Cry macho: Cry "amigou"
POR: SAÚL ARELLANO MONTORO
16-09-2021 14:11:52
Clint Eastwood es uno de esos realizadores que te acostumbran a altos estándares de historias llevadas a la pantalla y que si bien es cierto hay ocasiones en las que no siempre mantiene el nivel acostumbrado, uno espera siempre lo mejor del director de 66 años de carrera y 91 de edad.
Sin embargo, nada pudo resultar más inesperado y de tan poca calidad como está última película de Eastwood llamada CRY MACHO que, sin conocer la historia, resulta un nombre bastante bueno y poderoso para lo que uno se imagina pueda ser una vez que viste el avance en cines.
"MACHO, MACHO MAN, I GOTTA BE A MACHO MAN..."
CRY MACHO es un panfleto de lugares comunes para adornar de forma folclórica una historia inverosímil aún cuando se ubica en la década de los años ochenta. Lo que resulta, como dije al principio, sorprendente para un realizador de la talla de Clint Eastwood que, además, está muy involucrado en los usos y costumbres de México pese a que es un recalcitrante republicano defensor de su frontera sur.
Eastwood es, pese a su idiosincrasia, un director que sabe mantener de forma adecuada su ideología política para poner en primer plano la historia que tiene que contar. Y esto aplica también a sus trabajos más parciales respecto a su nacionalismo rampante donde no hace el menor esfuerzo por ocultar la ideología por el simple hecho que le importa un demonio lo que opinen propios y mucho menos extraños fuera de los EEUU. Lo sabemos y lo aceptamos porque no exigimos nada que desde el principio de sus historias esté presente en el discurso anti o pro la causa de la que quiera hablar.
Entonces, sabiendo eso, de forma inesperada la película va avanzando de forma increíble hacia niveles cada vez más bajos no solo del mensaje estereotipado de lo que Eastwood no arregló del texto original derivado de la novela de N. Richard Nash de 1975 MACHO (originalmente un guión que no se vendió para adaptarse a novela) sino que vanaglorió todos los lugares comunes de cómo es la imagen del Mexicano en el extranjero desde los años 30, especialmente en la visión estadounidense más burda que puede existir.
De hecho, la película inicia de forma esperanzadora con una secuencia bellamente fotografiada y con un acompañamiento musical que es justo lo que uno espera de una película de Eastwood; los problemas comienzan cuando Mike Milo (Eastwood) atraviesa la frontera sur para ir a “rescatar” a un niño de la perdición de la vida de delincuente callejero, de peleas de gallos mexicanas en pleno Distrito Federal (recuerden, estamos en los años ochenta) y de una madre que solo le interesa acostarse con cuanto hombre atraviesa su camino sin importar que este tenga 91 años como en el caso de nuestro Real American Cowboy Hero... Mientras responda en la cama todo es valido ¿Que no?
El jovencito en cuestión, de apodo “Rafou”, es todo lo que un clisé debe tener de niño mexicano respecto a comportamientos, frases, sueños de grandeza y motivaciones de ser vaquero cuando sea grande por citar un ejemplo obvio. Por supuesto que es el perfecto compañero de viaje de Mike quien también es un catálogo de lugares comunes del vaquero hiper-masculinizado cuya imagen impone respeto entre los hombres a base de golpes con la fuerza suficiente para dejar inconsciente a un hombre de 30 años y deseo combinado con protección entre las mujeres (¿Ya dije que tiene 91 años verdad?) viudas y con un restaurante propio. Entre los dos nace una amistad salpicada de lecciones de vida del vaquero hacia su joven sidesick, remordimientos, relaciones familiares, traducciones al vuelo, creencias religiosas arraigadas y domar potros salvajes desquiciados sin ser derribado (Perdón que insista pero ¿Ya dije que tiene 91 años verdad?).
“PASANDO CIUDAD SATÉLITE, TODO ES TIJUANA...”
Todo lo anterior podría pasarse por alto de no ser porque, además, no me queda claro que le pasó a Eastwood que, literalmente, “se le fueron las cabras” en lo que respecta a guiar a sus actores siendo justamente la dirección de Rafo interpretado por Eduardo Minett, cuyo gran logro fue haber participado de forma regular en “La Rosa de Guadalupe”, que no solo decía mal sus diálogos sino además con intensidad de participante de representación de la Independencia en el Festival de la escuela primaria. Si bien es cierto que el guion no ayuda mucho al joven intérprete, debido a la fastidiosa avalancha de diálogos donde se inserta la palabra “macho”, la realidad es que su capacidad interpretativa es lastimosa como para ser compañero a cuadro de Eastwood quién, por cierto, tampoco da lo mejor de si.
