Trémulo: Afecto genuino
POR: NOE SANDOVAL
10-06-2016 11:15:54
Expectación, ánimo, emoción. Son sensaciones que, casi todos, en algún momento de nuestra vida experimentamos hacia algo o, la mayoría de las veces, alguien. Con esta atmósfera, Roberto Fiesco nos adentra en su cortometraje Trémulo, ganador del Ariel 2016 en la categoría de cortometraje de ficción.
Dicen que lo diferente e inusual sucede cuando menos lo esperas y el destino tiene reservada una velada distinta, extraña, pero inolvidable y única para Carlos, en el sitio más insospechado: la peluquería donde trabaja y ayuda a su padrino.
Es ahí donde aparece Julio, un muchacho enlistado en el ejército, quien debe asearse y estar presentable, para acudir a un nuevo llamado después de las celebraciones del 15 de septiembre.
Al instante, aparece la conexión y empatía entre ambos, pese a un trato breve y cuyo lazo no va más allá que el de despachador-cliente.
Poco después, Julio regresa al lugar, donde ya sólo está Carlos, y se completa el clic surgido al inicio; una cena improvisada y plática informal, son el gancho ideal para que la emoción, el entendimiento, la alegría, el gusto y lo especial que uno le hace sentir al otro salga, de a poco, a flote.
Mediante inserts a los objetos característicos como peines, tijeras, espejos, sillas, el piso y desorden mismos del lugar, más encuadres completos a éste, el ambiente básico de una peluquería se torna y vuelve único, algo suyo, que los completa.
Ya establecido el filme con un estilo de one-set, la peluquería adquiere la significación del sitio ideal para que el interés y apego se impongan, por las interacciones que los chicos realizan en él y que Roberto Fiesco, además, echa mano del oficio en sí para aumentar la cercanía y relación de los involucrados, quienes, sin inhibición, se complementan como si llevaran toda una vida buscándose y tratándose.
Por un instante, por esa noche, y al ritmo de la salsa como cómplice, se dejan llevar con miradas, risas, gestos y jugueteos que cobran significado ya que se dan de manera espontánea y natural, haciéndoles sentir algo nuevo y distinto que en su rutina diaria no existe ni lo imaginaron.
Esos momentos, irrepetibles para ambos, culminarán con la marcha de Julio, que marcará el antes y después para cada uno.
En sus actuaciones, Benny Emmanuel y Axel Arenas hacen una dupla efectiva y creíble, donde la complicidad, desde que interactúan, se vuelve franca, con naturalidad, fresca, que refleja la intuición que hay ‘un algo más’ en la otra persona.
Cada momento lo vives con ellos, resulta verosímil en pantalla y, gracias al buen trabajo de Alejandro Cantú en la fotografía y al manejo de situaciones, sumado a la dirección y actuación, ratificamos que la estimación, atracción, afecto o como sea que le llames, puede suceder sin importar raza, sexo, ocupación, ideología, contexto o lugar. Locuras y momentos que sólo se sienten, sin hablar.
Expectación, ánimo, emoción. Son sensaciones que, casi todos, en algún momento de nuestra vida experimentamos hacia algo o, la mayoría de las veces, alguien. Con esta atmósfera, Roberto Fiesco nos adentra en su cortometraje Trémulo, ganador del Ariel 2016 en la categoría de cortometraje de ficción.
Dicen que lo diferente e inusual sucede cuando menos lo esperas y el destino tiene reservada una velada distinta, extraña, pero inolvidable y única para Carlos, en el sitio más insospechado: la peluquería donde trabaja y ayuda a su padrino.
Es ahí donde aparece Julio, un muchacho enlistado en el ejército, quien debe asearse y estar presentable, para acudir a un nuevo llamado después de las celebraciones del 15 de septiembre.
Al instante, aparece la conexión y empatía entre ambos, pese a un trato breve y cuyo lazo no va más allá que el de despachador-cliente.
Poco después, Julio regresa al lugar, donde ya sólo está Carlos, y se completa el clic surgido al inicio; una cena improvisada y plática informal, son el gancho ideal para que la emoción, el entendimiento, la alegría, el gusto y lo especial que uno le hace sentir al otro salga, de a poco, a flote.
Mediante inserts a los objetos característicos como peines, tijeras, espejos, sillas, el piso y desorden mismos del lugar, más encuadres completos a éste, el ambiente básico de una peluquería se torna y vuelve único, algo suyo, que los completa.
Ya establecido el filme con un estilo de one-set, la peluquería adquiere la significación del sitio ideal para que el interés y apego se impongan, por las interacciones que los chicos realizan en él y que Roberto Fiesco, además, echa mano del oficio en sí para aumentar la cercanía y relación de los involucrados, quienes, sin inhibición, se complementan como si llevaran toda una vida buscándose y tratándose.
Por un instante, por esa noche, y al ritmo de la salsa como cómplice, se dejan llevar con miradas, risas, gestos y jugueteos que cobran significado ya que se dan de manera espontánea y natural, haciéndoles sentir algo nuevo y distinto que en su rutina diaria no existe ni lo imaginaron.
Esos momentos, irrepetibles para ambos, culminarán con la marcha de Julio, que marcará el antes y después para cada uno.
En sus actuaciones, Benny Emmanuel y Axel Arenas hacen una dupla efectiva y creíble, donde la complicidad, desde que interactúan, se vuelve franca, con naturalidad, fresca, que refleja la intuición que hay ‘un algo más’ en la otra persona.
Cada momento lo vives con ellos, resulta verosímil en pantalla y, gracias al buen trabajo de Alejandro Cantú en la fotografía y al manejo de situaciones, sumado a la dirección y actuación, ratificamos que la estimación, atracción, afecto o como sea que le llames, puede suceder sin importar raza, sexo, ocupación, ideología, contexto o lugar. Locuras y momentos que sólo se sienten, sin hablar.