Tras su paso por más de una decena de festivales internacionales, entre ellos el Festival Internacional de Cine de Cannes en 2019, llega a la Cineteca Nacional, como parte del ciclo Talento Emergente, Adam. Mujeres en Casablanca (Marruecos-Francia-Bélgica, 2019), ópera prima de ficción de la cineasta y guionista marroquí Maryam Touzani.

Touzani traza en su primer largometraje una historia, que, si bien está ubicada en Casablanca, en Marruecos, es una historia universal acerca de la complejidad de la maternidad, sus sinsabores, alegrías y desafíos; una historia de mujeres sobre mujeres y la afrenta que ello significa en un mundo hostil e inquisidor que las subyuga y oprime a cada oportunidad.

Samia, una joven en avanzado estado de embarazo, busca trabajo y alojamiento en Casablanca. Sin embargo, puerta que toca, puerta que se cierra en su rostro, desesperado y exhausto. Ninguna mujer se conduele de su situación, ninguna es solidaria ni está dispuesta a recibirla en su casa, a brindarle cobijo, ya sea por miedo al escándalo, por condenar a una madre soltera con un bastardo en el vientre o por la presión de un sistema eminentemente patriarcal. 

Así, puerta tras puerta llega a la casa de Abla y su pequeña hija Warda. Al inicio, Abla se comporta como todas las demás y sin siquiera dejar hablar a Samia, la echa de allí. Sin embargo, al ver a la pobre joven dormir en la calle, frente a su propiedad, a merced de los peligros que esconde la noche en la ciudad, decide invitarla a quedarse, pero sólo por un par de días.

Abla se dedica a la repostería, por lo que Samia, trata de ganarse el pan y el techo, ayudándola a cocinar. Muy a pesar de Abla, Samia prepara postres tradicionales con gran destreza, además de que ha conquistado a la pequeña Warda sin esfuerzo, por lo que Abla no tiene de otra que darle alojamiento un poco más de tiempo.

A partir de entonces, Touzani teje entre ambas mujeres una relación íntima, personal y cercana, a partir de sus propios conflictos, diferencias y contrastes desde los cuales descubrirán que en realidad no son tan distintas.

Con una notable delicadeza y ritmo narrativo, pausado y contenido, Touzani introduce al espectador poco a poco en la psique de los personajes, en sus problemáticas, en su contexto y logra transmitir la amargura de un personaje tan introspectivo, retraído, duro y seco como el de Abla que se quiebra sólo ante la ternura y la fuerza vital de un personaje como el de Samia, que a pesar de su situación adversa es capaz de sanar sus heridas. 

Esta es una película de interiores, y no sólo en términos de locaciones, sino acerca del interior de las personas, de sus miedos, sus angustias, sus cuentas no saldadas. Es también una película de encuentros, de pequeños detalles, de descubrimientos personales, de búsquedas internas y procesos, que van muy bien acompañados por una bellísima fotografía a cargo de Virginie Sundej, de tonos cálidos y claroscuros, con encuadres que recuerdan en ciertas ocasiones a alguna pintura de Rembrandt y que dotan al filme de una particular calidez hogareña.

A pesar de que la película podría haber caído en el melodrama, después de todo conjunta personajes en situaciones muy amargas: una mujer encerrada en sí misma sin ganas de vivir y una joven embarazada sin hogar y sin trabajo, Touzani logra el equilibrio justo, con ciertos toques de humor y ligereza, que aportan un respiro y dotan al drama de solidez y sobriedad.

Adam. Mujeres en Casablanca, es también un viaje al oriente, a sus costumbres y tradiciones, sus aromas, su gastronomía, así como una reflexión de la precariedad y opresión en la que viven sus mujeres y la necesidad del apoyo y la solidaridad entre las propias mujeres en un sistema machista y sectario.