Sumado a esto, resalta esa legendaria paleta de color de los realizadores estadounidenses donde todo tiene tonalidades desérticas sucias del beige al ocre con polvo y sobre-exposición de luz para mostrar un calor del sol avasallador.
Y por si fuera poco, la iconografía del “sombrerudo”, el sarape, los tamales, el chile, los perros callejeros, las calles desérticas de pueblos perdidos en Tamaulipas, la “linda señorita” y frases como “Tatita” (sic) en lugar de “Tata”, la viuda dueña del restaurante y enamorada de Mike en una caricatura de María Félix, los policías federales mexicanos fronterizos corruptos sometidos a guaruras de una mujer en la Ciudad de México, tortillas con sal, Tequila, papel picado de día de muertos en julio y desde luego la imagen de la Virgen de Guadalupe son llevados al extremo cirquero del folclorismo de postal para visitantes de tiendas de souvenirs en Tijuana, Acapulco o Cancún.
PATÉTICO
Y entiendo que Eastwood en lo que menos pensó fue en ser lo más certero posible con los usos y costumbres de los lugares donde ubicó a sus personajes así como tampoco hizo la película considerando agradar a sus vecinos del sur; pero si resulta un poco molesto la exacerbada cantidad de estereotipos y lugares comunes que un realizador como él no haya tenido el cuidado de mantener lo más realista posible con lo que la imagen de México (en los demás países del extranjero donde se exhiba) seguirá siendo de “Órale” y “Ay Chihuahua”.
EN RESUMEN
CRY MACHO pudo ser una emotiva historia de dos personas que representan no solo una generación donde el modelo a seguir del joven es el de un hombre experimentado que supo sobreponerse a los problemas de vida sino también a dos modos de vida completamente diferentes se redujo a ser una aventura en acción viva de Tiro Loco McGraw y su compañero Pepe Trueno.
Ojalá que esta no sea la última película filmada o actuada de Clint Eastwood; sería un cierre vergonzoso de una carrera sólida y admirable.
Clint Eastwood es uno de esos realizadores que te acostumbran a altos estándares de historias llevadas a la pantalla y que si bien es cierto hay ocasiones en las que no siempre mantiene el nivel acostumbrado, uno espera siempre lo mejor del director de 66 años de carrera y 91 de edad.
Sin embargo, nada pudo resultar más inesperado y de tan poca calidad como está última película de Eastwood llamada CRY MACHO que, sin conocer la historia, resulta un nombre bastante bueno y poderoso para lo que uno se imagina pueda ser una vez que viste el avance en cines.
"MACHO, MACHO MAN, I GOTTA BE A MACHO MAN..."
CRY MACHO es un panfleto de lugares comunes para adornar de forma folclórica una historia inverosímil aún cuando se ubica en la década de los años ochenta. Lo que resulta, como dije al principio, sorprendente para un realizador de la talla de Clint Eastwood que, además, está muy involucrado en los usos y costumbres de México pese a que es un recalcitrante republicano defensor de su frontera sur.
Eastwood es, pese a su idiosincrasia, un director que sabe mantener de forma adecuada su ideología política para poner en primer plano la historia que tiene que contar. Y esto aplica también a sus trabajos más parciales respecto a su nacionalismo rampante donde no hace el menor esfuerzo por ocultar la ideología por el simple hecho que le importa un demonio lo que opinen propios y mucho menos extraños fuera de los EEUU. Lo sabemos y lo aceptamos porque no exigimos nada que desde el principio de sus historias esté presente en el discurso anti o pro la causa de la que quiera hablar.
Entonces, sabiendo eso, de forma inesperada la película va avanzando de forma increíble hacia niveles cada vez más bajos no solo del mensaje estereotipado de lo que Eastwood no arregló del texto original derivado de la novela de N. Richard Nash de 1975 MACHO (originalmente un guión que no se vendió para adaptarse a novela) sino que vanaglorió todos los lugares comunes de cómo es la imagen del Mexicano en el extranjero desde los años 30, especialmente en la visión estadounidense más burda que puede existir.
