La cancha no tiene la culpa, documental que no encuentra rumbo

POR: ALEX VANSS

22-08-2022 14:29:02

La cancha no tiene la culpa, documenta que no encuentra rumbo


Una serie de eventos aislados, una embarradita de razones, un collage de imágenes, pero sobre todo, una falta de rumbo es lo que retrata La cancha no tiene la culpa, un documental que propone adentrarse en la vida de los barristas que conforman Libres y Lokos, grupo de animación de los Tigres de la UANL, pero que bien parecería una serie de videos para una tesis escolar o que bien podríamos encontrar en redes sociales.

Y es que fuera de algunos testimoniales que nos permiten esbozar las motivaciones que cada uno de los miembros entrevistados tiene para pertenecer a la barra, el documental es timorato y solo se encarga de poner en la pantalla anécdotas y bailes, sin acercarnos a los procesos colectivos, a la masa que se apasiona, se obnubila y pierde la cabeza por los colores de un equipo de futbol.


El documental nos presenta a Apodaka, uno de los barrios que conforman los Libres y Lokos donde conocemos a algunos miembros fundadores de la barra que nació en 1998, inspirados por organizaciones similares de Argentina que se caracterizan por la pasión y fervor a sus clubes aunque en los últimos años por la violencia en los estadios y calles del país que ha resultado en altos números de muertes.


Sin embargo, fuera de escenas donde los vemos cantar en el Volcán Universitario, arriba de autobuses o en las inmediaciones de algún estadio del país, lo cierto es que no existe algún momento en el que podamos sentir y comprender por qué un grupo de hombres ataviados con la playera del club de su predilección baila cumbias rebajadas, convive con sus amigos y alienta a su equipo, o por qué le va a Tigres y no a Monterrey, odiado rival de la ciudad.


Libres y Lokos de La cancha no tiene la culpa


Sí, lo podemos inferir a través de algunas escenas donde vemos bardas pintadas por la barra con mensajes como "El equipo del pueblo", pero el documental falla al explicar algo tan elemental para comprender a esos hombres que pueden vender todas sus posesiones con tal de seguir al club de sus amores a partidos internacionales en Argentina o Bolivia.


No, no se trata de que la película nos explique algo tan complejo como la psique humana pero con el lenguaje cinematográfico bien se podría hacer algo más que solo mostrar retablos del barrio Apodaka. Ya Juan Villoro lo ha hecho en el terreno escrito, por ejemplo, en el artículo Esa extraña maravilla: el futbol , nos comparte "Cuando el partido comienza, el hincha cae en trance de futbolitis aguda. El futbol deja de ser un reflejo del mundo para convertirse en el mundo" y abunda "El futbol se asemeja a la vida porque muchas de sus recompensas y muchos de sus calvarios resultan inesperados".


Con esto Villoro nos permite entender que el futbol es visceral, que es el mundo del hincha y su equipo su nación, que lo seguirá en las buenas y en las malas, llorará las derrotas y festejará los triunfos, usará ese deporte como el vínculo para hacer comunidad, identidad y pertenencia.


Sí, en La cancha no tiene la culpa uno de miembros de Apodaka nos habla de querer formar esa colectividad para después ver imágenes de los integrantes bailando o cantando en el patio de alguno de ellos pero salta para hablarnos de algunas muertes durante viajes, gráficos con mega textos para dar datos e imágenes de un líder dando instrucciones para comprar boletos.



Y es que fuera de los que hemos ido a un partido de nuestro club favorito, viajado con la barra o cantado temas inspirados en canciones del rock argentino, cumbias o temas originales, aquellos que no lo hayan experimentado o simplemente no les guste el futbol, difícilmente podrán comprender esas decisiones, que se muestran en el filme, de abandonar a tu familia con tal de seguir a un club en el que gastas dinero y cuya única satisfacción es verlo ganar un título.


Entonces no, La cancha no tiene la culpa no responde a la pregunta ¿Qué significa ser de Tigres?, como se propone en la sinopsis, solo nos da pinceladas del día a día de sus integrantes, un poco de su abstinencia por la pandemia y su regreso a los estadios. Igual ni siquiera era la intención de su director pero el filme poco refleja esto.


Y bueno, ya de lo técnico ni hablemos; sí, la tecnología ha permitido democratizar el cine y que cualquiera pueda hacerlo, pero cuídame el foco, no me des camarazos, atención con el sonido directo, cuidado con esas transiciones, que no es una tesis escolar.



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