces qué busca este ser que se ha vuelto objeto de burlas en internet?
Más allá de una palmadita virtual de aquel que se identifique y algún asombro privado de quien se crea algunas de las hazañas que cuente, el “mamador” no obtiene un beneficio económico, social o de cualquier otra índole, y en ocasiones sus propias anécdotas ni siquiera se las acredita a él mismo por lo que la vergüenza pública no es personal sino hasta compartida; ¿entonces su exageración es meramente por el gozo del reflector social momentáneo, aunque éste sea negativo?
Sick of Myself del director Kristoffer Borgli cuenta la historia de Signe, una joven noruega que trabaja como barista en un café en Oslo y que tras ayudar a una mujer que cayó desangrada por la mordida de un perro en su establecimiento y recibir una pizca de atención mediática le cuesta trabajo desprenderse de ella.
Y la película nos hace entenderla; pues Signe se encuentra en una relación competitiva con su novio Thomas, un artista local, que utiliza cada minuto en pantalla para menospreciarla, humillarla públicamente y minimizar sus actos mientras se engrandece a él como artista, novio y, primeramente, como persona.
Tras la experiencia previamente contada, la atención que Signe consigue de los noticieros por la agresión del perro a la mujer en el café despierta en ella un hambre por la visibilidad que no conseguía de familiares y amigos al ser constantemente opacada por la carrera de su novio que, se torna en una necesidad patológica por estar en el reflector público; metafórica y literalmente.
Hay varios intentos fallidos al principio de la película, mayormente desvaríos médicos como alergias o accidentes, que Signe actúa o exagera para atraer las miradas ajenas y despertar conversaciones, sin embargo, un artículo sobre una droga rusa llamada lidexol que causa una enfermedad cutánea aguda le da la solución a su problema de falta de atención.
Dije que la necesidad patológica por atención es metafórica y literal, justamente porque la comedia negra se torna en una de horror corporal cuando Signe tras meses de ingerir compulsivamente lidexol logra su objetivo y ve su cuerpo volverse en un cumulo de piel hinchada, rojiza, lastimada y sangrante, consiguiendo desde entrevistas en revistas, línea de ropa hasta contratos de modelaje.
Borgli contrario a lo que la mayoría comentan, juega con un signo de nuestro tiempo más no de nuestra generación, ¿qué tan distinta es la fantasía del abuelo que quiere colarse en la conversación con sus anécdotas que presume personales de haberse encontrado con un demonio en el cerro el cual venció o de la madre que dice haber salido de joven con Manuel Mijares o Ricardo Arjona, de la del joven que dice ver películas en checo sin subtítulos y hablar 7 idiomas en foros en internet o la que presume alguna vez haber compartido mensajes con José Madero o Jesse Rutherford? La capacidad de comprobarse.
En la actualidad en donde todo queda en un registro digital decir que chocaste en la calle con Anya Taylor Joy no es suficiente pues está la foto que lo comprueba y la carencia de ella que lo desmiente.
Toda la película se hace hincapié en esto pues, tanto Thomas como Signe luchan por conquistar la atención primero en el entorno virtual y luego en el real. Esta escalera es muy parecida a la cotidiana, que empieza con la exhibición de retweets y menciones en stories en Instagram por parte de famosos, artículos publicados en línea citándose, mensajes con editoriales, fotos con celebridades o en noticieros hasta llegar las muestras reales y tangibles de atención con las sesiones de fotos, los libros publicados y ultimadamente las filas para la entrada a tus eventos, o a tu funeral.
Cuando las luces públicas dejan de ser suficientes para Thomas y Signe es cuando la imaginación da lugar a aún más peligrosas soluciones en donde ya no se busca la compasión y la admiración sino la reprobación y el odio porque, finalmente sigue siendo fama y te sigue llevando a ser el centro de conversación.
Cuando empecé a ver en masa el término “mamador” repetirse en grupos y páginas creí que su sinónimo sería el esnob, el pretencioso o el elitista pues sus ejemplos eran similares, pero había quienes presumían desde haberse gastado 20 mil pesos en una visita a Zara hasta los que decían ser capaces de cargar mancuernas de 25 kg en cada mano, entonces su significado es más cerca del fanfarrón o presumido.
La necesidad de destacar, de no ser igual a los demás, es lo que ocasiona está búsqueda de diferenciarse y, por ende, de luchar por la mirada ajena sea positiva y negativa, la cual pronto se vuelve insaciable. No es sorpresa que en esos grupos aquellos expuestos regresen meses después con un tweet igual o más exagerado que aquel que les dio su pasajera fama.
Borgli explora como en la imaginación victimista de Signe (y en general de esta gente), pese a sus errores, siempre se termina posicionando como la víctima y siempre digna de la conmiseración colectiva. Que, si pensamos en casos recientes, en donde la búsqueda de atención por medio de declaraciones polémicas se ha convertido en denuncias o se ha volcado en daños contra la propia persona, Sick of Myself es un manifiesto de los peligros de la obsesión por el reconocimiento y la auto insuficiencia que nos genera exponernos a los medios.
Y aunque, el caso de Signe es sumamente divertido, creativo y remite más a películas body horror contemporáneas temáticamente vinculadas como In My Skin, Swallow, Possesion, The Fly o Eating Raoul más que a casos de la vida real; es relevante en la discusión en torno a como nuestra percepción de la realidad puede verse alterada por las redes sociales y la constante necesidad de reconocimiento. Un mal heredado de generaciones, que nosotros lo trasladamos a la virtualidad.