De hecho, la película inicia de forma esperanzadora con una secuencia bellamente fotografiada y con un acompañamiento musical que es justo lo que uno espera de una película de Eastwood; los problemas comienzan cuando Mike Milo (Eastwood) atraviesa la frontera sur para ir a “rescatar” a un niño de la perdición de la vida de delincuente callejero, de peleas de gallos mexicanas en pleno Distrito Federal (recuerden, estamos en los años ochenta) y de una madre que solo le interesa acostarse con cuanto hombre atraviesa su camino sin importar que este tenga 91 años como en el caso de nuestro Real American Cowboy Hero... Mientras responda en la cama todo es valido ¿Que no?
El jovencito en cuestión, de apodo “Rafou”, es todo lo que un clisé debe tener de niño mexicano respecto a comportamientos, frases, sueños de grandeza y motivaciones de ser vaquero cuando sea grande por citar un ejemplo obvio. Por supuesto que es el perfecto compañero de viaje de Mike quien también es un catálogo de lugares comunes del vaquero hiper-masculinizado cuya imagen impone respeto entre los hombres a base de golpes con la fuerza suficiente para dejar inconsciente a un hombre de 30 años y deseo combinado con protección entre las mujeres (¿Ya dije que tiene 91 años verdad?) viudas y con un restaurante propio. Entre los dos nace una amistad salpicada de lecciones de vida del vaquero hacia su joven sidesick, remordimientos, relaciones familiares, traducciones al vuelo, creencias religiosas arraigadas y domar potros salvajes desquiciados sin ser derribado (Perdón que insista pero ¿Ya dije que tiene 91 años verdad?).
“PASANDO CIUDAD SATÉLITE, TODO ES TIJUANA...”
Todo lo anterior podría pasarse por alto de no ser porque, además, no me queda claro que le pasó a Eastwood que, literalmente, “se le fueron las cabras” en lo que respecta a guiar a sus actores siendo justamente la dirección de Rafo interpretado por Eduardo Minett, cuyo gran logro fue haber participado de forma regular en “La Rosa de Guadalupe”, que no solo decía mal sus diálogos sino además con intensidad de participante de representación de la Independencia en el Festival de la escuela primaria. Si bien es cierto que el guion no ayuda mucho al joven intérprete, debido a la fastidiosa avalancha de diálogos donde se inserta la palabra “macho”, la realidad es que su capacidad interpretativa es lastimosa como para ser compañero a cuadro de Eastwood quién, por cierto, tampoco da lo mejor de si.
Sumado a esto, resalta esa legendaria paleta de color de los realizadores estadounidenses donde todo tiene tonalidades desérticas sucias del beige al ocre con polvo y sobre-exposición de luz para mostrar un calor del sol avasallador.
Y por si fuera poco, la iconografía del “sombrerudo”, el sarape, los tamales, el chile, los perros callejeros, las calles desérticas de pueblos perdidos en Tamaulipas, la “linda señorita” y frases como “Tatita” (sic) en lugar de “Tata”, la viuda dueña del restaurante y enamorada de Mike en una caricatura de María Félix, los policías federales mexicanos fronterizos corruptos sometidos a guaruras de una mujer en la Ciudad de México, tortillas con sal, Tequila, papel picado de día de muertos en julio y desde luego la imagen de la Virgen de Guadalupe son llevados al extremo cirquero del folclorismo de postal para visitantes de tiendas de souvenirs en Tijuana, Acapulco o Cancún.
PATÉTICO
Y entiendo que Eastwood en lo que menos pensó fue en ser lo más certero posible con los usos y costumbres de los lugares donde ubicó a sus personajes así como tampoco hizo la película considerando agradar a sus vecinos del sur; pero si resulta un poco molesto la exacerbada cantidad de estereotipos y lugares comunes que un realizador como él no haya tenido el cuidado de mantener lo más realista posible con lo que la imagen de México (en los demás países del extranjero donde se exhiba) seguirá siendo de “Órale” y “Ay Chihuahua”.
EN RESUMEN
CRY MACHO pudo ser una emotiva historia de dos personas que representan no solo una generación donde el modelo a seguir del joven es el de un hombre experimentado que supo sobreponerse a los problemas de vida sino también a dos modos de vida completamente diferentes se redujo a ser una aventura en acción viva de Tiro Loco McGraw y su compañero Pepe Trueno.
Ojalá que esta no sea la última película filmada o actuada de Clint Eastwood; sería un cierre vergonzoso de una carrera sólida y admirable.